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San Miguel: la ladera olvidada

Los vecinos son escépticos ante la idea municipal de convertir el barrio del Castillo en el Albaicín sevillano · El gobierno local defiende que el Urban y los planes de rehabilitación de la Junta serán definitivos

Una de las viviendas que tienen colgado ya el cartel del plan de rehabilitación de la Junta.
Trinidad Perdiguero

02 de febrero 2009 - 05:01

Al adentrarse en las cuestas del barrio de San Miguel de Alcalá de Guadaíra, en la ladera del Castillo opuesta a la que flanquea el Puente del Dragón, se tiene la sensación de hacerlo en un arrabal morisco. Son sinuosas, estrechas. Las casas ascienden adaptándose al cerro en el que el túnel del Tren de los Panaderos aún puede atisbarse tras una tapia cerca del Arco de San Miguel. Pero es un espejismo. La estructura urbana del distrito, con 900 vecinos, es de inicios del siglo XX.

"A los mismos problemas se aplicaron las mismas soluciones", aclara Antonio García Mora, de la Asociación de Historia Padre Flores, quien con Octavio Sánchez, que dirigió el colegio, hace de guía en el que el gobierno local socialista quiere convertir en el "Albaicín" sevillano, en referencia al barrio granadino que mira a la Alhambra. Aunque García Mora y Octavio, como otros, son escépticos.

Laura Ballesteros, portavoz municipal, cree que el Urban, que prevé una inversión de más de 14 millones en toda la zona centro, será el antes y el después del barrio del Castillo, al que el mercado de la droga llegó en los 70. Fueron y son con "pocas familias", coinciden todos, pero han acabado estigmatizándolo, sin que los sucesivos programas públicos hayan cuajado. Pero San Miguel es, por su ubicación, un problema en el escaparate y su recuperación, condición para poner en valor la fortaleza. Cuando el Ayuntamiento organiza visitas pide apoyo policial y los robos a los que se adentran solos son frecuentes.

"Tiene resortes románticos para sacarles partido", defiende Curro López, otro estudioso de la zona que, como villa alta, quedó vacía en el XVI. Sólo los arrieros y algunos gitanos usaban las cuevas que lo caracterizan. Se repobló en la II República, cuando Alcalá despuntó con la industria del aderezo. Llegaban las mujeres a trabajar en los almacenes. Detrás, la familia. Sin recursos, se asentaron en las cuevas, que ampliaban con anárquicas construcciones, como sigue ocurrieno. Fue un lugar de gente que sobrevivía y en el que la solidaridad formaba parte de lo cotidiano. Es el mito de la Triana corralera. Incluso los que se fueron se dicen castilleros, tiene hasta cantaor de referencia Joaquín el de la Paula, padre de la Soleá alcalareña, y fue plató de películas folklóricas en los años 40 por sus bucólicas vistas: la fortaleza, el meandro del Guadaíra y, enfrente, los pinares de Oromana.

Quizá ello se ha sopesado en el Urban, un programa para la regeneración urbana, social y económica de barrios en crisis. "A través de la formación de los jóvenes -hay un alto grado de abandono escolar y paro- y de ayudas queremos que los propios vecinos generen actividad, recuperando las cuevas para locales de flamenco, tiendas de recuerdos y artesanía o de productos de Alcalá", dice Ballesteros. Hace poco, la Junta entregó además los carteles a los 31 vecinos que se han acogido al programa de transformación de infravivienda. Las obras se iniciarán cuando se les busque realojo "temporal". La propiedad quedará regularizada. La Empresa Pública de Suelo de Andalucía (EPSA) gastará 847.000 euros en rehabilitar la iglesia de San Miguel, un reformado templo mudéjar del siglo XVI, como centro cívico.

El Urban implicará además una "profunda" intervención en calles y fachadas, para lo que se contratará a los propios vecinos, aunque Ballesteros no es muy precisa porque los proyectos se están elaborando. Destaca la apertura de un nuevo acceso, dejando el Arco de San Miguel -puerta del recinto fortificado y por el que pasan difícilmente los coches- en una glorieta, lo que implica el derribo de viviendas, a cuyos residentes se le buscará otra casa en la zona.

Pero ese proyecto se anunció hace más de una década. Antonia Moreno, de la calle Torneo 20, apunta que hace "14 años o más" que le advirtieron que su casa iba fuera. Nada sabe del nuevo plan, aunque defiende la calidad de vida en el Castillo, como Trini, quienes coinciden en que son sólo unos pocos los que proyectan mala imagen. La discreción se impone necesariamente.

Para la intervención social, don Octavio -como lo saludan jóvenes y mayores del barrio- no se lanza a aportar fórmulas mágicas, pero está convencido de que si han fracaso los intentos de instituciones y personas "durante 40 años" ha sido por una falta de constancia, de decisión de las administraciones, socialistas en todos los casos, apunta Curro. La única consecuencia ha sido que familias que han mejorado se han ido, dejando sus casas a otras en peores circunstancias.

Entre los años 60 y el 70 fue Cáritas, entre el 70 y el 80 se instaló en la iglesia de San Miguel una comunidad de salesianos -Octavio, que luego dejó la congregación, entre ellos- y entre 1980 y 1992 fue el colegio de actuación preferente que abrió la Junta, con comedor escolar, programas de salud y otros de intervención social, del que Sánchez fue director. Los mismos arquitectos que diseñaron el Teatro de la Maestranza "se enamoraron de la zona" y diseñaron un proyecto que concluyó que para recuperar el Castillo había que "permeabilizarlo" y abrir conexiones con el pueblo, construir en horizontal y arreglar la propiedad de las casas. La Junta quiso convertirlo en referencia para abordar problemas urbanísticos, sociales y educativos. Cayó en el olvido, según Sánchez. El colegio, con pocos niños, fue demolido al poco. Se han ido aplicando políticas de "manual" que no sirven en problemas complejos, cree García Mora. Se llegó a esbozar un debate sobre si no era mejor hacer que los vecinos se fueran y centrarse en la recuperación patrimonial.

Ballesteros está convencida de que todo ese escepticismo cambiará, por lo prongo, cuando empiecen las obras del plan de rehabilitación de viviendas y defiende que "la única forma de romper el círculo, el chiringuito de la droga, es llevarnos todas las actividades que podamos al barrio, haciendo que la gente suba e implicado a las familias decentes".

Recuerda la gran biblioteca que se está haciendo junto al Arco de San Miguel, el auditorio del otro lado de la ladera, el plan de recuperación de las márgenes del río que se ejecuta con la CHG, el plan Almena en la fortaleza, que se completará con el centro de interpretación, o los festivales de verano. 2013 será un buen momento para auscultar si algo se está materializando porque la UE pedirá resultados sobre el Urban. Aunque el Castillo necesite más de cuatro años.

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