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“Summers era como un niño grande”

Miguel Olid | Crítico de cine, profesor y director de documentales

Acaba de estrenar el documental ‘Summers el rebelde’, parte de una ‘ofensiva’ para recuperar la memoria del cineasta sevillano, injustamente olvidado y sobre el que pesan muchos prejuicios

Miguel Olid. / Juan Carlos Muñoz

No deja de ser curioso que Miguel Olid (Sevilla, 1964) se haya convertido en el puntal de la recuperación del cineasta y viñetista Manuel Summers (Sevilla, 1935-1993). Olid –crítico, profesor y director de documentales– es una persona tranquila y mesurada, lo más alejada posible de ese ‘enfant terrible’ que fue el director de películas como ‘Del rosa al amarillo’, ‘Adiós, cigüeña, adiós’, ‘Juguetes rotos’ o la trilogía ‘To er mundo é güeno’. Sin embargo, Miguel Olid, apoyado por gentes como el periodista y escritor Fran G. Matute, ha iniciado una impagable labor de rehabilitación de Summers con un tridente compuesto por la exposición ‘It’s Summers Time!’, el documental ‘Summers el rebelde’ y un libro que aún no ha finalizado. Aunque la muestra encontró el apoyo de la Diputación de Huelva (provincia muy vinculada al director de ‘El juego de la oca’), en Sevilla no ha habido ninguna institución dispuesta a patrocinarla, pese a que Summers dio buenas pruebas de su amor por la capital hispalense. Solo la Universidad de Sevilla ha dado un paso con la organización recientemente de un seminario sobre el cineasta. El documental, por su parte, se estrenó el pasado jueves en el Festival de Málaga y se proyectará en el Odeón Plaza de Armas a partir del día 15. Olid, además, ha iniciado una campaña de recogida de firmas en www.change.org para que se le conceda una calle a Summers en Sevilla

–Con su documental ‘Summers el rebelde’ recupera una figura injustamente olvidada, con muchas voces, a veces críticas con el cineasta y dibujante.

–Ante todo me propuse no hacer una biografía...

–Ojalá otros tomasen nota, porque lo habitual es que en la glosa cultural todo sea alabanza

–No me gustan los documentales de los que sales con ganas de dar una moneda para levantar una estatua al protagonista. Esos que del minuto 1 al 90 son elogios. Yo tenía claro que no iba a ir por ahí. Es cierto que Summers fue muy denostado por un sector de la crítica, algo tenía que verse reflejado en la cinta.

–El crítico Mirito Torreiro hace el papel de malo..

–He tratado de mostrar todas las voces y que el espectador llegue a sus propias conclusiones. La necrológica que hizo Mirito a Summers en El País está muy bien escrita y documentada, pero es demoledora. Es, probablemente, la necrológica más dura que he leído sobre alguien.

–Y, sin embargo, estamos aquí, hablando del gran Summers, al que le ha dedicado los últimos años de su vida. ¿Por qué le interesó el personaje?

–Le he dedicado los últimos siete años de mi vida. El culpable de todo es Rafael Utrera, que fue mi director de tesis. Él quería que la hiciese sobre Summers, al que Utrera ya reivindicaba, aunque al final opté por García Maroto, que era un andaluz infinitamente más olvidado. Pero lo de Summers quedó ahí y, cuando iban a cumplirse los 25 años de la muerte, decidí retomar el trabajo, aunque en ese momento no me dio tiempo a terminar ni el libro, ni el documental ni la exposición.

–Ahora solo queda el libro.

–Cuando lo acabe, en breve, buscaré editor.

Algunos dicen que era de derechas; otros, como Sáinz de Vicuña, ácrata; incluso se ha dicho que fue socialista
Trailer de 'Summers el rebelde'

–¿Ha encontrado muchas reticencias para producir este documental?

–No, en general he detectado que sigue habiendo un gran cariño hacia Summers. Casi nadie de los que lo conocieron habla mal de él, salvo Fernando Méndez Leite, que fue su némesis y le acusa de haber hecho junto a Anson una campaña contra él. Pero lo tiene todo bastante olvidado.

–Yo a Summers lo veo como un gran continuador del surrealismo español. También del llamado ‘otro 27’, donde el humor era fundamental. Me imagino que no seré muy original en estas apreciaciones.

–Parece claro que el humor es fundamental en la obra de Summers, tanto en la fílmica como en la gráfica. Él fue el único de la generación del Nuevo Cine Español que apuesta por el humor, lo que no dejó de ser una rémora para él. La comedia siempre se considera como un género menor. De lo más surrealista que hizo Summers fue su parodia del género musical americano en la serie de televisión Cine por un tubo. La cantante era muda y creo recordar que el bailarín paralítico. Al final se tiran los dos del Empire State y mientras caen mantienen un diálogo increíble. Es evidente que su humor es surrealista, pero también tiene mucho humor negro.

–Otra gran tradición española.

–En las viñetas se ve más claro que en las películas. A él le gustaba sacar a los personajes de su contexto. Eso de poner a un cura a cantar flamenco o a un general con sus medallas pisar una cáscara de plátanos.

–Luego está esa inocencia de Summers de la que usted habla. Todo ese mundo infantil que aparece en sus películas.

–Summers era como un niño grande. A mí me dio la clave Manolo Summers, su hijo mayor: la película en la que mejor sale retratado es Yo la vi primero, que aunque no la dirigió él –lo hizo Fernán Gómez– sí fue su guionista, actor y productor. ¿Qué historia cuenta? La de un hombre que despierta de un coma de años con la mentalidad del niño que era cuando entró en ese estado y quiere recuperar a la vecinita de la que estaba enamorado. Summers era como el protagonista, un niño grande, una persona tremendamente bromista.

–Mirito lo califica algo así como “gamberrillo de derechas”. ¿Es un cayetano avant la lettre?

–No lo sé y, como otras cosas, no asumo esa afirmación, pero es cierto que se dice en el documental. Insisto, he tratado de poner opiniones y que sea el espectador el que decida. Algunos dicen que era de derechas; otros, como Sáinz de Vicuña, ácrata; incluso se ha dicho que fue socialista.

Summers ataca a la autoridad, da igual que sea un cura, un padre o un policía municipal

–Decir por decir. Summers pudo ser muchas cosas, pero no socialista. Cambiemos de tercio. El de Summers es un cine muy español, como su humor, pero cuáles son sus influencias. Se ha hablado de Fellini...

–A él le gustaba mucho el neorrealismo italiano. Su película favorita era Milagro en Milán, dirigida por Vittorio de Sica en 1951. En general, apreciaba las comedias italianas. Le gustaba plasmar la realidad cotidiana, como la de la Andalucía profunda, la infancia en Madrid, los campamentos juveniles... Paco Umbral dijo que nadie había retratado la sociedad española de su tiempo como Summers. Sus películas son retratos sociológicos del momento. Fíjese en El sexo ataca, una película muy mala –pese a que contó con Tip y Coll–. Lo mejor de esta cinta es que Summers se fue a Cádiz y pregunta a la gente a pie de calle cosas como qué es un ménage à trois, una felación, un orgasmo, una vagina... Nadie sabía nada. Es del año 1977... alucinante. Mujeres que no saben qué es una vagina. Esa película es una foto de España tras cuarenta años en los que el sexo había estado reprimido. No vale cinematográficamente, pero sí sociológicamente.

–Hubo películas de Summers muy alabadas por la crítica: ‘Del rosa al amarillo’, ‘Adiós, cigüeña, adiós, ‘Juguetes rotos’... pero otras no. A veces injustamente. De la trilogía ‘Tó er mundo e güeno’, guardo un magnífico recuerdo, con cumbres surrealistas, como cuando mete un velatorio en un urinario público.

–Hay muchos Summers y cada generación tiene el suyo. La gente de la suya, que creció con esa trilogía, suele hablar muy bien de ella. Otras generaciones anteriores, por ejemplo, dicen maravillas de Adiós, cigüeña, adiós. Por ejemplo, la actriz Rosario Pardo, que lideró la recogida de firmas en Jaén para que los menores pudiesen ver la película.

–Es una película de 1971 que trata el sexo entre adolescentes y tuvo un enorme éxito no solo en España, sino en Hispanoamérica.

–Rosario Pardo me dijo que fue una de las tres películas que más le han marcado. He hablado con argentinos que recuerdan todavía lo que supuso para ellos verla. No hay un caso similar en el cine español. Yo, la primera vez que vi la trilogía, no me hizo mucha gracia, porque estaba en otro momento vital. Pero cuando la he vuelto a ver me reí muchísimo. Es evidente que tiene imaginación y valores, aunque no sé si cinematográficos.

–Summers era de una de esas familias llamadas “del régimen”. Su padre fue gobernador civil en Huelva y Granada. Los padres de las películas de Summers son tremendamente autoritarios.

–Pero parece que su padre no era una persona especialmente autoritaria en el entorno familiar, ni siquiera era muy religioso. Además, tenía inquietudes artísticas que probablemente heredó Summers. En general, Summers ataca a la autoridad, da igual que sea un cura, un padre o un policía municipal.

–¿Y su anticlericalismo feroz? ¿De dónde viene?

–La madre era tremendamente religiosa, hasta el punto que contrataba a un seminarista para que les leyera vidas de santos. Además está el contexto de la época, absolutamente nacional-católico. Es normal que una persona de natural rebelde como Summers se rebelase contra todo eso. Su hermano Paco me contó que Summers, con 14 o 15 años, se confesaba con un cura con el que tenía amistad: “Padre, me arrepiento de haber hecho manitas con mi novia”. Y el sacerdote le preguntaba: “¿Por qué lo has hecho?”. A lo que él contestaba “Es que me da gustirrinín”. El cura zanjaba: “anda, que te voy a dar una patada que vas a llegar al sagrario”.

Summers era un tío que tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Siempre estaba del lado de los más pobres

–Gustirrinín, palabra claramente summeriana.

–Absolutamente. Le gustaba provocar. Conocía muy bien toda la parafernalia católica y sabía cómo darle las vueltas para reírse. En La Biblia en pasta, cuando Caín mata a Abel, las ovejas del rebaño se ponen a balar con el soniquete del rosario. A cualquier otro lo hubiesen matado.

–La censura se cebó con sus películas, pero él no se calló en la prensa y sus broncas con este organismo fueron sonadas. Usted habla de ‘summerfobia’.

–Otros directores de su generación eran más crípticos, más metafóricos, y se dirigían a un público mucho más minoritario, de festivales cinematográficos y esas cosas. Pero Summers era un director que hacía películas muy directas y comerciales y llegaba a muchísima gente. Eso hizo que lo vigilasen especialmente.

–La censura lo tenía señalado, pero en el régimen encontró sus apoyos. Como el de Emilio Romero, director de Pueblo, periódico de los Sindicatos Verticales del Movimiento.

–Ahí fue muy importante Tico Medina. No sé cuándo llegaron a conectar, pero tuvo que ser muy pronto. Hace poco me mandaron una noticia de Pueblo, firmada por Tico Medina, en la que se habla de Summers haciendo la mili en Tarifa.

–Cuando llega la democracia se convierte en un furibundo antisocialista. O mejor dicho, antifelipista, algo que todavía no le han perdonado algunos.

–Lo curioso es que no tenía mala relación con Felipe González. Uno de los mejores amigos de Summers era José Luis Coll, que era socialista y muy amigo del presidente. Summers siempre estuvo contra el poder y estoy convencido de que si hubiese vivido con Aznar hubiese pasado lo mismo. Pero sus ataques fueron más contra Alfonso Guerra que contra González. Guerra, en sus memorias, cuenta que cuando lo defenestraron, Summers le mandó una carta con una viñeta mostrándole su apoyo, pero él no respondió y, meses después, murió Summers. Siempre ha llevado clavada esa espinita.

–El matrimonio es también diana de sus dardos. Lo ve como un lastre para los hombres, no para las mujeres. Hoy esto no gustaría.

–En eso sigue la opinión general de su momento. Es la mentalidad de la época. No podemos juzgar con la mentalidad de ahora las cosas del pasado. Sin embargo, Summers tiene una película muy interesante, ¡Ya soy mujer!, en la que la historia se narra desde el punto de vista femenino. También está El juego de la oca, cuyo guión lo hace con Pilar Miró, y que narra un triángulo amoroso en el que también está muy presente este punto de vista.

–¿Se le fue agriando el carácter con tanta bronca? Viendo el documental me dio esa sensación.

–No, no creo que se agriase. Lo que sí se fue haciendo cada vez más autocrítico. Él era consciente de que el cine se le estaba acabando y sus últimos proyectos estuvieron vinculados a la televisión. Quería recuperar la idea de Juguetes rotos, su obra maestra, que ni siquiera sus mayores detractores le discuten.

–Pero con esa película se arruinó.

–Paradójicamente sí. E hizo como Escarlata O’Hara. Se dijo a sí mismo que jamás volvería a arruinarse, porque tuvo que volver a pedir dinero, publicar viñetas en Pueblo, etcétera. Aún así volvió a hacer películas personales que también le fueron mal. Digamos que su filmografía es como unos dientes de sierra en la que se alternan los fracasos de sus obras más personales con películas comerciales. A veces no tenía suerte.

Summers llegó más lejos en el humor gráfico que en el cine. Mingote lo admiró mucho

–¿Por qué dice eso?

–Hace Ángeles gordos, que es una película muy buena, y la estrena en Madrid el mismo día del golpe del 23-F. Al mismo tiempo que estaban entrando los guardias en el Congreso él estaba en un cine de la Gran Vía. Cuando fue a estrenarla en Barcelona coincidió con el asalto al Banco Central. Sus últimas películas fueron las de los Hombres G, Sufre mamón y Suéltate el pelo.

–Hay una cosa de Summers que me llama poderosamente la atención, más en estos años de culto a la imagen y la estética. Su atracción por los tullidos, los tontos, los feos... A todos los trata con una ternura fuera de lo común.

–Summers era un tío que tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Siempre estaba del lado de los más pobres. A los de arriba, sin embargo, les tocaba las narices. Les gustaban los personajes estrambóticos y raros. Iba con el coche, veía alguien de este tipo, se paraba y le decía: “¿Usted quiere hacer una película?”.

–Como humorista gráfico Summers tenía un dibujo muy naif, pero con unas cargas de profundidad... No me resisto a recordar esa viñeta en la que un chaquetero de la Transición levanta el puño en la cama y su mujer, con sus correspondientes rulos, le dice algo así: “a ver si levantas también otra cosa”.

–Con Fran G. Matute hemos llegado a la conclusión de que llegó más lejos en el humor gráfico que en el cine. Mingote lo admiró mucho.

–Aunque vivió en otros sitios, especialmente en Madrid, su relación con Sevilla siempre fue entrañable.

–De los nueve hermanos Summers, todos nacieron en Sevilla menos uno. Manolo lo hizo en el edificio Cristina, aunque luego se mudaron a Carlos Cañal. Veraneaba en un chalet en la Antilla, algo que para él fue importante. Sentía también gran simpatía por Huelva. Su padre era de la Palma del Condado, donde Summers rodó La niña de luto. De hecho era aficionado del Real Madrid, el Betis y el Recre. En una de sus últimas entrevistas, antes de saber que estaba enfermo, dejó claro que quería morir en Sevilla. Así lo hizo. Está enterrado en el cementerio de San Fernando.

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