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"Me van a caer 15 años de cárcel, pero he acabado con el problema"

Crimen machista en Lebrija

Un hombre se entrega a la Policía tras matar a su ex mujer de una paliza, arrojarla por el balcón y atropellarla después con el coche.

Familiares y vecinos se abrazan en la puerta de la casa de los padres de la víctima.
Fernando Pérez Ávila

10 de diciembre 2015 - 05:03

Seis menos veinte de la mañana. Calle Zancarrón Jazmín, Lebrija. Una mujer que se dirige a la panadería en la que trabaja pasa por la puerta del número 83 de esta calle y observa a una persona tendida en un gran charco de sangre. No puede verle el rostro y piensa que puede tratarse de un hombre que se ha caído o tirado por el balcón. Llama a la Guardia Civil y avisa de lo que ocurre.

En ese instante, un hombre llega ensangrentado y herido a la sede de la Policía Local de Lebrija, unas dependencias que están situadas en el edificio del Ayuntamiento. Sufre lesiones en una muñeca, fruto de haberse autolesionado, y en una rodilla, originadas posiblemente por una caída en altura. Al policía que le atiende le confiesa tranquilamente que ha matado a su ex mujer, de la que se había separado recientemente. "Sé que me van a caer 15 años de cárcel, pero he acabado con el problema", le dice al agente. Éste detiene al hombre, que en ningún momento se resiste, y comunica el asunto a la Guardia Civil.

Una patrulla de este cuerpo ya se dirigía a la calle Zancarrón. Lo primero que vieron los agentes es el cuerpo de una mujer con el rostro desfigurado por los golpes que había recibido. El cadáver yacía en la acera a un par escaso de metros de la puerta de su casa. Es María del Castillo Vargas Amaya, Casti, de 36 años, muy conocida en Lebrija porque era la hija menor de la cantaora Juana Vargas, una de las fundadoras del trío Las Corraleras de Lebrija.

La mujer había presentado dos denuncias por violencia de género contra su ex marido, de 40 años y natural de El Cuervo, con el que tenía dos hijos en común, de 7 y 11 años. Los niños pasaban la noche con una tía y con los abuelos maternos en la casa de Juana, situada a dos calles del escenario del crimen. La primera denuncia se presentó en julio y la segunda en noviembre. El 27 de noviembre, un juez le había impuesto al ex marido una orden de alejamiento de su pareja, que este miércoles seguía en vigor y que de nada sirvió para impedir este crimen, el cuarto de carácter machista que se registra en lo que va de año en la provincia de Sevilla.

Lo que ocurrió en el interior de la casa de la víctima alrededor de las cinco de la mañana de este miércoles está todavía por aclarar. Cómo entró el asesino en la vivienda es todavía un punto que la Guardia Civil ha de esclarecer. Pudo aporrear la puerta con un palo y la mujer le abrió para que dejara de hacer ruido, y tampoco se descarta que forzara la entrada. Lo cierto es que la víctima había cambiado la cerradura y él ya no tenía llave del domicilio.

Una vez dentro, el asesino golpeó a la mujer en reiteradas ocasiones. La Guardia Civil aseguraba este miércoles que no se había hallado ningún arma, aunque algunas fuentes apuntaban la posibilidad de que la mujer podía haber sido degollada. En cualquier caso, el forcejeo se trasladó a la planta alta de la vivienda y el asesino quiso tirar a su ex mujer por el balcón, desde una altura aproximada de unos cuatro metros.

Según algunas fuentes, ella, que era bastante corpulenta, pudo agarrarlo e hizo que los dos cayeran al vacío, de ahí las heridas que presentaba el asesino cuando se entregó en la sede de la Policía Local. Después, el hombre habría cogido su furgoneta, la habría subido a la acera y habría pasado con ella por encima de la víctima varias veces. Eso explicaría las numerosas marcas de sangre que encontró la Guardia Civil en la acera y en la calzada.

Tras rematar a su ex pareja, el asesino se dirigió al Ayuntamiento y contó con frialdad lo ocurrido al agente de la Policía Local que estaba de guardia. La Policía lo trasladó al centro de salud de Lebrija, donde fue atendido en un primer momento de sus heridas. De ahí fue llevado en ambulancia al Hospital Nuestra Señora de Valme, donde fue operado de una fractura en la muñeca y donde permanece ingresado bajo custodia de la Guardia Civil.

El cadáver de María del Castillo Vargas estuvo más de cuatro horas tendido en la acera, mientras era examinado por el forense y por los investigadores de la Guardia Civil. Los especialistas de la Policía Científica de este cuerpo instalaron una especie de carpa alrededor del cuerpo para que hiciera pantalla y los informadores no pudieran sacar ninguna fotografía ni del cadáver ni del trabajo de la Guardia Civil en el escenario del crimen.

La comisión judicial ordenó el levantamiento del cadáver pasadas las diez de la mañana. El cuerpo fue trasladado a la sede del Instituto de Medicina Legal de Sevilla, donde se le practicará la autopsia este jueves. Tras esta prueba, los restos mortales de María del Castillo serán trasladados de nuevo a Lebrija, donde tendrá lugar su funeral.

Una vez levantado el cuerpo, los servicios de limpieza retiraron todos los restos de sangre de la puerta de la casa, en la que sólo quedó el precinto de la Guardia Civil. En el suelo, sólo unas suaves manchas rojizas indicaban la magnitud de lo ocurrido horas antes. En la calle Reyes Católicos, a escasos doscientos metros, empezaban a llegar vecinos y familiares al domicilio de los padres de la víctima.

En la puerta, un azulejo recuerda que es la casa de la cantaora Juana Amaya Vargas. "Todo ese balcón estaba precioso hace un par de horas, lleno de adornos navideños", señalaba una mujer. Todo había sido retirado en cuanto se supo lo ocurrido. Un hombre introducía varias sillas de plástico en la vivienda y otros atendían a los recién llegados. "Disculpen, ahora mismo el que está más entero como para poder hablar con la prensa es el hermano, y se ha ido a Sevilla, donde está el cadáver. El padre está muy delicado del corazón y ahora mismo no está para atenderles", decía un amigo de la familia a los medios de comunicación.

"¿Qué como era Casti? Todo vitalidad. Estaba siempre haciendo cosas. Trabajaba en un catering, y cuando no tenía trabajo estaba vendiendo naranjas o ropa. Podías verla puerta por puerta vendiendo ropa. Conocía a su marido desde los catorce años. Los malos tratos los ha visto él en su casa, desde pequeño el padre le pegaba a la madre. Últimamente estaba muy enganchado a la cocaína", contaban algunos de los presentes.

La víctima regentó un bar en El Cuervo con su ex marido hasta hace unos meses. Cuentan que ya aquí intentó meterle la cabeza en una freidora. La separación vino, apuntan algunas fuentes, porque el ex marido se metió en un negocio relacionado con las drogas. A raíz de ahí llegaron las dos denuncias y la orden de alejamiento.

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