Ignacio Peyró | Escritor
“Andalucía y Sevilla han sido los grandes emisores estéticos de España”
Aurora López Güeto | Profesora de Derecho Romano de la UPO
Sevillana criada en el barrio de San Lorenzo, la profesora de la Universidad Pablo de Olavide Aurora López Güeto (Sevilla, 1971) le debe al Derecho Romano tanto la familia como el trabajo. No en vano conoció a su marido y padre de sus hijos en el despacho de su maestro, José María Ribas Alba, quien suele bromear: “Lo que el Derecho Romano ha unido...”. Tras trabajar 18 años en la banca, un ERE le dio la oportunidad de reencontrarse con su verdadera vocación. Leyó la tesis en 2016, con 45 años. Desde entonces no ha perdido el tiempo, dedicando sus esfuerzos, además de a la labor docente, a la investigación de temas como la situación de la mujer en Roma o a la divulgación de cuestiones relacionadas con la Antigüedad. Ha publicado las monografías ‘Pietas Romana y sucesión mortis causa’, ‘Madres e hijos en el Derecho Romano de sucesiones’ y ‘El Derecho Romano en femenino singular’. También el ensayo ‘De Poniente a Roma. La huella clásica en Juego de Tronos’ y la novela histórica ‘La casa de la piedad’. Recientemente ha salido a la luz su libro ‘De Poncio a Pilato’ (Algaida), un desenfadado libro divulgativo en el que se adentra en uno de los personajes más famosos de todos los tiempos, pero sobre el que apenas tenemos certezas históricas.
–Profesora de Derecho Romano... No corren buenos tiempos para los amigos de la antigüedad clásica. ¿Se siente un animal en vías de extinción?
–Que el Derecho Romano se va extinguir lo venimos escuchando desde hace un montón de años, pero aquí seguimos defendiendo el fuerte. La asignatura da unos cimientos culturales potentísimos al alumno y es la base del derecho europeo y latinoamericano. Hitler prohibió la enseñanza del Derecho Romano. Sólo por eso habría que conservar esta asignatura. Parece una asignatura muy teórica, pero la verdad es que sirve para solucionar muchos problemas.
–Usted ha investigado sobre la mujer en la Roma antigua. ¿Cómo era su situación?
–Depende del periodo del que hablemos, porque la historia de Roma es amplísima. En la época arcaica, sobre el VIII antes de Cristo, vemos una sociedad extremadamente patriarcal, en la que el pater familias tiene un poder casi absoluto en su casa Puede decidir sobre los bienes e, incluso, la vida de sus hijos, hijas, esposas y nueras. Pero ya en la época republicana e imperial, desde el siglo III antes de Cristo, vemos que las mujeres romanas ya tienen negocios y podían ser representadas en los juicios, aunque no actuar como abogadas. Además, celebraban contratos y hacían testamentos. Podemos decir que aquellas mujeres de la Roma clásica tenían más derechos que las de muchos países de hoy en día. Por ejemplo, se vestían como querían, independientemente de que había épocas en las que se recomendaba el recato o llevar poro oro encima. Había mujeres con panadería, terratenientes, mecenas que levantaban bibliotecas... aunque no debemos nunca olvidar a las mujeres de las clases más bajas y las esclavas, para las que la situación era muy diferente. Eso sí, las mujeres en Roma nunca pudieron votar ni ser políticas, tampoco banqueras. No se conoce a ninguna emperatriz. El derecho, a veces, era muy paternalista con ellas. Ya le digo, todo depende del momento.
–¿Y en las cuestiones sexuales?
–El adulterio estaba muy castigado para la mujer. El marido o el padre, si la sorprendía in fraganti y en la casa propia, podían matarla a ella y al amante. Al marido se le obligaba a divorciarse de la adúltera. Si no lo hacía se le consideraba un proxeneta. El consentidor en Roma estaba muy mal visto. En la mujer, tanto la castidad como la modestia y el recogimiento estaban socialmente muy valorados.
–Y Poncio Pilato, ¿cómo apareció en su vida?
–De alguna manera siempre fue un personaje que me llamó la atención. La escritura de mi libro De Poncio a Pilato, fue una propuesta de la editorial Algaida, de Miguel Ángel Matellanes. Querían hacer una especie de biografía no autorizada, muy divulgativa. Se buscaban personajes que tuvieran algo que ver con Sevilla.
–¿Cómo es más correcto Pilato o Pilatos?
–Realmente se puede decir de las dos maneras.
–Es curioso, porque Poncio Pilato, en realidad, nada tuvo que ver con Sevilla. Sin embargo, de alguna forma, lo consideramos un personaje propio.
–Es cierto, como se dice tiene mucho tirón en Sevilla. Quizás tenga algo que ver con las cofradías. Poncio Pilato aparece en los pasos de misterio de San Benito y la Macarena. Ahora también en el de Torreblanca. Además, aunque la gente lo ignore, los sevillanos somos muy romanos. Lo cierto es que es un personaje que llama mucho la atención. Quizás tenga algo que ver también que es la única persona que se nombra en el Credo. ¿Por qué en una oración cristiana tan importante la única persona que se nombra es un pagano que, encima, es culpable de la muerte de Jesús? Aparte está, claro, la Casa de Pilatos, que replica el palacio del pretorio.
–Sobre Pilato hay muchas leyendas y pocos datos históricos.
–Poquísimos. Sabemos muy poco de Pilato y lo que sabemos es a través de fuentes interasadas, los historiadores judíos, que lo ponen muy mal. Según estos es un tirano, un déspota, un antisemita, una persona muy poco sensible con las tradiciones judías, que lo único que quiere es romanizar a una provincia del imperio especialmente rebelde, un auténtico polvorín. Por su parte, los historiadores romanos, los suyos, apenas hablan de él. Simplemente es un político más, que estuvo diez años en la provincia más lejana y conflictiva.
–¿Y por qué tanta conflictividad entre judíos y romanos?
–Los judíos, como sabemos, son un pueblo monoteísta y no estaban dispuestos de ninguna manera a rendir culto al emperador como divinidad. En este conflicto se mezclan la política y la religión. Yo creo que Pilato se sintió superado, ya que dentro del judaísmo había muchas sectas que estaban también en conflicto entre ellas. Le hicieron la vida bastante imposible, aunque también es cierto que Pilato no colaboró en que las cosas fueran mejor. Provocaba continuamente a los judíos. Por ejemplo, emitiendo monedas con símbolos paganos que los hebreos consideraban blasfemos. Había continuas pequeñas revueltas por motivos como la colocación en el palacio de Pilato de estandartes ofensivos...
–¿Nos puede citar alguna fuente romana que hable de Pilato?
–Tácito sólo lo menciona para decir que gobernó Judea en tiempos de Tiberio y que, en ese momento, nació “la secta” conocida como los cristianos.
–¿Y no sabemos nada de su biografía?
–Prácticamente nada. De hecho, pese a que los romanos siempre tienen tres nombres, de este personaje sólo conocemos dos: Poncio Pilato. Parece que sus antepasados eran samnitas, un pueblo de Italia, pero desde hacía tiempo ya debían vivir en Roma o alguna ciudad cercana. También parece que fue un militar de una cierta valía, porque el puesto de Judea no se le daba a cualquiera. Aquello no era como la Hispania de su momento, un lugar ya tranquilo y romanizado, sino un avispero. Con bastante seguridad tuvo que pertenecer al llamado orden ecuestre, que es como una aristocracia de segundo nivel. Hay gente que cree que su carrera se debió a sus buenos contactos en la corte de Tiberio.
–¿Y de dónde le venían estos contactos?
–Probablemente de su esposa, Claudia Prócula, que debió pertenecer a una familia noble.
–La enigmática Claudia Prócula..
–Este personaje es mi debilidad. Desde pequeña siempre me fijaba en su figura en los pasos de San Benito y la Macarena. Tenga en cuenta que en la Semana Santa hay muy poca imaginería de mujeres, aparte de la Virgen y María Magdalena. Yo veía a Claudia Prócula, tan bien vestida, con esos pendientazos... Me fascinaba. En el Evangelio de Mateo Claudia intercede por Jesús. Le pide a su marido que no lo condene, porque había tenido un sueño en el que se le decía que era un justo.
–El famoso chiste de que un poco más y por su culpa nos quedamos sin Semana Santa.
–Un poco fue así. Pero está claro que Pilato no le hizo caso. Sobre este pasaje hay muchas dudas. Algunos piensan que fue una licencia que se toma Mateo, porque los sueños en Roma tenían mucho contenido profético. Recuerde el sueño en el que se le avisó a Julio César que no fuese al Senado donde, como ocurrió, lo iban a matar. Incluso, a veces, los sueños se admitían como prueba en los juicios.
–Fascinante.
–El sueño de Claudia ha servido de inspiración para muchos. Charlotte Brontë tiene un poema sobre ella y, en la Dama Oscura, de Shakespeare aparece como protagonista. Es un personaje que ha despertado mucho interés en las escritoras a lo largo de la historia; una mujer con mucho valor que, pese a ser pagana, se atreve a hablar a favor de Jesús cuando nadie lo hace. De ahí la leyenda de que ella era una criptocristiana... El cine siempre la retrató como una mujer bella, inteligente y compasiva, en contraste como el marido, que aparece como un cobarde, traidor... Lo cierto es que ni siquiera sabemos si Pilato estuvo casado.
–Hay incluso algunos que dicen que Claudia Prócula era andaluza.
–Sí, del pueblo malagueño de Cártama. Apareció una inscripción con su nombre que se perdió. Al parecer los Próculos eran una familia de esta localidad. Tengo ganas de ir por allí. Hay otros que dicen que era de la Galia o de la zona de Bretaña... En fin, ya le digo, muchas leyendas y poquísima información histórica.
–Pilato también ha llamado la atención de los escritores. Usted abre el libro con un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz cuyo primer cuarteto dice: “Firma Pilato la que juzga ajena/ sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!/ ¿Quién creerá, que firmando ajena muerte,/ el mismo juez en ella se condena?”
–Es un personaje que llama mucho la atención, desde una monja mexicana del siglo XVII como Sor Juana Inés de la Cruz a un escritor ruso del siglo XX como Mijaíl Bulgákov, que fue un crítico con el comunismo que en su conocida novela El maestro y Margarita elige al personaje de Poncio Pilato para hacer una sátira de los políticos rusos de provincia sometidos al Kremlin. Los escritores victorianos ingleses también usaron a Poncio Pilato para compararlo con los gobernadores de la India. Llama muchísimo la atención como un político más de los muchísimos que hubo en Roma se convirtió en un mito.
–Bueno, no es tan extraño. Emitió la sentencia más famosa de la Historia. ¿Qué fue de Pilato después de la crucifixión de Jesucristo?
–Sabemos que se quedó unos años más en Judea y que Roma le llegó a llamar a capítulo por la excesiva represión... Y ahí se pierde la pista. No sabemos qué ocurrió con él después. Las leyendas hablan de una muerte terrorífica. Una de estas dice que lo condenaron a muerte por malvado y corrupto y, al arrojar su cadáver al río Tíber, se empezaron a formar unas burbujas de aguas nauseabundas. En otros relatos desmembran el cadáver... Todas tienen un final horrible.
–Lo cierto es que, pese a la crueldad con la que la tradición cristiana trata a Pilato, no dejó de ser una herramienta de la que se valió Dios para ejecutar su plan de redención.
–Algún autor, como el italiano Aldo Schiavone, habla de una especie de pacto secreto entre Jesús y Pilato. Según él, Pilato se dio cuenta de que Jesús era inocente y que los cargos que le estaban presentando eran de carácter religioso y judío, lo cual no afectaba al Derecho Romano. En el Evangelio de San Juan asistimos a un diálogo casi metafísico entre los dos personajes, una conversación misteriosa y entrecortada en la que se observa una relación especial entre el reo y el juez. Pilatos empieza a sentirse superado, se da cuenta de que no está ante un reo más, que no es un preso político, un terrorista... Empieza a dudar de si es verdad que viene de la mano de Dios. Según Aldo Schiavone, Pilato participa a conciencia de la crucifixión de Jesús porque ve que hay algo así como un plan superior en la que él es un instrumento necesario.
–Y cómo especialista en Derecho Romano, y olvidando cualquier matiz religioso, ¿tenía otro camino Pilato que no fuese condenar a Cristo?
–En esta cuestión yo sigo mucho la teoría de José María Ribas Alba, que es mi maestro y un especialista en el proceso de Jesús. La verdad es que el proceso romano a Jesús es impecable jurídicamente hablando. En este juicio Pilato era al mismo tiempo el juez instructor y el sentenciador. Instruye unos interrogatorios y escucha unos testimonios en los que nadie, ni siquiera el propio Jesús, habla a favor del reo. Hay hasta tres interrogatorios y con la flagelación intenta darle un escarmiento para también aplacar a los judíos y salvar su vida. Como dice Ribas Alba hay dos sentencias: la primera es la flagelación y la segunda la cruz. ¿Qué ha pasado entre una y otra? Que los judíos han tocado la tecla oportuna y lo acusan de un delito de maiestas, de traición a Roma, porque se declara Rey de los Judíos, cuando el único rey es el Emperador. También porque se llama “hijo de Dios”. Pilatos ve que Jesús es inofensivo, que no tiene ejército y que eso de “Rey de los judíos” es una simple fantasía, pero ante el delito de traición se descompone, porque le dicen que si no lo condena él también participa de la traición al emperador. Además, insisto, Jesús no se defiende, pese a que era un magnífico orador. La sentencia de Pilato contra Jesús fue ajustada al derecho romano.
–Por lo que cuenta en el libro, los medievales no le tuvieron mucho cariño a Pilato.
–Ninguno. En los autos de teatro medievales siempre lo retratan como un personaje malhablado, bebido, histérico... Tanto tenía que trabajar el actor que hacía de Pilato que cobraba más que el que representaba a Jesucristo. Aprovechaban también para la sátira política del momento. Lo solían vestir como un noble de la época, como el duque o el conde donde se celebraba el acto, y la gente le tiraba cosas... Era el símbolo del poder corrupto y autoritario... A veces era un reverso de satanás que salía entre humo.
–¿Y en las artes plásticas?
–Lo vestían como a un judío, con barba y turbante. Parecía un Rey Mago. A partir de Tintoretto, en el renacimiento, ya se le vuelve a representar con toga. En la imaginería Sevillana nos lo muestran como un auténtico romano con todos los símbolos del poder. El de San Benito, especialmente es muy apuesto, aunque con cara agriada.
También te puede interesar
Ignacio Peyró | Escritor
“Andalucía y Sevilla han sido los grandes emisores estéticos de España”
David González Romero y Fernando González Viñas | Editores de El paseíllo
“Urtasun es un benefactor de la tauromaquia”
Juan Rodríguez Garat | Almirante (R)
“La Guerra de Ucrania no la va a ganar nadie”
Eduardo del Campo | Periodista
“Alfonso Rojo me prestó el dinero para poder seguir en Afganistán”
Lo último
Contenido ofrecido por INDI & COLD
CONTENIDO OFRECIDO POR GRUPO Q