Ignacio Peyró | Escritor
“Andalucía y Sevilla han sido los grandes emisores estéticos de España”
Paco Aguado | Periodista y escritor
Los aficionados que frecuentan ‘Tendido cero’ están acostumbrados a su inconfundible voz en los siempre interesantes reportajes que firma en el programa de TVE que dirige Belén Plaza. Paco Aguado (Madrid, 1964) es capitalino de pura cepa criado en el meollo del mundo taurino, en ese enclave fundamental del toreo nacional que es la madrileña plaza de Santa Ana. La gran aportación de este periodista y escritor es, sin duda, su monumental biografía de Joselito el Gallo, libro cuya versión ampliada y revisada fue editada por El Paseo y que fue fundamental para reivindicar a una figura de la tauromaquia que, pese a su grandeza, estaba un tanto olvidada. Ahora, Paco Aguado recupera su viejo estudio sobre Morante de la Puebla para ponerlo al día a la luz de las últimas andanzas del maestro. El resultado es ‘Por qué Morante (antes y ahora)’ un libro en el que desgrana y reivindica a la que, con José Tomás, es la gran figura del toreo actual. El volumen sale en el catálogo de ‘El Paseíllo’, la editorial taurina impulsada por David González Romero y Fernando González Viñas que ya se ha convertido en todo un referente para los aficionados. Entre otros muchos libros de Paco Aguado destacamos también su amenísima ‘Historias del toreo que nunca te contaron’ (El Paseo).
–Escribe de toreros sevillanos, pero es madrileño de pura cepa.
–Soy de Madrid, puro gato, del castizo barrio de Huertas. Suelo venir por Sevilla por temas de trabajo. Los madrileños tenemos debilidad por Sevilla y también tenemos un punto de complejo taurino, aunque yo soy un defensor acérrimo de los toreros de Madrid. En general, como buen madrileño, no soy localista.
–En la portada de su libro ‘Historias del toreo que nunca te contaron’ (El Paseo), aparece un mozo de espadas cosiendo un capote en un callejón. Alguien me dijo que era su padre. ¿Es cierto?
–No, pero podría haberlo sido perfectamente. Mi padre fue mozo de espadas, albañil y acabó de tramoyista en el Teatro Español. La foto es muy simbólica y la elegí mucho antes de que se escribiera el libro. Los mozos de espadas conocen los secretos de los toreros. De mi padre y de otros he aprendido mucho... del Chabola, Gonzalito... grandes personajes. Como se suele decir, no hay torero valiente para su mozo de espadas. La intrahistoria del toreo está sin escribir. Hay demasiados relatos hagiográficos y superficiales, pero si la gente supiera qué es lo que se mueve en el toreo por dentro se llevaría una sorpresa.
–¿Y no se va a animar a escribir esa historia?
–Ahí estamos. Vamos haciendo cosas. Hay mucho que abarcar, pero siempre intento ir un poco más allá.
–Usted se ha criado, pues, en el más estricto ambiente taurino.
–Soy hijo del cuerpo.
–¿Ha cambiado mucho ese mundo....?
–Sí, ha dado un giro de 180 grados. Antes la Plaza de Santa Ana era el epicentro del toreo en Madrid...
–...Y su Cervecería Alemana...
–Un sitio fundamental, de lo poco que queda. Era donde el padre de los Dominguín organizaba todos sus negocios. La plaza de Santa Ana era el Wall Street del toro. Allí llegaba un empresario de un pueblo, se juntaba con el Tío Pichorronco –que era José Escolar– en la Campana, y le compraba diez novillos. Después iban a ver a un apoderado que se encargaba de contratar a los novilleros. El mozo de espadas le daba el aviso a los banderilleros... En diez minutos estaba organizado el espectáculo. Y todo, de bar en bar.
–¿Y ahora?
–Toda esa zona está invadida por los pisos turísticos. Es un barrio anulado y despersonalizado. La gentrificación de Madrid se lo está cargando todo.
–El crítico de la Vanguardia, Paco March, recordaba el otro día en un acto de la Maestranza que el turismo fue el que se cargó los toros en Barcelona.
–Sí, puede, pero en el caso de Barcelona el nacionalismo hizo mucho más daño que el turismo.
–Su padre le enseñaría mucho, ¿no?
–Gracias a él conocí a personajes legendarios de la intrahistoria taurina. Gente como El Mudo, con un conocimiento de las cosas del toro tremendo.
–Sin toros, la sociedad española perdería algo.
–Pasa como con la religión católica. Se puede ser ateo, pero ateo católico.
–Ahora vuelve al ruedo literario con la publicación del libro ‘Por qué Morante (antes y ahora)’, con el que retoma y amplía un antiguo trabajo pionero en la reivindicación del gran matador de la Puebla del Río. Dentro del gran árbol genealógico del toreo, ¿en qué rama coloca a Morantes?
–En la rama de la profundidad y del toreo más sincero y hondo. A Morante se le suele calificar como torero artista, pero es mucho más. Es un artista en toda su expresión. Ahora mismo es uno de los artistas más trascendentales que tenemos en España. Hablo de todas las artes. Muy poca gente genera unas emociones tan profundas como las de Morante. En la música ya no pasa.
–Sin embargo, no se le termina de reconocer como la grandísima figura que es.
–Es que para analizar a Morante hay que tener un mínimo de sensibilidad y estamos en una época muy productivista, muy intrascendente... Sentimientos tan hondos y profundos como los que genera Morante no son tan normales. Estamos fuera de época. Las corridas duran ahora más que nunca, se dan muchas orejas, pero no ves a la gente emocionarse. Hablo de una emoción para la que no hace falta saber de toros. Hay dos artes que generan una emoción directa, la música y el toreo. No hace falta saber de estas para emocionarse.
–Suelen comparar a los toros con la ópera, por aquello del arte total...
–Sí, por la puesta en escena, pero creo que la ópera es un poco impostada. En los toros hay un tío que se está jugando la vida y está trascendiendo las emociones.
–¿Qué ha aportado Morante a la tauromaquia?
–Ha supuesto un avance muy importante. Ha conseguido hacer un toreo profundo, sincero y auténtico con un gran número de toros. Aunque no siempre lo consiga, tiene una regularidad en el arte que nunca consiguieron los calificados toreros artistas como Cagancho, Curro Puya, Rafael el Gallo, Curro Romero, Rafael de Paula... No es el torero regular que corta orejas todos los días, ni el artista genial que hace una gran faena de vez en cuando. Está en tierra de nadie.
–¿Y la crítica?
–Morante no entra en los encasillamientos de esta crítica nueva que no es crítica ni es nada. Es una crítica simple, exagerada e inflada de calificativos baratos. Para disfrutar de Morante solo hace falta sentir, pero para analizarlo hay que saber un poco de toros. Morante nunca te enseña sus bazas. Es un torero con una técnica prodigiosa, pero no se la ve. Aparte tiene un valor descomunal. Es, sin duda, el más valiente de los toreros actuales. Para torear tan cerca y pasarse el toro tan despacio como hace Morante hay que tener un valor fuera de lo normal.
–Morante es un gran estudioso de la tauromaquia, como lo era Mairena del flamenco.
–Morante es un torero muy culto taurinamente hablando. Se ha preocupado desde niño de ver fotos y grabaciones antiguas, de escuchar a los toreros... El toreo se aprende con el oído. Yo he visto como Morante se ha encontrado con Chucho Solórzano en una feria de Aguascalientes y no dejarle ni a sol ni a sombra en tres días, sólo por escucharle hablar de la historia del toreo mexicano. Mairena también era así con el flamenco, pero le faltaba el genio a la hora de cantar. A Morante le sobra este genio como torero.
–¿Es un torero enciclopédico?
–No me suele gustar esa expresión, porque parece que Morante es un ratón de biblioteca. Él es el resumen de muchos toreros pero muy asimilados, a todos los estilos les ha dado su propia personalidad.
–Es famosa su personalidad un tanto complicada. Quizás no ha remado esto a su favor. Digamos que va a su aire.
–Eso le ha perdudicado en los círculos que quieren un toreo domesticado. Una figura nunca puede estar domesticada. ¿Se imagina a Ordóñez, a Dominguín o a Belmonte domesticados? ¿Se los imagina acudiendo a bodas, bautizos y abrazando a las farolas? Yo creo que la personalidad de Morante le da una magia muy especial que lo distingue del resto. Ahora mismo hay dos genios singulares en el toreo, y los dos han tenido muchísimos enemigos por no someterse a las normas establecidas: Morante y José Tomás.
–Tomás... un torero muy diferente a Morante.
–Sí, pero cada uno por su vía son dos cimas del arte del toreo, de una evolución de siglos . Ambos no se someten a un negocio taurino que deja mucho que desear y que no respeta a quienes de verdad le podrían dar dimensión, como son estos dos grandes. Nunca los terminan de aceptar porque no son manejables. Pero cuando se es un torero de ese nivel y se tiene ese genio, esa capacidad, ese valor no se puede ser de otra manera. Las empresas quieren ahora funcionarios.
–¿Su apoyo a Vox le ha restado posibilidades?
–Puede, pero al final es un torero tan bueno que supera todo. Hasta para eso ha sido valiente. Es cierto que el personaje Morante (con sus ideas o su forma de vestir) hay veces que ha perjudicado al torero.
–Vivimos unos tiempos difíciles para los toros. Vamos a ver qué pasa con el nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, un antitaurino declarado.
–Algo va a intentar seguro. También me da miedo la de Infancia y Juventud, Sira Rego. Se le puede ocurrir la prohibición de que entren a las plazas los menores de edad. Un gobernador de Franco ya lo intentó. Es decepcionante que algunos no vean la base popular que tienen los toros. Es evidente.
–Su monumental biografía de Joselito el Gallo ha sido fundamental para reivindicar un torero que estaba un tanto olvidado. ¿Ya podemos decir que lo hemos repuesto en su lugar del olimpo taurino?
–Sí, hasta el punto de que ha surgido una corriente belmontista en contra. En ningún momento quise quitarle nada a Belmonte, aunque era verdad que, como dijo Pepe Alameda, existía una montaña de literatura belmontista (no toda buena) que tapaba la figura de Joselito. Chaves Nogales fue el gran apóstol de Belmonte y eso hizo que toda una generación nos criásemos con su libro. Pero con el tiempo uno va viendo cosas, hablando con aficionados antiguos, leyendo... y se da cuenta de que Joselito hizo muchas cosas no menos importantes que Belmonte. Yo no le he quitado nada a Belmonte, pero para algunos belmontistas soy el mismo demonio.
–Últimamente se detecta un cierto mal ambiente dentro de la Fiesta. El otro día leía las polémicas reivindicaciones de los presidentes de las plazas... Todo el mundo se está quejando de todo el mundo ¿qué está pasando?
–Estoy muy preocupado, porque ahora mismo las estructuras del toreo son débiles. Nos faltan mentes pensantes y gente que de verdad reivindique lo que significa el toreo. Ahora mismo, por necesidad, las empresas van buscando solo la rentabilidad, sin pensar ni en el futuro ni en el medio plazo. Se está haciendo una lidia con poca motivación para los toreros, donde hay mucha intrascendencia. Uno puede ir una tarde a una corrida y no emocionarse con nada, pese a que se hayan cortado muchas orejas. Es un toreo muy productivista que puede derivar en un espectáculo vacío. Si los toros son un espectáculo más en la oferta de ocio que tiene el público terminarán convirtiéndose en un espectáculo menor. La única posibilidad que tiene el toreo es por la vía de la emoción, de la visceralidad, que puede darse por el toro o por el torero.
–Se habla mucho de cómo atraer a los jóvenes a los toros. Dicen que proyectan una estética muy antigua. Sin embargo, si la fiesta tiene un patrimonio es ese: la tradición, lo antiguo, la raíz...
–Los ritos son muy importantes. El Ejército y la Iglesia siguen siendo lo que son porque tienen sus propias liturgias. Si a los toros le quitamos la suya, si los matadores empiezan a ir a la plaza en chándal porque es más cómodo... mal vamos.
–¿Es Morante el nuevo Joselito?
–No. Morante siente una gran admiración por Joselito. Aunque se supone que el toreo artista debe ser belmontista, Morante se ha dado cuenta de que no, de que también había una parte importantísima de arte en Joselito. Y está absolutamente enamorado. Ha recuperado alguna de sus suertes y, como él, ha toreado cien corridas de toros seguidas, como hizo el año pasado. Pero a la hora de expresarse, Joselito y Morante no tienen nada que ver, son filosofías muy distintas. Morante conoce a muchos toreros y sabe torear por ellos, como el que canta por Camarón o Chocolate. Cuando lidia, cuando domina la situación, Morante sí tiene muchas cosas de Joselito, sin parecerse demasiado. Sin embargo, cuando Morante se abandona, se rompe y se entrega hasta el punto de que todo le da igual, es claramente Belmonte. Morante es un torero de muy difícil clasificación, pero es verdad que supone una luz de guía importante para las nuevas generaciones de toreros. Como reacción a estos últimos años de poca huella, hay una reacción hacia la pureza, la sinceridad y la verdad del toreo de la que Morante debe ser el espejo, la persona que marque la filosofía. En ese sentido soy optimista.
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