Ignacio Peyró | Escritor
“Andalucía y Sevilla han sido los grandes emisores estéticos de España”
Esteban Moreno Hernández | Historiador
‘En torno a las murallas de Sevilla. Guía por las puertas y límites de un casco antiguo’ (El Paseo) es el primer libro de Esteban Moreno Hernández (Valencia, 1956), si exceptuamos los de texto para Secundaria que ha realizado como catedrático de instituto de Geografía e Historia. Sin embargo, pese a la bisoñez, este libro es un magnífico resumen de todo lo que se sabe de la historia de la parcialmente desaparecida cerca de Sevilla y de las cuestiones más polémicas que la envuelven, como su derribo en el siglo XIX dentro del espíritu liberal-progresista de la época. Este valenciano por casualidad que se crió en Triana, pertenece a ese grupo de profesores que, desde la asociación Ben Baso, lleva años protegiendo y divulgando el patrimonio histórico-artístico de la ciudad. Sin embargo, a diferencia de otros militantes de la causa, sus maneras y afirmaciones son pausadas y discretas, siempre basadas en la bibliografía y los hallazgos arqueológicos recientes. Con ‘En torno a las murallas de Sevilla’ nos deja a los indígenas y foráneos una herramienta para conocer e interpretar mejor nuestro pasado, así como para disfrutar más de los paseos por una ciudad que nunca deja de dar sorpresas.
–Un trianero de extramuros escribiendo sobre los muros de Sevilla.
–Los castillos siempre me han llamado la atención, porque tienen un potencial explicativo tremendo. Lamentablemente, la historia está hecha en gran parte de guerras. Y las murallas significan guerras, aunque también control fiscal, de población, ideológico... son algo definitorio del Antiguo Régimen.
–En las Siete Partidas, Alfonso X considera la muralla un elemento fundamental para que una población se considere ciudad.
–Como decía García-Tapial en un artículo, una ciudad sin murallas era como un guerrero sin cota de malla. Sin muralla no había ciudad. Hay una identificación absoluta entre los dos términos.
–Los romanos también le dieron mucha importancia.
–Tanto que casi antes de la propia ciudad se trazaba la muralla. Es el caso de la fundación de Roma por Rómulo y Remo. Lo primero que hacen es trazar con el arado el perímetro de la ciudad, que coincide con la muralla.
–Hablemos de las murallas romanas de Sevilla. Es un mito el famoso “Julio César me cercó”. Todo indica que no fue este personaje el que construyó la primera cerca.
–No, si no, ¿por qué tardó un tiempo en conquistar la ciudad? Se tuvo que encontrar con algún tipo de muro. Los partidarios de su enemigo Pompeyo estaban aquí bien asegurados. Pero el mito vive todavía... y no digamos cuando leemos en algunas webs que las murallas medievales que están en pie en Sevilla son romanas.
–¿Qué me dice?
–Sí, creo que Turismo de la Provincia debería revisar su web. Pero le digo una cosa, si no fuese por ese mito de que la muralla era romana el tramo que aún queda en la Macarena hubiese sido también derribado. Uno de los argumentos que se usaron para que no se tirara fue, precisamente, su origen romano. El prestigio de Roma pesa mucho. También la salvó el hecho de que en esa zona apenas había especulación.
–Las excavaciones nos dicen que la cerca romana no era de tapial, como la islámica, sino de sillares.
–Sillares de calcarenita en la mayoría de los casos. Eso lo demuestra el pequeño tramo de nueve metros que se ha descubierto en la Plaza de San Francisco. Lo más interesante es que se no solo se encontró el muro, sino también el pomerium.
–¿El ‘pomerium’?
–La franja sagrada, aproximadamente de unos ocho metros de ancho, que rodeaba toda la ciudad amurallada. Separaba la cerca del territorio donde se podía ya construir. También establecía unos limites de carácter jurisdiccional.
–¿Solo tenemos ese trecho de la Plaza de San Francisco?
–Conocemos algunos sillares de esa muralla romana reutilizados en las del Alcázar. Desde la Plaza de la Alianza hasta la Puerta del León se pueden ver algunos.
–Antes de los romanos también tuvo que existir algún tipo de cerca construida por aquellos fenicios que fundaron Spal, ¿no?
–Debería haberla, ¿cómo iban a proteger, si no, las riquezas mineras, agrícolas y pesqueras acumuladas en el promontorio fundacional?
–Vayamos a los visigodos. ¿Hicieron algo en la muralla?
–Fundamentalmente reformas. Poco más.
–Ya durante la dominación islámica, Sevilla sufre uno de los ataques más importantes de su historia, el de los vikingos.
–Sabemos que sus flechas incendiarias destrozaron las cubiertas de la mezquita de Ibn Adabbas (donde hoy se levanta la parroquia de El Salvador), que entonces era la principal de la ciudad. Los vikingos tomaron la ciudad y, después, hubo que restaurar las murallas. Pero lo que destrozaron sobre todo fueron las zonas de extramuros. Coria y el Aljarafe fueron desoladas y masacradas por completo.
–Cuentan que tras la sublevación de Sevilla contra la Córdoba omeya se destruyeron sus murallas.
–El mundo andalusí era muy complejo, con tribus árabes, aristocracias locales islamizadas, grupos de bereberes... lo que generaba todo tipo de conflictos. En uno de estos, según la documentación, los Omeyas deciden derribar las murallas de Sevilla, que era el castigo más duro que se le podía infligir a una ciudad, porque la dejabas sin defensas frente a saqueadores, ladrones, invasores... Los expertos, sin embargo, hoy opinan que este castigo se limitó al derribo de las puertas, que es lo más simbólico. Aunque estamos hablando de la época musulmana, la muralla es todavía la de origen romano.
–Lleguemos, pues, a la gran expansión de la muralla. La que convirtió a Sevilla en una de las ciudades más grandes de su tiempo. Hay un debate sobre si fueron los almorávides o los almohades los que acometieron esta ampliación.
–Mientras no haya certezas en el sentido contrario, opino que esta ampliación se hizo en varias etapas. Como ha estudiado Borja Barrera, durante el siglo XII el río se desplazó hacia occidente hasta su ubicación actual, lo que deja una amplia zona de terreno que se puede incorporar a la ciudad. Los almorávides, como después los almohades, son conscientes de que son minorías que tienen que controlar no sólo ataques de los reinos cristianos, sino también de la propia población. De ahí la necesidad de este primer grupo de construir una gran albacara, es decir, un espacio vacío al reguardo de las murallas donde ubicar huertas, ganados y campamentos de tropas. Existe la teoría de que esto sería el objetivo del llamado espacio XI del Alcázar, donde posteriormente estarían las atarazanas almohades, la cárcel de caballeros y la Casa de la Moneda. Después vendrían las grandes reformas almohades, con la construcción del antemuro, las torres, las barbacanas, la coracha... unas obras que se aceleran con la victoria de los cristianos en las Navas de Tolosa en 1212.
–Estas ampliaciones no se realizan ya con sillares, sino con la técnica del tapial.
–Tapial con algunas líneas verdugadas de ladrillo. Es una técnica muy antigua y de una gran solidez. Ahí están en pie las murallas que no derribaron.
–Cómo aguantaron las murallas el embate de las mesnadas de Fernando III.
–Muy bien, diría yo. Aguantaron bien hasta que Pelay Correa toma el castillo de Triana y se rompen las famosas cadenas del río. En ese momento era inviable cualquier auxilio del reino de Niebla. Sevilla resistió un año y medio aproximadamente.
–En el recinto fortificado de Sevilla hay un núcleo duro: el Alcázar.
–El Alcázar, o mejor dicho los Alcázares, se construyeron entre el siglo XI y el XVI, con alguna reforma en el XVIII. Todo este recinto era una ciudad palaciega que también servía para que los gobernantes de la minoría norteafricana se defendiesen de la población sevillana. La muralla que queda en la Plaza del Cabildo, con ese paseo de ronda orientado hacia el interior de la ciudad, nos lo está recordando.
–Está claro que el recinto del Alcázar era más amplio de lo que hoy vemos.
–Sí, mucho más amplio, y podemos ver sus restos, como este de la Plaza del Cabildo del que hablamos. También en la calle San Gregorio...
–La ciudad, además de sus murallas externas, tenían otras internas que delimitaban zonas, como la Judería.
–Del muro de la Judería sólo nos queda visible el lienzo de la calle Fabiola. También se adivina en la trasera del monasterio Madre de Dios. Se ha documentado debajo de la Casa de los Mañara y en la calle Mateos Gago, donde hay un QR cuya información está muy bien.
–La Morería, el barrio de los mudéjares en tiempos cristianos, también estaría cercado, ¿no?
–Se piensa que la Morería, que estaría donde hoy la plaza del Cristo de Burgos (como nos recuerda la propia calle Morería), más que por murallas estaría cercada por una tapia que encerraría un conjunto de adarves. Era una población muy escasa.
–Hablemos de los usos de las murallas. No sólo tenían una función militar, sino también otras como la fiscal.
–El control fiscal es fundamental en el uso de las murallas. En las puertas siempre hay guardias que controlan las mercancías que entran y cobran por ellas. Estos cuerpos de guardia también ejercían un control ideológico, fiscalizando qué libros y documentos entraban en la ciudad. Con la Revolución Francesa Carlos IV ordenó que se controlasen qué papeles entraban en las urbes. Las murallas también son el símbolo de la autoridad municipal. Y, además, en Sevilla tenemos la importantísima función de protección de la ciudad frente a las inundaciones. Muchas veces las murallas cedieron en las riadas y había que reconstruirlas. Por ejemplo, las que se encuentran hoy bajo el acerado de la calle Torneo. En casi todas las puertas que se conservan, como el Postigo del Aceite, podemos ver las llamadas “cárceles”, esas ranuras por donde corrían unos tablones calafateados para proteger a la puerta batiente de la riada. Cuando se comenzaron a tirar las murallas Sevilla quedó desnuda frente al río. Fue el momento en el que la ciudad empezó a sufrir realmente las avenidas, con esas fotos de la Alameda o la Puerta de Jerez completamente inundadas. Se tuvo que recurrir a un complejo y costoso plan de obras públicas para desviar el río. Es decir, que con su muralla Sevilla perdió también su río vivo.
–Imagino que habría mucha picaresca para evitar las puertas de la muralla y sus puestos de control.
–Indudablemente. Hay mucha documentación sobre portillos y agujeros abiertos de manera ilegal. Al ser la muralla de tapial, era relativamente fácil hacerlos. También se aprovechaban las casas adosadas para saltar por encima. Nunca se pudo conseguir un control cien por cien de personas y mercancías.
–Llegamos al derribo de las murallas. Otro mito es que éste se produjo con la Gloriosa, cuando lo cierto es que comenzó antes.
–Con la Gloriosa se aceleró, pero ya en los años cincuenta del XIX hay presiones de los círculos industriales y mercantiles muy vinculadas a la llegada del ferrocarril a la ciudad. Había un gran afán para que el tren llegase al puerto de Sevilla para revitalizarlo. De ahí que la primera estación se ubicase en el Campo de Marte, un solar de maniobras militares donde hoy está Plaza de Armas. Esto suponía que estorbase tanto el paseo arbolado que allí había y la muralla. A partir de 1855 va cayendo el lienzo de muralla desde la Barqueta hasta Plaza de Armas. La empresa ferroviaria se comprometió a desmontar las puertas de Barqueta y San Juan y trasladarlas a otro espacio, pero nunca lo hizo. La ciudad abandonó su muralla, su patrimonio municipal. Se cambió la barrera de la muralla por la de las vías del tren, el famoso dogal ferroviario.
–Pero es cierto que las murallas, de alguna manera, habían degenerado. Vamos, que no eran las murallas de Ávila como las conocemos hoy. Se mantuvo lo que estaba mejor.
–Mejor porque ese tramo estaba menos acosado por la especulación y la demografía. Los barrios del norte eran los más vacíos y donde menos necesidad había de conectar extramuros con intramuros. Es cierto que las murallas estaban abandonadas, pero incluso informes del Ejército destacaban su condición de monumento que había que mantener. A las murallas les perjudicó mucho que Sevilla no fuese calificada como plaza fuerte.
–Muchos tramos de la muralla se encuentran embutidos en el caserío.
–Ahí están los casos de las calles Tintes o Castelar, que cuando se hace una obra siempre aparece. De los 7.000 metros que tenía la muralla se han conservado unos 4.000 metros entre restos emergentes y medianeras. No está mal.
–En el derribo de las murallas también operaron motivos ideológicos y de salud pública.
–Fue una acumulación de causas. El factor ideológico es importante. En el siglo XIX los nuevos estados liberales tienen claro que las murallas, con sus puertas con escudos de la realeza o la nobleza, representan lo viejo, el Antiguo Régimen. Había que construir ciudades nuevas, sobrepasar las murallas. Además, en extramuros se construirán las nuevas fábricas y había que facilitar la comunicación. No se puede entender el derribo de murallas en toda Europa sin las revoluciones burguesa e industrial. Los solares al otro lado de la muralla adquirieron precios muy altos. Además, el derribo también significaba la desaparición del control fiscal. Respecto a las teorías higienistas, éstas creían que el ambiente que creaban las murallas era insalubre. Lo cierto es que con los sistemas de alcantarillado tan precarios de la época, el ambiente y los olores tenían que ser espantosos. El lema era “que entre el aire a la ciudad”.
–Aunque minoritaria, hubo oposición a la demolición.
–Sí, como la de las Academias o la Comisión de Monumentos, pero la gran mayoría de la gente aquello lo vio como la oportunidad de ganar un jornal. En el caso de la muralla de la Macarena hubo hasta protestas vecinales porque no se les derribaba su parte de muralla. Hasta el punto de que se autorizan los dos últimos portillos, que son los que dan a Muñoz León. La puerta del Arenal se derribó a petición de los vecinos. Somos una ciudad especializada en derribos.
–Me quedo con lo positivo. Se mantuvo un tramo muy bonito.
–Sí, con esa magnífica Torre Blanca, que probablemente se llama así por el finísimo enlucido que tenía la muralla. Es un tramo muy completo, con su antemuro, sus torres y el camino de ronda. Ahora es fundamental que la muralla sea visitable. También necesitamos un centro de interpretación. Como propuso García-Tapial podría estar ubicado en la Casa de la Moneda.
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