Tragedia a las puertas de la plaza de abastos
Los vecinos coinciden en que la ruta a pie por el pasillo central del mercado resultó fatal para el destino de los dos vigilantes
Martes 15 de julio en El Viso del Alcor. El calor no castiga demasiado. A las doce de la mañana todavía hay bastantes vecinos por las calles. Se pregunta por el lugar exacto del tiroteo y todos indican la dirección. "Sí, es en la calle Sierpes, o sea, en la calle Real, a la altura del mercado", precisa un lugareño en la entrada del municipio.
La calle Real es la estampa turística de cualquier pueblo andaluz. Fachadas de forja y madera. Los naranjos delimitan la vía en la que hay una hilera de coches aparcados. Una aparente tranquilidad reina en el ambiente. El mayor alboroto lo producen las cámaras de televisión y las unidades móviles allí instaladas. A las puertas del mercado, un funcionario municipal termina de limpiar las huellas de sangre de las dos víctimas del atraco. Lejía y agua borran los últimos rastros. La Guardia Civil ya ha tomado las pruebas pertinentes. En el mercado sólo quedan dos puestos abiertos. Normalmente no cierran hasta las dos, pero ayer todo fue diferente.
Víctor Benítez se encarga de cortar las últimas morcillas. Su puesto se ha convertido en una especie de set televisivo. Atiende a cada uno de los periodistas. Lo ha visto todo: "Escuché un disparo y miré a mi alrededor para comprobar que todos se habían percatado. No me dio tiempo a ver más. De momento se oyeron otros. Casi ocho. Me resguardé en el interior del puesto. Luego sólo vi a la gente huyendo hacia la calle Corredera. Cuando salí de nuevo me enteré de que había dos personas heridas en la puerta".
Víctor lleva medio siglo trabajando en este mercado. Nunca había sucedido algo parecido. Durante estos años ha comprobado cómo varios vigilantes de seguridad suelen utilizar el mercado "de pasillo" para llegar al Banco Santander. "Dejan el camión en Corredera porque en la calle Real es muy difícil aparcar. No es la primera vez que los veo pasar por aquí con unos sacos, que aunque nadie vemos lo que llevan dentro todos sabemos que se trata de dinero del banco. Entiendo que lo hagan para evitar molestias, pero es un peligro muy grande el que se corre. Imagínese que en vez de ser en la puerta los disparos se producen en el interior del mercado. No sé si yo estaría vivo".
No es el único comerciante que opina de esta manera. Más de un vecino coincide en que los vigilantes se exponen a un peligro constante cuando usan el mercado como atajo. Así lo cree también el propietario de la Carnicería Alfonso: "Tienen costumbre de tirar por aquí. En mi opinión es algo imprudente, pero como siempre vamos con prisas a todas partes, pues luego pasa lo que pasa, que hay quien se fija en estas cosas para destrozar la vida de una persona".
Este carnicero presenció cómo los vigilantes se desangraban. "Fue horrible. Cuando escuché los disparos me asomé a la puerta y al percatarme de que había un hombre con un casco pegando tiros me escondí en mi puesto. No salí hasta que escuché un gran murmullo. Aquello era un reguero de sangre".
El mercado se queda vacío. Los últimos placeros cierran sus puestos. Víctor todavía espera para ver lo que cuentan los informativos. Allí también se encuentra Francisco Javier Antúnez. Este joven sólo recuerda a la gente corriendo cuando se oyeron los disparos. "Fueron de cinco a ocho tiros. Yo me escondí bajo el mostrador del puesto hasta que cesaron. Luego bajé a verlos y estuvimos ayudando a las personas que se habían puesto a auxiliarlas. Todo ha sido muy fuerte".
El mercado cierra. Los informativos hacen de la calle Real un plató televisivo en toda regla. Sólo el bar España permanece abierto. Es una tasca donde la solera que dan los años se refleja en el ennegrecimiento de sus azulejos. Eduardo conversa con varios parroquianos de la taberna. Hoy no se habla de la crisis ni de los últimos fichajes del Sevilla y el Betis. Los rumores ya han saltado a la palestra, y con ellos, cientos de preguntas quedan en el aire. Cuando entra algún periodista el mutismo marca el ambiente. "Insisto, no vi nada. Sólo a una vecina que me dijo: '¡Eduardo, tiros!' Y me refugié en el bar, no fuera que vinieran a por mí".
Los vecinos que socorrieron a los vigilantes están testificando. Pero, no todos están allí. Una inmigrante que trabaja en una casa de El Viso también estuvo en la escena de los hechos. Incluso hay quien asegura que se encontró de frente con el atracador. Son sólo rumores, pero esta mujer se esconde en el momento en el que le preguntan si vio algo. Cuando cierra la puerta el silencio se alarga en la calle como la sombra de las fachadas. Es la hora de la siesta. Y hay quien asegura que no podrá dormir hasta que detengan al asesino.
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