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Un nuevo monumento sevillano entra en la lista roja del patrimonio

Hispania Nostra alerta del riesgo de desaparición del convento de Santa Eulalia de Marchena.

Las Atarazanas abandonan la lista de monumentos en peligro

Las ruinas del convento de Santa Eulalia. / Samuel García

Un convento del siglo XIV a punto de desaparecer. El convento de Santa Eulalia, en Marchena, ha sido incluido en la Lista Roja del Patrimonio en peligro. La prestigiosa asociación Hispania Nostra, autora de esta recopilación de monumentos en peligro, advierte del severo riesgo de desaparición de los restos que quedan de este antiguo cenobio que no cuenta con ningún tipo de protección.

Los restos que quedan de este convento del siglo XIV se encuentran totalmente en ruinas y en un estado de completo abandono, como denuncia Hispania Nostra. Actualmente, como explica esta asociación para la defensa y promoción del patrimonio cultural y natural, se pueden ver resquicios del primitivo convento medieval, como algún arco apuntado. El convento está "practicante en ruinas y cubierto por abundante vegetación".

La mayoría de sus bienes fueron repartidos entre otras iglesias de la localidad. Como dato curioso, añade Hispania Nostra, en un rincón de las ruinas se encuentra una lápida romana del siglo I, con la inscripción A Postumia Annula, hija de Lucio, de su liberto Acanto (según el experto Enrique García Vargas, el esclavo liberto Acanto pagaría la inscripción en honor a su dueña). No hay yacimientos romanos en la zona, por lo que esa lápida parece ser una pieza reutilizada para la construcción del convento, procedente de otro lugar.

Estructuras que quedan del antiguo convento. / Samuel García

Fundado en 1366 por Don Juan, duque de Arcos, el convento de Santa Eulalia, conocido popularmente como Santa Olalla, fue el primer cenobio establecido en Marchena, a unos cuatro kilómetros de la población.

Según Hispania Nostra, en el edificio se daba culto al Santo Cristo del Pan, una imagen de gran devoción actualmente en la capilla de la Vera Cruz.

En 1814, a causa de la invasión francesa, el convento fue convertido en fortaleza y rodeado de muros. Tras la expulsión de los franceses volvió a ser habitado por frailes durante algunas décadas más. El desalojo definitivo fue en 1867 como consecuencia de las desamortizaciones. Algunas de sus imágenes y retablos pasaron a otros templos de la localidad. Actualmente apenas quedan unos pocos restos.

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