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La casualidad unida al empeño de quienes intentan sacar lo mejor hasta de los errores está detrás de muchos de los mayores descubrimientos del mundo. En Carmona, hacia 2013, de un perjuicio nació una nueva oportunidad. Las fresas que soportar el calor de la campiña sevillana durante todo un verano dieron origen a la primera ginebra saborizada de fresa natural. Se tuvo que crear una nueva categoría para esta bebida espiritosa porque no entraba en ninguna de las existentes en el mercado.
Desde ahí la carrera ha sido constante. Se han incorporado nuevos sabores, ha sido imitada y en apenas diez años la empresa con sede en Carmona exporta sus ocho referencias en ginebras a 57 países ,y creciendo. A la de fresa, se suma exótica, sweet melón, lemonberry, classic, pure black, peach&orange y el más reciente, una variedad de la de fresas que es 0,0. La empresa es un revulsivo también para la economía de Carmona. El 70% de los empleados son vecinos de Los Alcores.
Si a esto se suma la historia que encierra la finca donde nació todo y se realiza parte de la producción –el volumen de negocio hizo que la parte final se trasladara al parque logístico de Carmona– hace que Puerto de Indias sea, además de la primera ginebra con sabor de frutas naturales, una de las que más historia tiene.
La antigua destilería, situada en la finca Brenes en el núcleo urbano de Carmona, está abierta al público desde el pasado mes de noviembre. Una visita que desde el primer momento envuelve no sólo en la historia de la ginebra sino en la del propio municipio. Desde el momento de la entrada se percibe que no es una destilería cualquiera, no sólo por el tiempo que lleva en funcionamiento –es la segunda más antigua de Andalucía– sino por el lugar en el que está situada.
El agua, esa que acompaña al visitante durante todo el recorrido, proviene de un manantial que le ofrece a la finca un verdor casi de bosque gallego. Las galerías romanas del subsuelo, el muro de época musulmana, las termas del imperio romano. Carmona es un tesoro para los arqueólogos y esta destilería también.
El manantial, aguas que transcurren por canalización romana y caen por un muro de la época de Al Andalus, fue lo que convenció a Izaguirre cuando en 1880 decidió instalarse en Carmona cuando huía de la guerras carlistas. Aquí comienza a realizar sus destilados. Cuando muere, lo heredan sus sobrinos y crean la marca de Los Hermanos. En 1920 se produce aquí el primer pacharán andaluz. La producción de destilados va decayendo hasta que los hermanos Rodríguez se hacen con la fábrica, a la que en principio dan un sentido hostelero, aunque manteniendo parte de la producción del anís, como siguen haciendo ahora en uno de los edificios que componen la antigua fábrica.
Pero si hay una palabra que define a toda la historia de Puerto de Indias puede ser inquietud. José Antonio y Francisco Rodríguez, que se dedicaban a la construcción compraron la destilería con la condición de que tenían que seguir con el oficio. De este modo aprendieron a utilizar los alambiques de casi dos siglos para sacar anís, licores o pacharán.
Sus mentes están en continua ebullición. Por eso, cuando se pone de moda echar de todo en los gin tonic se les ocurre poner en el mercado frutas preparadas para aderezar estos combinados. Poco a poco fueron teniendo éxito a pequeña escala y deciden comprar un gran cargamento de fresas de Huelva a la que las altas temperaturas hicieron polvo. Las fresas fueron directas a la basura, pero el alcohol macerado no porque tienen un proceso concreto de eliminación. Tras varios intentos, en 2013 lanzan la primera ginebra saborizada con fresa natural del mundo y se convierte en un éxito.
Actualmente Puerto de Indias pertenece a un fondo de inversiones, pero los hermanos Rodríguez siguen destilando de modo artesanal dentro de la misma finca, de la que continúan siendo propietarios, y utilizando el agua del manantial con los alambiques de Izaguirre. Es, en cierto modo, ese hilo que une la historia de los destilados en Carmona. Son herederos de una tradición que sigue viva y ellos son los garantes de esa condición que venía en el contrato de compraventa de la finca.
La visita a la antigua destilería no solo cuenta esa historia. Explica con olores y sabores todo lo que hay detrás de una botella de ginebra que, por cierto, tiene la forma de la Torre del Oro y quiere ser un continuo homenaje a aquellos que partieron al Nuevo Mundo desde Sevilla. Rocío Gómez Cuevas es la directora del Centro de Visitantes y Experiencias de Puerto de Indias. Vive lo que cuenta y es capaz de transmitir la historia de la marca con tanta pasión que es imposible dejar de escucharla. Ni por los más jóvenes, que parece imposible que se despeguen del móvil.
La musealización de la fábrica es clara, moderna pero adaptada a los edificios de hace más de dos siglos de manera que parece que siempre han estado allí. La visita es un recorrido desde el origen hasta cómo se destila. Todo sencillo, simple, casi como sin darse importancia y con u gran protagonismo para el visitante que puede oler cada uno de los botánicos y frutas con los que se hace cada una de las ginebras. Olores intensos que ayudan aún más a disfrutar de la visita y una historia que casi se puede tocar con las manos.
Rocío cuenta que aquí mismo hubo un antiguo molino harinero hidráulico, seguramente estamos pisando termas romanas y andando sobre una galería de minas de agua que, probablemente atraviesen los Alcores y llegue hasta Alcalá.
Todo eso mientras se ve la evolución de la botella, que cuenta mucho de la transformación de la propia marca, y se escuchan las ranas y los pájaros. Porque la naturaleza siempre es más rica donde abunda el agua que, por cierto, utilizan ya osmotizada para sus ginebras.
La visita a la antigua fábrica de Puerto de Indias se realiza siempre con un guía. Hay varias opciones. La más básica cuesta 15 euros y se pueden degustar tres ginebras al finalizar. La premium suma a la visita guiada una cata y un gin tonic y el precio es de 25 euros. Existen una serie de descuentos como del 30% para los mayores de 65 años, el 50% para niños de 4 a 17 años. La entrada es gratuita para los menores de cuatro años.
Y si aún se quedan con más ganas de conocer aún más el proceso de fabricación existe la posibilidad de un taller: Haz tu propia ginebra. Tiene una duración de dos horas y media y cuesta 90 euros.
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