“Aunque hoy queda mal decirlo, Sevilla nació en el siglo XIII con San Fernando”
José María Ribas Alba | Profesor de Derecho Romano
Especialista en el derecho de Roma e historia del cristianismo, frecuenta también la divagación sobre Sevilla
Acaba de publicar su libro ‘Historia desconocida del Nuevo Testamento’
José María Ribas Alba (Sevilla, 1961), conocido en el ancho mundo como Pepe Ribas, es además de un reconocido estudioso de las arduas cuestiones del Derecho Romano y la historia del cristianismo, un diplomado en Altos Estudios Hispalenses. Así lo atestiguan libros como ‘Crítica de la razón sevillana. Un ensayo sobre la identidad de Sevilla’ o ‘Teoría del trepa sevillano’ (ambos editados por Almuzara). Hombre afable y reidor, querido por sus alumnos, este profesor titular de Derecho Romano en la Universidad de Sevilla no tiene ningún empacho al calificarse como un católico tradicional, aunque sólo hace falta charlar un rato con él para saber que, como diría Rodríguez Zapatero, estamos ante un hombre “de talante”. Especialista en el proceso a Jesús de Nazaret, sobre el que ha escrito un libro y ha impartido cursos, Pepe Ribas también ha firmado con Almuzara los títulos ‘Prehistoria del Derecho’ e ‘Historia desconocida del Nuevo Testamento’, de recientísima aparición. Su despacho es un conjunto de libros desordenados presididos por una Virgen del Rocío, quizás un guiño a uno de los grandes romanistas que ha dado la Hispalense, el ya fallecido don José Luis Murga Gener, devotísimo que fue de la Blanca Paloma. ‘Génesis del Derecho en Roma’, ‘Constitucionalismo romano’ (ambos en Tecnos) o ‘Democracia en Roma’ (Comares) son otra muestra de su labor intelectual.
–La pregunta va dirigida al autor del libro ‘La crítica de la razón sevillana’. ¿Tiene Sevilla una identidad propia?
–Es una asunto controvertido, como el de la esencia de España. El libro es un juego cultural. Todas las ciudades tienen, en mayor o menor medida, una cierta personalidad. Pero la de Sevilla es muy acusada. Eso se nota, sobre todo, por los enemigos que tiene. Muchas veces te quedas estupefacto por la cantidad de gente que odia Sevilla. Roma generó la romanidad y Sevilla la sevillanía.
–¿Cómo definir Sevilla?
–Como jurista que soy tengo una visión institucional de la ciudad. De esta manera puedo afirmar que Sevilla nació en el siglo XIII con San Fernando. Ya sé que hoy esto queda fatal.
–¿Y lo que había antes de San Fernando qué era?
–Desde el punto de vista institucional otras ciudades, aunque compartan el mismo solar. Está en discusión, pero parece que a Fernando III le entregaron la ciudad semivacía y la repobló con cristianos.
–¿Qué es lo más característico de Sevilla?
–Una mezcla de espiritualidad y belleza. Wagner decía que la ópera era la obra de arte total, pero para mí, aunque no soy capillita, es la Semana Santa, que mezcla artes plásticas, música, liturgia...
–¿Y si no te gusta la Semana Santa no puedes ser sevillano?
–No, para nada. Pero es cierto que la Semana Santa le da el ritmo a la ciudad. El calendario hispalense funciona con un elemento central, que es la Semana Santa. Fíjese en la Feria de Sevilla y compárela con la cutrez del resto de ferias que hay en Andalucía. Yo estoy convencido de que la elegancia de la Feria se debe a su proximidad a la Semana Santa. De alguna manera la contagia. En algún viaje a México he visto cómo hay gente que sigue muy de cerca la Semana Santa de Sevilla.
–¿Esa Semana Santa está amenazada?
–El frikismo le puede hacer mucho daño, pero tal como está el mundo podemos decir que tenemos un auténtico tesoro. Más sabiendo que en Semana Santa no se le pide el carné a nadie, que es inclusiva, como se dice ahora.
–Tiene otro ensayo sobre el ser de la ciudad: ‘Teoría del trepa sevillano’.
–El libro, que pertenece a ese género tan sevillano que es la divagación, se vendió como si fuese de humor, pero no era mi propósito. Mi teoría es que Sevilla, que es una ciudad quietista, necesita del trepa para que haya una cierta vida, aunque sólo sea económica. Un periodista me hizo una entrevista en la que se inventó el titular, pero lo cierto es que acertó: “El trepa es un bicho siniestro, pero tiene mis respetos”.
–Siempre se ha dicho que una de las vías de medro del trepa son las cofradías.
–Eso se debe a que en Sevilla hay muy pocos sitios para trepar. También están los clubs de fútbol, que es una manera tradicional de subir en el escalafón social. Cuando publiqué el libro no fueron poco los compañeros que me llamaron para ponerme ejemplos de trepas dentro de la Universidad, muchos de ellos muy laureados.
–Imagino que el trepa siempre es el otro.
–Por supuesto.
–Ahora nos ha dado por pelearnos con Málaga.
–Nos están invadiendo un poco, pero últimamente he ido varias veces a Málaga y he visto ciertas virtudes que aquí no tenemos. Los sevillanos somos más antipáticos de lo que parece. En general el malagueño es más abierto. Málaga nos está ganando.
–Ahora acaba de sacar un libro bien distinto: ‘Historia desconocida del Nuevo Testamento’ (NT). Olvidemos la religión. Si usted tuviera que hacer una crítica literaria del NT, ¿en que género lo clasificaría?.
–El NT, en realidad, son 27 libros. Incluso tardó mucho tiempo en ser considerado y circular como un libro único. Los textos originales se escribieron entre los años 50 y finales del siglo I. Influenciados por la escuela alemana, antes se pensaban que estos libros se habían escrito muy alejados de los hechos que narran, pero los últimos descubrimientos demuestran lo contrario. Según el libro del NT que cojamos, podemos hablar de un género: el epistolar, el de viajes...
–¿Cuál es el origen de los Evangelios?
–Hay muchas teorías. La mía es que en principio fue una predicación oral y, cuando los apóstoles empezaron a envejecer, se preocuparon en poner su testimonio por escrito.
–¿Está muy discutida la historicidad del NT?
–En el NT abundan los datos históricos. También, por supuesto, están los milagros y las parábolas. Pero yo soy católico practicante y creo en la posibilidad de intervenciones sobrenaturales. Es decir, acepto los milagros porque tengo fe. Una de las citas con la que abro Historia desconocida del Nuevo Testamento pertenece a La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth: “Porque no hay nada a lo que más fácilmente se acostumbra una persona que a los milagros, cuando los ha conocido una, dos y tres veces”. Hay un sector que se empeña en negar la historicidad de Jesús, que dicen que es un mito, pero hay fuentes extrabíblicas que demuestran todo lo contrario. Otros personajes antiguos de cuya existencia nadie duda no tienen tantas fuentes históricas que lo avalen como Jesús.
–El latinista Juan Fernández me hizo comprender que el Sermón de la Montaña es uno de los textos fundadores de occidente, como ‘La República’ de Platón.
–Estoy totalmente de acuerdo. En Imperios de crueldad. La antigüedad clásica y la inhumanidad, Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña nos enseña la parte más siniestra del mundo grecolatino: esclavitud, explotación sexual, masacres, torturas... Eran cosas totalmente interiorizadas. Frente a esto, el Sermón de la Montaña fue un cambio de paradigma. Ese fijarse en los débiles es un valor cristiano. Hay otros mundos culturales que siguen instalados en el precristianismo. Esto no significa, claro está, que Roma no tuviese aspectos muy positivos, como el derecho o la ingeniería.
–Usted dio una asignatura sobre el proceso de Jesús. ¿Sus alumnos conocían el Nuevo Testamento?
–Muy poco. Por las razones históricas que sean, antes todos conocíamos bastante bien el NT, pero las nuevas generaciones no tienen ni idea. Principalmente porque no se lee. Antiguamente el NT compitió con los Evangelios Apócrifos, pero ahora lo hace con la literatura de ficción sobre Jesús. La gente conoce más Caballo de Troya o El código Da Vinci que el NT. Lo cierto es que los Evangelios son un tesoro por descubrir. Eso sí, seguimos usando muchas expresiones sacadas de ahí: “dar al César lo que es del César” y cosas así. Barrabás es un personaje que da nombre a discotecas por todo el ancho mundo.
–Ha hablado de los Apócrifos. ¿Cuál fue el proceso por el que unos entraron en la ortodoxia cristiana y otros no?
–Sólo hay que leerse ambos para darse cuenta. Hay dos tipos de Evangelios Apócrifos: las leyendas piadosas y los Gnósticos. Los primeros digamos que cuentan con mi bendición, porque son como cuentos para los niños, con milagros estrambóticos.. .
–...Como ese que Jesús hacía pájaros de barro y luego les soplaba para que viviesen y volasen...
–Exacto, cosas así. Los Evangelios verdaderos son muy parcos. Los milagros están muy contados y son muy específicos. No hay cosas extrañas ni grandilocuentes como en los Apócrifos, que son muy posteriores, de mediados del siglo II en adelante. Después están esos Evangelios hechos a la medida de los grupos marginales del cristianismo, como son los gnósticos, fundamentalmente.
–Hablemos de Pablo de Tarso. Hay estudiosos que afirman que él fue el verdadero fundador del cristianismo y no Jesús de Nazaret.
–Esa es una teoría muy antigua que algunos venden hoy como si fuese nueva. Yo creo que no, que Pablo de Tarso es una continuidad de todo lo anterior. Lo que ocurre es que, a diferencia de todos los autores del Nuevo Testamento, era un intelectual con formación rabínica. Había nacido en Tarso, que era un centro de filosofía, sobre todo estoica. Esto mantiene la teoría que yo, y muchos más, mantenemos de su relación con Séneca. En los Hechos de los Apóstoles, aparece que tiene trato con Galión, que era procónsul de Asia y hermano de Séneca. Además, la doctrina del cuerpo de Cristo que Pablo expresa en sus cartas tiene elementos estoicos cristianizados. La doctrina del corpus es una doctrina básica del estoicismo. Hay muchos que quieren hacer siempre compartimentos enfrentados, como los judecristianos que se agrupaban en torno a Santiago el Mayor –un señor adusto que quería continuar con la circuncisión– frente a los cristianos de la gentilidad, que estaban con Pablo. Pero eso eran, simplemente, distintas sensibilidades, como pasa hoy en la Iglesia.
–¿Con qué pasaje del Nuevo Testamento se quedaría?
–Por motivos profesionales con el diálogo de Jesús con Pilatos, en el Evangelio de Juan. En los juicios penales romanos se levantaban actas, como se sabe por los juicios de los mártires. Muchas de estas son falsificaciones piadosas, pero también las hay genuinas. En el diálogo de Jesús con Pilatos se ve algo único en la Historia, cómo un juez trasmite lo que tiene dentro. Cuántos jueces como Pilatos habrán tenido dudas durante un proceso, habrán cambiado de opinión, se habrán dejado presionar... En España no hace falta que entremos en detalles. Ese diálogo entre Jesús y Pilatos es fascinante por su naturalidad.
–Del juicio a Jesús, uno de sus temas de estudio favorito, hablamos recientemente en estas páginas con su discípula, Aurora López Agüero, por lo que no incidiremos más. Está claro que el derecho no siempre es justo.
–Creo recordar que es el artículo 18 del código penal soviético por el que se mandaron a millones de rusos al Gulag. La gente que no sabe derecho tiene en alta estima el mundo del derecho, pero los que sabemos algo entendemos que es hijo de su tiempo y de las circunstancias históricas. Un régimen totalitario produce un derecho totalitario.
–¿Cuál fue la gran aportación del Derecho Romano a nuestra cultura jurídica?
–El introducir límites al poder político. A esto también ayudó a lo largo del tiempo el cristianismo. Roma transmitió la idea de que la comunidad política debe estar sometida al derecho, no sólo al privado, sino también al público.
–Pero el origen de la democracia es Atenas, ¿no?
–Yo tengo la teoría, compartida por pocos, de que esto es muy matizable. Sin minusvalorar a Grecia, el origen de la democracia está más pegado a Roma. Me explico: aunque es cierto que con el Imperio desaparecieron en Roma las elecciones del periodo republicano, estas se mantienen anualmente en todas las ciudades para elegir a los duunviros. Esto luego se mantendría, aunque parezca mentira, en las reglas de los monasterios (coja usted la regla de San Benito y mire cómo se elegía al abad de un monasterio). Más tarde en las ciudades estado italianas... Es decir, creo que hay una genealogía de la participación política que, desde el punto de vista real, viene de Roma, aunque desde el punto de vista intelectual proceda también de Grecia.
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