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La ilusión de volver a la mina

Muchos de los vecinos del municipio y ex trabajadores mineros defienden la reutilización del yacimiento como una forma válida de reactivar la economía.

La corta de la mina de Aznalcóllar.
Carlos Rocha

14 de julio 2013 - 05:01

Cuando se deja atrás el Aljarafe, viajando hacia el noroeste, se va produciendo un cambio paulatino en el paisaje. El terreno es cada vez más accidentado y el campo se vuelve árido. Poco después de pasar Gerena, en un recoveco de la carretera, ya casi no hay pastos ni cultivos y la mano del hombre se hace patente, pues los que habitan estos lugares llevan excavando en el suelo desde antes de que Andalucía se llamara la Bética.

Cerca de la frontera con Huelva se encuentra la parte sevillana de la zona geológica conocida como Faja Pirítica. Es un territorio de unos 250 kilómetros que llega hasta Portugal, cruzando toda la sierra onubense, plagado de minas de materiales como el cobre, el zinc o incluso el oro y la plata.

Aznalcóllar es el último pueblo de la provincia de Sevilla antes de cruzar a Huelva, cerca del río Tinto. Muchos de los aznalcolleros reconocen el carácter eminentemente minero de su pueblo. Puede que sea esta la razón por la que se llevaron una desagradable sorpresa cuando Boliden -la empresa sueca que explotaba el yacimiento- anunció el cierre en 2001. La empresa no se iba por el desastre medioambiental que provocó la rotura de una balsa de residuos tres años antes. La motivación fue puramente económica: la mina ya no era rentable por el descenso del precio de los metales.

El resultado del fin de la explotación minera en una población que casi no sabía hacer otra cosa fue bastante traumático. Muchos vecinos coinciden en la falta de actividad que ahora tiene el pueblo, en la poca vida que se aprecia en él. Loli, la hija de un minero jubilado por aquel entonces, lo ejemplifica con el descenso en la actividad inmobiliaria. "Antes era imposible encontrar una casa para alquilar", aunque reconoce que la crisis económica también ha tenido parte de culpa en eso.

Amparo regenta un local dedicado a la venta de ropa en la calle principal de Aznalcóllar que ya estaba abierto antes del cierre de Boliden. "Hemos podido ir tirando", dice resignada mientras recuerda que la situación no se puede comparar con la que era. En su tienda tenía a dos empleadas, ademas de ella y su hija, que sigue ayudándola hoy en día. Fue precisamente su hija la que le dio la noticia de la convocatoria del concurso internacional para la reapertura del yacimiento. Estaba en Sevilla haciendo unas compras cuando lo escuchó en la radio y llamó a su madre muy nerviosa para contárselo. Ambas coinciden en afirmar que si al final vuelve la actividad supondrá un tremendo impulso para la economía del pueblo.

Algunos habitantes tuvieron incluso que buscar un empleo fuera, como Juan Rodríguez, trabajador de una empresa de movimiento de tierras. Él no se quedó en paro, pero lo destinaron a trabajos de obras públicas en Madrid o Zaragoza, entre otros lugares de la geografía española. Sus hijas, que han abierto recientemente una semillería después de quedar desempleadas, no recuerdan con claridad la experiencia por la que pasó su padre. Lo único que afirman casi al unísono es que dejaron de verlo porque "solo venía un fin de semana cada dieciocho días". Esta familia espera que la nueva situación suponga un cambio en la economía de Aznalcóllar, "porque significará una inyección de dinero, trabajo para la gente que así podrá consumir".

A pesar de la merma en la economía del pueblo se produjo un hecho curioso. El poder adquisitivo de la población se mantuvo más o menos estable. Esto se debe a que 309 trabajadores de la mina fueron prejubilados con un alto porcentaje del sueldo que cobraban. Juan, que trabaja en el bar La Parada pero había sido previamente minero, culpa en mayor medida a la crisis económica que al fin de la actividad minera.

El problema recayó en los 108 trabajadores que no alcanzaban la edad suficiente para la prejubilarse, ni incluyendo las reducciones que tiene los mineros por el riesgo que conlleva su profesión. La Junta de Andalucía se comprometió a dar empleo y a mantener la renta de esos trabajadores en trabajos de restauración y reforestación de la zona afectada por la actividad minera. También impulsó la creación del Parque Medioambiental de Andalucía (PAMA), un proyecto industrial que debía ayudar a recolocar a los trabajadores de la mina en actividades relacionadas con las energías renovables y la sostenibilidad. Esta iniciativa se convirtió en otra víctima de la crisis. Hoy sólo quedan 6 empresas y la mayoría de ellas han tenido que hacer reducción de plantilla.

De esos más de 100 trabajadores, hoy en día hay 13 que todavía no han visto solucionada su situación laboral. Son los mineros que han aparecido en los medios de comunicación encerrados en la Catedral de Sevilla o acampados a las puertas del Parlamento Andaluz. El portavoz del colectivo de mineros de Boliden es Juan José Fernández Garrido, uno de esos trabajadores demasiado jóvenes para ser prejubilados.

Como representante de sus compañeros, acoge con gran optimismo el proyecto de volver a iniciar la actividad, "algo que siempre hemos defendido como posible". Incide en que gran parte del trabajo ya está hecho, pues solo habría que seguir excavando para extraer el mineral. Hace un llamamiento para que los productos procedentes de la materia prima sean manufacturados en la comarca, con los beneficios que eso supondría para toda la región. Fernández Garrido celebra que los tres partidos políticos con representación parlamentaria en la comunidad se hayan unido en la apuesta por la minería metálica, que "se ha convertido en una de las principales industrias motoras de Andalucía".

No es el único que acoge con satisfacción la reapertura, entre otras razones, porque los aznalcolleros tienen un espejo en que mirarse: el vecino municipio de Gerena, que desde hace cuatro años acoge la explotación minera Cobre Las Cruces. La bonanza económica en la que está inmersa Gerena desde que se trabaja en el yacimiento es lo que desean para su localidad. Una de las trabajadoras de Correos de Aznalcóllar hace todos los días los doce kilómetros que separan ambos municipios y admite la abismal diferencia de actividad que hay en ambos pueblos. "Gracias a la mina, en Gerena hay un muchas contrataciones, subvenciones a emprendedores, ayudas a la construcción, incluso patrocinadores de equipos de fútbol".

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