Temor al virus del Nilo: "La Puebla del Río es 'The Walking Dead"
Decenas de vecinos de La Puebla y Coria del Río protestan por la inacción de la Junta para frenar los contagios de la fiebre del Nilo Occidental, transmitida por los mosquitos
"Mi madre era una persona jovial y enérgica, sin ninguna patología previa", dice Antonio Tomás Pineda, hijo de la última fallecida por el virus
Nace un movimiento vecinal para luchar contra el virus del Nilo
A Raquel Herrera, vecina de La Puebla del Río, no hay nada que le recuerde más su pueblo este verano que al de la serie The Walking Dead, drama postapocalíptico de zombis que puede verse en Netflix y otras plataformas. "Es que vi hace unos días el último capítulo y lo pensaba. No podemos salir por el día por las altas temperaturas, y por la noche al atardecer, tenemos que encerrarnos por los mosquitos. No hay nadie por las calles. Tenemos miedo, no sólo ya por las personas mayores que puedan tener alguna enfermedad y se les agrave, sino también por los niños. No estamos tranquilos", asegura esta mujer, unos minutos antes de participar en la primera protesta de la recién creada plataforma de lucha contra el virus del Nilo Occidental, una iniciativa ciudadana surgida en La Puebla del Río y que ha tenido un éxito notable de público en su primera convocatoria.
Aproximadamente dos mil personas han asistido al acto de protesta, celebrado la mañana de este lunes en el Monumento a la Cruz de La Puebla. Teniendo en cuenta que se trata de una mañana de un día laborable del mes de agosto, que haya acudido tanta gente revela el miedo y el hartazgo del pueblo ante una enfermedad que algunos ya consideran una epidemia, y que en los últimos veranos está castigando las zonas próximas a las marismas del Guadalquivir y los arrozales. Al menos dos personas han muerto como consecuencia de la fiebre del Nilo Occidental, transmitida por el mosquito Culex, en lo que va de verano. Los vecinos creen que hay muchos más casos y hablan de más de una veintena de ingresados, algunos de ellos niños y otros que han superado la enfermedad pero con secuelas importantes.
Los manifestantes exigen soluciones a la administraciones, que por el momento poco han aportado. "Queremos disfrutar del verano y no tener miedo a acabar ingresados en el Virgen del Rocío. La Puebla del Río es un pueblo fantasma a partir de las ocho de la tarde. Ayer vi el final de la serie The Walking Dead y es lo mismo. No se ve a nadie. Bueno, a los mosquitos sí, están a sus anchas", insiste Raquel, que teme por su marido. "Él tiene las defensas más bajas. Si le pica el mosquito, se lo lleva al barrio de los callaos. Urge una solución. Esto está en una vía de paso de las aves y no se está fumigando en los arrozales, sino en los alrededores, pero no es suficiente".
Juan José Sánchez Silva es el portavoz y principal impulsor de la plataforma. La creó porque su hija es alérgica al mosquito y teme que una picadura pueda ser letal. "Tengo muchísimo miedo. Hablo en nombre de todos los grupos afectados en toda Andalucía y en España. Esto es una epidemia. La situación es grave y va a más, y en los próximos años puede venir la fiebre amarilla, el dengue, el zika o algo más grave", apunta el representante de la plataforma. Achacan el incremento del virus del Nilo en la zona al cambio climático y al incremento de las migraciones de las aves. El mosquito pica a las aves infectadas y luego traslada el virus a los humanos. Desde 2020, cada verano se suceden los contagios en distintos pueblos de la provincia de Sevilla y otras zonas de España, como Barcelona.
Las personas que protestan piden no sólo la fumigación más temprana, sino también una serie de medidas que puedan garantizar el equilibrio entre el medio ambiente y la salud de los humanos, la puesta en marcha de torres de biodiversidad o la suelta de murciélagos para reducir la población de mosquitos, así como el desarrollo de una vacuna. "Ya hay un proyecto, que está en la tercera fase, pero parado por cuestiones económicas. Aquí hay mosquitos siempre. Puede haber fumigación y se reducen, pero estamos jugando a la ruleta rusa. Si te pica, te puedes morir o quedar con unas secuelas gravísimas. Conocemos casos escalofriantes", asegura Sánchez Silva, que anuncia que a la de este lunes seguirán más protestas, que llevarán al Parlamento "o a donde tenga que llevarlas". "Si tengo que llevar un bote con mosquitos, lo voy a llevar".
Este vecino agradece el apoyo de ayuntamientos como el de La Puebla del Río o el de Isla Mayor (ambos alcaldes estuvieron presentes en la protesta, en apoyo de sus vecinos), así como de la Diputación, pero reprocha sobre todo la inacción de la Junta. "Sabemos que nuestros alcaldes están peleando. Esto no se trata de ningún color político, no tiene clases. Esto es un mosquito que te pica y te puede matar. Sabemos que hay ahora mismo más de veinte personas ingresadas, pero hay mucha gente también con síntomas que no están hospitalizadas, según la carga vírica que tengan".
Precisamente este lunes hubo una reunión entre los alcaldes de los municipios afectados (que son ya 13) con la Junta, sin que haya habido grandes avances. "Es un movimiento vecinal que se suma a las voces de todos los alcaldes de la zona, que pedimos desesperadamente que lleguen más medidas, que las actuales son insuficientes para acabar con este problema. Se están perdiendo vidas humanas y tenemos que poner todo lo que está en nuestra mano todas las administraciones, sin echarnos nada en cara, hasta ver que no hay ningún caso", indicó Lola Prósper, alcaldesa de La Puebla.
"Por desgracia la reunión de hoy no ha servido de mucho. No hay ninguna solución en ciernes. Al final son todo reproches entre unos y otros. Lo que decimos una y otra vez en cada reunión es que el problema lo padecen nuestros vecinos y estamos impotentes porque no podemos darle la solución definitiva que se merecen", apuntó Juan Molero, alcalde de Isla Mayor, municipio que por el momento este año "está teniendo suerte" y no ha registrado casos. "Pero esto al final es una ruleta y nos puede tocar cualquier día".
Para quien tiene niños pequeños, el temor es quizá mayor. Varios vecinos acudieron a la concentración con los pequeños, algunos de ellos con carteles con lemas como "Junta, escucha, esta es nuestra lucha", "No más muertes" u otros motivos similares. "Este verano no estamos viviendo, directamente. Estamos encerrados en casa. Nos vamos a intoxicar de tanto insecticida. Vemos un mosquito y estamos atemorizados. No se puede salir a dar un paseo, a tomar un refresco en un bar. Ahora mismo se está enterrando una mujer en Coria del Río, también por el mosquito", indica Rosa María López, que asistió con su hija y su nieta a la protesta.
Son vecinas de Coria, como Inmaculada Albuixech y Chari Ufano, que respaldan la protesta iniciada en el pueblo vecino. "La cosa es grave, debería haber venido más gente. La hora es muy mala, es verdad. Pero es importante". Albuixech, valenciana de origen, recuerda que en la tierra de su familia "hay mucho arroz pero no tienen ningún problema con los mosquitos". No hay constancia oficial de que la muerte a la que aluden sea provocada por el virus del Nilo. Sobre la hora de la protesta, el propio organizador respondería después. "Ya lo sé, pero más tarde no la puedo poner porque hace mucho calor y por la tarde noche nos pican los mosquitos".
Rafael Sosa es el yerno de Vitoriano Gómez León, primer fallecido por el virus del Nilo en el año 2020. Antes de esa fecha había habido algún caso, pero muy esporádico. Desde entonces, cada verano hay una sucesión de contagios, algunos de los cuale terminan siendo mortales o con secuelas muy graves. "Las administraciones no han hecho nada en cuatro años. Este año viene más agresivo. Parece que no le hacen caso a los epidemiólogos. El virus ya lo tenemos aquí, ya no viene con el ave migratoria. No es algo de un pueblo ni de dos, ya son muchos. Hay que tomar medidas drásticas y rápido".
La última persona que ha muerto (al menos oficialmente) por culpa del virus del Nilo Occidental es Granada Romero, de 86 años, fallecida a mediados de julio. Su hijo, Antonio Tomás Pineda, explica que su madre estaba muy bien de salud. "La situación es dramática, muy preocupante. La gente está muy asustada y por eso hay tanta gente aquí. Hay muchos casos positivos y otros con síntomas. Mi madre estaba perfectamente, era una persona jovial, muy enérgica y con muchos proyectos y ganas de vivir. No tenía ninguna patología que pudiera llevarla a la muerte".
Tras guardar un minuto de silencio por los muertos y tras la lectura de un manifiesto reclamando medidas, varios familiares de afectados se dirigieron a la multitud, entre ellos el propio Pineda, que pidió unidad ante el problema y agradeció el apoyo de su pueblo. Fue sobrecogedor el testimonio de May del Pino, una joven de Camas cuyo hijo contrajo la enfermedad en el año 2020 en Guillena, cuando tenía siete años, y a raíz de ahí ha desarrollado una epilepsia y otros trastornos producto de la medicación. "Nadie se imagina por lo que ha pasado. Nadie se puede imaginar la gravedad de este problema. No nos dan voz, no nos quieren escuchar. A mi hijo le pueden dar al año 10, 12 ó 15 episodios de convulsiones. Ahora tiene once años y hasta los siete era un niño sano, jamás había tenido ningún problema de salud. Estando ingresado mi hijo, allí había chiquillos que no podían moverse de la cama. Yo caí en depresión. Me ha costado mucho venir hoy por remover otra vez lo vivido. Pero lo he hecho para que se nos escuche, pues nadie se puede imaginar lo doloroso que es".
También habló David Artiaga, hijo de Rafael, fallecido en agosto de 2020. "Luché, salí en todas las cadenas, moví cielo y tierra para que esto no volviera a pasar. Cuatro años después, vuelve a pasar. Me siento impotente porque su muerte no ha servido para nada", dijo entre lágrimas. "Me mudé, me he tenido que ir de Coria, porque no podía vivir aquí. Sentí que me podía pasar a mí, a mi madre, a mis futuros hijos. Nunca me había querido ir de mi pueblo. Deseo que esto se solucione ya de una vez, desde primera hora, matando las larvas para que no vuelvan a nacer". Trabajo queda por hacer. Mientras tanto, en La Puebla del Río, Coria y otras localidades próximas a las marismas del Guadalquivir nadie quiere salir de casa al atardecer.
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