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Más que una ciudad dormitorio

Más que una ciudad dormitorio
Trinidad Perdiguero

02 de marzo 2009 - 05:01

Para que un municipio tenga identidad e idiosincrasia y sea algo más que una suma de urbanizaciones hay que pensar de antemano en la forma de integrar a los recién llegados, en cómo hacer que se sientan más pronto que tarde partes de esa realidad. La premisa -de manual, pero que no siempre está presente al planificar un desarrollo-, ha vuelto a quedar de manifiesto en un estudio sobre los problemas de la presión urbanística y de la integración de los vecinos recién llegados que se dan en las comarcas limítrofes con las áreas metropolitanas, en las que, en menor medida que las pegadas a la capital, se ha dado un boom de crecimiento con población inmigrante o procedente de zonas urbanas más saturadas.

El trabajo, Integración de los nuevos pobladores en las zonas rurales afectadas por las áreas metropolitanas, ha sido coordinado por la Asociación de Desarrollo Aljarafe-Doñana (ADAD) y por su gerente, Alfredo Florencio, quien destaca que se realizó a finales de 2007 y principios 2008, antes de que la crisis arreciara, pero es de plena actualidad. "Teníamos la percepción de que había que hacer algo, tener un diagnóstico más allá de los comentarios de barra de bar sobre los recelos entre los vecinos de toda la vida y los nuevos. Se trata -insiste- de poner mecanismos para que no se llegue al conflicto". Ahora que los ritmos han cambiado, es buen momento para ver las cosas más serenamente, con más perspectiva.

Tres de las siete áreas analizadas, asociadas en grupos de desarrollo que abarcan 107 municipios, son de Sevilla: Aljarafe-Doñana, el Corredor de la Plata y la Gran Vega. En ningún caso, los expertos de las universidades de Sevilla (Pablo de Olavide) y de Córdoba que firman los trabajos han detectado "conflictos". Pero sí "tensiones" y "riesgo" de que los haya, según el diagnóstico que han elaborado.

Sin dar nombres de municipios para evitar las susceptibilidades, los investigadores han encontrado muchas coincidencias y, aunque Florencio dice que el objetivo no era tanto el análisis urbanístico como los problemas sociales, en las conclusiones se incide en que se ha apostado por un crecimiento muy superior a la demanda y a las posibilidades reales que existen de ocupación de esos suelos, cuando hay bolsas por desarrollar en el interior de los cascos históricos y, en ningún caso, "un problema de vivienda". Sólo en la Gran Vega se alude a la carestía de VPO.

Pero el problema de integración no sólo puede venir de la cantidad de urbanizaciones -llegan a hablar del riesgo de "elefantiasis" en el Aljarafe-Doñana- sino de las características de éstas. Se trata de crecimientos pegados a los cascos históricos, pero en los que al ubicar los lugares de encuentro y equipamientos en los que puedan confluir e interrelacionarse toda la población, lo hacen normalmente allí donde "es más fácil", no en el lugar más accesible o agradable. Las plazas y áreas libres se colocan como "fragmentos sueltos, dispersos, con criterio decorativo o funcional, más que de confortabilidad". Los expertos destacan que no sólo es recomendable que estas infraestructuras sean accesibles y agradables, sino que estén llenas de contenido, actividades y talleres para todos. Los modelos urbanísticos, sigue el estudio, son modelos "más favorables al coche que para el peatón" y apunta que la generalización de adosados -sobre todo en la Gran Vega- sin bajos para el comercio de cercanía, merma otra de las claves de la interrelación entre grupos. Tras analizar las comarcas, realizar encuestas y debates, se ha concluido, además, que pese a los esfuerzos de algunos ayuntamientos, no hay una verdadera participación y los vecinos siguen viendo la planificación urbanística, la elección de un modelo de ciudad, como ajeno, que está en manos de otros y de intereses privados.

Hay carencias de servicios a pesar de que se planifican equipamientos y la actualización del padrón sigue siendo una asignatura pendiente. La conexión mediante transporte público de muchas de estas urbanizaciones, también.

Pero la integración no depende sólo de un espacio físico. Hay algo más intangible que se llama identidad y en el estudio se hace hincapié en potenciar y difundir el patrimonio de cada zona -paisajes, historia, usos y costumbres, monumentos- y cuidar los cascos históricos con el esmero que se pone en los nuevos núcleos para que los vecinos puedan identificarse o proyectarse en ellos. Es muy significativo que en dos de las comarcas -el Corredor de la Plata y la Gran Vega- se ha planteado como un problema que los profesores estén siempre de paso, con lo que la enseñanza se "descontextualiza" del entorno en el que se produce.

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