“Hay grandes similitudes entre las figuras de Hernán Cortés y Táriq”

José F. Durán Velasco | Arabista

Sus investigaciones buscan conectar diferentes mundos como las amazonas, los demonios o los bereberes

Acaba de publicar ‘El libro de al-Ándalus. Etnias, lenguas, religiones y castas’

José Durán
José Durán / DS

Cuesta contactar con José F. Durán Velasco (Valladolid, 1967). No tiene Whatsapp (una de las características de los bienaventurados) y no parece mostrar un gran interés por la actualidad, más allá de los temas que investiga, como el conflicto árabe-israelí. Estrechamente vinculado a Sevilla, en cuya Universidad se doctoró en Filología Árabe, ahora se encuentra en Valladolid dedicado a la noble tarea del cuidado de sus mayores. Decidimos hacer la entrevista por correo electrónico, y a partir de ahí todo es colaboración y amabilidad. Hombre de múltiples sabidurías, acaba de publicar con Almuzara ‘El libro de al-Ándalus. Etnias, lenguas, religiones y castas’, una muestra de la gran diversidad (no siempre bien avenida) que existió en la España islámica. El volumen también sirve para sacudirnos muchos de los tópicos y prejuicios (para bien y para mal) que tenemos del periodo. Durán es autor de otros libros como ‘Tratado de demonología’, ‘El conflicto árabe-israelí. Una visión no estatolátrica’, ‘El islam frente a las otras religiones’ y ‘Amazonas, mujeres guerreras en la mitología’.

Pregunta.–Aclaremos el concepto, ¿qué significa al-Andalus? ¿De dónde viene el término? ¿Desde cuándo se usa?

Respuesta.–El origen del término es totalmente desconocido. Era todavía más desconocido para los árabes que para nosotros y por eso inventaron etimologías que decían que se debía a los andalús o andalish que habían vivido en los tiempos más antiguos, pero estos eran pueblos inventados para explicar el origen de una palabra que no significaba nada en árabe. Lo único que tenían claro es que esa palabra no era árabe. ¿De donde viene? Seguramente del griego, de Atlantis, como proponía Joaquín Vallvé, o de alguna otra palabra griega. Los árabes la empezaron a usar nada más producirse su desembarco en el año 711, aunque tal vez lo usaran un poco antes, para ellos al-Andalus era el fin del mundo, el non plus ultra de los antiguos

P.–Lo que está claro es que Andalucía viene de al-Andalus.

R.–Sí. Y sobre todo andaluz viene de andalús. Hay que tener en cuenta que aquí se pronunciaba agudo, Andalús, la pronunciación esdrújula de la palabra es oriental y moderna. También hay que tener presente que la palabra se refería al país pero también a sus habitantes en plural, que eran los andalús, de ahí la palabra andaluz. Andalucía era el centro del territorio musulmán andalusí: desde el principio los árabes pusieron la capital en Córdoba y así fue hasta la implosión del califato a comienzos del siglo XI. A partir de ese momento, la ciudad andalusí (o sea, peninsular) más importante fue Sevilla hasta el punto de que en su epitafio Fernando III se jacta en cuatro idiomas (latín, castellano, árabe y hebreo) de haber conquistado Sevilla que es “la cabeza de España” (y en árabe, por supuesto la palabra para España es al-Andalus). Esa posición central del valle del Guadalquivir hizo que a sus habitantes se les llamara andalús y de ahí andaluz. Si recordamos el poema de Abenámar, se llama al rey castellano “el rey de la Andalucía” en contraposición al reino de Granada. Pero a partir de la conquista del reino de Granada en 1492 se llamará Andalucía a toda la antigua Bética, también al reino de Granada y no solo a los de Sevilla, Córdoba y Jaén.

P.–¿Qué es eso de que el emperador romano trajano era andalusí?

R.–Dado que al-Andalus era la Península Ibérica, todos sus habitantes eran andalusíes. Por eso un geógrafo onubense del siglo XI, al-Bakri, cuando menciona a Trajano dice que era andalusí, ya que era natural de Itálica, en al-Andalus. El término no se refería solo al territorio musulmán, era toda la Península Ibérica, también la preislámica. Por eso incluso ahora mismo se dice que el bereber Táriq y el árabe Musa “conquistaron al-Andalus”, no que “fundaron al-Andalus”.

P.–¿Moro es un término despectivo, como se pretende ahora?

R.–Originariamente los moros eran los bereberes, concretamente los bereberes de Marruecos, aunque por extensión la palabra se aplicó luego a todos los bereberes, aunque no fueran marroquíes. Como los primeros musulmanes que desembarcaron en el año 711 fueron los bereberes de Táriq, que llegaron antes que los árabes de Musa, y eran los más conocidos, la palabra la usaron los cristianos del norte de la Península como sinónimo de musulmán. Después de la Edad Media se aplicó a los árabes y bereberes en contraposición a los turcos. Actualmente es un término castizo que puede o no tener connotaciones despectivas. Cuando se dice que “los moros construyeron la Alhambra, la Mezquita de Córdoba, la Giralda o Medina Azahara” es evidente que no hay connotaciones despectivas.

P.–Lo curioso es que las invasiones moras de España son anteriores al islam, ¿no?

R.–Así es. Las primeras incursiones moras de las que se tiene noticia son de la época de Marco Aurelio, cuando los moros desembarcaron en Hispania. Aunque fueron rechazados, Marco Aurelio dispuso que la Bética (o sea, la actual Andalucía) de ser provincia senatorial pasara a ser provincia imperial. Hay que tener en cuenta que las provincias senatoriales eran las consideradas pacíficas, mientras que las provincias imperiales eran las más conflictivas. Pero la primera presencia de conquistadores moros estaba en los ejércitos de Amílcar Barca y Aníbal, que estaban formados en gran parte por mercenarios bereberes númidas (más o o menos argelinos) y moros (del actual Marruecos).

P.–Los musulmanes, durante al-Andalus (uso aquí el término de la manera tradicional), fueron una comunidad muy dividida y enfrentada, ¿no?

R.–Durante al menos dos siglos los musulmanes indígenas fueron musulmanes de segunda frente a los conquistadores. Bajo el emirato omeya hubo tendencias centrífugas muy fuertes y el califato de Córdoba terminó con una implosión desastrosa cuyo detonante inmediato fue el odio del pueblo de Córdoba a las tropas bereberes de Almanzor. La aversión a los bereberes norteafricanos, a los que veían como salvajes, fue una constante, aunque los bereberes antiguos fueron asimilados y vistos como andalusíes.

P.–Muchas veces se olvida que una parte del Levante y de Andalucía fueron parte de Bizancio, ¿a qué se debe esta omisión?

R.–A que la mitología nacionalista española se construyó sobre la idea de una Hispania visigoda. Recuérdese que la tabla de los reyes godos comenzaba con Ataúlfo como “primer rey de España”. Aunque realmente el reino visigodo al principio se extendía desde el sur del Loira y su capital estaba en Tolosa (la actual Toulouse), allí estuvo hasta que a comienzos del siglo VI los francos derrotaron a los visigodos y el pueblo visigodo hubo de trasladarse a Hispania y sus reyes pusieron su capital en Toledo. Pero no fue por su gusto, sino porque los echaron de la Galia. Los reyes visigodos nunca olvidaron la Galia, que fue su país de elección, hasta el final se titulaban reyes de la Galia e Hispania (por ese orden, con la Galia primero) a pesar de que de la Galia solo dominaban la Septimania (Perpiñán, Narbona y poco más). Hispania tampoco la dominaron entera hasta Suintila, en la primera mitad del siglo VII. Los visigodos se convirtieron al catolicismo porque tenían mucho miedo de acabar como los vándalos y sus parientes los ostrogodos, cuyos reinos fueron reconquistados por el emperador romano Justiniano. No hay que olvidar que Justiniano aunque reinaba desde Constantinopla tenía como lengua materna el latín y miraba hacia occidente: su idea era recuperar para el imperio las provincias occidentales, cosa que consiguió en gran parte porque los romanos bizantinos reconquistaron incluso parte de Hispania: la mayor parte de la Bética y parte de Levante. Repito que Hispania entera no estuvo en manos de los visigodos hasta Suintila.

P.–¿Qué tipo de civilización fue el islam español? ¿Cuáles eran sus raíces? ¿Tenía mucha diferencia con el resto del Islam?

R.–La civilización arábiga andalusí fue parte de la civilización forjada en Oriente Medio a raíz de las grandes conquistas árabes. Los omeyas establecieron su capital en Damasco, o sea, en Siria, un país que desde Alejandro Magno había sido un territorio muy helenizado. La cultura de los califas omeyas de Damasco era una continuación de la civilización grecobizantina como se ve en los palacios que construyeron en Siria, donde hay inscripciones bilingües en griego y árabe, y donde hay pinturas que son una continuación de la civilización anterior. El gran objetivo de los califas omeyas era conquistar Constantinopla pero fracasaron o quizá no tuvieron tiempo porque fueron derrocados por los abasidas. Los abasidas trasladaron la capital a Bagdad, en Mesopotamia, que había sido parte del Imperio persa, a partir de ese momento la civilización que se desarrolla va a estar mucho más influida por el legado persa que por el grecorromano. Y esa civilización es la que se importará a al-Andalus. Sus raíces son árabes y persas pero con grandes aportaciones de otros pueblos, incluyendo la filosofía y la ciencia griegas, la matemática india y el papel chino. Al quedar la mayor parte de la Península (y luego también las Baleares que por extensión era al-Andalus en tanto que archipiélago adyacente a la Penísula) incorporada al mundo islámico, participó de esa civilización que se extendió desde Lisboa a Fergana, en los actuales Tayikistán y este de Uzbekistán. Al-Andalus importó esa civilización, aunque fue un proceso lento que llevó algunos siglos. 

P.–¿Los conquistadores árabes eran superiores culturalmente a los habitantes de la península?

R.–Los conquistadores árabes que llegaron en el siglo VIII no tenían un nivel cultural superior al de los hispanorromanos o los mismos godos, de hecho se quedaron pasmados de los tesoros que conquistaron, de una manera muy parecida a Hernán Cortés o Pizarro cuando conquistaron México o Perú. Hasta comienzos del siglo X los médicos de los emires omeyas de Córdoba eran todos cristianos indígenas y sus textos médicos eran latinos, solo a partir del siglo X la medicina en idioma árabe superó a la medicina tardorromana. Y es en esa época en la que se puede hablar de una clara superioridad cultural de los reinos musulmanes. La cultura arábiga andalusí fue asimilando las aportaciones de oriente, aunque incluyó algunas de la época romana.

P.–Usted resalta las similitudes entre la conquista española de América y la musulmana de la Península. 

R.–Es sencillamente que las ideas de cruzada y de expansión de la fe por las armas del cristianismo europeo occidental eran más parecidas a las ideas de yihad musulmán que a las del cristianismo antiguo y oriental. El parecido entre los conquistadores árabes y bereberes musulmanes y los conquistadores españoles en América es evidente. Hay grandes similitudes entre las figuras de Cortés y Pizarro y las de Táriq y Musa. Los segundos conquistan Hispania con la ayuda de los witizianos y Pizarro con la de los huascaristas; los musulmanes con la ayuda de los judíos hispanos oprimidos por el poder cristiano visigodo y Cortés con la de los pueblos oprimidos por los aztecas. Ni los españoles solos hubieran podido conquistar los imperios azteca e inca, ni los árabes habrían podido conquistar al-Andalus sin la ayuda de los judíos hispanos, los witizianos y los bereberes.

P.–Como veo que le gusta jugar a las ucronías, le haré dos preguntas. ¿Qué habría pasado si los cartagineses hubiesen vencido a los romanos? ¿Y si el paganismo hubiese prevalecido sobre el cristianismo?

R.–Respecto a la primera, seguramente hoy usaríamos el alfabeto fenicio en lugar del latino y quizá hablaríamos una lengua neopúnica en lugar de una neolatina. Pero los cambios no habrían sido tan grandes porque los cartagineses participaban de la misma civilización helenizada que los romanos. Los fenicios estaban tan en la órbita cultural griega como los romanos e incluso les llevaban la delantera. Cuando Escipión Emiliano destruyó Cartago, un cartaginés era escolarca de la Academia de Atenas, cosa que ningún romano llegó a ser. Y la escuela filosófica predominante, el estoicismo, la fundó un fenicio de Chipre, Zenón de Citio, que hablaba el griego con acento fenicio.

P.–¿Y la segunda?

R.–Si el paganismo hubiera prevalecido sobre el cristianismo, el judaísmo y el islam quizá nos habríamos ahorrado ciertos furores religiosos pero las guerras habrían existido igualmente con otros pretextos. También es posible que el paganismo hubiera asimilado muchas cosas del judaísmo y el cristianismo, de una manera parecida a como el hinduismo asimiló e hizo suyas no pocas ideas del budismo y otras corrientes religiosas.

P.–Por cierto, cuando llegan los musulmanes a España, en el siglo IX, todavía había paganos, ¿no?

R.–Así es. Sabemos que en esa época, y todavía en el siglo IX, parte de los vascones seguían siendo paganos. Eso sin contar los restos de paganismo que pudiera haber en otras partes. Hay que tener en cuenta que cuando los bárbaros invadieron la parte occidental del Imperio romano todavía más de la mitad de la población seguía siendo pagana: los cristianos eran mucho más numerosos en la parte oriental del Imperio que en la occidental. Así que si al menos la mitad de la población era pagana, en la parte occidental serían muchos más. Lo que sucede es que mientras en oriente había élites cultas paganas, en occidente aparte de la aristocracia senatorial de Roma, los paganos eran sobre todo campesinos, mientras que el cristianismo era un fenómeno urbano. Algo parecido pasará luego con el islam: una gran parte de la población rural siguió siendo cristiana y poco arabizada bajo dominio político musulmán, incluso en el siglo X. El economista y politólogo marxista egipcio Samir Amin, en uno de sus libros, incluso atribuye la debacle final del islam y la victoria del cristianismo en España a que aunque el islam era la religión mayoritaria de las ciudades, la mayor parte de la población campesina siguió siendo cristiana. Parece una exageración, pero en el siglo XII los almohades tomaron duras medidas contra los cristianos no solo por fanatismo religioso, sino por el peligro que constituían como quinta columna de los reinos cristianos del norte en plena expansión. En 1212, cuando algunos suponen que ya no quedaban cristianos en el territorio musulmán andalusí, fue un pastor cristiano de las montañas de Jaén el que dio al ejército cristiano la información que hizo posible la derrota del ejército musulmán en la batalla de las Navas de Tolosa.

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