“Se ha aceptado un concepto del éxito que se basa en criterios muy mediocres”
Miguel Ángel Robles | Doctor en Comunicación y consejero delegado de Euromedia
En su libro ‘Philosophers. Respuestas inmortales a preguntas de hoy’, el autor realiza ‘entrevistas’ a clásicos de la Filosofía para tratar temas como la democracia, el amor, la amistad, el trabajo...
Tiene más aspecto de profesor que de ejecutivo, pero Miguel Ángel Robles (Sevilla, 1973) es, entre otras muchas cosas, consejero delegado y socio de Euromedia, una de las agencias de comunicación corporativa más importantes de Andalucía. Formado en el colegio San Francisco de Paula, la Universidad de Sevilla y las redacciones de no pocos medios, sigue conservando su interés por la escritura, como demuestra con sus colaboraciones periodísticas y la publicación de ensayos dedicados a la comunicación y el emprendimiento. Ahora saca con Almuzara ‘Philosophers. Respuestas inmortales a preguntas de hoy’, un libro en el que realiza entrevistas ficticias a 41 grandes filósofos de la historia para tratar temas universales de lo público y lo privado: la democracia, la libertad, la amistad, la muerte, el amor... Lo más destacado es que todas las respuestas están sacadas directamente de las obras de los autores, por lo que el volumen se convierte en una utilísima herramienta para introducirse en las fuentes originales de la Filosofía. El libro se presenta este miércoles en el Colegio de Notarios. Doctor en Comunicación, otros libros publicados por Miguel Ángel Robles son ‘Exitocina, la hormona del emprendimiento’, basado en la biografía del empresario Francisco Ortiz, y’ El lado oscuro, diez falacias sobre las Relaciones Públicas’.
–’Philosophers’ en vez de filósofos... Aquí hay una clave.
–Era para insinuar que los filósofos pueden y deberían ser los influencers de la sociedad actual.
–Platón soñó un mundo dirigido por filósofos y muchos lo consideran el padre del totalitarismo.
–No pienso que los filósofos tengan que mandar en absoluto. Pero sí que deberían desempeñar un papel relevante de influencia pública. Tienen que salir del mundo de la Academia e intentar influir sobre la realidad y el debate público. En este libro pretendo demostrar que los filósofos clásicos todavía tienen cosas interesantes que contarnos. Que la Filosofía no es una disciplina abstracta que trata de temas que no nos importan, sino que tiene que ver con temas públicos como la democracia, la posverdad, la desinformación... pero también con cuestiones de nuestra vida privada: la amistad, el amor, la felicidad...
–¿Los ‘influencers’ y la autoayuda son una degeneración de la Filosofía?
–No me gusta hablar mal de ninguna profesión. Supongo que hay coachs que hacen muy bien su trabajo. También que hay manuales de autoayuda que pueden ser útiles. Pero, desde luego, debido a su poso intelectual, los filósofos son una fuente más fiable. Deberíamos prestarle más atención.
–Los franceses preparan a sus élites funcionariales en escuelas de élite públicas en las que la Filosofía tiene un gran peso.
–Es un poco lo que quería Platón, una escuela dedicada a la formación de una casta política. No comparto ese planteamiento. Como hablábamos antes, en los argumentos de Platón está la semilla de la sociedad totalitaria, de castas, en las que es imposible el progreso social y las funciones están completamente asignadas. Mi planteamiento coincide más con el de Karl Popper y su libro La sociedad abierta. Popper fue el que denunció a Platón como el primer pensador totalitario de la historia. El pensador austriaco criticaba mucho la aversión al cambio.
–Ahora se habla mucho del pensamiento positivo.
–La Filosofía debe ser justo lo contario, un ejercicio intelectual siempre negativo, de contradicción. Incluso cuando se usa en defensa del status quo actual siempre es en contradicción con las ideas alternativas que se proponen. La Filosofía siempre debe ser crítica y disidente. Nietzsche decía que para criticar había que atenerse a dos formas fundamentales: no criticar nunca a personas, sino a las ideas (que es lo contrario que se hace en las redes sociales), y criticar solo las ideas dominantes. La Filosofía siempre debe estar a la contra.
–¿Y cómo distinguimos al filósofo entre las multitudes?
–El filósofo se distingue porque hace aportaciones relevantes sobre los grandes temas de política, ética... Estas aportaciones son relevantes porque contradicen bien el status quo o bien el futuro inevitable que dicen que nos viene. Burke, que era un pensador conservador, nos advertía mucho de los prejuicios del pasado, pero también decía que había que estar muy pendientes de las supersticiones del futuro. Ahora vivimos una especie de determinismo tecnológico, nos presentan un mundo que va a venir inevitablemente. Parece que los ingenieros de datos van a decidir cómo vivimos. La Filosofía tiene un reto importante en cuestionar esto.
–¿La sabiduría nos hace más buenos?
–La sabiduría ayuda, pero como decía Aristóteles tú te haces justo siendo justo, igual que te haces constructor construyendo. La ética es un territorio que tiene que ver mucho con el conocimiento y con la educación moral e intelectual, pero la razón no es suficiente para llegar al buen comportamiento moral. Por tanto es importante lo que Hume llamaba la educación sentimental. Y eso se consigue a través del ejemplo y la admiración. Al final nos comportamos como se comportan las personas a las que queremos parecernos.
–La imitación de los santos, como diría un católico.
–Bergson hablaba de los místicos como personas que te hacen evolucionar en tu pensamiento moral.
–Hablando de educación, ¿ve apropiado el peso de la Filosofía en el sistema educativo actual?
–La filosofía debe estar en el centro de la esfera pública. La democracia es el sistema más exigente para el ciudadano, porque le pide una participación cualificada. La democracia es mucho más que el voto, es también deliberación pública. No se puede votar sin saber lo que estás votando, sin contrastar tus opiniones. La Filosofía es necesaria para formar a los ciudadanos en la participación política democrática.
–¿Qué libro de Filosofía le recomendaría a Pedro Sánchez?
–Lo que le recomendaría a todos los políticos es que leyesen a filósofos que piensen lo contrario que ellos. Esto es justamente lo que hoy necesitamos. La política se ha convertido en un ejercicio de retórica, en el sentido más peyorativo que se le puede dar a esa palabra, es decir, en el sentido que le daba Platón, que identificaba retórica con demagogia. Hay que ver en el debate una oportunidad de acercamiento al conocimiento, de aprender de la contradicción, del que te replica. Hoy estamos en el momento del “no es no”, de las posiciones inamovibles... A los niños deberíamos enseñarles lo que decía Michel de Montaigne: un debate no lo gana quien hace prevalecer su punto de vista, sino el que aprende de él.
–Quizás uno de los problemas de la sociedad actual es que se ha perdido la admiración por las personas sabias.
–Se ha perdido la autoridad intelectual y se ha aceptado un concepto del éxito que se basa en criterios muy mediocres: la popularidad, el dinero... Para mí, por ejemplo, no es aceptable publicar un libro en autoedición, porque no te obliga a pasar por el filtro de una cierta autoridad intelectual. Los medios deberían huir de lo que opinen Xavi o Guardiola sobre el procés, porque no tienen autoridad intelectual en estos asuntos.
–Vivimos tiempos de crisis y cambio, también en el mundo laboral.
–Marcuse ya decía que había que reinventar el concepto de la libertad como la liberación de las obligaciones laborales. Marx fue un hombre que siempre hizo lo que quiso gracias a los sablazos a sus amigos y familiares. Cuando se lee su obra de juventud se observa que su preocupación principal era la libertad del individuo, creía que la libertad de un hombre que tiene que trabajar todo el día es ficticia. Opinaba que había que librar a los hombres del trabajo alienado para que el trabajo fuese la expresión de su personalidad, un fruto personal.
–En ese sentido, Marx es muy moderno.
–Sin embargo ese discurso es usado por sectores neoliberales que convencen a los chavales a que se lancen al emprendimiento precario y a la utopía de vivir de un proyecto empresarial propio con 20 años, pero sin la preparación ni la experiencia necesaria para poder vivir bien.
–Imagino que para escribir este libro ha tenido que leer la obra de todos estos filósofos.
–Todo lo que yo conocía de Filosofía era, sobre todo, a partir de referencias indirectas y de los manuales de la disciplina. Pero hubo un momento en que quería saber cómo estos pensadores habían llegado a sus conclusiones, cómo Tocqueville alcanza sus ideas sobre la sociedad civil o el asociacionismo; cómo llega Montesquieu a la separación de poderes; por qué se considera a Kant el padre de la Declaración de Derechos... Nadie piensa que se ha leído el Quijote porque haya ojeado un resumen en Wikipedia, pero con la Filosofía nos basta un manual, y nos perdemos muchísimo. No es lo mismo que te digan que Burke estaba en contra de la Revolución Francesa a leerlo directamente.
–¿Algún autor especialmente revelador?
–Muchos. Séneca me pareció alucinante, porque parecía que estuviese dando respuestas a temas candentes de hoy: cómo malgastamos el tiempo en las redes sociales, cómo nos relacionamos...
–¿Y alguno que se haya quedado fuera con dolor de su corazón?
–Varios, de hecho me gustaría escribir otro libro con ellos. Con, Unamuno, por ejemplo. Me interesaría hablar de su “sentimiento trágico de la vida”, su preocupación por la muerte, por la extinción de la consciencia, que creo que es lo que más nos angustia a todos.
–Hay toda una tradición filosófica para amortiguar el miedo a la muerte: Epicuro, Montaigne...
–Creo que la forma actual de abordar la muerte es inteligente. La mejor manera de pensar en la muerte es no pensar en ella. La extinción de la consciencia es un acontecimiento tan absolutamente trágico... Como decía Montaigne, la muerte debe ser el fin de tu vida en el sentido del término, pero no en el de la finalidad. También me resulta muy consolador el planteamiento epicureísta: si la muerte es el fin de la sensación no puede ser nada malo. Por su parte, Cicerón jugaba a todas las cartas: la muerte puede ser o el fin de toda sensación o el inicio de la inmortalidad. En ambos casos no hay nada que temer.
–Me sorprendió que incluyese en el libro al gran escritor George Orwell. Nunca lo hubiese clasificado como filósofo.
–El otro día Javier Gomá decía que la filosofía era un territorio más cercano a la literatura que a la ciencia. No sé si es así, pero sí que para mí los filósofos más agradables de leer son los que escriben mejor: Orwell, Camus... Schopenhauer es absolutamente delicioso. Muchos escritores eran admiradores suyos. Borges, por ejemplo. Burke, es otro buen escritor. Sin embargo, filósofos más matemáticos como Spinoza o Descartes me resultan más antipáticos de leer. Otro que incluiría en el hipotético nuevo libro es Chesterton.
–Es curiosa la influencia que tiene sobre nuestra generación Chesterton.
–Es muy agradable de leer. Con algunas de sus ideas me resulta difícil identificarme, pero he de rendirme a su escritura.
–Frente a la tan habitual filosofía críptica, sorprende la claridad de algunos antiguos. Parecen casi de autoayuda.
–Es el caso de Epicuro. También de todos los estoicos: Epicteto, Marco Aurelio... son autores que se leen muy fácilmente y que nos dan consejos que tienen que ver con la vida diaria. En mi libro he querido mezclar los temas más políticos con otros más cotidianos, como la felicidad, la amistad, la envidia... Son los temas que nos importan más a todos.
–Está claro que la Filosofía sigue siendo una disciplina útil.
–La Filosofía es un botiquín donde puedes encontrar muchos remedios. Lo que más me sorprendió cuando leía a Séneca y Cicerón es que me encontré cosas relacionadas con la amistad, la trascendencia o el uso del tiempo que me decía mi padre cuando era pequeño. Mi padre era una persona sin formación universitaria que no leyó a estos autores. Pero parece claro que estas ideas se han transmitido de generación en generación por tradición oral.
–Más que útil, utilísima.
–Los que dicen que la Filosofía no sirve para nada no caen en la cuenta de que muchas de las ideas que tenemos interiorizadas hoy proceden de filósofos. Por ejemplo, gran parte de las cosas que actualmente pasan por renovación pedagógica están ya en el Emilio de Rosseau: el aprendizaje colaborativo, el papel del profesor como guía, la idea de que la formación magistral solo crea charlatanes... También mucho del machismo en la educación viene de él.
–Deme otro ejemplo.
–Sin Filosofía no podríamos hablar de la Declaración de Derechos. Detrás de la misma está el imperativo categórico kantiano, el principio de la dignidad del hombre, que pasa a ser un fin en sí mismo, no un medio para la realización de otros fines. En resumen, la Filosofía es absolutamente influyente. Una de mis ilusiones es que el libro sirva de apoyo en los institutos.
–Todos los filósofos que ‘entrevista’ en el libro ya están muertos. ¿Qué la parece la Filosofía de hoy?
–Me interesa mucho Pascal Bruckner. En su libro La tentación de la inocencia denuncia dos rasgos de la sociedad actual: la infantilización y el victimismo. Lo vemos muy claro en los planteamientos del nacionalismo. Bruckner tiene otro libro bellísimo, La paradoja del amor. Vivimos en el mundo del poliamor y las relaciones abiertas, pero Bruckner cree que si la infidelidad puede ser cruel, la absoluta sinceridad lo puede ser aún más. Este tipo de relaciones, al final, esconden un planteamiento en el que una persona impone su voluntad sobre la otra.
–Dígame un libro de Filosofía fundamental.
–Sobre la libertad, de John Stuart Mill. Me parece un libro absolutamente brillante, donde se nos revela hasta qué punto podemos aprender de la controversia. Y que en los asuntos políticos y éticos no hay verdades absolutas. Incluso podemos aprender del planteamiento más disparatado. La controversia es fundamental para evitar los dogmas y los prejuicios.
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