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Naturaleza
Jugar con zorros en libertad no es algo habitual, y menos aún que sea el animal el que inicie el amistoso ritual. Si, además, le ocurre dos veces a una misma persona hecho se convierte, sencillamente, en una afortunada casualidad.
El fotógrafo de naturaleza Carlos Romero ha vivido esta experiencia en un par de ocasiones en el entorno natural del parque de Doñana, en el término de Isla Mayor, dejando un simpático testimonio audiovisual.
A comienzos del otoño, este aficionado a la fotografía, vecino de Sevilla, se apostó con su cámara en las marismas del Guadalquivir para retratar algunos ejemplares de aves concentrados en las lagunas cuando en su camino se cruzó una cría de zorro.
Para su sorpresa, el animal, lejos de huir o mostrarse agresivo, se acercó a Carlos en carreras cortas en zigzag, retándole al juego, hasta casi llegar a los pies del trípode, en una escena que duró unos minutos antes de desaparecer.
En diez años de escapadas a entornos naturales, es la primera vez que este fotógrafo sevillano vivía una experiencia similar. "Quienes trabajamos en este tipo de espacios sabemos que no es raro toparse con algún ejemplar que no esperabas, pero suelen quedarse a varios metros de distancia, quietos, observando, para luego marcharse en busca de refugio".
Al poco tiempo, la naturaleza quiso que Carlos Romero viera otra vez recompensada su paciencia con un nuevo e inesperado encuentro.
Aprovechando el momento álgido que vive la invernada en el triángulo que forman las marismas Isla Mayor, La Puebla del Río y el Brazo del Este, Carlos salió el sábado a fotografiar la avifauna que se concentra en esta zona. Llevaba unas horas frente a una de las lagunas tomada por cientos de flamencos cuando, al atardecer, una zorra adulta salió de su guarida para posar frente a él a tan solo dos metros.
Esta escena, grabada por Carlos, duró unos 20 minutos. "Estos animales no nos ven como una amenaza. Es cierto que son muy territoriales, pero si no se sienten acorralados o en peligro no atacan. Todo lo contrario. Lo normal es que huyan ante la presencia del hombre".
Sin embargo, y para suerte de este fotógrafo y de los amantes de la naturaleza, tanto la cría como la zorra adulta decidieron ese día dejarse retratar, simpatizar con el hombre y regalarnos uno de los "grandes momentos que nos brinda la Naturaleza para recordarnos que debemos respetar y conservar su legado", asegura Carlos Romero.
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