El robo en San Isidoro del Campo estuvo dirigido por una banda de profesionales

Las piezas cerámicas del XVI que se sustrajeron pesaban 240 kilos

Un panel tapa la zona expoliada.
Un panel tapa la zona expoliada. / Juan Carlos Vázquez
R. P.

08 de diciembre 2017 - 02:34

El robo perpetrado en agosto de 2016 en el monasterio de San Isidoro del Campo, ubicado en Santiponce y declarado bien de interés cultural (BIC), se saldó con la sustracción de 392 piezas de azulejo, cenefas y rodapiés con un peso de 240 kilos, si se tiene en cuenta el mortero adosado a los materiales. Estos datos proceden del estudio elaborado por la Asociación de Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano. Para estos expertos, el robo lo cometieron verdaderos "profesionales".

Así lo expone Jesús Marín García, presidente de dicha asociación, en un artículo publicado en el boletín de noviembre de la Asociación Ben Baso de Profesores para la Difusión y Protección del Patrimonio Histórico. Marín analiza el conocido expolio perpetrado el 17 de agosto de 2016 en el claustro de los muertos del monasterio de San Isidoro del Campo, donde "recortes radicales en el gasto público afectaron gravemente la conservación del patrimonio y propiciaron el estado de precariedad del enclave".

Quienes realizaron el robo sabían cómo extraer las piezas sin provocar daños

El presidente de la Asociación de Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano precisa que fueron sustraídos "seis modelos distintos de azulejería de arista del siglo XVI, atribuida a Niculoso Pisano según el historiador Pedro Respaldiza, y a los hermanos Polido, según el profesor Teodoro Falcón". El total de piezas robadas se eleva a 392, concretamente 300 azulejos, 65 cenefas y 27 piezas de rodapiés.

Partiendo de la premisa de que "cada azulejo tiene un peso de 495 a 510 gramos, que podría llegar a los 600 gramos contando con el mortero adosado, el peso total del panel robado está en torno a los 240 kilos", según Jesús Marín García, cuyo artículo expone que "parece ser que los ladrones cargaron todo el material en sacos y lo sacaron a hombros por la parte del Claustro de la Hospedería, y de ahí pasarían a la zona no rehabilitada del monasterio, lugar abandonado y con escasa vigilancia".

"Quienes encomendaron el robo supieron elegir bien las piezas, aconsejaron cómo extraerlas sin excesivos daños y sin tocar otros azulejos de data posterior y formato diferente". Para Marín, los autores materiales del expolio "sabían a lo que iban" y "no responden al perfil de ladronzuelos". "La tranquilidad con la que trabajaron (cuatro horas) revela que tenían conocimiento de los lugares en los que están colocadas las cámaras y sensores de movimiento, así como un conocimiento exacto de por dónde hace guardia el vigilante nocturno.

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