“Chaves Nogales no abdicó jamás de su republicanismo”
María Isabel Cintas | Doctora en Filología Hispánica
Fue pionera en la recuperación de Manuel Chaves Nogales, el gran periodista sevillano cuya monumental obra fue ocultada durante décadas por su espíritu independiente
Como tantos sevillanos, María Isabel Cintas proviene de la provincia de Badajoz. A la ciudad llegó a estudiar Filología y aquí se quedó hasta la fecha. Catedrática jubilada de Insituto, a su puntillosa e incansable labor debemos la recuperación y valoración de Manuel Chaves Nogales, incomprensiblemente olvidado durante décadas pese a ser el autor de algunos de los mejores reportajes y entrevistas escritos en español. Como testimonio de esta labor queda su monumental recopilación y estudio de las obras narrativas y periodística del ‘reporter’ sevillano, editadas por la Diputación Provincial en varios volúmenes. Destaca, asimismo, su libro ‘Chaves Nogales. El oficio de contar’, con el que ganó el Premio de Biografías Antonio Domínguez Ortiz en 2011. La masonería y la teosofía también han captado su atención.
–Está considerada como una de las mayores especialistas en Chaves Nogales. Pero, sobre todo, fue la pionera, la que lo redescubrió. ¿Cómo surgió este encuentro?
–Bueno, sin falsa humildad, he sido en efecto la persona que ha recuperado la vida de Chaves Nogales y la obra hasta hoy editada. Estoy segura al afirmarlo porque cuando comencé a interesarme por él para hacer mi tesis doctoral nadie me daba noticias: ni en la Universidad, ni en las bibliotecas, ni en los archivos, ni en los manuales de periodismo se le citaba, ni las muchas personas a las que entrevisté buscando un primer encuadre me pudieron dar noticia.
–Casi nadie sabía nada...
–Hasta la familia desconocía qué había sido de él a partir de un cierto momento. Y no fue fácil encontrarlo. Anduve perdida por distintos ámbitos, incluso puedo decir que anduve errática, perdí en ello mucho tiempo, que me ha servido sin embargo para organizar al personaje y conocer situaciones que agrandan el horizonte. Tras una larga tarea filológica de localización y procesamiento de textos guardados en periódicos nacionales y extranjeros, la Diputación de Sevilla publicó los cinco tomos de la obra completa de Chaves Nogales que están asequibles en la actualidad.
–El ‘Belmonte’ de Chaves Nogales es, sin duda, uno de los mejores libros en lengua española del siglo XX. Sin embargo, aún no se le da la importancia que tiene.
–Para mí fue el descubrimiento, lo primero que leí de Chaves, y ya desde el principio quedé seducida. Por lo bien escrito que está, porque no tiene nada que ver con las formas literarias de la torería y, sobre todo, porque es un reportaje. Desde el primer momento me pareció que era un reportaje con valor añadido. Y al decir reportaje colocaba mi valoración del género periodístico a la altura de cualquier género literario. Esto lo había tenido muy claro en los muchos años en que trabajé como profesora de literatura. El periodismo era otra cosa distinta de la literatura, pero tenía una gran dignidad y era el gran género del siglo XX, por encima incluso de ella.
–¿Le ha perjudicado el antitaurinismo actual a esta obra?
–En efecto, el resabio antitaurino de algunos no tiene sentido a la hora de valorar la biografía de Belmonte. En los principios del siglo XX los toros eran el espectáculo más importante, seguido, admirado y masivo. Chaves había tenido un abuelo (Chaves Ortiz), pintor de temas taurinos; su padre, Manuel Chaves Rey, también se había interesado por el tema en muchas ocasiones. Y ninguno de ellos era aficionado a los toros, más que por pura estética. Posiblemente, ninguno de ellos había presenciado una corrida. Yo misma puedo decir que jamás he visitado una plaza. Pero respeto la afición y me congratulo de haber conocido, a raíz de estos trabajos, a personas extraordinarias de ese mundo.
–¿Cuáles son las claves fundamentales del estilo periodístico de Chaves Nogales?
–No se separa de la realidad, es un periodista de calle, entiende a la gente, reflexiona y tiene una enorme clarividencia. Y la amenidad expositiva y la competencia pedagógica vienen a completar el cuadro.
–Lo mejor de Chaves Nogales es que hoy lo puede reivindicar cualquiera, sea de derechas o de izquierdas. Pero, ¿ha encontrado alguna vez alguna reticencia política sobre el personaje?
–Me veo obligada en esta ocasión a decir “me alegro de que me haga esa pregunta”. Estoy cansada de leer y escuchar que Chaves Nogales forma parte de la Tercera España. Quien dice eso (siempre gente proclive a la derecha, pero sin querer asumirlo), no conoce a Chaves Nogales ni ha estudiado a fondo qué fue esa Tercera España. Quieren simplemente colocarlo en el grupo de los suyos, como parapeto de defensa. Pero nada más lejos de la realidad.
–Continúe...
–Creo que en modo alguno puede considerarse a Chaves como integrante de esa Tercera España formada por el grupo de exiliados del 36, refugiados en París, a la espera de la solución de los problemas y proclives a un movimiento autoritarista y profranquista como mal menor, alternativa a la solución final de la situación planteada con la Guerra Civil. A estos intelectuales Chaves los respetó, a algunos incluso ayudó o colaboró con ellos. Pero estuvo lejos de las formas de vida de los integrantes del grupo y de aquel silencio político que respecto a la Guerra Civil adoptó la Tercera España, que en parte justificó el alzamiento de Franco como alternativa a la revolución. Nada que ver la trayectoria de Chaves en París con la vida burguesa en el exilio de los otros. Ni con la actitud de “silencio público, franquismo privado” (Eve Giustiniani) de casi todos ellos. Chaves jamás abdicó del republicanismo ni tuvo veleidades franquistas. Otros intelectuales, con las mismas armas, también “resistieron”: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Américo Castro, Pedro Salinas conservaron su republicanismo. Cada uno a su manera.
–Republicano hasta el final...
–Chaves Nogales fue siempre republicano, defensor de los principios de la República, opuesto lógicamente a todo lo que la dañó, incluido Franco y sus secuelas. Chaves fue republicano y masón. Por lo primero tuvo que salir de España e incluso morir solo en el exilio. No estaba en Londres de excursión cuando le sorprendió la muerte, como han querido escenificar y maquillar algunos homenajes. Y como masón estuvo vigilado por Franco (Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo) con su expediente abierto hasta el año 1964 (a pesar de que murió en 1944). Que los jóvenes periodistas lean la historia y no se dejen llevar de relatos equívocos. Y que vayan a las fuentes, que no se conformen con lo que quieran dictarles. Chaves Nogales fue defensor del parlamentarismo, de la solidaridad, de la democracia liberal, de la República. Como tantos republicanos, integrantes del Gobierno y gente del pueblo.
–Está a punto de salir un estudio y recopilación realizada por usted de artículos escritos por Salvador de Madariaga en periódicos de Chaves Nogales. ¿Cuál era la relación entre los dos personajes?
–En realidad ya ha salido, ya está en la calle, editado por Confluencias. Se titula Cuando estalle la paz. Artículos de Salvador de Madariaga (1935-1945) para periódicos de Chaves Nogales. Lleva un prólogo de Javier Solana y una introducción mía como encargada de la edición. Pocos días después de su distribución en librerías surgió la pandemia. El título no es inocente, aunque lógicamente no fue intencionado. Leyendo a Madariaga podemos sacar orientaciones para el futuro y, sobre todo, reflexiones sobre el que ha sido nuestro presente, aunque ya sea pasado inmediato.
–¿Influyó mucho en Chaves Nogales?
–Madariaga fue sin duda un modelo para Chaves Nogales. Hombre de extraordinario prestigio, fue requerido por el periodista para escribir periódicamente en el diario Ahora, del que Chaves era redactor jefe. Y más tarde en el exilio inglés. Chaves sabía que sus opiniones escritas a pie de acontecimiento eran ponderadas, sensatas, sabias y clarividentes. Y venían avaladas por el enorme prestigio de Salvador de Madariaga, no sólo en España, sino en la prensa mundial. Hay una gran conexión intelectual entre ellos. Madariaga era capaz de pasar a discursos políticos el pensar de una parte importante de la intelectualidad republicana, entre otros el del propio periodista.
–Las nuevas generaciones parecen haber olvidado a Madariaga.
–Fue alguien fundamental en la vida española y comprometido con la democracia. Formó parte de la Sociedad de Naciones y durante la II República fue dos veces Ministro y Embajador en París y Washington. Fue un firme opositor al franquismo, por lo que sufrió el exilio. Su pensamiento estuvo marcado por dos frentes: el liberalismo y el europeísmo. Fue profesor en Oxford, presidente de la Internacional Liberal, Presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo, y formó parte del Congreso del Movimiento Europeo en Munich (el Contubernio de Munich), entre otros muchos cargos que lo mantuvieron en primera línea de la construcción de la Unión Europea. Su contacto continuo con Europa enfoca su pensamiento hacia la necesidad de la consecución de una identidad europea, que servirá para fundamentar la paz y la seguridad internacionales. Es bueno recordar en estos días que para Madariaga era un objetivo construir una Europa unida “no solamente como un gran mercado común, sino sobre todo como una gran familia humana”.
–Otro de sus temas de investigación es la masonería. ¿De dónde surge el interés?
–De los descansos que he debido tomarme para abordar la obra de Chaves Nogales, que me ha tenido entretenida muchos años. Él fue masón, aunque nunca lo manifestó públicamente, pero sus líneas ideológicas caen dentro de la masonería que cultivó su padre y tantos políticos de la II República. Por ello, para mí estudiar la masonería de la primera mitad del siglo XX español era zambullirse en una zona de buena voluntad, confianza en el ser humano, defensa de los principios de la Ilustración, altruismo, filantropía, reflexión… Desde principios del siglo XX hubo en Sevilla una gran dedicación a la masonería y la teosofía. Y es un material de estudio interesante y descongestionador.
–Hoy en día la masonería es una anécdota, pero en el primer tercio del siglo XX fue un movimiento de gran importancia.
–Andalucía fue terreno propicio para que arraigaran casi seiscientas logias registradas desde principios de siglo hasta la Guerra Civil.
–¿Tantas?
–Según Leandro Álvarez Rey, máximo experto en la materia, entre 1898 y 1936 se contabilizan más de seis mil andaluces adscritos a la masonería. Si bien pertenecían a todas las clases sociales, lo cierto es que la clase política concentraba la mayor parte de adscritos, entre diputados, alcaldes, concejales y cargos sindicales. Se reunían en talleres (tenidas) presididos por los signos adquiridos del oficio medieval de maçon, constructor de las catedrales: el compás, la escuadra, el mandil, una parafernalia bajo la que subyacía un interés filantrópico, filosófico, religioso, universalista y solidario.
–¿Y Sevilla?
–En Sevilla la logia presidida por Diego Martínez Barrio celebraba sus reuniones en el taller de la imprenta Minerva, de su propiedad, en la calle Lirio, sede de la Gran Logia del Mediodía. Llegó a ser Gran Maestre del Gran Oriente Español en 1931, adoptando el nombre simbólico de Justicia, y algo más tarde fue presidente de la República.
–¿Cuáles fueron las relaciones entre la masonería y la teosofía?
–Muy próximos a los masones estaban los teósofos. La teosofía, muchas veces, suponía la iniciación en la masonería. De las entrevistas personales realizadas a algunos descendientes de aquellos masones y teósofos sevillanos, pude concluir que mientras los primeros se proyectaron en el trabajo político en primera instancia, los segundos eran gente joven e inquieta, más tendentes a la espiritualidad, amantes de la naturaleza y de la medicina natural, que se reunían en otras muchas actividades como sesiones de teatro, conciertos, conferencias, manifestaciones o en torno a revistas como Vida y Ciencia o Zanoni. Hicieron excursiones a la Sierra de Huelva, de la que salió un libro titulado De Sevilla al Yucatán, de Mario Roso de Luna. O De Sevilla a Aracena en motocicleta, excursión realizada por el doctor Puelles. Y crearon sociedades (Centro Sevillano de Cultura, la Sociedad Artístico Musical o la Sociedad Teosófica, en el Café Nacional), actividades siempre muy mezcladas con la política de corte liberal. En la prensa sevillana de los primeros treinta años del siglo veinte se puede rastrear su huella.
–Entre estos curiosos personajes está el médico Manuel Brioude, sobre el que usted ha investigado.
–Buscando documentación sobre Chaves Nogales encontré en los Archivos Militares sevillanos expedientes de personajes que conocía de oídas. Por motivos familiares conocí en Alájar a Antonio Alonso Vital, que vivió allí, en su finca Arias Montano, confinado por Franco toda la vida posterior a la Guerra Civil. Y en el Archivo Militar encontré su expediente con más de cien páginas. La intriga me pudo. Escribí un libro sobre él y me interesé por algunos amigos, uno de ellos el médico sevillano Manuel de Brioude. Pero hay más “esperando la mano de nieve”: el doctor Puelles, Hermenegildo Casas, Diego Martínez Barrio, el pintor José Villegas, el propio Blas Infante...
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