Un tabernero de la estirpe de El Cid y Lawrence de Arabia
Moreno Galván fue decorador de las películas de Samuel Bronston y diseñó el café-bar El Central, donde Fernando Guerrero sirve y canta desde hace 61 años
El 8 de julio, el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, premió en el pabellón de Marruecos de la Expo a un morisco. Fernando Guerrero Andrade, tabernero desde hace 61 años en el café-bar El Central, de La Puebla de Cazalla, recibió la distinción al mérito en el ámbito laboral. Mañana, entre los suyos, recibirá la distinción al mérito en el ámbito trascendente, que es algo que su paisano José Luis Reina Palazón, premio nacional de Traducción, morisco de Fráncfort, sólo encontró en la cueva de Altamira, en el valle de Delfos y en esta taberna que el padre de Fernando, José Guerrero, empezó a regentar en 1949 junto a una plaza que entonces se llamaba del General Franco y treinta años después llevó al Ayuntamiento a un alcalde comunista.
Un café Gijón en la plaza del pueblo. De La Puebla, el topónimo que inmortalizó Dolores Jiménez Alcántara, La Niña de la Puebla, cuyas letras le escribía su padre, Currillo Casamía, barbero anarquista de fértil ingenio.
Fernando Guerrero (La Puebla de Cazalla, 1935) lleva tras el mostrador desde los 16 años. Hijo único de unos padres que trabajaban de caseros y encargados en un cortijo, la Hacienda de Bilbao, en el patio de esa casa de sudores y de prestado oyeron en 1947 la explosión de Cádiz. Iba al colegio en bicicleta y ahora es catedrático de afectos y vivencias. Una de sus lecciones magistrales, ejercer de anfitrión para que en 1967, en un cuarto del Central, naciera la Reunión del Cante Jondo, que este verano llegó a su cuadragésimo tercera edición. "Nació aquí, pero el nombre de Reunión se lo puso Joaquín Sáenz", dice Miguel Núñez, amigo de Fernando y uno de los organizadores del homenaje.
Son muchos los pintores que salen a lo largo del encuentro: Picasso, Miró, Guinovart, que fue parroquiano de este bar, o los más jóvenes Patricio Hidalgo -artista local que firma el retrato del libro-homenaje- o Gerald Lubensky. Pero el nombre crucial es el de Francisco Moreno Galván, aglutinador de tantas inquietudes artísticas en La Puebla, hermano del crítico flamenco José María Moreno Galván.
Moreno Galván hizo los decorados de películas producidas por Samuel Bronston como El Cid, 55 días en Pekín o Lawrence de Arabia. Una de sus obras maestras fue la decoración y diseño del nuevo Central, reforma de 1981. Dos años después, el pintor y cantaor entraría en el Ayuntamiento como concejal de Urbanismo.
La Puebla de Cazalla ha dado tantos artistas del cante que para el homenaje hubo que contratar el elenco fuera del municipio. "Si no, no acabamos". Además de los conocidos -Menese, Miguel Vargas, Diego Clavel-, espontáneos como Raúl Montesinos, que ayer entraba en el Central como comercial de patatas fritas. El tabernero también se suelta en el mostrador. "Lo suyo son las bulerías por soleares", dice Miguel Núñez, "con esa angustia que le daba Fernanda de Utrera". Lo mismo imita a Farina que canta por el Niño Marchena. Sevillista confeso, atendió muchas veces a su paisano José María de la Concha, el hombre que fichó a los béticos que ganaron la Copa del 77 y que en su panteón familiar en La Puebla hizo colocar los escudos de Argentina, país donde nació, y de la hermandad de los Gitanos.
Por el Central pasaron Alfonso Guerra, Verstrynge, Javier Arenas, Anguita o Eladio García Castro cuando el PTE tenía cinco concejales. "Santiago Carrillo estuvo en La Puebla, pero no pasó por aquí", recuerda Fernando. Comió en el bar Perry, que actualmente es un bar de copas, La Jota Doble, que regenta su hijo José Joaquín. El mayor de los cuatro. Después nacieron Fernando, María del Pilar y María del Carmen. Seis nietos: María del Carmen, Mari Paz, Luisa, Fernando, Javier y Julio.
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