“La Guerra de Ucrania no la va a ganar nadie”
Juan Rodríguez Garat | Almirante (R)
Este prestigioso marino de guerra retirado, que ha mandado importantes buques y unidades navales, acaba de publicar ‘Tambores de Guerra. Contra el desarme moral y militar de España’
El encuentro es en la sala de reuniones del Patronato del Museo Naval de Madrid, una bonita estancia con aire de galeón de Indias. Pese a estar ya retirado, el almirante Juan Rodríguez Garat mantiene un porte y una agilidad de guardiamarina, barba de lobo de mar y ese carácter tan castrense en el que se mezclan lo afable con lo imperativo. En sus 47 años de carrera (24 de ellos embarcado), este marino de guerra diplomado en Estado Mayor y máster en Estudios de Defensa por el King’s College (Universidad de Londres), ha mandado tres buques y diversas unidades colectivas de España, la OTAN y la Unión Europea. Sus últimos años fue comandante del Cuartel General Marítimo Español y Almirante de la Flota. Una vez que pasó a la reserva, dirigió el Museo Naval y el Instituto de Historia y Cultura Naval. Ya retirado, el almirante Rodríguez Garat, lejos de encerrarse a recordar las glorias pasadas, desarrolla una importante labor en los medios de comunicación (entre ellos los del Grupo Joly) como analista en temas militares y geoestrategia global. Uno de sus propósitos es la divulgación de la cultura de defensa entre la ciudadanía española, tan necesaria en una época en la que el mundo no es precisamente una balsa de aceite. Ahora publica su libro ‘Tambores de guerra. Contra el desarme moral y militar de España’ (La Esfera de los Libros).
Pregunta.–Recientemente, un tertuliano que no parecía saber mucho de lo que hablaba criticó la formación militar de la Princesa de Asturias. ¿Es una prueba más del desarme moral de España?
–En España, por razones históricas que dejo claras en el libro, la opinión antimilitarista pesa más que en los países de nuestro entorno. Aunque es cierto que ha disminuido en los últimos tiempos gracias a la Transición, las misiones en el exterior, el trabajo en las catástrofes naturales, la Guerra de Ucrania, etcétera, todavía se mantiene un estado de opinión antimilitarista en determinados sectores de edad e ideológicos. La formación militar de la princesa es la misma que la que siguió su padre, que se incorporó sin problemas a las corrientes intelectuales de su época. Lo mismo ocurrirá con la princesa. Esto es igual en casi todas las monarquías europeas, entre otras cosas porque el Rey es la cabeza de las Fuerzas Armadas. Y todos los militares lo vemos como tal. A cambio de renunciar a nuestros derechos sindicales, los militares tenemos el derecho a llegar con nuestros agravios al Rey. Seguimos viéndolo como esa figura que vela por nosotros. Por eso es importante que la princesa esté integrada en el pensamiento militar.
P.–Y, además, el mundo no está para antimilitarismos de salón.
–La invasión de Ucrania ha terminado de abrir la caja de Pandora de las guerras internacionales. Estábamos acostumbrados a ver conflictos limitados en la geopolítica universal, guerras civiles o con unos propósitos limitados, como la invasión de Irak, pero lo que se pretende en Ucrania es la conquista permanente de un territorio de una nación vecina. Eso ha generado problemas mucho más complejos. Entre otras cosas, ¿qué hacemos con la gente que vive allí?
P.–La realidad es que las Fuerzas Armadas salen bastante bien valoradas en las encuestas. Eso debe ser una satisfacción para los del gremio.
–Es un auténtico honor que los ciudadanos nos consideren así. Pero hay algunas sombras en estas valoraciones. Por ejemplo, hay un sesgo por ideología y edad. Nos gusta tener buena nota, pero más nos gustaría que esta no fuese la suma de muchos dieces y muchos ceros, sino que toda la sociedad española nos pusiese un seis y medio. El aprecio de los militares no es más que uno de los componentes de la cultura de defensa. El problema no es el desafecto hacia los militares, sino el desconocimiento de nuestra utilidad. Todavía hay ingenuos que piensan que si no hacemos mal a nadie, tampoco nos lo harán a nosotros. Eso no funciona así ni en la vida personal ni en el patio de Monipodio que es la política internacional.
P.–De vez en cuando reaparece el debate de si hay que recuperar la mili para educar mejor a la juventud española.
–La mili puede tener dos propósitos diferentes. El primero es el de los países cercanos a Rusia, que tienen miedo a posibles ataques. Para ellos el servicio militar es la forma más sencilla de generar reservas que permitan poner en pie de guerra un ejército grande si eso es necesario. Por eso, en el norte y el este de Europa cada vez hay más partidarios de la mili.
P.–¿Y en los países del sur?
–La visión es diferente. Fijémonos en Francia, porque España siempre sigue sus pasos en estas cuestiones. La mili se busca como una herramienta educadora de la juventud. Cuando yo era joven, el servicio militar ayudó mucho a que creciera entre los españoles la alfabetización, la higiene, la capacidad de conversar con los otros, el conocimiento de la geografía... Era una época en la que el nivel de partida era muy bajo, nada que ver con el de ahora. Pensar que los militares españoles vamos a poder enseñar valores a jóvenes de 18 años que no los han aprendido en su casa o en la escuela es un error. Nosotros podemos enseñar a manejar un sistema de armas complejo si nos dan tiempo suficiente, pero el problema de los valores de nuestra juventud está en la sociedad, no en la milicia.
P.–¿España está armada convenientemente?
–En este momento, no. Aunque se está mejorando la situación, pagamos dos décadas de presupuestos de Defensa que fueron los más bajos de toda Europa, que ni siquiera permitían reponer las municiones gastadas en los ejercicios o disponer de repuestos para reparar las averías y salir a la mar o volar las horas suficientes. Con los recientes presupuestos estas carencias se están resolviendo, aunque todavía estamos lejos del dos por ciento que requerimos.
Occidente le dará a Ucrania lo que necesite para defenderse de Rusia, pero no para ganar la guerra
P.–Marruecos se está armando considerablemente.
–Cierto, pero igual que España.
P.–Marruecos es ese amigo oficial que no nos lo creemos mucho.
–Como lo califico en el libro, es “un vecino incómodo”. Pero necesita a España y la Unión Europea para progresar económicamente e integrarse en los países más avanzados. Sin embargo, como tantos países, echa mano de amenazas exteriores para unir a la población detrás del proyecto político de turno. La primera prioridad estratégica de Marruecos es el Sáhara Occidental; la segunda, Argelia, con la que se disputa el Sáhara y que tiene un ejército muy poderoso; la tercera es el Sahel, donde se está imponiendo el islamismo de la mano de grupos como el Estado Islámico, que están ganando la partida pese al apoyo de los mercenarios rusos a las juntas militares que gobiernan en la zona. Eso es fácilmente contagiable a Marruecos si se produce un fracaso económico y social que esperemos no llegue a ocurrir. Solo en último lugar están sus escarceos con España que se traducen en lo que podríamos llamar los escalones más bajos de una guerra híbrida, con declaraciones extemporáneas, manipulaciones de la migración, retraso en la apertura de fronteras y todo este tipo de cosas con las que estamos muy familiarizados.
P.–¿Con Perejil estuvimos a punto de ir a la guerra?
–No. Si así fuese ni Marruecos ni España hubiesen hecho lo que hicieron. Todos saben que estaban jugando en una zona gris muy por debajo del nivel militar. Hay que recordar que tanto Marruecos como España tenemos el mismo problema respecto a la limitación de nuestra política exterior: no tenemos armas nucleares ni independencia estratégica. Para que un país agreda a otro necesita esas dos cosas. Si no le pasa lo que a Sadam Hussein, que los demás se unieron y terminaron echándolo a gorrazos de Kuwait. Rusia ha podido agredir a Ucrania porque tiene armas nucleares y produce su propio armamento convencional, tiene gas y petróleo... Por tanto, puede esperar una tolerancia de la comunidad internacional que Marruecos y España no disfrutarían. Nosotros no podemos invadir Marruecos porque el mundo se nos echaría encima, y viceversa.
P.–¿Y Ceuta y Melilla?
–La primera línea de defensa de la españolidad de Ceuta y Melilla es la voluntad de los ciudadanos. El problema de la guerra híbrida de Marruecos es que los españoles nos cansemos y concluyamos que es mejor abandonar las dos plazas y evitar las molestias. Pero ni el Gobierno ni, por supuesto, las Fuerzas Armadas, abandonarán Ceuta y Melilla si los españoles lo tenemos claro. Es importante que el español medio no dude de que Ceuta y Melilla son españolas, porque tenemos el derecho reconocido por nuestra Constitución y la ONU.
P.–El Sahel es un problema grave para Marruecos, pero también para la UE y España. Recientemente, hemos abandonado las misiones militares que allí teníamos y hemos dejado la zona a merced de los mercenarios rusos y los islamistas. ¿Hemos perdido la guerra del Sahel?
–Sí, la hemos perdido, y era difícil que la pudiésemos ganar. Es una guerra de civilización contra barbarie. Todas las naciones del Sahel son estados fallidos que solo se sostienen por juntas militares que apenas alcanzan a defender la capital y sus alrededores. El resto recuerda a las películas de Mad Max, son tierras sin ley donde mandan las milicias, los grupos familiares, los clanes , los grupos terroristas internacionales... Una guerra de todos contra todos, un poco al estilo de Siria. Y en ese entorno los soldados europeos, como no podía ser de otra forma, operaban respetando las convecciones de Ginebra y los derechos humanos. A los rusos, sin embargo, no se les mueve un músculo si tienen que arrasar un poblado. Está claro a quiénes van a preferir las juntas militares del Sahel. Eso sí, a largo plazo ganaremos, en el Sahel y en Rusia, porque los pueblos siempre tienen ansias de libertad.
P.–¿Quién va a ganar la Guerra de Ucrania?
–La guerra de Ucrania no la va a ganar nadie. Mi primer artículo sobre este conflicto lo titulé Tablas sin gloria. Militarmente, la guerra no tiene solución. Rusia no tiene capacidad para conquistar Ucrania y Occidente le dará a Ucrania lo que necesite para defenderse de Rusia, pero no para ganar la guerra. El problema es que, de todas las situaciones posibles, la guerra es la menos mala.
P.–Eso es difícil de comprender.
–La caída de Ucrania sería muy peligrosa para el mundo, porque daría carta de naturaleza al derecho de conquista. Pero la derrota del régimen de Putin podría suponer la desintegración de la Federación Rusa, más de 80 repúblicas federales, algunas de ellas muy difíciles de controlar, como Chechenia o Daguestán. Repartir 6.000 ojivas nucleares entre todas esas repúblicas sería un verdadero problema para el mundo. Por lo tanto, esta guerra, que la sufre el pueblo ucraniano, solo tiene solución a largo plazo. Lo que Occidente quiere es que el régimen de Putin caiga sin estruendo y una vez que esto ocurra que aparezca un nuevo Gorbachov que se lleve a los rusos fuera de Ucrania. Ese es el plan a largo plazo. Largo me lo fiais.
La ONU está fuera de juego en este y otros muchos conflictos. Hoy en día no sirve para nada
P.–España está muy comprometida con Ucrania en este conflicto, con material, con instrucción de tropas, con despliegues de unidades en la frontera OTAN con Rusia... Y sin mandato de la ONU.
–La línea que seguimos es la correcta. Estamos hombro con hombro con nuestros aliados. Es verdad que en España nos gusta el paraguas de la ONU, pero como allí rige el veto ruso... La ONU está fuera de juego en este conflicto como en tantos otros. El papel de la ONU se ha debilitado de tal manera que cuando llegue la paz en Ucrania habrá que crearla otra vez, ya sin derechos de veto. Hoy en día no sirve para nada. El prestigio de su secretario general ha quedado por los suelos. En todo caso, ya solo sirve para conflictos colaterales, como el del Líbano, donde todo el mundo está de acuerdo. Me siento orgulloso de la postura de España en este conflicto. Somos el país europeo que hemos mandado menos material, pero es que no teníamos más.
P.–Muchos hemos visto con suma preocupación que están llegando a Rusia tropas norcoreanas, quizás la dictadura más terrible del mundo.
–Están ahí, se les han sacado fotos por satélite. ¿Qué es lo que van a hacer? Rusia está en muy mal estado. Está sacrificando mucho en esta guerra. Probablemente, ha perdido más de 200.000 hombres y, contando con los heridos, ha sufrido más de 600.000 bajas. Es mucho. Además, cada vez le cuesta más reclutar soldados y tiene que pagar mucho por la prima de enganche. El único esfuerzo que hizo Putin por movilizar a parte de la población, 300.000 reservistas, le supuso muchos disgustos internos. Escaparon de Rusia el doble de jóvenes de los que consiguió alistar. Eso hace que Rusia no tenga en Ucrania la masa de maniobra que necesitaría para ganar la guerra. Necesitaría dos millones de soldados para triunfar y tiene la cuarta parte. En este contexto, cualquier ayuda es buena y lo de Corea le viene bien. Son unos 3.000 soldados y se habla de que podrían llegar a ser 10.000.
P.–¿Y cómo los va a usar Putin?
–No sé lo que va a hacer Putin, pero ninguna persona sensata los mandaría al frente. Lo más probable es que las despliegue para defender las fronteras de Rusia, desde luego no dentro de Ucrania, lo que liberará tropas rusas para centrarse en la guerra. Es muy malo para el mundo que los aliados de Rusia sean los clérigos de Jamenei y Kim Jong-un. No solo están asesinando a prisioneros de guerra, sino que la sociedad rusa lo está aplaudiendo en las redes sociales. Hay una deriva que recuerda a la Alemania nazi.
P.–Se ha hablado mucho de si la de Ucrania es una guerra del pasado (con esas imágenes de columnas acorazadas que recuerdan a la II GM) o del futuro, por el uso masivo de esa nueva arma que son los drones.
–Hay componentes de ambas cosas. Con una tecnología diferente se está librando de nuevo la Primera Guerra Mundial, la guerra de trincheras. ¿Por qué pasa esto? En la Gran Guerra, las alambradas y las ametralladoras impedían el movimiento de los soldados, de ahí las trincheras. En la Segunda Guerra Mundial apareció el uso masivo del carro de combate, que supuso el regreso de la maniobra, de la táctica y del arte de la guerra... el coger al enemigo por la espalda y estas cosas. Pero ahora, el dron barato se ha convertido en los ojos de la artillería y ha frenado a los carros de combate, por lo que volvemos a una situación táctica inmovilizada como en la Primera Guerra Mundial, pero con medios diferentes.
P.–Como dice en el libro, para saber cómo es un ejército lo mejor es verlo en acción. ¿Cómo es el ruso?
–Como esperábamos. El ejército ruso es una estructura muy burocrática, heredera del comunismo, basada en evitar errores, por la memoria de lo que podía suponer eso en la época de Stalin. Además, no tienen ninguna responsabilidad social. Es un poder fáctico que se defiende de cualquier influencia exterior, lo que lo convierte en una herramienta obsoleta por naturaleza. Aunque a partir de 2010 empezó a rearmarse, arrastra todavía los treinta años en los que Rusia apenas invirtió en material. Tiene mucho armamento anticuado. Sus barcos no tenían días de mar, ni sus aviones horas de vuelo... Todo lo que está pasando era previsible. También hay que decir que después dos años y medio de guerra, hay partes del Ejército ruso que están mucho mejor que al empezar el conflicto.
P.–Ya es un lugar común en los análisis decir que en veinte o treinta años va a haber una guerra en el Pacífico con China y Estados Unidos como principales contendientes. Por su libro, entiendo que usted no está muy de acuerdo con esto.
–China y EEUU no pueden llegar a una guerra directa porque tienen armas nucleares y, por tanto, se extinguiría la humanidad. El miedo es lo que nos mantiene en paz, el miedo a que nos maten. ¿Qué puede ocurrir en el Pacífico? Una guerra limitada en Taiwán, como la de Ucrania. No hoy, porque China no tiene todavía la capacidad de trasladar su fuerza a través de 180 kilómetros de mar. Pero sí podría ser dentro de 15 o 20 años. Sin embargo, contra esa idea tenemos la evidencia de que esa guerra la tendría que empezar China y a China le va muy bien como le va. Apuesta por la hegemonía mundial a cuenta de la población, la tecnología, la educación... China produce hoy más ingenieros y matemáticos que EEUU y cuenta con que, dentro de veinte años, esa cosecha de técnicos le llevará a la hegemonía mundial sin tener que recurrir a las armas. El mundo ha evolucionado y los cambios de hegemonía, hoy en día, no tienen que producirse mediante la guerra.
P.–Su gran proyecto estratégico, la Ruta de la Seda, es pacífico.
–Es pacífico y es hegemónico. China no es tan pacífica como algunos dicen, aspira a influir y tiene sus aspiraciones imperialistas. Por ejemplo, está empujando en el Mar de China meridional para arrebatar aguas de soberanía a Vietnam, Filipinas, Malasia... Alegan que ese mar era chino en los mapas de la última dinastía imperial. China está ganando su guerra no militar. Poco a poco va adquiriendo peso en el mundo. ¿Por qué enfangarlo todo en una guerra que podría perder?
P.–¿El dominio de China es bueno o malo para el mundo?
–Sobre todo es inevitable.
El miedo es lo que nos mantiene en paz, el miedo a que nos maten
P.–¿Pero opina usted que eso es negativo para el mundo?
–Yo quiero que el mundo evolucione en la línea de los derechos humanos. China es un país donde no se respetan los derechos humanos, donde hay un millón de musulmanes encerrados en campos de concentración... A mí no me importaría que China ganase la lucha por la hegemonía siempre y cuando defendiese los mismos principios que un español. Hoy por hoy eso no ocurre y, por tanto, preferiría que fuese el Occidente democrático el que siguiese manteniendo la sartén por el mango. Dentro de lo que cabe, porque nosotros hemos sido muchas veces demasiado soberbios y prepotentes. Aun así la democracia es un valor que merece ser preservado.
P.–¿Nos debemos preocupar más por Irán que por Rusia?
–En este momento, el gran problema que tiene el mundo es Rusia. Pero es un problema casi personal, que se limita a la figura de Putin, una persona con delirios de grandeza que ha sabido manipular a la población. Una Rusia post-Putin podría ser igual que la Rusia pre-Putin. Podría venir un Yeltsin que decida que lo que conviene a Rusia es ser una más de las grandes potencias europeas. Lo cual es cierto. En cambio, en Irán el problema es sistémico, porque el régimen nació en 1979 de una revolución con vocación de extenderse. Todo el régimen está basado en la exportación de la revolución islámica. Si esta dejase de existir, caería el clero chií que domina la vida política en Irán.
P.–¿Puede aguantar el régimen en el poder mucho tiempo?
–Tiene herramientas sobradas para mantenerse en el poder. La mitad de las fuerzas armadas de Irán están para defenderse del exterior, la otra mitad es para defender el régimen. Es decir, que tiene unas SS.
P.–La Guardia Revolucionaria Islámica.
–Sí, es una milicia política parecida a las SS. Es tan potente como el propio Ejército. Su misión fundamental no es la defensa de Irán, sino la del régimen. Es difícil que así pueda haber una evolución política. Desde el punto de vista social, la revolución islámica ha fracasado. Irán es un país que podría ser rico, pero es pobre, y no todo puede achacarse a las sanciones. Algo tienen que ver también sus ambiciones de poder, su programa nuclear, sus proxy...
P.–Como cuenta en el libro, proxy son los terceros que se usan para no hacer la guerra directamente. En el caso de Irán serían Hamás en Gaza o Hezbolá en Líbano. Lo cierto es que ambos han sufrido dos graves derrotas en las últimas semanas.
–Pero a Irán no le importa. En el Líbano la guerra se mantiene e Israel no tiene capacidad para ganar la guerra. A Hezbolá le basta con retroceder. ¿Hasta dónde puede llegar un país como Israel, con nueve millones de habitantes? La de Gaza sí la ha ganado, aunque el terrorismo clandestino de Hamás sigue vivo. Irán ni siquiera pretende la destrucción de Israel. Si acabase con este país tendría que buscarse otro objetivo para alimentar su revolución islámica. En el caso casi imposible de que lo hiciese, nosotros empezaríamos a tener problemas en el Mediterráneo.
China y EEUU no irán a una guerra directa porque tienen armas nucleares y se extinguiría la humanidad
P.–Muchos alaban al ejército israelí, a su capacidad y determinación.
–La prensa española se hizo mucho eco del fracaso de inteligencia que supuso no detectar el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Sin embargo no se habla de algo mucho más grave: el fallo de la vigilancia del ejército. Había un montón de fortines alrededor de Gaza y los sorprendieron a todos durmiendo. No había nadie mirando hacia afuera. Esos soldados murieron, combatiendo a medio vestir, porque les faltó la humildad de saber que dos ojos son dos ojos y no todo pueden ser medios electrónicos. No hay ejército perfecto y el de Israel está cometiendo errores importantes en las campañas de Gaza y Líbano. Sobre todo desde el punto de vista de la discriminación. El Ejército de Israel no ha atacado a blancos civiles, de eso estoy convencido, pero sí ha tenido unas reglas de enfrentamiento demasiado relajadas que le ha llevado a dejar un número importante de víctimas civiles. En Gaza ha habido 42.000 muertos, de los que solo 17.000 son de Hamás. Para Occidente no es la proporción adecuada. También es verdad que hacen una guerra muy complicada, contra un grupo que utiliza tácticas terroristas y se esconde deliberadamente en el cuarto de sus hijos. Es muy difícil combatirlos sin hacer bajas.
P.–¿Oriente Medio tiene solución?
–Ya los nombres de los dos actuales conflictos, la Tercera Guerra de Gaza y la Tercera Guerra del Líbano, nos indican que estamos ante problemas de muy larga duración. Tal como están las cosas es posible que dentro de quince años me entreviste sobre la Cuarta Guerra del Líbano. No se están tomando decisiones a largo plazo.
P.–Cuándo terminará la Guerra de Gaza?
–Me imagino que como la Segunda Intifada. Es decir, no habrá un día, sino que progresivamente irán disminuyendo las operaciones del ejército israelí y las acciones de Hamás, y dentro de unos años, sin tambores ni cornetas, los israelíes se volverán a retirar de Gaza y volveremos a la situación que provocó la Tercera Guerra de Gaza.
P.–Es decir, no habrá apocalipsis, sino entropía.
–Efectivamente, poco a poco. Espero que la Guerra del Líbano no tarde tanto en acabar, que la presión de las naciones consiga que se llegue a un acuerdo de paz y volver a la situación previa hasta que una chispa vuelva a prender otra vez. Los problemas no terminan de solucionarse.
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