"Sevilla se tiene que quitar la careta: la de la falsedad y la de la incultura"
Javier sánchez menéndez. Editor, librero y poeta
Fundador de la editorial La Isla de Siltolá, con un catálogo de 400 títulos, y autor de una extensa obra; es también el impulsor de una librería que resiste los tiempos digitales en San Bernardo
Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964) lo tiene todo planeado hasta el día de su muerte. En un módulo de oficinas que compró hace tiempo, ha atesorado buena parte de los libros que pretende leer antes de la temida visita de la Parca, como si de un ermitaño laico y urbano se tratase. Para librarse de toda tentación que le pueda distraer, este editor, librero y poeta ha pasado la gestión de sus negocios (la editorial y la librería La Isla de Siltolá) a dos de sus hijos. Lo único que quiere el autor de El baile del diablo (Renacimiento), según manifiesta, es dedicarse a "la contemplación". Durante la conversación, el entrevistador detecta un tono de desengaño en las palabras de este antiguo jugador de balonmano reconvertido en poeta por una lesión de codo. Sin embargo, ya en el bar, durante el aperitivo, no tardará en aflorar su lado bon vivant (dos copas de tinto Barbazul y otras dos de oloroso seco fueron testigos de la metamorfosis). Como editor, Sánchez Menéndez puede presumir de un catálogo de 400 obras de pura literatura; como librero, de mantener un negocio abierto en San Bernardo contra viento y marea; y como autor, de ser el padre de un buen puñado de libros, algunos traducidos a varios idiomas. Es articulista de Huelva Información, periódico del Grupo Joly.
-Cuando más tarde escriba esta entrevista pondré que usted es editor, librero y poeta. No sé si se siente reflejado en estos oficios.
-Monté la editorial en 2009 con la intención de sólo publicar literatura, porque ya hay demasiada basura en este país. Por su parte, la librería la abrí hace más de dos años. Sin embargo, la gestión de los dos negocios se la he pasado a mis hijos. Si debe poner alguna profesión ponga la de lector, que es a lo que me quiero dedicar ahora fundamentalmente. Me conformo con eso.
-Me llamó la atención que abriese una librería de evidente calidad literaria en un lugar extramuros, San Bernardo. Lo normal es que este tipo de negocios se monten en el centro. ¿Ya se ha arrepentido?
-Qué va. San Bernardo hoy está muy cerca de todo y tiene un público exquisito. Además, el centro se ha convertido en una aglomeración de turistas y de negocios de servicios. La bulla, muchas veces, no trae cultura.
-¿Cómo definiría La Isla de Siltolá?
-Es una librería literaria, pero también el escaparate de la editorial homónima, que tiene ya un fondo de más de 400 títulos.
-Un poco enigmático el nombre. ¿De dónde viene?
-De ningún sitio. La Isla de Siltolá es un lugar idílico y bucólico donde todos los poetas deberían vivir una temporada. En su mapa encontramos el océano de Hamlet, el mar de Platón, la villa de Ulises, el puerto de Willy Fog, el cabo de la Mancha... Un lugar que no existe pero que debería existir. Allí donde reina el silencio y la soledad, donde uno puede estar alejado del mundo.
-¿Por qué las ínsulas llaman tanto la atención a los literatos? San Borondón, Utopía, Barataria, la Isla del Tesoro, la de Redonda...
-Porque están aisladas y nos remiten a la idea de paraíso. En nuestra web tenemos un poema de Adam Zagajewski que descubrí después de ponerle el nombre a la editorial: "De la indolencia inocente, de la Grecia de las lecturas/ y de la Jerusalén de la memoria surge de súbito/ la isla del poema, isla deshabitada,/ que un nuevo Cook descubrirá algún día". La isla supone la evasión del autor en un lugar sin ningún contacto directo con el mundo.
-Tanto en su librería como en otras, se da mucha importancia al vino. ¿Qué tienen estos caldos que maridan tan bien con la literatura?
-Los libros y el vino se llevan estupendamente, y más en esta tierra de Andalucía, con una gran tradición vinícola, a la altura de los niveles mundiales más exigentes: Jerez, Montilla Moriles, el Condado, Cádiz... El librero tradicional, ese que se escondía tras el mostrador, ha muerto. El librero actual tiene que estar siempre ofreciendo alternativas. Una de ellas es el vino... ¿Hay algo más bonito y más barato que regalar una buena botella de vino y un libro? En la Isla de Siltolá también se da mucha importancia a la música y, próximamente, tendremos una exposición de grabados de Ramón Eder, un gran aforista que vive en San Sebastián. En general, vendemos cultura.
-Hablando de música, me han contado que es un gran aficionado a los viejos discos de vinilo.
-Un poco. Nunca me ha gustado la perfección. Del vinilo me gusta el ruido, la imperfección... digamos que el arte y la cultura, en general, suenan siempre mejor en la imperfección.
-Usted nació en Puerto Real, ¿simple capricho del destino?
-Mi padre montó allí una sastrería, pero nos fuimos muy pronto debido a que uno de mis hermanos nació con asma y el clima de la Bahía es nefasto para esta enfermedad. Sigo conservando muy buenos amigos y voy con alguna frecuencia.
-Actualmente reside en Sevilla...
-Después de Puerto Real nos fuimos a vivir a una finquita que había entre San José de la Rinconada y Brenes. Mi vida se ha hecho prácticamente en Sevilla, aunque pasé también una temporada en Moguer.
-¿Y es de los sevillanos que odian la ciudad o de los que la aman?
-Soy un gaditano con una relación amor-odio con Sevilla, una ciudad que se tiene que quitar la careta.
-¿Qué careta es esa?
-La del chovinismo, de la falsedad, de la incultura... Conozco un poco el mundo y puedo decir que es una de las ciudades en las que se vive mejor, pero tiene mucho oculto.
-¿Y Moguer?
-Llegué a Moguer por motivos deportivos.
-¿Deportivos?
-Sí, jugaba a balonmano. Después de Moguer me vine a jugar al Colegio San José (Los Padres Blancos), cuando estaba en primera nacional. Me lesioné el codo y se acabó mi carrera deportiva.
-Pero volvamos a Moguer...
-Estuve allí estudiando y jugando en el equipo del Pedro Alonso Niño. Tenía una casa, la manutención, algún regalo y, sobre todo, un trato exquisito por parte del club... Aquello era un pueblo en el que conocías al alcalde, al cura, a las fuerzas vivas... Un entorno algo bucólico que me sirvió para conocer una parte de Andalucía que es muy diferente a la de Puerto Real... También la obra de Juan Ramón y lo que había inspirado una parte de la misma. Para mí, Juan Ramón es un referente. En su poesía hay verdad y esencia; es inagotable. Otros de mis referentes son Luis Rosales, Nicanor Parra...
-Antes se reclamó como lector. Fue Borges el que dijo que presumía más de los libros que había leído que de los que había escrito. ¿De qué lecturas presumiría usted?
-Es muy importante Platero y yo... Por supuesto, Bécquer, el padre de la poesía moderna. También -además de los ya mencionados Luis Rosales y Nicanor Parra-, Rilke, Leopardi, Ezra Pound... Toda la generación del 50: Claudio Rodríguez, Ángel González...
-Alguna vez ha reivindicado dos palabras un tanto olvidadas en esta sociedad estresada y digital: lentitud y placer.
-Mi buen amigo Gregorio Luri y yo hablamos bastante de lo necesario que es la lectura y la creación en lentitud. La lentitud es uno de los caminos del placer. Yo puedo tardar un año en crear un poema...
-Pues tiene una obra numerosa...
-Al principio escribí mucho, pero me quité del ambiente cultural y literario durante quince años, porque pienso que todo eso es una farsa, una mentira. Ahora estoy más preocupado por los libros que no voy a poder leer antes de morir que de los reconocimientos que me puedan hacer.
-Se suele comentar que muchas de las editoriales andaluzas han sobrevivido gracias a subvenciones de la Junta...
-Es totalmente cierto. No sólo en Andalucía, sino en toda España, ha habido un momento de despilfarro general. En nuestra región, históricamente, siempre había existido un sector editorial exquisito. Luego llegaron las subvenciones y esa falsa industria cultural....
-¿Y su editorial, ha recibido alguna subvención?
-Ninguna. Desde el 2009 hasta ahora no he recibido para edición ni un sólo euro. Tampoco lo he pedido.
-¿Y se puede sobrevivir sin subvenciones?
-Usted lo ha dicho: simplemente se sobrevive. Como en todo, uno se lleva grandes alegrías y grandes chascos.
-Sin embargo, tiene un catálogo con bastantes nombres...
-Sí, con muchos nombres importantes.
-Luis Alberto de Cuenca, Enrique García-Maiquez, Aquilino Duque, Francisco Bejarano...
-Todos esos nombres que usted dice están unidos, digamos, por una cierta tendencia, pero en el catálogo de La Isla de Siltolá también hay muchos otros poetas importantes de otras tendencias diferentes... Yo defiendo a todos... También me gusta mirar fuera: hemos recibido dos premios nacionales de literaruta en Costa Rica, uno a Luis Chaves y otro a Mauricio Molina. Tenemos publicados libros de chilenos, argentinos...
-La patria literaria no es España, sino el español.
-Efectivamente. Uno de los mayores problemas que existe es que nos cuesta mucho aceptar otras voces.
-Está ese famoso libro del gran editor que es Mario Muchnick, Lo peor no son los autores. ¿Su trato con éstos es placentero?
-No siempre, es muy difícil. Algunos son exquisitos, pero hay otros a los que la editorial les está dando una oportunidad, pese a que no han demostrado nada, y se creen que son Truman Capote. En esta vida hay que ir siempre con mucha humildad.
-En algunos poemas suyos se ve una preocupación filosófica, pero también sentido del humor.
-Hay de todo, pero acepto el comentario. Como bien vio María Zambrano, la unión entre filosofía y poesía es muy profunda. Yo intento mostrar en mi poesía esa trascendencia, pero estando aquí, en un mundo compuesto por escaparates, paseos, humo, sonrisas... Pretendo llevar la trascendencia a esos momentos cotidianos. Hay un libro de Luis Rosales, Oigo el silencio universal del miedo, en el que hay mucho humor, pero también mucha trascendencia. A mí me interesa más la ética que la estética. Procuro buscar la ética sin tener en cuenta la estética para nada. No me gusta la poesía que es toda formalismo... Si uno busca la esencia a través de la ética, la estética aflorará sola.
-Se suele decir que el de los poetas es un gremio de malvados, siempre sumidos en guerras intestinas sin piedad.
-Hay muchos aprendices y muy pocos poetas. Todo parte de una ausencia de humilidad. En esta sociedad vamos muy rápido y todos queremos el reconocimiento. Si hace falta, se ponen zancadillas al contrario sin ningún tipo de problema. Por eso, como dije antes, lo mejor es buscarse una isla. Hay que reconocer que vivimos en sociedad y es muy importante ser educado, pero lo demás nos debe importar un pimiento.
-¿Y la prosa, le interesa?
-Muchísimo, sobre todo la poética. Se está escribiendo narrativa que es pura poesía, como Ordesa, el último libro de Manuel Vilas; o el de Isabel Bono que ganó el Premio Café Gijón, Una casa en Bleturge. Parte de mi obra es poesía en prosa, por eso le decía antes que uno de los libros que más me interesa es Platero y yo.
-¿Qué opina de la perfopoesía?
-Que se queda en perfo. Ahora hay mucha poesía de cantautores, estilo Marwan, que es la misma que todos escribíamos con quince años a nuestras novias del instituto. Vivimos en un país de mentira.
-Tiene algunos ensayos sobre la poesía sevillana. ¿Qué le parece el panorama actual?
-Esos libros son ya antiguos. El panorama actual de Sevilla es comparable al de cualquier otra ciudad española. Es decir, hay muchas voces aisladas, algunas de las cuales son interesantes y otras no.
-¿Alguna que le interese especialmente?
-Me interesa mucho la poesía de Javier Salvago. Tiene ese tono de humor del que hablábamos antes.
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