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“Manuel y Antonio Machado jamás estuvieron enfrentados”

Alfonso Guerra | Comisario de la exposición ‘Los machado. Retrato de familia’

El Rey inaugura mañana la gran exposición sobre los dos poetas sevillanos en la recién restaurada Fábrica de Artillería y con la que la Academia de Buenas Letras se abre a la ciudad

Alfonso Guerra, en la Academia de Buenas Letras. / Juan Carlos Muñoz

Mañana es día grande en Sevilla. El Rey inaugurará la exposición ‘Los Machado. Retrato de familia’, muestra patrocinada por la Fundación Unicaja y organizada por la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, que da un paso importante en su apertura a la ciudad. Con dicho acto se abre al público la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, una de las principales joyas del XVIII fabril español, después de su restauración. Al frente de la exposición está Alfonso Guerra, (’el Guerra’ de toda la vida) persona que, como dicta el lugar común, “no necesita presentación”. El que sin duda es uno de los políticos más importantes de la Transición y primeras décadas de la Democracia, querido y temido como pocos, muestra aquí su cara más amable, sin los amargores de la batalla política, la cual, como se demuestra a diario en la prensa, no ha abandonado del todo. Es el Alfonso Guerra machadiano de hondas lecturas, el socialista de sobriedad krausista, profesoralmente educado; el académico de Buenas Letras comprometido con una institución con nuevas metas y bríos. Está en plena forma, capaz de recitar poemas de memoria sin que apenas le tiemble una coma, muy serio en las respuestas, pero sin perder esa suave ironía tras la que se intuye al tribuno terrible y jacobino que nunca defrauda. 

Pregunta.–Don Alfonso, últimamente vuelve usted a estar de moda...

–Bueno...

P.–Pero hoy venimos a hablar de los Machado. Su relación con ambos poetas es vieja, aunque especialmente con Antonio.

–Con 14 años, en 4º de Bachillerato de entonces, escuché a mi profesor don Rafael hablar de Antonio Machado y me sonó muy bien. Lo hizo con una pasión contenida, porque estamos hablando de 1954. Con unos amigos empezamos a buscar textos suyos y en uno de los libritos que encontramos constaba un artículo que había escrito, en agosto de 1938, en La Vanguardia. En esta pieza, Machado cuenta que su padre lo llevó al Retiro a ver un mitin y que en el escenario había un señor de barba blanca que se llamaba Pablo Iglesias y cuya voz “tenía el timbre inconfundible de la verdad humana”. Yo nunca había escuchado hablar de Pablo Iglesias y aquello me impresionó mucho. La lectura de Antonio Machado fue lo que me llevó al socialismo. 

P.–Pero más allá de los artículos tendría algún poema epifánico, ¿no?

–Soy muy aficionado al Autorretrato, que me parece un poema perfecto. Machado nos enseña a conocer la naturaleza, era un viajero al que le gustaba caminar. Ahí está su famoso poema Yo voy soñando caminos [se concentra y susurra]: “Yo voy cantando, viajero,/ a lo largo del sendero…/ –La tarde cayendo está–.” ... Y sigue: “Y todo el campo un momento/ se queda, mudo y sombrío,/ meditando. Suena el viento/ en los álamos del río.”  

P.–Es el famoso poema de “En el corazón tenía/ la espina de una pasión;/ logré arrancármela un día, ya no siento el corazón”.

–Dese cuenta de que es un poema sacado de la tradición popular, de Juan del Encina, el que escribió “mejor es sufrir/ pasión y dolores/ que estar sin amores.” En este poema me di cuenta de lo que representaba el amor para un tímido erótico como Antonio Machado, que no lo conoció hasta los 33 años.

P.–Se refiere usted a su boda con Leonor... bien que se mofaron de Machado, como cuando le dedicaron esa humillante cencerrada.

–Y en la estación, cuando salían para el viaje de novios, también le montaron un número. Leonor tenía 15 años... era otra época.

P.–No olvidemos a Manuel Machado, un poeta inmenso que ha tenido diferentes valoraciones a través del tiempo.

–Antonio también... Los dos han tenido un tratamiento literario accidentado. Lo extraliterario ha tenido mucha influencia en el conocimiento de la obra de los dos hermanos. Antonio eclipsó a Manuel durante años porque la casualidad lo hizo estar en Burgos cuando estalló la sublevación militar. A Antonio, la revista falangista Escorial lo reivindicó como un poeta intimista, pero despojándolo de su aspecto social. Era una manera de decir: “el enemigo era nuestro”. Sin embargo, al mismo tiempo de esto había una comisión depuradora para expulsarlo de la cátedra, aún después de su muerte. Y lo hicieron. 

La lectura de Antonio Machado fue lo que me llevó al socialismo

P.–Tanto era su admiración por Antonio Machado que le puso su nombre a la legendaria librería que montó en Sevilla.

–Yo había estudiado Perito Industrial y Filosofía y Letras, y siempre he sido muy aficionado a la lectura. Los libros para mí son muy importantes. Y hubo un momento en el que quería leer muchísimo, pero no tenía dinero para comprar libros. Así que decidí con un amigo montar una librería para disponer de las novedades y luego devolverlas. Ese fue el origen: leer. Fue una experiencia fantástica con la que hice muchos amigos.

P.–Es evidente que los hermanos Machado no salen de la nada. Pertenecen a un gran linaje cultural.

–Esta exposición que inauguramos el lunes está concebida sobre tres realidades. La primera: no estamos hablando de un poeta grande y otro menor, sino de dos grandes poetas. La segunda: la estirpe familiar y cultural de la familia es extraordinaria... 

P.–...Con miembros como el abuelo, Antonio Machado y Núñez.

–Es un personaje extraordinario: alcalde de Sevilla, gobernador civil de la provincia, rector de la Hispalense, catedrático en Sevilla y la Central de Madrid. Se fue a la capital no para aspirar a más, sino para que sus nietos pudiesen estudiar en la Institución Libre de Enseñanza. Era médico, pero en los inicios de su carrera una chica muy joven se le murió y llegó a la conclusión de que no servía para la medicina. Se dedicó entonces a la botánica, la zoología... fue el primer darwinista de España. También destacó su mujer, la abuela paterna de los hermanos Machado, Cipriana, que fue pintora (en la exposición mostraremos el retrato que hizo a sus nietos) y recolectora de romances y cuentos populares. Era conocida como la señora de los cuentos. 

P.–Y no olvidemos al padre de los hermanos Machado.

–Demófilo, un gran folclorista que desgraciadamente murió muy joven. 

P.–¿Y la familia materna?

–Tenían una pastelería en Triana. Un comercio pequeño, modesto. Los Machado vivieron con ellos también en Sevilla. Sobre todo Manuel, cuando vino a Sevilla a terminar el Bachillerato con 22 años.

P.–Un poco talludito.

–Le quedaban dos asignaturas. Lo curioso es que cuando aprobó estudió todas las asignaturas de Filosofía y Letras en un año. Su competencia intelectual está fuera de duda. Ambos hermanos dividían su vida en Madrid en dos bloques: la mañana la pasaban entera en la Biblioteca Nacional leyendo a los clásicos españoles; la tarde era el tiempo de los cafés, las tertulias y el teatro. Todo lo hacían juntos. Vivían del abuelo y cuando se murió tuvieron que buscarse un trabajo. Ese fue el momento en que sus vidas se bifurcaron: Manuel hizo oposiciones para archivero y bibliotecario; Antonio para catedrático de francés. 

Monté la librería Antonio Machado porque no tenía dinero para leer todo lo que quería

P.–Antonio Machado fue muy apreciado por razones políticas en el tardofranquismo y la transición.

–Sí, pero antes, con los llamados novísimos fue muy menospreciado. Rechazaban el llamado realismo histórico o poesía social. En los años que usted dice la admiración por Antonio Machado era más un reconocimiento a su dignidad como ciudadano que una valoración literaria. Algunos decían que era “un santo laico”.

P.–Hablemos de Manuel, el reverso de la moneda. Estuvo muy menospreciado por su apoyo (sincero o no) al régimen. Sin embargo, en los ochenta los poetas españoles empiezan a reivindicarlo. 

–Incluso antes había un poeta de mucha fama que era muy admirador de Manuel, aunque no lo decía. Cuando se tomaba unas copas no paraba de recitarlo. Me refiero a Jaime Gil de Biedma. Hay poemas de él que están directamente sacados de Manuel Machado. Por ejemplo, De vida beata. 

P.–Sobre la relación entre los dos hermanos se ha escrito mucho. Incluso se ha usado como metáfora de la Guerra Civil.

–Precisamente, la tercera realidad sobre la que se monta la exposición es que los dos hermanos jamás estuvieron enfrentados. Jamás. No es cierto el tópico de que representen a los dos Españas enfrentadas. Ya en plena guerra Manuel dijo públicamente que el dolor más grande que tenía era estar separado de su hermano. Se quisieron mucho. Al morir Antonio, Manuel, que estaba en Burgos, se fue a Collioure. Cuando llegó también había muerto la madre. Se metió en el cementerio y estuvo dos días sin salir. En cierta medida esta exposición hurga en eso para dejar las cosas claras.

P.–Algunos ha defendido que hay que traer el cuerpo de Antonio a España.

–Eso es una polémica muy antigua. Yo estoy contra esa idea. El primer problema sería a qué ciudad lo traemos: ¿Madrid, Sevilla, Soria? Aunque es cierto que su hermano José decía que si algún día volvía debía hacerlo a Madrid. En España, la tumba de Machado sería la de un gran poeta. En Collioure es mucho más: es un faro, un ejemplo, una visión histórica de muchas cosas que pasaron. Está muy bien en Colliure, donde no faltan flores frescas ningún día del año. Su tumba es visitada continuamente por miles de personas. ¿Dónde lo ponemos, en el Pabellón de Sevillanos Ilustres, que es un sótano con una llave que no tiene nadie?

P.–Se ha dicho que la exposición ‘Los Machado. Retrato de familia’ va a suponer “un hito”.

–Es la primera ocasión en la historia en la que podemos ver juntos los testimonios de los dos hermanos que están en el fondo de la Fundación Unicaja, en Sevilla, y la Institución Fernán González, en Burgos. Es algo excepcional para entender a los Machado. Muchos de estos fondos no se han visto nunca. Hay cosas muy sustantivas que desmienten muchos mitos. Por ejemplo, el que Antonio Machado es un poeta castellano que ya se había olvidado de Andalucía y Sevilla. Es falso . En una carta que dirige a Rubén Darío le cuenta que está de catedrático de instituto de Francés en Soria, pero que no estará mucho tiempo, porque piensa ganar la plaza en Madrid para luego permutarla por la de Sevilla. Es decir, el proyecto de vida de Antonio Machado era volver a vivir en Sevilla. ¿Por qué no vuelve? Porque se encuentra a Leonor, que lo cambia todo. En cuanto ella muere se va a Baeza, a Andalucía. En un poema que se descubrió en 2022, titulado Las viejas de Castilla (aunque no sale ninguna vieja), empieza describiendo su preferencia por los yermos castellanos frente a “las floridas vegas de Córdoba y Sevilla”. Pero, después, tuvo que pensarlo y, por detrás del mismo papel, empieza de nuevo el poema hasta que dice que los yermos le gustan “tanto como” las vegas. Otro poema, Recuerdos, en el que se despide de Soria y de los sorianos, comienza así: “Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales/ cargados de perfume, y el campo enverdecido,/ abiertos los jazmines, maduros los trigales,/ azules las montañas y el olivar florido;/ Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;/ y al sol de abril los huertos colmados de azucenas...” Está diciendo: oiga, me despido con mucha nostalgia, pero el paraísos está en Andalucía.

Es falso que Antonio Machado se olvidase de Andalucía y Sevilla

P.–Debió pasar mucho frío en Soria.

–Muchísimo. Decía que abría la ventana para que entrase el calor en la habitación.

P.–Manuel cultivó unas maneras más bohemias, golfas, flamencas...

–Es que era así. Era una persona más aficionada a las cosas ligeras que su hermano. En su poema Retrato él dice que le gustan las cosas que para los demás son triviales y confiesa que se bebe seis cañas de manzanilla por aquello de que es de Sevilla. 

P.–Es el mismo poema en el que afirma: “Con Montmartre y con la Macarena comulgo...”

–Cuando dijo eso, en el año 1938, en San Sebastián, los franquistas tuvieron que pensar: “¿cómo este masón al que le hemos perdonado la vida se atreve a unir a la Macarena con las putas de París”. Él era así, hasta que en un momento deja de serlo.

P.–¿Qué pasó?

–Tuvo una crisis y creyó que su poesía no era buena. Le dijo a Antonio: “voy a dejar de escribir poesía, porque la tuya es intemporal y la mía tiene fecha de caducidad”. Antonio le dijo que su poesía es buena y que, por tanto, era intemporal. Fue el que le animó a seguir.

P.–Es cierto que tiene una evolución conservadora, algo que se debe probablemente a la influencia de su mujer, Eulalia Cáceres, que era muy religiosa.

–Tan religiosa era su mujer que, cuando enviudó, terminó en un convento. Tuvo que soportar mucho de Manuel, quien dijo: “tengo una mujer a la que quiero y otra que me quiere a mí”.

P.–Eso es políticamente incorrecto.

–Hay muchas cosas de Manuel que hoy en día no se pueden decir. A Quevedo le pasa igual. Lo cierto es que su poesía se va cargando de mayor gravedad y trascendencia. Como ese poema suyo, Ecos, que me parece extraordinario y que es un homenaje a su hermano Antonio: “¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera!/ ¿Qué tiene este verso, madre,/ que de ternura me llena,/ que no lo puedo decir/ sin que el corazón me duela?”. Es fantástico.

P.–Sigamos con la exposición. Trae más de 200 piezas, alguna del Museo del Prado.

–Sí, los retratos que de Antonio y Manuel hizo su hermano José. Era muy buen dibujante e ilustró un libro sobre la guerra que hizo Antonio. Como pintor no tiene tanta importancia. Entre las piezas que vienen me emociona especialmente el manuscrito del poema que le dedicó Antonio a Lorca cuando lo matan: El crimen fue en Granada. También todo lo que escribe sobre la muerte de Leonor: “la muerte en mi casa entró”.

P.–¿Cómo surgió la idea de la exposición?

–Surgió en este mismo salón. Vino a Sevilla el director de la Academia Burgense y le propuso al director de la de Buenas Letras de Sevilla, Pablo Guitérrez-Alviz, exponer aquí en la Casa de los Pinelo algunos materiales sobre Manuel Machado que ellos guardan. Gutiérrez-Alviz le propuso algo más ambicioso, unir los fondos de Burgos y Sevilla. Se habló con Unicaja y todo arrancó. Luego me propusieron como comisario de la exposición, con la que he aprendido, he disfrutado y me he enfadado mucho. Para la confección del material hemos tenido la suerte de contar con Tannhauser Estudio.

P.–Viene el Rey a inaugurarla.

–Es un detalle extraordinario. Él es consciente de que este es un acto de reconciliación cultural e histórica.

P.–Es un poco triste que, después de 45 años de democracia, tengamos que seguir hablando de actos de reconciliación.

–Este es un país complicado. Un país extraordinario, bellísimo, simpático, donde se puede ser muy feliz. Pero en cuestiones colectivas es muy complicado, Goya lo vio con toda claridad

P.–Los Machado estuvieron muy vinculados a la Academia de Buenas Letras de Sevilla.

–El abuelo, don Antonio Machado Núñez, fue miembro numerario y, después, lo nombraron Académico de Honor. A los dos hermanos, Manuel y Antonio, se les hizo académicos correspondientes, porque no residían en Sevilla. Además, los dos fueron miembros de la Real Academia Española. Antonio escribió su discurso de ingreso pero no lo leyó. Manuel sí lo hizo.

P.–Lo hizo en plena guerra, el 19 de febrero de 1938 ¿Sobre qué trató?

–Sobre sí mismo, algo extraordinario. Quiso reivindicar su pensamiento libre y mencionó varias veces a su hermano, un proscrito. En su poema Adelfos dice: “¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,/ y que jamás me obliguen el camino a elegir!”. En ese ámbito en el que estaba hablando era una manera de decir que no les pertenecía. Fue valiente. La respuesta corrió a cargo de Pemán.

P.–La exposición ha contado con la coordinación de la escritora y periodista Eva Díaz Pérez.

–Ha hecho un trabajo magnífico, excelente. Es una escritora de prestigio y hemos trabajado muy bien. Por parte del fondo de Burgos hemos contado con Belén del Castillo. También quiero destacar el catálogo, que ha quedado magnífico y al que hemos dedicado muchas horas de trabajo. Hay muy buenos textos e imágenes impresionantes. Me gustaría que los sevillanos acudiesen a esta exposición por dos razones. La primera, egoísta, para que vean la gran exposición que hemos montado. Y la segunda, porque van a conocer un gran edificio que desconocen, la Real Fábrica de Artillería. Se van a llevar una gran sorpresa. Va a estar abierta al público desde el martes 22 de octubre hasta el 22 de diciembre. Dos meses exactos.

Hay muchas cosas de Manuel que hoy en día no se pueden decir. A Quevedo le pasa igual

P.-Curiosamente, el ilustrado Antonio Ponz ningunea a este edificio en su ‘Viage de España’.

–Porque no lo conoció bien. Con que solo hubiese visitado la azotea se habría quedado sorprendido. Y no le digo si hubiese visto la zona que se conoce como “la catedral”, con arcadas de 80 metros de altura, impresionante...

P.–Lo cierto es que, con esta exposición, la Academia de Buenas Letras da un paso importante en su conexión con la sociedad y la ciudad.

–Sí, hasta ahora apenas habíamos salido al exterior. Para la Academia es un paso importante. Esto va a afectar positivamente a su prestigio y la va a impulsar a hacer otras cosas.

P.–Y para meterle un poco de colmillo a la entrevista: ¿qué poema de cualquiera de los dos Machado le recomendaría a Pedro Sánchez?

-Cualquiera que él eligiese le vendría pero que muy bien. Porque son poemas que conocen la esencia del ser humano.

P.-¿Y para Feijóo?

–Exactamente igual.

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