Eduardo del Campo | Periodista
“Alfonso Rojo me prestó el dinero para poder seguir en Afganistán”
Antonio Cruz y Antonio Ortiz | Arquitectos
CRUZ llega en coche y Ortiz en bicicleta. Ambos con esa falta de solemnidad de la que hacen gala. Cruz más serio y puntilloso, Ortiz más risueño. Las antípodas del tópico del sevillano. Son dos de los mejores arquitectos de Europa, pero charlar con ellos es fácil. Con los grandes siempre lo es.
–¿Hasta dónde se remonta la relación entre Antonio Cruz y Antonio Ortiz?
–Antonio Cruz (AC): Desde el principio de la carrera. Antonio siempre recuerda que me encontró un día por la Escuela de Arquitectura de Sevilla y me preguntó: “¿Qué haces por aquí?”. “Estoy tramitando el traslado del expediente a Madrid”, le contesté. “¿A sí? Pues yo también me voy”.
–Antonio Ortiz (AO): Cuatro amigos decidimos continuar los estudios en Madrid, la Escuela de Sevilla era muy reciente y tenía muchas carencias. Pero nos conocíamos incluso antes de comenzar la carrera, cuando íbamos a la academia de dibujo Peláez para preparar el ingreso en la Escuela.
–¿Y ya teníais una manera común de ver la arquitectura?
–AC: En esa época nos unían más otras cosas: la política, el cine, la música… Estamos hablando de 1967-68.
–AO: Éramos todavía muy jóvenes para tener una visión de la arquitectura y los primeros años de carrera eran muy técnicos.
–En Madrid sucederá algo importante: el magisterio de Rafael Moneo.
–AO: Supuso una auténtica sorpresa. Nosotros aspirábamos a ser alumnos de Sáenz de Oiza o de Alejandro de la Sota, que eran figuras mucho más consolidadas. Rafael Moneo apenas tenía 33 años, era muy joven, un desconocido…
–AC: Era muy diferente a todos nuestros profesores anteriores. De repente nos encontramos con un arquitecto que era un intelectual. Los profesores que habíamos tenido hasta entonces sabían de arquitectura, de cómo se hace un proyecto… pero Rafael Moneo era alguien con una cultura amplísima en todos los campos. Lo mismo te hablaba de la arquitectura del momento que del neoclasicismo o del barroco… Tenía una visión amplísima.
–Dicen que, entre otras cosas, os enseñó el camino de la disciplina.
–AC: Eran momentos en los que se hablaba de arquitectura marxista, estructuralista… incluso un argentino me dijo en serio que su cátedra era de arquitectura justicialista… Rafael nos enseñó a hablar de arquitectura sin necesidad de hacerlo de otras cosas. Los edificios los referenciaba a la propia historia de la arquitectura.
–Para llevar tantos años trabajando y firmando los proyectos juntos hace falta una manera muy similar de concebir la arquitectura:
–AO: Tenemos una visión de la arquitectura rigurosa, que tiene más que ver con el método científico que con otras cosas. En nuestros edificios, lo azaroso, lo contingente, lo arbitrario, tiene poca cabida.
–AC: De acuerdo, pero también hay un cierto hueco para la inspiración...
–¿Para el arte?
–AC: A nosotros nos gusta poco hablar de arte. Preferimos definirnos puramente como arquitectos. Una de las pocas cosas buenas del coronavirus es que el arte ha pasado a segundo plano y la ciencia ha adquirido importancia. Hay demasiados artistas, todo el mundo quiere serlo.
–El estudio Cruz y Ortiz arrancó en 1971. ¿Cómo era la Sevilla de aquellos años?
–AO: Un sitio complicado para unos arquitectos con cierta idea de la modernidad…
–AC: Sí, pero también tenía la ventaja de que había muy pocos arquitectos. Hoy es mucho más difícil.
–Su primer proyecto importante fue el de las viviendas de la calle María Coronel. Si algo ha evidenciado la pandemia son las muchas carencias de la vivienda media española.
–AC: En España hay un clima muy bueno, y la gente no usa las casas. La vivienda es poco más que un dormitorio y un comedor, pero el ocio lo realiza en el exterior. Sin embargo, en Holanda, donde hemos construido muchas casas, se exigen terrazas muy grandes, y nadie las cierra.
–Las viviendas de María Coronel tienen un gran patio central, un elemento de la arquitectura mediterránea y andaluza. ¿Cuál es el peso de la tradición en su arquitectura?
–AO: Muchas veces el patio no es una elección,. Surgen solos al ser las manzanas muy grandes. El proyecto de María Coronel fue para nosotros muy importante. Creo que conseguimos una casa con una gran intemporalidad. A veces nos dicen que se parece a la arquitectura italiana de los años cincuenta, y es verdad, pero la hicimos en los años 70 y si nos la encargasen hoy la volveríamos a hacer igual. Ese tipo de intemporalidad es importante cuando trabajas en un centro histórico y eres el último en llegar. No se puede entrar dando voces. La buena educación en la arquitectura es esencial.
–AC: Los patios son uno de los mejores elementos de la arquitectura. ¿Es un interior o es un exterior? Nosotros somos buenos hacedores de patios, hemos hecho muchos… aparecen incluso en algunos proyectos que no deberían por qué tenerlos. Por ejemplo, la Estación de Autobuses de Huelva o el Edificio Pablo Picasso o Magisterio…
–AO: Muchas veces, además, en las ciudades actuales, el entorno que te encuentras es tan hostil que es importante crear un gran espacio interior sobre el que generar el proyecto.
–El 92 fue una especie de explosión cámbrica de la arquitectura moderna en Sevilla. Sin embargo, hay personas que creen que el resultado final fue un tanto decepcionante.
–AO: No creo que se pueda afirmar tal cosa. A mí me gustaría que mi ciudad pudiese crecer y renovarse a un ritmo normal, no a golpe de grandes eventos. Pero el sobresalto de la Expo fue fundamental para Sevilla. Sólo con el AVE, la calle Torneo y los puentes estaría justificada. Ahora bien, en la Isla de la Cartuja se podrían haber hecho mejor las cosas.
–AC: El gran error fue no tener un proyecto postexpo que integrase el recinto en la ciudad. Todo fue por un prurito antiespeculativo…
–AO: Si en las más de 200 hectáreas de la Expo hubiese viviendas, esta zona estaría más integrada en la ciudad.
–AC: Si no hay viviendas, no hay ciudad.
–AO: Como dijo Manuel Solà-Morales, la ciudad es, sobre todo, cantidad residencial, después pueden venir más cosas.
–Ustedes firmaron uno de los grandes edificios-iconos de la Sevilla del 92: la estación de Santa Justa.
–AO: Tuvimos muchísima suerte, porque la estación es el más urbano de los edificios. De hecho, en muchas ciudades están permanentemente abiertas. Se usan sin ningún prejuicio artístico. No son un museo. Me encantan.
–AC: Es una continuidad de las calles y la gente entra en ellas con una libertad enorme.
–Santa Justa es el gran hall de Sevilla.
–AC: Tiene un esquema muy clásico y estandarizado en las estaciones de ferrocarriles. La marquesina de entrada, el hall de pasajeros los andenes...
–Como algunos edificios suyos es de ladrillo visto, algo muy Moneo.
–AO: En aquellos años tampoco había muchas otras opciones.
–AC: Es un material que te da una cierta calidad y textura, y que se colocaba muy bien en Sevilla en aquella época. Santa Justa, como tantas obras de entonces, se hizo casi sobre la marcha, casi sin proyecto…
–AO: Trabajamos con dos ingenieros del ministerio de Transportes con los que tuvimos muchísimos problemas… Porque éramos jóvenes... hoy en día no hubiésemos soportado tanta tensión. Pero claro, a nosotros nos iba la vida en ese edificio.
–La vieja lucha ingeniero-arquitecto.
–AO: No, nosotros hemos trabajado muchísimo y sin ningún problema con ingenieros magníficos… Los admiro mucho. Pero en este caso no éramos bienvenidos.
–AC: Nos hicieron un contrato de asesoramiento y con eso conseguimos hacer el edificio entero. Los únicos que sabíamos a dónde iba aquello éramos nosotros
–Como todos los buenos edificios, Santa Justa sigue pareciendo moderno.
–AC: Está muy maltratado. Aguanta porque tiene fuerza y rotundidad, pero…
–AO: Y los alrededores no tienen buena pinta ahora.
–AC: En absoluto, hicimos un estudio que no se ha respetado en el plan especial que se ha redactado. No le vemos muy buena dirección. Tememos que se termine haciendo vivienda de periferia.
–Posterior es el Estadio Olímpico. Quizás un proyecto fallido, no por cuestiones arquitectónicas, sino por la falta de uso.
–AC: El Estadio fue todo lo contrario que Santa Justa, que fue un edificio que todo el mundo entendió como una mejora para la ciudad y que se usa a tope. Los sevillanos, cuando piensan en el Estadio, dicen: “hay que ver el dinero que se enterró allí”. No lo han hecho suyo ni lo ven como algo necesario. Seguramente, si el Sevilla o el Betis se hubiesen ido allí a jugar…
–AO: A nosotros todo esto nos entristece. ¿Cómo es posible que ninguno de los dos clubes de la ciudad hayan querido irse allí?
–Es muy difícil.
–AC: En Italia no es así. ¿Serán los italianos tifosis? Sin embargo, allí es normal que dos equipos rivales compartan campo.
–Otro estadio vuestro, La Peineta, tuvo el honor de que le pusiesen un bonito mote popular.
–AC: Es muy bonito, porque nosotros no lo habíamos pensado así. Tuvo la capacidad de convertirse en un referente de una zona de Madrid…
–AO: Ibas en el taxi y escuchabas: “hay atascos en La Peineta”. Y veías guarderías y peluquerías a las que le habían puesto también ese nombre
–La peineta se transformó en el Wanda Metropolitano. Se ha dicho que los estadios son las nuevas catedrales.
–AC: Más bien los veo como los nuevos palacios de la ópera, donde la gente va a relacionarse.
–AO: También a desfogarse y a sustituir la violencia por otras cosas.
–Una de las figuras tópicas de nuestro tiempo es la del arquitecto estrella.
–AO: Ser arquitecto estrella no es nada fácil, porque hay que ser capaz de generar unas formas muy reconocibles que todo el mundo identifique. Eso no está al alcance de cualquiera. El problema está cuando ese arquitecto trabaja sin control social, algo que ha ocurrido en España. Si repasa los edificios más polémicos siempre son de algún arquitecto estrella.
–AC: Sigue siendo un problema. Hoy, las pocas grandes obras que hay en marcha son de arquitectos extranjeros como Foster.
–AO: Siempre he sido muy crítico con la manera en que los arquitectos extranjeros trabajan en España. O mejor dicho, como se les ha dejado trabajar. Me gustaría que fuesen sometidos al mismo escrutinio al que somos sometidos nosotros cuando trabajamos fuera. A nosotros no nos dejan hacer tonterías. Tenemos clientes muy exigentes, que saben lo que quieren y controlan los presupuestos.
–Hablando de presupuestos. Ustedes tienen fama de ser muy rigurosos en ese aspecto, algo que por desgracia no siempre es así. Recordemos las Setas.
–AO: Siempre hemos tenido ese control, sobre todo con el dinero público, que es sagrado. Pero hay que saber también que los sistemas de adjudicación de obras en España favorecen esos desfases.
–Son de los pocos españoles que se llevan bien con Holanda. Incluso los han condecorado. Sobre todo, trabajan mucho allí y les encargaron la remodelación del Rijksmuseum.
–AO: Es una vieja relación. La primera obra que hicimos allí, unas viviendas, fue a principios de los noventa.
–AC: Entonces era un país muy abierto, en el que los promotores consideraban que su ámbito de actuación era toda Europa. Ahora ya no lo es tanto.
–AO: Llegamos a tener los mejores encargos de Holanda. Como decía un amigo, éramos los más odiados entre los arquitectos holandeses. Además del Museo Nacional hicimos la biblioteca de Ámsterdam, las torres de Rotterdam… Fue un momento espectacular. Los holandeses son muy optimistas y eso nos gusta. Además tienen algo que coincide con nuestra forma de ser: la aversión a la solemnidad. Tienen una sociedad de grandes casas medias donde nadie es mejor que nadie. En Holanda, además, te dan las gracias. En España, como arquitecto, no me las han dado jamás. El Rijksmuseum nos sigue consultando cualquier mínima modificación que quieran hacer. En España parece que están esperando que te vayas para empezar a cambiar cosas.
–AC: Cuando estábamos haciendo Santa Justa te decían: “No te preocupes, que en cuanto te vayas lo vamos a cambiar”.
–De sus varios edificios sevillanos gusta mucho la biblioteca Infanta Elena. Leer allí, junto al patio, es un auténtico placer.
–AC: A nosotros nos hubiese gustado más que hubiesen dejado a la gente salir al patio a leer, pero es cierto que se usa mucho visualmente.
–AO: Tiene algo paradójico, un patio ajardinado dentro de un jardín. Eso me gusta. Es un edificio muy civil, muy civilizado. Quizás está mantenido un poco penosamente. Tiene esa intemporalidad que a nosotros nos gusta.
–Cruz y Ortiz vive unos momentos de espléndida madurez. ¿Cuál es el proyecto más importante que están desarrollando?
–AC: Probablemente el de Lugano, un conjunto de edificios deportivos y administrativos.
–AO: Estamos muy ilusionados. En Holanda también seguimos muy activos. En España estamos trabajando en un proyecto en Santander, pero poco más. El país está muy parado. Ahora queremos reabrir la oficina de Madrid, que es donde se sigue decidiendo todo.
–¿Alguna enseñanza arquitectónica que deje el coronavirus?
–AC: Puede que cambie nuestra percepción de la vivienda, que la gente estime necesario invertir un poco más en el lugar que habita. Muchas personas viven en casas por debajo de sus posibilidades.
–AO: Yo espero que también se note en las oficinas. Se estaban compactando demasiado los espacios de trabajo, y ahora quizás se llegue a una ratio más razonable.
También te puede interesar
Eduardo del Campo | Periodista
“Alfonso Rojo me prestó el dinero para poder seguir en Afganistán”
Alfonso Guerra | Comisario de la exposición ‘Los machado. Retrato de familia’
“Manuel y Antonio Machado jamás estuvieron enfrentados”
Cristina Moya | Profesora de Literatura de la US
“Las mujeres escritoras de la Edad Media fueron o monjas o viudas”
Rafael Ruibérriz de Torres | Músico y gestor cultural
"El boom cofradiero está limitando mucho el repertorio de las bandas"
Contenido patrocinado por Coolroms Palacio de Villapanés & Nissan
CAMPUS UPO