“Sevilla necesita un buen plan de movilidad y otro de sombra”
Raquel Rico Linage | Poeta y profesora de Historia del Derecho
Mujer activa y contemplativa a la vez, estudiosa del liberalismo del XIX, poeta de obra y vocación, dedica parte de sus desvelos a construir una Sevilla más abierta y moderna
Ya al final, cuando el entrevistador se está poniendo el abrigo, Raquel Rico (Málaga, 1948) le hace un reproche: “apenas hemos hablado de poesía”. No es una queja gratuita, pues si hay algo que identifica a esta profesora jubilada es su dedicación a la escritura poética, por la que ganó los premios Nacional María Espinosa, en 1983, y Luis Cernuda, en 1993. Da la sensación de que todo lo demás, sus trabajos académicos sobre la historia del constitucionalismo y los liberales españoles del XIX, su activismo ciudadano en la plataforma Iniciativa Sevilla Abierta o su actual dedicación a promover el ‘cohousing’ en Sevilla, son aspectos secundarios. Mujer de la escuela progre de los sesenta, Raquel Rico pertenece a esa Sevilla burguesa e ilustrada que reniega del barroquismo de la ciudad y pregona la utopía de una ciudad más moderna y abierta, más europeizante que orientalizante. De su educación antigua y de sus años universitarios conserva una dignidad profesoral en la postura y la expresión, una amabilidad que en ningún momento se desborda. Es eso que antes se decía una “señora” (sin ánimos de ofender).
–Profesora de Derecho y poeta. El código y el verso. ¿Hay algún tipo de contradicción?
–Estudié Derecho por llevar lo contraria. Cuando empecé la carrera, en 1965, parecía que la carrera obligada de las mujeres era Filosofía y Letras. Pero yo quise coger otro camino. La vocación poética no tiene nada que ver con la carrera o profesión que uno escoge.
–Al igual que pasa con la poesía, la materia prima con la que trabaja el Derecho es el lenguaje. Para legislar bien hay que escribir bien. Sin embargo, últimamente las leyes son auténticos galimatías, los mortales no las entendemos.
–Los profesionales también tienen grandes problemas para comprender esos textos. Hay muchas leyes y son muy farragosas. Es evidente que están mal redactadas, por lo que surgen muchos problemas cuando hay que ponerlas en práctica.
–¿Le daría clase de literatura a los legisladores?
–No lo descartaría... Mi principal problema con los alumnos antes de prejubilarme era que llegaban a la Universidad sin conocer el castellano. Era frecuente que los estudiantes no entendiesen los textos con los que había que trabajar. El no saber con exactitud lo que la palabra nombra es un gravísimo problema.
–¿Echa de menos las aulas?
–No, no las echo de menos.
–Es una respuesta triste.
–Siempre me ha gustado mucho enseñar, la de profesora es una profesión que me ha dado muchas satisfacciones. Pero es cierto que me prejubilé por el cansancio que me producía intentar enseñar Historia del Derecho a muchos alumnos que tenían una formación pésima.
–Poesía y Derecho... Me imagino que no es casualidad que haya estudiado la figura de Manuel José Quintana, un poeta que estudió Derecho en Salamanca.
–En principio, mi decisión de estudiar la figura de Quintana no tuvo nada que ver con la poesía. Quintana es una figura interesantísima, valiente, de una cultura inmensa... encontrarla fue un auténtico hallazgo, como Alberto Lista y Blanco White.
–¿Cómo se fijó en él?
–Empecé a estudiar la Gazeta de Madrid, el origen del Boletín Oficial del Estado, un periódico que se creó en la época de Felipe V para formar una opinión pública a favor de la nueva dinastía. Al llegar al siglo XIX me topé con la Guerra de Independencia, que nunca se llamó así, sino Revolución Española (el cambio se debió a arreglos posteriores con una evidente carga ideológica). Esto me llevó a trabajar sobre la prensa y la difusión de las ideas liberales. Fue entonces cuando me encontré con Quintana y su periódico El semanario patriótico, un órgano creado en Madrid que se trasladó a Sevilla cuando la invasión napoleónica... Disfruté mucho con sus poemas que servían para difundir mensajes políticos.
–Lo que hoy se llamaría poesía comprometida...
–Totalmente, eran autores muy comprometidos y con una formación que a mí me impresionaba.
–Lista, Blanco White... durante la Transición estuvieron muy de moda en Sevilla... Hoy apenas se les ve.
–Las modas pasan. Eran figuras que tenían mucha conexión con el momento que se estaba viviendo. La Sevilla actual es muy diferente Blanco White es hoy una caja de bombas.
–¿Ha involucionado la ciudad?
-No lo sé. Lo que sí sé es que me gustaría una ciudad más abierta a las corrientes del mundo contemporáneo, más innovadora... Por eso me metí en Iniciativa Sevilla Abierta, de la que llegué a ser presidenta. Buscamos, sobre todo, que haya en la ciudad un mayor protagonismo de la sociedad civil. Todos tenemos que implicarnos en la mejora de nuestra ciudad.
–¿Sigue siendo Sevilla una ciudad cerrada?
–Mucho, incluso para las relaciones personales. Somos una ciudad difícil, ensimismada...
–¿Es anticuada?
–Digamos que conservadora, lo que no significa que no haya mucha gente que vaya por otro camino. En la Feria me llama la atención cómo la decoración de las casetas es cada vez más repolluda, cuando las tendencias de decoración internacionales van por otro camino. Somos muy barrocos y eso se traslada a nuestra forma de pensar. La mayoría de las esculturas contemporáneas que había en la Expo han desaparecido, incluso algunas tan importantes como la de Anish Kapoor –uno de los grandes– que desapareció cuando se hizo Isla Mágica. Ahora bien, Sevilla también es vanguardia, es una ciudad donde siempre ha habido mucha gente innovadora. Ese es el contraste.
–La pregunta inevitable, ¿las cofradías mandan demasiado?
–Hace poco, en Sevilla Abierta hicimos una mesa redonda muy interesante en la que estaba el hermano mayor del Gran Poder, Félix Ríos Villegas, y el investigador y catedrático de Fisiología José López Barneo. Estuvo francamente bien y todavía la tenemos en la página web para quién la quiera ver...
–¿Y cuál fue la conclusión?
–No hubo ninguna definitiva... Personalmente creo que hay demasiada presencia de la Semana Santa en la ciudad. Una vez tuvimos datos de los permisos dados a procesiones en un año... Eran más de 300.
–Muchos cofrades también se quejan. Lo ven exagerado.
–Es terrible y afecta a la vida cotidiana, los cortes de tráfico, el ruido...
–He visto que es usted malagueña.
–Bueno, nací allí, pero me vine a Sevilla con nueve meses. Mi padre era militar y trabajaba en Hispano Aviación. Ahora tengo una hija que también construye aviones.
–¿Trabaja en el A400M?
–Sí. El otro de mis hijos es entrenador de remo en el Labradores, con un currículum impresionante. Fue seleccionador nacional. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a tener un hijo remero y una hija ingeniera? Son dos profesiones que no tienen nada que ver conmigo.
–Le preguntaba por esa ciudad porque ahora está de moda comparar a la ‘decadente’ Sevilla con la ‘pujante’ Málaga. ¿Qué ciudad tiene usted como modelo?
–Quiero una Sevilla vivible y me interesan mucho las ciudades europeas que han apostado por ser verdes y con un sistema ágil de movilidad. En Sevilla, la movilidad continúa siendo un problema importantísimo. Se siguen haciendo muchos disparates, como el proyecto del Paseo Colón. Para mí, sin duda, Vitoria debería ser la referencia para Sevilla. Viajé allí para comprender por qué, en las encuestas, salía como la ciudad del país con más calidad de vida.
–¿Y cuál es el secreto de Vitoria?
–Pensar en los ciudadanos. Aquí se toman muchas decisiones que no tienen nada que ver con la calidad de vida de la gente. Hay que mejorar muchas cosas en medio ambiente, calidad del aire... Y en la calidad de las obras que se hacen en la ciudad. No se piensan bien las cosas.
–¿Qué medidas urgentes hay que tomar?
–Un buen plan de movilidad y un plan de sombra. Es muy frecuente que las paradas de Tussam estén colocadas justo en el único sitio de la calle donde no da la sombra. Y hay veces que, en pleno mes de agosto, hay que esperar el autobús hasta 20 minutos. Por supuesto también hace falta un plan para fomentar la iniciativa empresarial innovadora.
–¿Es usted feminista?
–Sí, siempre lo he sido. Fui de las primeras profesoras de la Facultad de Derecho.
–¿Y su condición de mujer entorpeció en algo su carrera académica?
–Sí, de hecho tuve que dejar la universidad por ser mujer.
–¿Por qué?
–Cuando yo me quedé en la cátedra de Historia del Derecho para hacer mi tesis, el catedrático que había entonces no pensó que era mi opción profesional, sino una situación transitoria hasta que contrajese matrimonio. Cuando vio que, después de casarme, seguía con la tesis, me dijo que no me iba a apoyar. Leí la tesis y tuve que marcharme. Me dijo que en esa asignatura no había mujeres ... Para mí fue terrible, porque yo me había especializado en algo que no era práctico fuera de la Universidad.
–Pero regresó...
–Por un camino indirecto. Cuando un compañero consiguió ser catedrático en Jerez me llamó para trabajar allí. Muchos años después pude volver. Sin embargo mi ambiente en la universidad, el de mis compañeros, no fue en absoluto machista, sino más bien acogedor.
–¿Cree que queda mucho camino para llegar a la igualdad real?
–Ha habido un cambio decisivo en la mentalidad de nuestras hijas y nietas. Eso es muy importante, pero eso no significa que no sigan existiendo obstáculos considerables.
–¿Es Sevilla una ciudad machista?
–Sigue habiendo una prevalencia del varón sobre la mujer. Cuesta que se reconozca tu capacidad de decidir y tu inteligencia.
–Cambiemos de tercio. He visto que estudió esos catecismos políticos con los que se enseñaban las constituciones en el XIX.
–Es un tema muy bonito. En la Constitución de Cádiz se hablaba ya de que había que enseñar los valores constitucionales. La referencia pedagógica del momento era la religiosa, por lo que se hicieron catecismos de preguntas y respuestas: ¿Qué es la Ley? ¿Qué son las cortes?... Es algo que antes se había hecho en Francia.
–Mi generación tiene muy poca cultura constitucional, lo normal es desconocerlo casi todo de nuestra ley fundamental. Pero, ¿y los estudiantes que llegan hoy a la Universidad, la conocen bien?
–Por supuesto que no. En los colegios e institutos no se da una formación cívica basada en nuestros derechos y obligaciones. Algunos de estos los deberíamos tener grabados en nuestra conciencia.
–Ahora parece que la gente es más de los derechos que de las obligaciones.
–Es horrible. Esto se ha potenciado mucho desde la política, y es algo espantoso. La gente no asume los deberes.
–Crea ciudadanos infantiles.
–Nos ha llevado a una oleada de buenismo malentendido. También ha pasado con la educación de los hijos. Al final se está potenciando lo incívico. Si uno se cree que no tiene deberes termina pensando que el mundo es suyo.
–¿Es usted de las que reniegan de la Transición?
–La Transición fue un momento importantísimo. Lo viví intensamente, porque mi exmarido, Jaime Castiñeira, abrió con Aurora León el primer despacho de CCOO en Sevilla. El problema es lo que vino después, especialmente por el sistema económico, ese capitalismo desmadrado... En la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano se dice que quien no tiene garantizado los derechos y separados los poderes no tiene constitución... Eso, en España, está todavía por hacer.
–Ahora vuelca gran parte de sus energías en un proyecto de vivienda colaborativa, (cohousing). Ana Sánchez Ameneiro publicó el pasado domingo un extenso artículo sobre el tema, pero no me gustaría terminar la entrevista sin un apunte al respecto.
–La soledad de las personas mayores es un problema cada vez más grave y el cohousing puede ser una solución. Antes que nada hay que recuperar la capacidad de poder vivir en grupo. En nuestras casas cada vez entra menos gente, también en las de la gente joven. Nuestra manera de vivir actual nos aísla. Tengo 70 años y me encuentro con muchas ganas de hacer cosas, tomar mis decisiones. El modelo de cohousing consiste en vivir en comunidad, un grupo de amigos que se ayudan mutuamente para vivir la vejez. Es una especie de comuna pero con propiedad privada. Primero se forma el grupo y después se diseña y promueve el edificio. Hay muchos modelos.
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