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“El Archivo de Indias es un producto maravilloso de la Ilustración”

Esther Cruces | Directora del Archivo General de Indias

Pese a tener una dilatada y exitosa carrera a sus espaldas, esta mujer, que está al frente de uno de los fondos documentales más importantes de España, conserva intacto su entusiasmo

Esther Cruces, en el Archivo de Indias. / Juan Carlos Muñoz

El despacho de la directora del Archivo General de Indias, Esther Cruces (Málaga, 1958) es solemne y confortable al mismo tiempo, con grandes cuadros (Carlos III, Carlos IV, Felipe VI, Hernán Cortés, el cosmógrafo Juan Bautista Muñoz...) y sillones rojos. No hay duda de que estamos en uno de los grandes archivos del Estado. Se masca la dignidad del Reino de España. Su directora, sin embargo, es una persona asequible, simpática y entusiasta, con una amplia y exitosa carrera que la ha llevado a coronar uno de los ‘ochomiles’ de los archivos nacionales. Su currículum es una lista interminable de cargos y honores. Resumimos: doctora en Historia, funcionaria de carrera del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, directora del Archivo Histórico Provincial de Málaga, profesora asociada de Archivística de la UMA, presidenta de la sección de archivos de arquitectura del Consejo Internacional de Archivos, miembro de las academias de Nobles Artes de Antequera, de la Andaluza de Historia y de la Malagueña de Ciencias, etcétera... Como curiosidad, fue la mujer a la que se encomendó enseñar a Bill Clinton la Alhambra, aquel día que el mundo entero lo vio poner carita de arrobo ante un espléndido atardecer nazarí.

–¿Es cierto que fue usted la que le enseñó la Alhambra a Bill Clinton cuando visitó Granada?

–Sí, porque yo entonces era jefa de Servicio en el Patronato de la Alhambra y su director, Mateo Revilla, decidió que fuese yo la encargada. En ello pesó que era doctora en Historia Medieval y me manejo en inglés.

–¿Y qué tal?

–Los preparativos de este tipo de visitas son muy complejos, por seguridad, protocolo, etcétera... Pero luego todo fue muy agradable, porque Bill Clinton era una persona formada e inteligente. Siempre es un gusto enseñar el patrimonio a gente así.

–A mí me pareció que sobreactuó un poco, con esa cara de arrobo ante el atardecer granadino...

–No, no, no... Es que el lugar es... También pasa aquí, en el Archivo General de Indias. Es muy satisfactorio ver las caras de sorpresa de las visitas institucionales.

–El Archivo de Indias es uno de los ejemplos de arquitectura civil más hermosos de España. Sin embargo, los sevillanos no sé si lo valoran tanto.

–Quizás porque estamos muy acostumbrados a pasar por delante. Pero creo que cada vez se valora más. Cuando me hice cargo del Archivo, en plenas restricciones, en aquel momento en el que no podíamos movernos entre provincias ni recibir turistas, me sorprendió la cantidad de gente que vino a visitar el Archivo. Eran todos sevillanos.

Bill Clinton es una persona formada e inteligente. Fue un placer enseñarle la Alhambra

–Es usted malagueña. Según el tópico que a algunos les gusta alimentar, está en territorio hostil... ¿Qué tal la ciudad?

–Soy de Málaga y echo de menos el mar Mediterráneo, pero siempre me he sentido muy bien en todas las ciudades en las que he vivido: Granada, Córdoba, Sevilla. Estoy cómoda.

–Ser directora del Archivo General de Indias debe ser una auténtica cumbre para una archivera española.

–Pues sí, porque este archivo es uno de los grandes que tiene España junto al de Simancas, el de la Corona de Aragón, el Histórico Nacional, el Histórico de la Nobleza...

–Esta institución nació en pleno siglo XVIII.

–El Archivo de Indias es un producto maravilloso de la Ilustración. Durante el Siglo de las Luces todas las disciplinas, incluidas la Historia, se convierten en ciencias. Hay una revisión del uso de los documentos y de cómo hay que hacer Historia. En las Ordenanzas del Archivo de 1790, que son ya de Carlos IV, se dice que la verdadera Historia se puede hacer con los documentos que la Administración ha producido y posee.

–No deja de ser una herramienta para combatir la Leyenda Negra.

–No se dice explícitamente así, pero es cierto que por entonces había salido un libro en Escocia, The History of America, de William Robertson, que está basado en eso que popularmente se conoce como Leyenda Negra. En general, se pretendía que los documentos que estaban dispersos , y en algunos casos mal conservados, estuviesen unificados en un punto y, sobre todo, fuesen útiles.

–La utilidad, esa cosa tan ilustrada. Aunque el fundador del Archivo fue Carlos III, su hijo Carlos IV también fue muy importante, como ya ha señalado. No todo fueron miserias en su reinado.

–Ese de ahí es un retrato suyo de cuando era muy joven, en el momento en que se redactaron las ordenanzas. Efectivamente, tengo en mi despacho su retrato y el de Carlos III por lo decisivos que fueron ambos monarcas para este Archivo.

–También veo que tiene el de Hernán Cortés.

–Sí, pero la historia no pertenece a personajes individuales, ni consiste en una suma de biografías, aunque una persona puede influir tremendamente en procesos históricos complejos. Los historiadores están, entre otras cosas, para revisar la historia a la luz de los documentos, tanto los conocidos como los nuevos que puedan aparecer.

Hubo un debate sobre si el Archivo se debía ubicar en Madrid, que era donde estaba el Consejo de Indias

–¿Siempre estuvo claro que el Archivo de Indias debía estar en Sevilla?

–No, hubo un debate importante sobre si se debía ubicar en Madrid, sede del Consejo de Indias y de su presidente, o en Sevilla. Finalmente se decidió la segunda opción. En el nacimiento del Archivo y su ubicación definitiva fue muy importante Juan Bautista Muñoz, cosmógrafo de Indias y hombre muy cercano a José de Gálvez.

–Tuvo que ser una operación compleja.

–Se tuvieron que mover grandes cantidades de documentos que estaban desperdigados en Simancas, Madrid, Cádiz, el Alcázar de Sevilla... eso supuso un evidente esfuerzo administrativo y de intendencia que llevó un tiempo, años. Todos eran muy conscientes de la importancia de la operación, tanto que las remesas de documentos eran escoltadas por el ejército.

–¿Cuáles son los documentos más antiguos que se conservan?

–Los colombinos. En especial solemos destacar las Capitulaciones de Santa Fe, que se firmaron entre Colón y los Reyes Católicos. Este documento está calificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. España tiene once documentos con esta calificación, de los cuales cuatro están en el Archivo General de Indias.

–¿Y cuáles son los otros tres?

–El Tratado de Tordesillas, los de la embajada japonesa que visitó a Felipe III y unos vocabularios del siglo XVIII de lenguas indígenas, algunas ya desaparecidas.

–Ese tipo de diccionarios solían hacerlos los misioneros, ¿no?

–Sí, pero también los oficiales de la Corona, porque de alguna manera había que entenderse con los administrados. No son unos documentos solemnes como el Tratado de Tordesillas, que es bello en sí debido a su factura, pero no cabe duda de que son muy interesantes. Hoy en día también se protege el patrimonio oral, la memoria que no es tangible.

–¿Y los documentos más modernos?

–Los producidos por el último organismo creado para la administración americana: el Ministerio de Ultramar, cuya trayectoria fue muy azarosa. Una parte de esos papeles llegaron aquí, aunque otra se conserva en el Archivo Histórico Nacional.

–En general se conservan en este edificio 43.000 legajos, con unos 80 millones de páginas y 8.000 mapas y dibujos. No es poco.

–Los archiveros preferimos hablar en kilómetros. En total son 9 kilómetros.

–¿Es muy complicada la conservación de este patrimonio?

–El papel aguanta más de lo que creemos. Los documentos que dan más problemas son unos provenientes de Filipinas cuyo papel es más delicado al tener unos componentes distintos de los habituales. Los guardamos en una sección especial.

Los territorios no se controlan sin los documentos que informan, planifican, proyectan...

–Cuando vengo a las exposiciones que organizan me suelo sorprender de la belleza de algunos planos de ciudades y dibujos en general.

–El documento gráfico siempre es atractivo, incluso en una época como la nuestra en la que hay una gran cultura visual. Muchos de estos documentos que usted comenta están realizados por profesionales y son de una gran belleza. Pero también hay otros que sorprenden por su estilo naif. Suelen estar elaborados por oficiales que se veían obligados a hacer informes a los que debían añadir dibujos, pese a que lo mismo no tenían los conocimientos o la destreza necesaria. Un ejemplo es el dibujo del Puerto de San Juan de Ulúa que mostramos en la exposición que tenemos ahora programada.

–El historiador británico de origen español Felipe Fernández-Armesto y Manuel Lucena acaban de sacar un libro sobre la importancia de la ingeniería en la construcción del Imperio Español, algo que se debe ver reflejado en la documentación que aquí se guarda. No todo fueron misioneros y guerreros.

–Pero eso no hace falta que nos lo digan desde fuera. Aquí en el Archivo de Indias se han hecho muchas exposiciones sobre ingeniería, y los historiadores españoles también han realizado bastantes trabajos sobre esta materia. Para la exposición que se acaba de clausurar en El Prado, Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España, el Archivo de Indias prestó documentos gráficos sobre ciudades que suponían un reconocimiento a esos viajes de ida y vuelta de conocimientos y técnicas que hubo entre España y América.

–Destaque algunos documentos que ejemplifiquen lo que estamos hablando.

–Por mi formación me atraen todos aquellos que reflejan la transformación del territorio, desde la creación de una ciudad de nueva planta, trazándola según unas ordenanzas, a cómo cambia un paisaje por una extracción minera. Son documentos que pertenecen a la tecnología de la información, es decir, están pensados para informar a la autoridad. Los territorios, los espacios, no se controlan sin los documentos que informan, planifican, proyectan...

–En alguna ocasión que ha estado de actualidad el expolio de algún pecio español, se ha señalado que la labor de los ‘piratas’ ha comenzado realizando labores de documentación en el Archivo de Indias. ¿Esto se puede controlar?

–La Constitución Española dice que el acceso a los archivos es libre y gratuito. Hay un lógico control de quién entra y siempre sabemos quién consulta algo, pero no podemos presuponer un delito. El uso que se hace de la información es algo a posteriori.

–¿Cualquier ciudadano puede venir al Archivo de Indias a consultar documentación?

–Sí, sólo se tiene que acreditar y decir qué es lo que quiere ver. Cuenta además con el asesoramiento de los archiveros del Departamento de Referencias.

Me gustaría ampliar el taller de restauración y mejorar aún más la digitalización

–¿Se han robado muchos documentos del Archivo de Indias?

–Que se conozca, ninguno. No es habitual que se robe en los archivos estatales, porque hay mucho control, siempre se sabe qué se ha consultado y quién lo ha hecho. Ese es un problema que se da más en las bibliotecas, como desgraciadamente ha ocurrido en la Biblioteca Nacional.

–¿Y siguen creciendo los fondos del Archivo de Indias?

–Sí. Recordará la reciente donación de los archivos históricos de la Cámara Oficial de Comercio de Sevilla. Fue en 2019 y vinieron los Reyes a presidir el acto.

–Recientemente murió John Elliott, al que no era raro ver por estas salas.

–Claro, aunque sobre todo él trabajó en el Archivo General de Simancas. De hecho, yo coincidí con él toda una semana investigando en la misma sala. Ya era mayor y daba ejemplo de constancia y de amabilidad. Nos daba ánimos a los más jovencitos en los pequeños descansos que hacíamos, porque la investigación en los archivos requiere de muchas horas de trabajo. Era todo un maestro.

–¿Ha participado en el hallazgo de algún documento excepcional?

–Sí, unos documentos y un Corán del siglo XII que aparecieron emparedados en una localidad pequeña de la Axarquía malagueña, Cútar. Probablemente se escondieron cuando la conversión forzosa de los mudéjares en 1500-1501. Es algo excepcional, aparecieron en 2003 al hacer una reforma en una casa. Yo participé como directora del Archivo Histórico Provincial de Málaga.

–Algo parecido a lo que apareció en Hornachos.

–Lo mismo. En España se han realizado varios hallazgos de este tipo que han sido estudiados por la profesora María Jesús Viguera.

–Defienda su profesión. Se suele decir que ser archivero es muy aburrido...

–Para ser archivero hay que tener paciencia y aprender unas técnicas. Mucha gente lo ve monótono, pero no tienen en cuenta que cada documento con el que se trabaja es diferente, único. Todos los días nos enfrentamos a algo distinto, aunque de una forma muy estructurada. Los archiveros somos vocacionales y siempre hablamos con alegría de nuestra profesión. En gran medida porque estamos en contacto directo con la Historia. Además, muchos estamos comprometidos con la difusión.

–Entre los finales de los años 90 y los inicios de los 2000, el Archivo de Indias fue sometido a un proceso de ampliación y digitalización en el que el Ministerio de Cultura invirtió mucho dinero y que modernizó considerablemente la institución. Pero ya han pasado muchos años. ¿Necesita nuevas inversiones?

–Con aquellas obras se consiguieron dos cosas: hacer unos depósitos para los archivos con todas las garantías de conservación y seguridad y, además, liberar las maravillosas galerías donde hoy hacemos las exposiciones para que las pudiesen disfrutar los ciudadanos. Siempre hay cosas mejorables y raro es el director de un archivo al que no le gustaría contar con más medios e inversiones. Me gustaría ampliar el taller de restauración, mejorar aún más la digitalización, pero bueno, nos apañamos.

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