“San Luis mezcla el barroco europeo con la gracia de la albañilería sevillana”
Juan Luis Ravé | Historiador del Arte
Es el ‘autor intelectual’ de la muestra ‘Patrimonio Histórico de la Diputación de Sevilla 1500-1900. Arte y Beneficencia’, un embrión de museo que ya puede visitarse en San Luis de los Franceses

La Sevilla aficionada al arte está encantada con Patrimonio Histórico de la Diputación de Sevilla 1500-1900. Arte y Beneficencia, la muestra permanente que la corporación provincial ha montado en San Luis y que tiene vocación de convertirse en un nuevo museo para la ciudad. Detrás de esta operación destaca un nombre, Juan Luis Ravé, un historiador del arte jubilado que fue coordinador del Gabinete Pedagógico de Bellas Artes de Sevilla, comisario de Andalucía Barroca itinerante y redactor del plan museológico del palacio de los Marqueses de la Algaba. Ravé, que es el primer sorprendido por la repercusión del proyecto, lleva vinculado a este patrimonio desde que formó parte del equipo que empezó a catalogarlo en 1975, bajo la batuta de José Luis García y Luis Luna Moreno. Pero ha sido en los últimos diez años cuando este protomuseo ha ido tomando forma. Profesor de Secundaria durante muchos años, Ravé está muy vinculado a Marchena y su patrimonio y suya es, entre otras, la monografía El Alcázar y la Muralla de Marchena. Es autor del tomo 89 de la benemérita colección Arte Hispalense, San Luis de los Franceses, texto fundamental para introducirse en los vericuetos del gran templo barroco sevillano.
Pregunta.–Patrimonio Histórico de la Diputación de Sevilla 1500-1900. Arte y Beneficencia, exposición permanente que ya puede verse en San Luis de los Franceses, recoge las mejores obras de arte de los antiguos hospitales de Sevilla, algunos muy antiguos.
–Tanto que el de San Lázaro se remonta al siglo XIII, en plena Edad Media, y las piezas más modernas que pueden verse en la muestra pertenecieron a hospitales barrocos. Hay que tener en cuenta que no son hospitales como los de hoy, sino lugares que servían para cuidar en sus últimos momentos a personas que estaban enfermas. Algo así como los cuidados paliativos actuales. Su función era acoger, no curar. Solamente había uno dedicado a sanar heridas, que se llamaba Hospital del Cardenal (por su fundador, el Cardenal Cervantes) o de los Heridos. La mayoría de estos hospitales pertenecían a parroquias, hermandades, gremios... y tenían solo dos o tres camas.
P.–Los nombres de algunos de ellos eran muy evocadores. Como el de Los Inocentes.
–El Hospital de los Inocentes estaba donde hoy el polideportivo de San Luis y acogía a las personas con problemas mentales. En el siglo XIX pasó a ser parte del hospicio que se ubicó en San Luis. Allí estaban los varones. Las niñas vivían más cerca de las monjas de la Caridad, que estaban en la zona que había sido el noviciado, que es en lo que ahora se ubica la exposición.
P.–San Lázaro, como dijo, es el más antiguo.
–Era el lazareto, es decir, estaba dedicado a los leprosos. El número de enfermos que acogía fue disminuyendo con el paso del tiempo, porque cada vez había menos lepra. En los siglos XVI y XVII apenas tenía veinte camas.
P.–Y el gran hospital era el de las Cinco Llagas, que hoy es parlamento andaluz.
–De las Cinco Llagas de Cristo o de la Sangre... Era solo para mujeres enfermas curables y que no fuesen esclavas. Luego se convirtió en el hospital de las pestes, porque era el que estaba a las afueras de Sevilla. También tenía un apartado para sacerdotes.
P.–¿Y los esclavos no tenían hospital?
–El de los Negritos, que estaba por la calle Conde Negro, muy cerca de la iglesia de la hermandad.
La Diputación ha hecho un gran esfuerzo para restaurar las piezas y mostrarlas
P.–San Lázaro o las Cinco Llagas eran grandes hospitales, pero, como decía al principio, abundaban los pequeños, que eran muy poco operativos.
–Había hasta 75 pequeños hospitales. Por eso el cardenal Rodrigo de Castro impulsa la famosa Reducción de 1581, por la que concentra todas estas instituciones en dos: el Hospital de Amor de Dios, ubicado donde hoy está el cine Cervantes; y el del Espíritu Santo, en la calle Tetuán, donde estaba el Teatro San Fernando. Estos funcionarían hasta mediados del XIX, cuando todos se concentran en el hospital central de las Cinco Llagas. En 1866 la Diputación Provincial se hizo cargo de la gestión de los hospitales y por eso todo ese patrimonio que ahora podemos ver aquí terminó en sus manos.
P.–¿Cómo surgió la idea de este museo?
–Nos inspiramos en el Museo de San Roque de Lisboa, ubicado también en un colegio jesuita, enorme y espectacular, que no se quemó en el incendio posterior al terremoto de Lisboa, pese a tener el techo de madera. Allí se instaló la Casa de la Misericordia, que también concentró a los hospitales históricos de Lisboa. Pensamos que, al igual que ellos, teníamos todo el noviciado jesuita de San Luis y una colección de arte, ¿por qué no ir restaurando poco a poco para exponerlas? La Diputación ha hecho un esfuerzo enorme para ir restaurando en diez años piezas con vistas a mostrarlas en el futuro. El futuro ya ha llegado.
P.–Hablemos de algunas de las piezas más extraordinarias que se pueden ver en esta exposición. Es impresionante el apostolado de Esteban Márquez, que pertenecía a las Cinco Llagas.
–Es difícil encontrar uno similar. Está el famoso de Lisboa, de Zurbarán, pero el de Esteban Márquez no es manco. A América se mandaron muchos similares. Esteban Márquez llegó a mandar a México 300 obras, como documentó Duncan Kinkead, cuyas investigaciones revolucionarían los estudios sobre la pintura barroca. El propio don Enrique Valdivieso –al que le tengo que agradecer su colaboración con esta exposición– usó mucho sus datos. El apostolado de Esteban Márquez estaba colocado en los pilares de la iglesia de las Cinco Llagas, de manera que la convertía en una iglesia triunfante, apoyada en el credo de los apóstoles. Curiosamente se ha conservado completo, al menos tal como estaba en el año 1884, cuando lo estudió Collantes de Terán, antepasado del medievalista y que escribió un libro sobre los hospitales sevillanos. Desde luego, es el mejor de Esteban Márquez que se conserva en Sevilla. Hay otros de medio cuerpo en la Catedral, la Academia de Medicina y San Bartolomé, pero no tienen el nivel del de las Cinco Llagas. Como advirtió don Diego Angulo hay una copia casi exacta en Churusbuco, México. Estos cuadros son obra de un pintor novohispano, Juan de Miranda, y se realizaron en 1706.
P.–Tengo especial predilección por la pequeña talla de San Lázaro, de Roque Balduque.
–Es muy interesante, porque nos habla de un retablo en la transición de la Edad Media y el Renacimiento. Este retablo de San Lázaro se lo encargaron a Roque Balduque y el pintor y policromador Villegas Marmolejo. Fue este último quien hizo las tablas, que actualmente se están restaurando en el IAPH.
P.–Destaca por su curiosidad un anónimo impresionante de la Casa Cuna, con un gran valor documental, en el que se muestra a los niños en sus camitas.
–Es una alegoría de la protección de la Sagrada Familia a los niños huérfanos. Enrique Valdivieso se quedó impactado cuando lo vio. Es un documento histórico de cómo estaban los niños en las cunas, fajados y como sardinas en lata. Se ve cómo era el suelo de la Casa Cuna con las losetas blancas de mármol de Carrara y negras de Génova. El suelo de San Luis también era así.
Es difícil encontrar un apostolado como el de Esteban Márquez de las Cinco Llagas, que se puede ver en la muestra
P.–Otra de las piezas fundamentales es la talla de San José con el Niño.
–Es de Duque Cornejo, según los estudios de Manuel García Luque, que tiene un libro espectacular sobre este artista. La talla la compró un vecino de la calle Cuna para que fuese titular de la Casa Cuna, probablemente sustituyendo a una anterior. Es un San José que lleva al Niño Jesús de la mano de paseo. Duque Cornejo fue una persona importantísima en el barroco del siglo XVIII.
P.–Aun así no es tan conocido como Montañés o Mesa.
–Era nieto de Pedro Roldán y sobrino de la Roldana. Compró el taller antiguo de su abuelo, que estaba en la actual calle Duque Cornejo, junto a San Gil. Muy pronto se dedicó a hacer piezas barrocas para toda Andalucía y Madrid. Su obra final es nada menos que el coro de la Catedral de Córdoba. Una trayectoria impresionante.
P.–Es el gran imaginero de San Luis.
–Hemos tenido suerte de que esto fuese un hospicio en 1936 y no lo quemaran.
P.–De noviciado jesuita a museo. San Luis, sobre el que usted ha escrito un libro de referencia, ha tenido muchos usos.
–La iglesia se consagró en 1733 y la capilla doméstica es un poco más antigua. En 1767 fue cuando Carlos III expulsó de España a la Compañía de Jesús. Es decir, los jesuitas estuvieron muy poco, aunque volvieron un breve periodo con Fernando VII. Cuando se fueron la primera vez aún no estaba terminado el edificio pensado como escuela de primaria, donde hoy está La Salle. San Luis pretendía ser una gran fábrica de jesuitas. Sin embargo, por el devenir histórico, sus usos fueron muy numerosos. Incluso hubo peleas por hacerse con el espacio: la Sociedad Económica de Amigos del País, los capuchinos... Al final entraron los franciscanos descalzos de San Diego, cuyo convento, que estaba en la zona del bar Citroen y el Casino, se había inundado. Fue hospicio hasta mediados de los años 70 del siglo XX.
P.–Le escuché una vez decir que la iglesia de San Luis es el punto exacto donde se cruzan Roma y Sevilla. La frase pide mármol.
–San Luis es un sitio muy especial que está levantado sobre al antiguo palacio mudéjar de los adelantados mayores de Andalucía. Los jesuitas se metieron aquí en 1607 pero en principio no lo tocaron y convirtieron el salón principal en la capilla doméstica. Las obras comenzaron en 1699, primero la capilla y el noviciado, después la Iglesia Pública. Entre 1699 y 1733, que es cuando se consagró la iglesia, todos los rectores jesuitas fueron a Roma como representantes de la provincia Bética en las congregaciones generales de los jesuitas, que se celebran cada cuatro años. Allí se pusieron al día de todas las novedades artísticas de Roma. Ven, por ejemplo, cómo el hermano Pozzo, que fue pintor y arquitecto, ejecutó la falsa bóveda de San Ignacio y se trajeron su famoso libro de arquitectura, que se lo dieron a Leonardo de Figueroa, quien lo usó para inspirarse en elementos como las torres o la cúpula. Curiosamente, el hermano Pozzo era el supervisor de todas las obras que los jesuitas hacían en el mundo, el que tenía que aprobar los dibujos de Figueroa. Las torres de San Luis están sacadas de un diseño de un tabernáculo que habían hecho para una fiesta en Roma.
P.–¿Y la planta?
–Es la misma que la de Sant’Agnese in Agone, de la Plaza Navona, en Roma, obra de Rainaldi y Borromini. La fachada tiene que ver con la de Santi Luca e Martina, de Pietro da Cortona... Es el único templo verdaderamente barroco de Sevilla. Lo normal en Sevilla son iglesias mudéjares o de cajón reconvertidas en barrocas por la pintura y la decoración. Hubo otro templo barroco y también jesuita, el del Colegio de las Becas –en la calle homónima–, pero desapareció por una explosión. San Luis es una iglesia increíble que mezcla el barroco europeo con la gracia de la albañilería sevillana.
Las torres de San Luis están sacadas del diseño de un tabernáculo hecho para una fiesta en Roma
P.–También están sus frescos y pinturas..
–Domingo Martínez, Lucas Valdés, Juan de Hinestrosa, Montes de Oca...
P.–Incluso un pintor del XX como Juan Miguel Sánchez.
–Es un artista muy interesante, el mismo de la estación de Autobuses del Prado. Su cartel de la Macarena es una preciosidad.
P.–Aun así hay iglesias con mucho menos importancia que son más conocidas. El interior de la iglesia es impresionante, parece una experiencia lisérgica.
–Eso está pensadísimo. En San Luis entras en un espacio sobrenatural e infinito, gracias a los retablos, la cúpula, los espejos, la pintura mural, la multiplicación de los soportes...
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