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Robo en el Palmar de Troya
A principios de la década pasada, todavía con Clemente vivo, la orden de los carmelitas de la Santa Faz organizó unas jornadas de puertas abiertas e invitó a los medios de comunicación al interior de la basílica del Palmar de Troya. Se organizó una procesión presidida por Clemente, al que seguía su sucesor, Manuel Alonso Corral. Algo más retrasado en el cortejo iba Ginés Jesús Hernández, que a la muerte de Corral, en 2011, se convertiría en el tercer pontífice de la Iglesia Palmariana bajo el nombre de Gregorio XVIII.
Hernández llevaba una mitra e iba sin la barba que ha caracterizado su imagen pública desde que renunció al papado por amor en el año 2016. Lucía ricas vestiduras que cubrían todo su cuerpo. Este miércoles, más de quince años después de aquella procesión, nadie que no hubiera leído la prensa, visto las noticias o consultado internet desde el fin de semana habría podido sospechar que el hombre que se cubría la cabeza con una chaqueta negra y era llevado a los juzgados de Utrera esposado y rodeado de guardias civiles era el hombre que rigió los destinos de los palmarianos durante un lustro.
Ginés Jesús Hernández recibió el alta médica al mediodía. Había pasado tres días ingresado en el Hospital Virgen del Rocío, adonde llegó la tarde del domingo en helicóptero, herido grave después de haber intentado robar en el templo de los palmarianos y haber sido sorprendido por el padre Silvestre. El ex papa habría atacado con un cuchillo a este cura, que se habría defendido desarmándolo y clavándole el arma blanca durante el forcejeo. Gregorio XVIII accedió a la iglesia a la hora de misa, las seis de la tarde, encapuchado y con herramientas para abrir cerraduras. Le acompañaba su mujer, Nieves Triviño, la ex monja palmariana por la que el pontífice dejó su trono papal.
La juez de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Utrera, en funciones de guardia, decretó este mediodía el ingreso en prisión de Ginés Jesús Hernández y su mujer, a la que había prorrogado el día antes su detención para tomarle declaración junto con su marido. Ninguno de los dos quiso hablar. Se acogieron a su derecho constitucional a no declarar. Aunque la Guardia Civil les había imputado en un primer momento los cargos de homicidio en grado de tentativa y robo con violencia e intimidación, en el juzgado sólo se le mantiene esta última imputación, aunque con agravantes, según explicaron fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Las fuentes no precisaron cuáles son agravantes.
Sobre las tres y media de la tarde, el ex papa y su mujer salieron de los juzgados no en el papamóvil, un BMW X6 que los palmarianos le acusaron de robar, sino en el patrullero con las lunas tintadas en el que habían llegado dos horas y media antes. Él camino de la cárcel de Sevilla-I y ella de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra.
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