“Los políticos y los nuevos ricos se han cargado el caballo español”
Joey Belmonte | Emprendedor y domador de caballos
Este biznieto del Pasmo deTriana es el impulsor del FestivalTartessos Arena, que llevará a Almonte espectáculos de doma, música sufí, rumba y una corrida con Pablo Hermoso de Mendoza
Joey Belmonte (Baza, 1978) tiene pinta de muchas cosas, todas buenas: torero antiguo, bandolero, rockero, náufrago... Una cola que es más que coleta, unas patillas anchas y decimonónicas y una expresión entre atribulada y burlona nos indican que estamos ante todo un personaje. No tarda en demostrarlo. Vive entre el Rocío y Barcelona y se define como un “emprendedor bohemio”, amante de la soledad y obsesionado con los caballos de Doñana, los antepasados de sus congéneres americanos. Biznieto de Belmonte por parte de padre y gitano por parte de madre, su gran pasión, como los héroes homéricos, es la doma de caballos, aunque también muestra interés por una larga lista de asuntos tan variopinta como sorprendentes: el teatro, la tauromaquia, la doma de bueyes, la historia, la música sufí... Todo esto tendrá cabida en el que es el gran proyecto de su vida, la construcción de un coso en Almonte, el Tartessos Arena. Como aperitivo, y mientras cuaja el proyecto, ha organizado el Festival Tartessos Arena, con cuatro espectáculos que colocarán a Almonte en el centro de la vida cultural de la Baja Andalucía en este arranque del verano. Entre ellos, la despedida de su gran amigo Pablo Hermoso de Mendoza de los ruedos de Huelva.
–... Fui de los últimos tontos en hacer la mili.
–¿Dónde?
–En Calatayud. Cuando juré bandera me hice prófugo para irme a Nueva York a estudiar al Actors Studio.
–¿Y eso?
–Me llevaba bien con los militares. De hecho ahora colaboro con alguno en el CSIC y no hay ningún problema. Pero no soportaba a mis compañeros de tropa, el estar 24 horas con personas a las que por la calle no hubiese ni saludado. Unos con la droga, otros llorando todo el día por la novia... eran una pandilla de vagos. Los militares no entendieron mi actitud.
–¿Y qué pasó?
–Me fui a Nueva York y me gradué en el Actors Studio. Después volví a España y creía que se habían olvidado de mí. Pero un día, volviendo de Francia, me detuvieron en la frontera. Me juzgaron en Zaragoza, No me condenaron. Ya eran otros tiempos.
–Cuénteme más del Actors Studio.
–Siempre me gustó la historia y los escenarios. Yo hablaba bien inglés y eché una instancia para estudiar allí. Me la aceptaron. Por eso me fui. Tenía 300.000 pesetas ahorradas de trabajar los veranos en Frigo. Agarré un taxi y me fui. Nueva York me gustó mucho, pero era muy caro. Cuando me hablan de multiculturalidad pienso en la Nueva York de antes de las Torres Gemelas. Depués todo empeoró.
–Usted es biznieto de Belmonte. Eso tiene su miga.
–Somos muchos y mal avenidos. No tengo ninguna relación con la familia. Era muy arisca. Mi única ilusión era conseguir la pistola con la que Belmonte se mató... pero aquello se me pasó. Apenas tuve relación con mi padre. Yo me he criado más con la familia de mi madre, que son gitanos. Eran los que me daban más cariño. La afición al caballo me viene de ellos.
–Medio gitano.
–Mestizo. Tengo lo peor de cada raza.
–No exageremos.
–Me he criado con ellos, pero siempre vi que era un mundo demasiado acotado. Me daba claustrofobia. Es un pueblo con demasiado orgullo. Pasaron de estar perseguidos a ir presumiendo de la raza. Yo, ni una cosa ni la otra. Pero sí he heredado algunas cosas genéticas.
–¿Como cuál?
–El miedo a la Guardia Civil. Mira que he dado vueltas por el mundo, pero cuando venía para aquí he visto unos furgones de la Policía y me he puesto nervioso. Me he dicho a mí mismo: “tranquilo, que no has hecho nada”. Pero no hay manera. Ese miedo es más genético que el cante o el baile.
–¿Trabajó como actor?
–En Nueva York, en obras que itineraban por los clubes. En España hice de Pepe el Romano en La Casa de Bernarda Alba, en Barcelona, con un director catalán. Solo tenía un trozo de texto, el resto era expresión corporal. Fue una experiencia increíble. Era para dos meses y duró once o doce. Al final se pelearon todas las actrices y no se pudo hacer una gira.
–Vive entre Barcelona y el Rocío. ¿Se siente charnego?
–Me siento andaluz cien por cien. El independentismo de ahora me repugna. Creo que todo el mundo tiene derecho a expresarse, pero cierro la puerta cuando una persona es excluyente con los demás
–¿Ha vivido el racismo?
–El peor racismo lo he vivido en Noruega. Estuve allí seis meses. Vi escupirle a un niño mexicano por ser moreno. Se dice que los países nórdicos son la panacea, pero son nazis. Cuando llegué a Cataluña los que mejor me acogieron fueron algunos catalanes, como Salvador Boix, el apoderado de José Tomás. El racismo entró en el independentismo cuando la burguesía abrazó esos ideales.
–Su gran pasión son los caballos. Los gitanos siempre se dedicaron al trato de bestias.
–Pero si yo me tuviese que dedicar a ese mundo no valdría. Hay que tener una picardía –por no decir capacidad de mentira– para la que no valgo. Además me encariño con los animales.
–Se formó en doma clásica en Alemania.
–Y después con un profesor de la Escuela de Ronda, Raúl Pinteño, que ahora es seleccionador del equipo paralímpico. Con él es con quien más he aprendido de caballos. Una persona que le enseña a una muchacha sin piernas a llevar el caballo con la cabez es que, realmente, sabe de caballos.
–Ha dedicado mucho tiempo al primitivo caballo de Doñana, que dicen que fue el que llevaron los españoles a América.
–Gracias al ADN mitocondrial se ha demostrado que el llamado Caballo de las Retuertas es el más antiguo de Europa y el Norte de África. Si yo le enseño un semental que tengo y lo compara con un mustang americano, verá que es el mismo caballo. En 2001 se hizo un gran estudio sobre este asunto, editado en Animal Genetics, que realizaron Juan Calderón y José Luis Vega Pla –teniente coronel del Ejército que está en la Universidad de Córdoba–. Ahora se trata de saber si el Caballo de las Retuertas es también el más antiguo del mundo. Pero eso son, hasta el momento, conjeturas.
–En la Baja Andalucía se adora al caballo.
–España se ha convertido en el criadero de caballos de Europa. Y tenemos grandes jinetes de doma clásica. La doma vaquera es un ámbito muy cerrado, pero cuando la gente aceptó la doma clásica se abrió un mundo de posibilidades. Eso sí, los políticos y los nuevos ricos se cargaron el caballo español.
–¿Por qué?
–Se pusieron a jugar a ganaderos. Llegaba uno y pedía a la carta: “quiero un caballo español, pero de color crema”. Y cosas así. Ya no reconozco al caballo español. Te quieren hacer pasar por españoles ejemplares con 1’85 metros de cruz y de un color que no le corresponde, que son más de los lusitanos.
–¿Y tuvo algo que ver en esto la salida del Ejército en el control del libro genealógico?
–Totalmente. Mientras el libro lo llevaron los curas y los militares, el caballo español fue bien. Pero en cuanto entraron las manos privadas... Cuando vas a una demostración de caballos españoles aquello apesta a after shave. Todo es ver quién es más macho. Consideran el caballo como una prolongación de sus testículos. A mí, sin embargo, estar al lado de un caballo me produce sensación de paz y humildad.
–Me han dicho que por el Rocío y Almonte se mueve con un mulo.
–Se llama Hércules. Me da mucha paz. Yo he domado muchos potros y no tengo más ganas de guerrear. Disfruto más.
–Otro de sus temas es la doma de bueyes. Las romerías han salvado una práctica que la mecanización condenó a muerte en otras zonas.
–En el Aljarafe sigue habiendo tradición, pero quedan pocas personas que conozcan bien la materia. Por ejemplo, solo queda un carpintero de yugo de bueyes que también los hierra. Se llama Francisquito y es de Bollullos de la Mitación. Pasa lo mismo con la guarnicionería rondeña. Solo queda el padre de Raúl Pinteño. Cuando él muera... Ahora, en Trigueros, también hay gente que se está dedicando a los bueyes. Tengo un íntimo amigo, que es alguacilillo de la plaza de Huelva, que los doma y, curiosamente, está enseñando a su padre y a sus hijos. Mientras queden estos héroes... Es una labor muy dura, que se tiene que hacer todos los días, con mucha calma, con calor o lluvia.
–El gran proyecto que tiene entre manos es el Tartessos Arena que quiere construir en Almonte.
–Es un coso para 4.500 personas. Quiero hacerlo con piedra caliza, al estilo de cómo construían los tartésicos. Será un espacio multicultural para celebrar corridas de toros, teatro, música...También para enseñar los oficios tradicionales que se están perdiendo.
–¿No es difícil que triunfe un proyecto así en Almonte?
–Al revés, el gran problema puede ser morir de éxito por falta de infraestructuras. En el pasado año 2023, España fue el país que organizó más festivales musicales del mundo Y Sevilla –a la vista está– ya está absorbiendo todos los conciertos que Madrid y Barcelona no pueden. Aquí se ha hecho una labor increíble. Evidentemente no voy a llevar a Almonte a AC/DC, pero cada vez hay más grandes músicos que buscan conciertos íntimos, que es para lo que serviría el Tartessos Arena. Podemos vender el encanto de la zona. En el mundo de la música, aunque se opine lo contrario, sigue habiendo muchos románticos y esas cosas les influyen.
–Yo pensaba que iba a ser sobre todo una plaza de toros.
–En absoluto. Soy amigo de Enrique Guillén, el último torero de Barcelona, un auténtico personaje. Viví con él y José Tomás la prohibición de la tauromaquia en Cataluña. Él me dijo: “Déjate de romanticismo, en la tauromaquia el único que de verdad vale es el toro, y lo matamos”.
–¿Y el Ayuntamiento está por la labor?
–Sí. He tenido la suerte de que el alcalde, Paco Bella, es una persona excelente y apuesta por la cultura. Además, la concejala de cultura, Pepa Faraco, trabajó con Salvador Távora. El proyecto lo presentamos en Almonte y fue un éxito. Paco Bella me dijo que ese era el teatro que le hubiese gustado hacer a Távora, del cual era íntimo amigo. Hay un Almonte que no se conoce, que no es el de los golpes en el pecho y los cubatas. Es un Almonte muy exquisito y bohemio. Fue el que me adoptó. Pero el que tiene voz, el que la gente conoce, es el tarugo, el bruto y el cateto.
–Para empezar ha organizado un festival para este verano que se celebrará en una plaza portátil.
–Se llama Festival Tartessos Arena, que empezará el jueves 27 de junio. Empezaremos con el espectáculo que hizo Rafael Arcos en el Sicab, pero aumentado hasta una hora y media. Se llama Pasión por la doma Vaquera. El segundo espectáculo, el día 28, será un concierto de Los Yakis, un grupo de rumbas. Quería hacer algo popular, para que los chavales de Almonte pudiesen disfrutar sin tener que coger el coche. Después, el 29, haremos una muestra de música sufí.
–¿Sufí?
–Siento verdadera pasión por la cultura sufí, aunque es una auténtica desconocida en España. Algunos dicen que el flamenco viene de ahí, pero yo no me voy a meter en ese charco. Estuve hablando con gente de Irán y me recomendaron un músico que es de Málaga, Ignacio Béjar, uno de los mejores de Europa en este género. El espectáculo se llama El cielo en la tierra.
–¿Y el cuarto?
–Lo sé desde hace 20 minutos: la despedida de los ruedos de Huelva de Pablo Hermoso de Mendoza. Será el 1 de julio. También torearán Guillermo Hermoso de Mendoza y la novillera María del Mar Santos, que vive en Trigueros. Ese cartel es un caramelo: dos navarros y una mujer... El cartel anunciador lo ha pintado Lorenzo Cáceres, retratista de Morante de la Puebla y José Tomás.
–Había un espectáculo que finalmente se ha descartado.
–Un espectáculo ecuestre argentino, pero necesitábamos la colaboración de la embajada, y con la crisis institucional entre los dos países no ha sido posible. Era una idea muy bonita, con los jinetes argentinos y los caballos de las marismas. A América llevamos no solo los caballos, sino también el manejo y cosas como el sombrero de los cowboys, que era anterior al cordobés. Los argentinos han conseguido mejorar las subpoblaciones de caballos y el manejo. En Almonte hoy es imposible encontrar a alguien que tire un lazo y pille un caballo.
–Es usted un soñador, una mezcla de Villalón con Távora.
–Había un periodista de Rock en Inglaterra que siempre que hacía entrevistas a músicos les preguntaba qué le gustaría que pusiese en su epitafio. El cantante de Deep Purple le contestó: “Al final llegó a una conclusión”. A mí me gustaría decir lo mismo, que al final llegué a algún punto. La vida se trata de tener pequeñas ilusiones, pero a mí me gusta meterme en estos berenjenales...
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