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“En el entierro de San Isidoro solo faltó la Oliva de Salteras”

Nolo Ruiz | Profesor de Filosofía

Especialista en San Isidoro de Sevilla, este peculiar pensador, en las antípodas del intelectual esnob, ha dedicado también sus investigaciones a las relaciones entre el flamenco y la filosofía “El mundo de la cultura destila clasismo”"Se están diciendo muchas tonterías sobre la América colonial"

Nolo Ruiz, durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

¿A quién nos recuerda Nolo Ruiz (Sevilla, 1979)? A muchos arquetipos: heavy, monje, cabo legionario... en cualquier caso no cabe duda de que estamos ante un personaje, alguien que no responde al estereotipo del intelectual o del profesor atildado. Él se define como “nihilista y palangana” y en su manera de hablar y en su facha tiene mucho de esos filósofos presocráticos que fueron la crema de la contracultura en la Grecia antigua. Antes que fraile fue cocinero, es decir, periodista deportivo y de viajes (en esta santa casa pasó una temporada como becario) y cuenta cómo en una ocasión, en un perdido puesto fronterizo entre Venezuela y Brasil, le salvó de un “mal rollo” con la policía una bandera del “glorioso Sevilla FC”. Pero más allá de estos detalles de color, Nolo Ruiz es un doctor y profesor de Filosofía de la Universidad de Sevilla, un melómano, un viajero impenitente y, sobre todo, un estudioso que ha dedicado no pocas horas al siempre olvidado San Isidoro de Sevilla –uno de los grandes sabios de la historia– y a las relaciones entre la filosofía y el flamenco, fruto de las cuales son sus libros ‘El filósofo hispalense: Biografía hiperbólica de San Isidoro de Sevilla’ y ‘Filosofía del flamenco’, ambos editados por Samarcanda. 

Pregunta.–Ya estamos cerca del inicio del curso universitario.

–Este año me toca en la Politécnica. Daré clases de Estética del Diseño Industrial. Es un reto, porque estoy acostumbrado a los alumnos de Filosofía. Enseñaré arte, estética y filosofía a estudiantes de Ingeniería del Diseño Industrial. Es una disciplina que transforma el mundo. Todo lo que nos rodea es diseño industrial.

P.–Dígame un ejemplo del poder transformador del diseño.

–El walkman. La posibilidad de ir escuchando música por la calle de manera introspectiva fue un auténtico cambio. Todos los niños de mi generación querían hacer la comunión para que les regalaran un walkman.

P.–Veo por su camiseta que se considera nihilista.

–En cierto modo soy nietzscheano. Aunque cuando los alumnos me preguntan si soy kantiano, nietzscheano o marxista yo les digo que sí y que no. Que estoy de acuerdo en algunas cosas y en otras no. Además, depende del momento de la vida. No se piensa igual con 25 que con 45. Reivindico el derecho a cambiar de opinión.

P.–Al actual Gobierno de España le encantará esa reflexión.

–Los programas electorales deberían tener valor de contrato. No está bien que uno vote una cosa y después se encuentre con otra.

P.–Sus intereses y campos de investigación son diversos: flamenco, San Isidoro de Sevilla, María Zambrano, la risa... Parece usted un picaflor. En la Academia se suele tender más a la especialización.

–En el fondo, si se fija, todas las materias que ha dicho tienen un hilo común: la cercanía geográfica. Creo que la máxima socrática de “conócete a ti mismo” debe incluir también al entorno. Eso significa conocer a los filósofos españoles en general y del sur en particular. En España tenemos muchos complejos. Los filósofos alemanes no tienen ningún empacho en estudiar a Wagner, pero nosotros somos incapaces de acercarnos a un arte tan potente como es el flamenco. En la facultad hubo un tiempo en que me llamaban El Guitarra. Son los complejos estúpidos. Respecto a lo de picaflor... Los estándares académicos y universitarios son maravillosos para la ciencia, pero estúpidos para la filosofía. Una de las cualidades de la filosofía es que nos interesa todo. 

P.–¿Cómo llega usted a San Isidoro? No le pega, tiene pinta de rockero. Perdón por el prejuicio.

–Una de las cosas que más me gustan de Isidoro o San Isidoro es que en muchas cosas que dice estoy en desacuerdo. Aunque en otras estoy completamente de acuerdo. Me parece vergonzoso que los sevillanos no conozcamos a San Isidoro. Cuando estudié en la facultad apenas me dieron una pinceladita sobre él. Creo que hay que descubrirlo, porque está en todos los rincones de la ciudad. 

P.–Su libro El filósofo hispalense. Biografía hiperbólica de San Isidoro de Sevilla es una buena manera de acercarse a esta figura. Es un texto breve y bienhumorado.

–La idea es atacar y defender al mismo tiempo la misma cosa. Es decir, trascender el simplismo. Se ha instalado el simplismo en todo. Y el ser humano es profundamente complejo. 

La historia política y cultural de España y Europa está determinada por San Isidoro

P.–Decía que San Isidoro está en todos los rincones de la ciudad.

–Sí, porque está en el escudo de la ciudad. También en el del Sevilla FC. Tenemos la calle San Isidoro, el instituto, la iglesia, la hermandad, la Facultad de Teología... Sevilla está impregnada de su figura. En el libro hago una broma. San Isidoro murió en primavera, el 4 de abril del 636, un lunes o martes después de Semana Santa. Se puso enfermo sobre el 30 o 31 de marzo, el Viernes Santo. Mandó a llamar a los obispos de Niebla y Santiponce, que fueron a su casa, que parece que se ubicaba donde hoy se encuentra la iglesia. Todavía vivo lo llevaron a la catedral de entonces, por la zona de San Vicente, para recibir los últimos sacramentos y morir. Hay una crónica de la época, escrita por el sacerdote Redempto que cuenta cómo el pueblo de Sevilla se echó a la calle para ver pasar a San Isidoro, como si fuese una procesión. Todos fueron –nobles, clero, plebe, visigodos, hispanorromanos...– quisieron despedir al santo. Como digo de broma, prácticamente faltaba la Banda de la Oliva de Salteras. Es imposible entender Sevilla sin entender a San Isidoro. 

P.–¿Sólo Sevilla?

–La historia política y cultural de España y Europa está determinada también por Isidoro. Él, que fue algo así como el padre de la patria española, influyó en Beda el Venerable, que fue quien estableció las bases culturales del mundo anglosajón; y, a través de éste, en Alcuino de York, una especie de ministro de Cultura de Carlomagno y que tuvo gran ascendencia sobre el Imperio Carolingio, es decir, sobre Europa central. También hay que tener en cuenta la influencia que tuvo la obra de San Isidoro en todos los monasterios en la Alta Edad Media y, durante la Baja Edad Media, a través de la escolástica. Finalmente será Francisco Suárez el que lo proyecte a la modernidad. Si se tiene en cuenta todo esto no se entiende que su figura apenas se estudie en nuestra ciudad.

P.–Hablemos de su gran obra: Las etimologías.

–Fue la primera enciclopedia de la historia de la humanidad. También la primera base de datos. Por eso San Isidoro es patrón de internet y de las facultades de Filosofía, aunque no lo celebremos... porque somos tontos. Las etimologías es un compendio de todo el conocimiento del que tenía constancia San Isidoro. Intenta recoger todos los saberes, tanto paganos como cristianos, el Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música), la medicina, la arquitectura, las costumbres, la ropa, la agronomía, la gastronomía... absolutamente todo... lo más culto y lo más popular, lo cercano y lo lejano. Está dividido en 20 libros que se pueden leer en el orden que uno desee. Habla de cosas muy divertidas, como el poder de los amuletos de jaspe para ahuyentar los demonios o que hay que tener cuidado con creerse los horóscopos. A mí me gusta mucho un fragmento en el que siguiendo la Isagoge de Porfirio nos dice que el ser humano es un ser racional, mortal y bípedo, pero que su característica más exclusiva es su capacidad para reírse, algo que no pueden hacer ni los ángeles ni los animales. 

P.–¿Cómo era la Sevilla de San Isidoro?

–Era una Sevilla que estaba siendo protagonista del cambio en Hispania. Es la Sevilla que se planta frente al rey arriano Leovigildo y declara, junto a Hermenegildo, la independencia de la Bética católica. Una Sevilla que era el centro de la cultura religiosa y profana. Es una Sevilla en la que se están produciendo muchos cambios, donde se ubica la muy importante Escuela Episcopal, a la que viene a estudiar gente de todas partes. 

P.–Algunos lo consideran como el fundador de la idea de España.

–Uno de los grandes proyectos de Isidoro es la unidad católica de España, considerando como tal a toda la Península Ibérica e, incluso, parte del Magreb. Era consciente de que el catolicismo era la religión de los hispanorromanos, que suponían la gran mayoría de la población frente a la minoría goda arriana. También es consciente, como demuestra en Las etimologías, de lo muy diversa que era Hispania cultural y geográficamente. En definitiva, el catolicismo era el elemento aglutinador.

Uno de los grandes proyectos de Isidoro es la unidad católica de España, considerando como tal a toda la Península Ibérica

P.–Se ha hablado mucho sobre qué era San Isidoro, ¿hispanorromano, godo...?

–No se sabe. Por el nombre de su padre, Severiano, podemos decir que hispanorromano. Sin embargo, a su madre la nombra San Leandro como Túrtur (tórtola), por lo que puede que sea de origen visigodo. Quizás de esa unión de lo hispanorromano con lo visigodo nació su idea de la unión de todos los pueblos de España. 

P.–¿Y era sevillano de nacimiento? Algunos dicen que vino al mundo en Cartagena.

–La familia era de origen cartagenero, pero el propio San Leandro, en una carta a la hermana común Florentina, deja claro que San Isidoro nació en Sevilla, cuando ya la familia se había trasladado a esta ciudad.

P.–Habla mucho de San Leandro, el hermano mayor de San Isidoro, que también está en el escudo de la ciudad y que es aún más desconocido por los sevillanos que el segundo.

–San Leandro tuvo una influencia muy importante en el proyecto intelectual de San Isidoro. Fue prácticamente su padre, el que lo educó, porque sus progenitores murieron siendo San Isidoro un niño. Debido a las luchas político-religiosas, Leandro tuvo que exiliarse dos veces a Bizancio, donde estaba Gregorio Magno. Es muy posible que de allí le trajera libros a Isidoro: de Platón, Aristóteles, ciencia, de la patrística griega. Además le transmitió la idea de la lucha contra el arrianismo. San Leandro parece que fue el instigador para que Hermenegildo, que tenía unos 16 años, declarase la independencia frente a su padre. 

P.–Pasemos a su otro gran tema. La filosofía del flamenco.

–¿Cómo es posible que a los filósofos andaluces nos dé complejo reflexionar sobre un arte tan propio y distinto, que aglutina tantas influencias culturales? Pasa un poco como con San Isidoro. 

P.–Usted le ha dedicado todo un libro: La filosofía del flamenco.

–En la primera parte hago una reflexión sobre este arte. En la segunda sigo el pensamiento de María Zambrano, que entiende que más allá de la razón lógica y científica hay otras formas de pensamiento y conocimiento. A través del flamenco se expresa todo un sistema filosófico de carácter popular en el que un montón de gente –que hasta hace poco era analfabeta– expresa cuestiones éticas, políticas, metafísicas, teológicas e incluso epistemológicas. Hay una letra maravillosa de una soleá que dice: “Presumes que eres la ciencia/ yo no lo creo así/ porque siendo tú la ciencia/ no me has comprendido a mí”. Eso es Historia como sistema de Ortega y Gasset. Ni más ni menos. 

A través del flamenco se expresa todo un sistema filosófico de carácter popular

P.–La soleá es quizás el palo más filosófico y sentencioso, ¿no?

–No tiene por qué. Hay la misma carga filosófica en una soleá que en una alegría, como esa que dice “Dos corazones a un tiempo/ están puestos en balanza/ uno pidiendo justicia/ y otro pidiendo venganza”.

P.–Ole.

–Pero ni siquiera hay que irse a las letras. Fíjese en las maneras con que el flamenco interpreta el compás, en virtud de las cuales nos tenemos que ceñir a unas reglas complejas (no hay pecado más grande que ir atravesado), aunque interpretándolas con una libertad pasmosa. Esto está expresando una visión de las relaciones entre determinación y libertad. Cómo puedo ejercer la libertad sin salirme de un esquema. O fíjese en el baile. El ballet clásico es una danza platónica, que intenta elevarse, flotar... el flamenco, sin embargo, pisa la tierra, apela al suelo, parece que llama a lo profundo. Está ofreciendo lo que Wilhelm Dilthey llamó una weltanschauung, una cosmovisión, una interpretación del mundo. A mí el flamenco me ha servido para constatar que todos hacemos filosofía. El ser humano es más que un ser racional, es animal filosófico. No sólo pensamos, sino nos preguntamos sobre todo e intentamos buscar respuestas.

P.–¿Cuál es el filósofo más flamenco?

–Hay muchos. Ya hemos hablado de Zambrano y Nietzsche. Ahí está también Séneca. El flamenco está muy impregnado del estoicismo. A mí Isidoro de Sevilla me parece ya casi gitano... Pero la que más es Zambrano. En su fundación tienen una foto suya de niña vestida de flamenca. En una carta cuenta como el flamenco, que lo había escuchado desde la cuna, era “la entraña” de su memoria, “lo indeleble”. Creo que toda la razón poética de Zambrano, de una manera u otra, tiene ese poso hondo. 

P.–¿Y cúales son los flamencos más filosóficos?

–Decía Félix Grande que Camarón era el primo de Nietzsche. Creo que son los flamencos y las flamencas de las calles. Los artistas son profesionales. Esos que decía Demófilo: los Sánchez, los Pérez y los Gómez.

P.–Alguna letrilla más, por favor.

–Hay una taranta primitiva que he escuchado en grabaciones de Marchena y Morente. “Dime, el hombre por qué muere/ y el sol se da en alumbrar/ los astros por qué se mueven/ y el mundo en qué ha de quedar/ el sabio que más se eleve/ tenga una luz natural/ haga un mundo y lo compruebe/ y entonces adivinará/ los astros por qué se mueven”. Esta letra no es que sea filosófica, es que es presocrática. Preguntándose por qué se mueven los astros y el por qué de la muerte, cuál es el destino del universo... Otra es: “Los siete sabios de Grecia/ no saben lo que yo sé/ que el tiempo y la circunstancia/ me han dado a mí en aprender”. No conozco un arte popular con este tipo de reflexiones y referencias. No comprendo como un filósofo español y andaluz puede pretender cumplir con el “conócete a ti mismo” y no le eche una miradita al flamenco.

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