“El profesor ha dejado de ser una figura intelectual para convertirse en un monitor de tiempo libre"
Nacho Camino | Músico y profesor
En este personaje se mezclan el artista dandy con el profesor activista, ambas facetas unidas por un continuo cuestionamiento de los lugares comunes y las ridiculeces del mundo actual
Es como si el cuerpo de Nacho Camino (Oviedo, 1972) proyectase dos sombras. La más evidente y pública, la de las camisas de fantasía y el peinado cuidado, tiene una clara vocación artística y dandy; la manifestación de un personaje que cultiva la ironía y un cierto toque canalla y epatante. La segunda, quizás más oculta, es la de un profesor de instituto de raíz machadiana, preocupado por los problemas de la educación, al que no le importa señalarse en el enfrentamiento con autoridades y pedagogos. A ambos personajes les une, sin embargo, un mismo afán que hoy tildaríamos de “políticamente incorrecto”, una necesidad de cuestionar permanentemente los lugares comunes y las ridiculeces de la beatitud progresista. Lo demuestra en sus canciones, verdaderas joyas en las que convergen letras finas y provocadoras –en las antípodas del porno-reguetón– y unos profundos conocimientos de música que le valieron ser premio final de carrera. Ningún sapiens puede salir indemne de escuchar temas como ‘El espíritu nacional’, ‘Nunca estuve en América’, ‘Todos tendréis primaveras’, ‘Teoría del juicio’ o su magnífica versión del poema de Luis Alberto de Cuenca ‘Political incorrectness’. Poeta (su verdadera vocación es la literaria) con algún premio ya lejano y exviolonchelista, llegó hace 20 años a Sevilla por imperativo alimenticio. Hoy ya no se movería de la Muy Mariana.
–¿Se arrepiente haber dejado el norte por Sevilla?
–Todo lo contrario. Nunca he sentido la tentación de volver a Oviedo. Ya son 20 años.
–Hay dos tipos de sevillanos: los chovinistas, que cantan eternamente las glorias locales, y los noventayochistas, que no hacen más que largar. ¿Qué le parece la ciudad?
–Muchos se quejan de la ranciedad, por así decirlo, de Sevilla. Pero creo que es ese hecho diferencial –los toros, la Semana Santa...– lo que la hace original frente a otras muchas capitales europeas que ya son muy parecidas. Pero, además, hay una Sevilla moderna muy interesante, incluso underground. Desde que llegué, la oferta musical ha crecido exponencialmente. Esto era un erial.
–Este otoño vivimos un tsunami (Icónica, Noches de la Maestranza, Bienal), aunque es una programación un tanto alocada.
–Me da pena que este año no se celebre Nocturama en el Casino. Los grandes festivales y conciertos nunca me han interesado mucho. Cuando hablaba del crecimiento de la oferta en Sevilla me refería al panorama independiente y alternativo.
–Quizás el Monkey... pero es un poco maratoniano. Más de setenta concierto en tres días.
–Es como una feria de muestras de la música alternativa. No suelo ir y no he tocado nunca. Ya le digo que no me gustan mucho los festivales. Prefiero que, al estilo británico, haya una infraestructura de salas, una cultura de club. Eso se está perdiendo en toda España, incluso en Inglaterra.
–Usted estudió violonchelo con gran aprovechamiento. Fue premio fin de carrera. Sin embargo, se ha dedicado al pop. Eso merece una explicación.
–Nunca tuve una vocación decididamente musical. Yo quería ser escritor, trabajar con las palabras. El violonchelo se me daba bien, pero no tenía ese amor incondicional que hay que tener para dedicarse a él toda una vida. No me costó nada apartarme del violonchelo.
–Su blog (www.nachocamino.com) se abre con una frase: “Solo permanece lo inactual”. Es de un escritor casi secreto: Miguel Espinosa.
–Supe de él desde muy jovencito porque una amiga de mi madre me regaló La fea burguesía y me fascinó su forma de escribir. Luego devoré todo, empezando por su gran obra, Escuela de Mandarines.
–Ahora es un autor de culto, lo cual no sé si es bueno o malo.
–Como dice un amigo mío, Fran Predrosa, acabas en autor oculto.
–Pero sigamos con la frase: “Solo permanece lo inactual”. Llama la atención viniendo de un músico pop, al que se le supone un afán de actualidad.
–En la música pop todos hemos visto cómo cosas que eran modernísimas, al cabo de dos años han envejecido terriblemente. Sin embargo en la historia del pop vemos grupos como la Velvet Underground, a cuyos conciertos iban sesenta o setenta personas, pero que han influido en muchísimos grupos a lo largo del tiempo. Era un conjunto que no respondía a la moda, como Joy Division, que ahora está en las camisetas de Bershka... La música que tiene un poco de complejidad reduce su público automáticamente. Lo difícil es llegar al gran público sin perder ese grado de complejidad que hace que algo sea verdaderamente interesante.
–Me lanzo a los adjetivos. Usted hace un pop sofisticado e irónico. ¿Se ve reflejado?
–Lo segundo no lo puedo negar, porque tengo retranca asturiana. La ironía me gusta como elemento de trabajo en las letras. Soy un lector voraz de Thomas Bernhard, un autor oscuro pero cargado de humor. Y puede que mi música sea también sofisticada, siempre que eso no signifique artificiosidad.
–Alguien le comparó con Gabinete Caligari, y yo le doy la razón.
–Nunca fui un especial seguidor de Gabinete. Pero reconozco que letras como La culpa fue del chachachá, es una auténtica finura, una obra maestra. Además, apelando a la tradición española, liberándose de la influencia anglosajona, que eso siempre está muy bien.
–Otro elemento importantísimo en su música es lo políticamente incorrecto. ¿Está harto de los corsés culturales e ideológicos que nos quieren imponer?
–Lo políticamente correcto es una plaga que llega ya a todos los campos. Por eso, la primera canción que publiqué fue Political Incorrectness, un poema muy conocido de Luis Alberto de Cuenca.
–Perdón por la adulación, pero es un temazo. Mucho mejor que la versión de Loquillo.
–Voy a ser bastante inmodesto, pero yo también lo creo. La de Loquillo no me gusta nada, no creo que se ajuste ni al ritmo ni al espíritu del poema.
–Un poema inolvidable: “(...) O dime/ cosas terribles como que me quieres/ a pesar de que no soy de tu sexo,/ que me quieres del todo, con locura,/ para siempre, como querían antes/ las hembras de la Tierra."
–Todo eso de que te digan lo que hay que pensar y a quien no puedes ofender es muy aburrido. Me gusta tocar los tabúes.
–¿A qué más poetas has versionado?
–A un excelente poeta sevillano, Juan Manuel Romero. Suyas son las letras de Membrana y Biografía.
–Me pondré viejuno. La banalidad de la música actual, por lo menos de la más conocida, es insoportable. Además muchas letras son una guarrada. Especialmente el reguetón. ¿Nos estamos cargando el gusto musical de las nuevas generaciones?
–Hay que tener en cuenta que el padre del reguetón, Daddy Yankee, es de mi quinta. También que el noventa por ciento del reguetón que escuchamos es una copia hecha en serie de muy mala calidad y sin ningún interés, pero hay algunas cosas interesantes en este género. Hay incluso un reguetón de denuncia social, como el realizado por Vico C. Yo nunca voy contra un estilo. La mezcla en músicas siempre ha estado presente. Vemos como Mahler, en sus sinfonías, mete marchas rurales y valses de pueblo. La procacidad también siempre ha estado presente, como esos villancicos de Juan del Encina que nos dice que hay que trabajar bien a la mujer de uno porque si no se va a joder con otro. En el rock y el hiphop ni hablamos. El problema del reguetón es que ha dejado de ser interesante por esa vocación masiva. Ha quedado en una música para el perreo. Como dice un compañero, no hablamos de un enfrentamiento generacional, porque tanto su hija como su mujer están todo el día escuchando reguetón.
–Muy buena la letra de su canción ‘Nunca estuve en América’. Debería ser la banda sonora de todo este movimiento que ha dicho basta ya a la Leyenda Negra y los insultos a España por su historia. Los mismos zapatistas le han llegado a poner la cara colorada a López Obrador . “Basta de jugar con el pasado lejano para justificar los crímenes actuales”, le dijeron.
–Precisamente, mi inspiración para escribir esta canción fue López Obrador. El discurso del presidente mexicano es completamente absurdo y una tapadera de sus propios problemas. Cuando la hice algún amigo me dijo con su mejor intención que era una de las canciones por las que el público podía pensar que soy un poco facha. Me sorprendió, porque no veo nada en el tema que no sea absolutamente cierto. Si alguien estuvo en América y tiene alguna responsabilidad de lo que allí pudo pasar fueron los antepasados de los mexicanos actuales, no los míos. Algo tan obvio puede ser considerado como fascista. Es increíble. Me pasa también con algunas otras canciones.
–¿Cómo ‘El espíritu nacional’, una fina crítica a los nacionalismos periféricos que proliferan en España?
–Absolutamente. Se percibe muy bien con la referencia al árbol y las nueces de Arzallus. Y la melodía de violín que suena, tocada por Rosa Rodríguez, es la Danza macabra de Saint-Saëns... En general, me interesan todos los temas relacionados con la política, las batallas culturales... Todo eso me estimula más a la hora de hacer una canción que las cuestiones propias. La autorreferencialidad no me inspira. Como decía Boadella, que te llamen facha hoy en día quizás sea más interesante que estar a la moda de lo políticamente correcto.
–¿Y sus opiniones le han supuesto algún obstáculo en su carrera musical?
–No lo puedo saber, porque yo no soy un músico profesional. Nunca he ejercido la música como una profesión. De hecho, empecé muy tarde a componer música pop. Sería un poco fatuo por mi parte sentirme ninguneado. No participo en los ambientes que habría que participar. Mis grandes valedores musicales en Sevilla han sido Violeta Hernández y David Linde, de La Suite. Si hemos tocado en la Cartuja, el Central, etcétera es porque nos han llamado ellos. Nadie más. ¿Puede que eso sea por no estar en la pomada? Puede ser, pero en absoluto me siento agraviado.
–Hoy en día sobran los lloricas.
–Es horroroso. Lloriquear es lo que hay que evitar siempre. Lo que me interesa es hacer canciones y estar yo contento con ellas. Y si le gustan a la gente, mejor.
–¿Está haciendo algo ahora?
–Siempre estoy haciendo algo. Acabo de sacar un video dirigido por Rosendo M. Diezma, un joven director con un gran talento.
–No podemos dejar de hablar de educación. Usted es profesor de instituto de música. Y muy comprometido con los problemas del sector. Formó parte del combativo grupo Deseducativos.
–Ahora hay un intento de reflotarlo. Deseducativos fue una iniciativa de un profesor murciano, David López Sandoval, para reunir a ciertas voces críticas con el sistema educativo que surgió con la Logse. Nuestra idea es que, quizás, uno de los problemas que tenemos en la escuela es un exceso de educación y un defecto de instrucción. La escuela se ha convertido en un espacio donde el conocimiento tiene cada vez menos peso. El profesor ha dejado de ser una figura intelectual para ser un monitor de tiempo libre. Llegamos a montar sindicatos de profesores sin liberados, pero fracasamos. Los profesores se pueden movilizar por muchas cosas, pero nunca contra el sistema educativo.
–El historiador y ex diputado socialista Alfonso Lazo dice que uno de los grandes errores de su vida fue votar la Logse.
–Había gente que creía que la Logse iba a ser la panacea, cuando en realidad era algo que ya había fracasado en Inglaterra. Ahora estamos todavía peor. Este año vamos a trabajar con dos leyes a la vez, en los cursos impares con la Lomloe y en los pares con Lomce.
–¿Los institutos se han convertido en ese infierno que dicen?
–Como antes hemos dicho que no nos gusta ser lloricas, infierno me podría parecer excesivo, aunque como metáfora podría servir. Desde luego, muchos institutos lo son. El año pasado, en mi instituto de Burguillos se pusieron 2.000 partes disciplinarios, de los que 1.750 correspondían al primer ciclo de la ESO. Algo ocurre.
–Adolescentes, una edad terrible.
–Son los cursos en los que se concentran tanto los alumnos que quieren estudiar como los que están esperando a que les abras las puertas o que les dejes aprender hostelería o automoción. Los docentes pueden llegar a pasarlo francamente mal. El sistema es muy garantista con los alumnos pero no con los profesores. Hace poco se aprobó una ley de autoridad profesoral, pero cuando llega el momento de hacerla evidente no se hace nada. Los institutos están en estos tiempos a otra cosa. Han dejado de ser el camino que llevaba a la universidad para convertirse en un totum revolutum donde lo más importante es trabajar los afectos, las pasiones y todas esas cosas... Claro, luego se resienten los rudimentos básicos de escritura, lectura y cálculo. Tengo alumnos con verdaderos problemas en este aspecto, y no provienen de entornos problemáticos.
–Chicos sin conocimientos.
–El conocimiento ha dejado de ocupar el centro de los institutos, ha sido sustituido por las consignas, valores, la agenda 2030 y todo eso... Sólo basta mirar a dónde llevan los políticos a sus hijos. Es una hipocresía.
–Precisamente, en el poema de Luis Alberto de Cuenca del que antes hablábamos hay unos versos que dicen: “(...) que el multiculturalismo es un nuevo fascismo,/ sólo que más hortera, o que disfrutas/ pegando a un pedagogo o a un psicólogo”.
–Es una de esas canciones que te permiten realizar tus fantasías, aunque sólo sea en la representación. Hay un libro de Sánchez Tortosa, un profesor al que supongo que también calificarán de facha, que se llama El culto pedagógico, donde se hace toda una genealogía de este problema, que no es ni mucho menos de ahora. Hay que denunciar ese tendencia que pretende enseñar sin ningún contenido. La famosa frase de “aprender a aprender”, ¿hasta dónde lleva? El cómo está sustituyendo al qué.
–¿Y del ambiente musical sevillano qué le interesa?
–Siempre he sido muy fan de Pinocho detective, donde está Fran Pedrosa que es el culpable de que yo grabase mis canciones. En Sevilla hay gente muy buena: Chencho Fernández, All la Glory... Lástima que tengan poca repercusión.
–Y después está General Invierno.
–Es el grupo que toca conmigo. Fran Pedrosa, Israel Diezma, Manolo Martínez y Rosa Rodríguez mi mujer. Y, a veces, Jordi Gil.
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