“Lo de ‘Sevilla Ciudad de la Música’ es una etiqueta sin verdadero contenido”
Ventura Rico | Músico
Como profesor, músico y gestor cultural lleva años siendo uno de los referentes de la música antigua en Sevilla
Es cofundador, junto al norteamericano Barry Sargent, de la Orquesta Barroca
Ventura Rico (Sevilla, 1963) se crió en la calle Betis, aunque no responde a lo que el tópico considera como un trianero de pro. Más bien parece un habitante de una de esas ciudades medias del norte de Europa: hombre culto, educado, comprometido con el avance cultural de su ciudad... Eso sí, su talante alegre y siempre abierto deja clara su condición meridional. Violagambista desde que escuchó este instrumento en la radio, su formación empezó en el conservatorio de Sevilla y se amplió en otras instituciones como la Hochschule für Musik de Viena y el Koninglijk Conservatorium de La Haya. Además ha formado parte de agrupaciones como la Orphenica Lira, La Capella Reial de Catalunya, Al Ayre Español, Poema Armonico, La Real Cámara o el consort de violas Private Musike de Viena. Pero por lo que Ventura Rico es famoso en la ciudad es por ser el cofundador de la Orquesta Barroca de Sevilla, un milagro de casi treinta años de existencia que ha superado toda clase de obstáculos, entre los cuales se encuentra la ceguera de las administraciones públicas. Ventura Rico solo pide que en la entrevista conste su agradecimiento a dos de sus profesores del Instituto Triana: Cayetano Navarro (Griego) y Pedro Ruiz Morcillo (Historia). “Los tengo en mi altarcito personal”. Deseo concedido.
–Su padre era un conocido magistrado, pero usted se metió a músico.
–Con harto dolor de mi padre, que llevó fatal que no estudiase Derecho. Pero mi madre era profesora de música y yo me enganché.
–¿Cómo era el conservatorio de su época?
–Había muchos menos alumnos que ahora, pero estábamos mucho más convencidos. No existía la moda de llevar al niño a ver si le gustaba la música. Lo de los papás que creen que tienen a Mozart en casa es tremendo. El sistema de la enseñanza musical en España está muy mal enfocado. Harían falta centros de enseñanza para niños que no quieren ser profesionales, pero les gusta la música y tocar un instrumento por afición.
–Debido al caso Arny, su padre, el magistrado Rico Lara, fue objeto de uno de los linchamientos mediáticos y sociales más repugnantes de la historia reciente de España. ¿Cómo se vivió aquello en su familia?
–Imagínese que de repente toda su vida se ve absorbida por una catástrofe de esa envergadura... Mi padre se levantó un día, fue a trabajar y se vio involucrado en un caso en el que sufrió una indefensión absoluta, con todos los medios señalándolo, la gente insultándolo por la calle, suspendido de empleo y sueldo... Yo he tardado muchísimo en poder hablar de todo esto sin que se me haga un nudo en la garganta. Ahora hay un documental dirigido por Juan Moya que recoge muy bien lo que fue aquello: una chapuza que dio la medida de lo que era España. Toda la sociedad se regodeó en un linchamiento público de personas inocentes. La instrucción de la juez fue una chapuza, demostró una incompetencia absoluta. Fue un fracaso del sistema judicial.
–¿Y los periodistas?
–Se lucieron. Fueron de un amarillismo absoluto, con grandes estrellas animando el linchamiento. Hay gente que ha perdido disculpas veinte años después... Otros ni eso. Se llegaron a forzar declaraciones de los chicos a cambio de droga. Insisto, dio la nota de un país muy primitivo, donde la presunción de inocencia se pisotea sin problemas. No sé si hemos hecho como sociedad esa reflexión.
–Vayamos a temas más amables. Su especialidad es la viola de gamba, hermoso instrumento.
–Fue una casualidad, como la mayor parte de las cosas. Rodrigo de Zayas estaba formando su grupo Taller Ziryab y buscaba gente para tocar la viola de gamba. Yo entonces estudiaba violín y, desde que escuché por primera vez una viola de gamba en la radio, me encantó. Fui a casa de Zayas y me puso en las manos una viola de gamba de 1669 . Me dejaban un cuarto y yo iba todos los días a aprender a tocar el instrumento, porque evidentemente la viola no podía salir de la casa de Zayas. Acabé estudiando con el que fue mi maestro, José Vázquez, que enseñaba en Viena y vivía en Basilea. Estamos hablando de 1981.
–Hoy hay mucha afición a la música antigua, pero en 1981 la cosa debía ser muy diferente.
–No había nada. Conseguir una partitura o un disco era una aventura. Uno iba a los cursos básicamente a fotocopiar todo lo que pudiese para tener material con el que estudiar. Era un ambiente minoritario pero muy agradable, curioso y alternativo.
–Es usted fundador de la Orquesta Barroca de Sevilla, que ya es una institución cultural fundamental para la ciudad.
–La fundé junto al violinista estadounidense Barry Sargent. Nos conocimos a principios de los noventa y pensamos formar una orquesta con gente joven de la ciudad. Aquello fue cuajando... hasta hoy, con más de veinte discos y cerca de mil conciertos. Actualmente soy, además de músico de atril, el gerente de la orquesta. Me encargo de buscar los recursos económicos, garantizar el funcionamiento de la orquesta, hacer los programas, la plantilla, etcétera.
–¿Cuál es su balance?
–Personalmente muy positivo, porque gracias a la orquesta he conseguido hacer una vida muy plena. Nuestro sistema es no tener un director fijo, lo que nos permite trabajar continuamente con mucha gente diferente y muy buena. Esto supone un gran enriquecimiento. Además han venido muy buenos solistas. Yo era profesor del Conservatorio, pero cuando cumplí los cincuenta me di cuenta de que esa labor era incompatible con la orquesta. Opté por la farándula y me alegro mucho. El ser tu propio jefe y no tener un horario no tiene precio.
–¿El momento cumbre?
–Han habido muchos. Recuerdo muy especialmente un Mesías de Haendel en la Salle Gaveau de París, que fue un gran éxito. Algo emocionante. Pero yo valoro todos los conciertos. Cada uno es diferente y emocionante. Últimamente llevamos una trayectoria muy positiva tanto en lo organizativo como en lo musical.
–Una vez dijo en una entrevista que se sentía más protegido por Bruselas que por Madrid. ¿Sigue siendo así?
–La política cultural en España respecto a los grupos independientes es un desastre. No hay por donde coger el sistema de subvenciones ni el de Seguridad Social. No hay grandes redes de conciertos... Ni el Estado ni la Junta parecen tener muy claro que una de sus misiones principales es cuidar el tejido productivo, algo que sí lo tiene, por ejemplo, el Ministerio o la Consejería de Agricultura. La excepción a esto se encuentran en el nivel municipal, donde siempre he encontrado más sensibilidad. No hay una conciencia de que debemos cuidar nuestro patrimonio musical. Especialmente en España e Italia si las comparamos con Francia o Alemania.
–¿Qué tal con la nueva delegada de Cultura del Ayuntamiento, Minerva Salas?
–Estoy esperando a tener una reunión con ella. Nos hemos saludado en alguna ocasión y el alcalde ha venido a un par de conciertos nuestros, lo cual no está mal. Antonio Muñoz vino a uno cuando aún no era alcalde y Monteseirín, en todo su largo mandato, también solo a uno. María del Mar Sánchez Estrella sí era muy aficionada.
–¿Qué temas va a sacar en la reunión con Minerva Salas?
–Básicamente será una reivindicación presupuestaria. Pero también que me ayude a que la Junta de Andalucía se implique más. Todo desde el realismo. Creo que es un error pedirle a la gente más de lo que te puede dar.
–¿Y los sevillanos?
–Sevilla tiene muy buena afición. Entre otras cosas porque tiene el Festival de Música Antigua desde hace muchos años y Fahmi Alqhai, su director, hace una programación equilibrada. Fernando Rodríguez Campomanes lo está haciendo muy bien en el Espacio Turina. Y está nuestra programación. Sí es verdad que los presupuestos que manejamos son raquíticos. Hay que hacer juegos malabares. E, insisto, la Junta de Andalucía está completamente ausente de nuestras vidas. Y Sevilla también es Andalucía. Nunca he conseguido que ninguna institución nos vea como un factor de prestigio, pese a que vamos a tocar al Auditorio Nacional, al Teatro Real, este año vamos a Holanda, Austria, Alemania... La Orquesta Barroca es abanderada de una producción cultural andaluza de calidad, más allá de los iconos folclóricos.
–Dicen que los músicos no escuchan mucha música. ¿Es cierto?
–En mi caso, sí, pero solo hablo por mí. Yo ensayo todos los días siete horas y cuando llego a casa casi prefiero escuchar en la radio una tertulia política para ver qué se está cociendo.
–Pero cuando lo hace, ¿qué música escucha?
–A mí me gusta mucho el cuarteto de cuerda. Creo que es la formación más perfecta de la música clásica: cuartetos de Haydn, Beethoven, Schubert... lo tienen todo. La Muerte de la Doncella, de Schubert, por ejemplo, es una maravilla.
–Un músico.
–El músico más emocionante para mí sigue siendo Bach.
–Los sevillanos desconocemos el rico patrimonio musical de la ciudad, que ha dado a gente como Alonso Mudarra, Francisco Guerrero, Turina...
–Le voy a hacer un examen. Si yo le digo Pedro Rabassa, Antonio Ripa y Domingo Arquimbau, ¿sabe quiénes son?
–Ni idea.
–No lo sabe ni usted ni nadie. Son tres fabulosos maestros de capilla de la Catedral de Sevilla del siglo XVIII. Nosotros hemos grabando una serie de discos de estos músicos que ahí están.... Pero nadie los conoce. Es como si tuviésemos los cuadros de Murillo metidos en cajas. Y ninguna institución publica considera que sea su obligación exhumar estas obras.
–Después están todas estas retóricas, como la denominación de Sevilla como Ciudad de la Música por la Unesco.
–Lo de Ciudad de la Música es una etiqueta sin verdadero contenido. Sevilla está desaprovechando un grandísimo potencial musical. Ya que estamos condenados a ser un destino turístico es una pena que no se visualice la cultura como un atractivo principal. Sevilla lo tiene todo: espacios y talento artístico. Fíjese lo que pasa en Madrid. Pese a su enorme programación tiene más público que oferta. Intentar ir al teatro o a la ópera en Madrid es complicado. Sevilla debería aprovechar eso y convertirse en la ciudad a la que se viene a consumir cultura. En Sevilla, el público de música clásica está muy envejecido. Deberíamos formar nuevos públicos pero eso no se hace de la noche a la mañana, es una labor de años. Mientras tanto podemos acudir al ya formado en otras ciudades.
–¿Y qué necesitaríamos para eso?
–Lo primero un político que estuviese convencido de esa idea y, por supuesto, una inversión inicial, aunque sería rápidamente amortizada.
–¿No son buenos tiempos para la música clásica?
–El ritmo de vida actual rema en contra. No son tiempos de leer una novela de 400 páginas o de escuchar una ópera de tres horas. Pero si transmitimos en este mundo trepidante y lleno de estímulos que un concierto es un paréntesis de belleza, creo que nos podría ir mejor. Hay que hacer un esfuerzo por llegar al público joven.
–En ese sentido, ¿qué están haciendo ustedes?
–Entre otras actividades paralelas tenemos una joven orquesta de chavales entre 10 y 17 años, que está patrocinada por ELI (English Language Institute). También intentamos hacer actividades con alumnos del conservatorio. Están, además, las representaciones de obras de teatro en latín, que hacemos con el Instituto Macarena. El primer año hicimos Dido y Eneas; el segundo, Teseo y Ariadna; y este representaremos Orfeo y Eurídice. Todo imbricado con música. Hasta el momento se han llenado siempre. Incluso lo hicimos ante un congreso de latinistas y se quedaron alucinados. No me quiero olvidar de la Asociación de Amigos de la Orquesta, con más de mil socios. Dan una beca para estudiar en el extranjero. Digamos que la Orquesta Barroca es un pequeño universo multifacético.
–¿A dónde le gustaría llegar?
–A tener una cierta estabilidad en Sevilla. Es decir, hacer una ópera barroca al año en el Teatro de la Maestranza y tener una programación en el Turina mejor dotada económicamente. Además, me gustaría montar un gran proyecto pedagógico musical y humanístico en torno a la Orquesta, trayendo a grandes maestros, organizando cursos... La música es un arte, pero también es un oficio que se aprende haciéndolo. Los músicos son artesanos. También estoy ocupado en preparar a la orquesta para cuando yo no esté, que no sea un proyecto tan vinculado a mí, que pueda durar cien o doscientos años más sin perder su esencia.
–La continuidad es importante.
–Como le escuché en cierta ocasión a un mexicano: “hay muchas iniciativas y pocas acabativas”. Hay que conseguir que no sea el caso de la Orquesta Barroca.
–Una cosa que llama la atención de los ambientes de la música clásica es que la gente es muy educada. En estos tiempos eso es un valor.
–Es cierto, por eso soy un gran partidario de mantener todos los protocolos de un concierto. Cuando veo a los músicos vestidos de calle no me gusta. Las conciertos tienen que tener su liturgia, si no deja de ser un momento especial para convertirse en rutinario.
–Y no sólo los músicos, sino también los espectadores.
–La música es un fenómeno social, como la Semana Santa. El que vayamos todos arreglados forma parte del espectáculo.
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