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Plan Infoca | Sevilla
Los expertos en incendios forestales y extinción coinciden en varias cosas: la prevención es clave, pero cada vez más difícil de abarcar por dos factores. Uno es la despoblación rural que se da desde los 60. También en Sevilla. Hay más terreno agrícola abandonado junto a montes y zonas forestales sin aprovechamientos, con más maleza. Otro es el cambio climático, con temperaturas altas muchos meses, que generan un déficit hídrico.
Ello hace que el riesgo, no ya de incendios sino de grandes incendios forestales, se multiplique. Algunos los llaman de nueva generación porque son diferentes del fuego que ha convivido con el clima mediterráneo y forma parte de sus ciclos. Con esa realidad de fondo y que ya se ha evidenciado este año en algunas zonas del país, Sevilla afronta una nueva época de riesgo elevado de fuegos.
En cuanto a números, el Infoca ha preparado 968 kilómetros de cortafuegos con maquinaria y 541 de forma manual en montes públicos. Se han dado 728 licencias a privados para lo mismo. Se están impulsando planes de emergencia en municipios con masa forestal y viviendas cerca. Los han iniciado 46 de los 49 ayuntamientos que los necesitan. Hay 19 grupos locales de pronto auxilio, con 266 componentes.
Para detección y extinción, hay más de 370 efectivos: 22 grupos especialistas, 12 grupos de apoyo, 56 vigilantes, 12 operadores, 10 técnicos de operaciones, tres técnicos de extinción, 75 agentes de Medio Ambiente y 40 conductores... Todo se coordina desde un Centro Operativo Provincial (COP).
El verano se antoja complicado. No ha llovido mucho en primavera, pero el terreno aún conserva humedad. Hasta el 21 de mayo, ha habido diez conatos (incendios de menos de una hectárea).
En 2018, el fuego arrasó 74,50 hectáreas y el Infoca intervino en once fuegos en terrenos agrícolas. Nada comparado con 2017 (el peor desde el incendio de Riotinto), cuando se quemaron 1.600 hectáreas, sobre todo en El Castillo de las Guardas.
Las zonas más sensibles porque tienen más masa forestal son la Sierra Norte, el Corredor de la Plata y el entorno sevillano de Doñana.
En esta semana, con días frescos para la época, hay cierta calma tensa –la campaña irá para largo– en las bases del Infoca, considerado, pese a que haya mejoras pendientes, como uno de los dispositivos de referencia en la península.
“En Andalucía estamos más acostumbrados que en otras regiones a estos fenómenos”, es la comunidad más grande, con mayor biodiversidad y ecosistemas y sabemos lo que es que se superen los 40 grados, explica Juan David Martínez, ingeniero forestal de 49 años, 24 de los cuales ha estado vinculado al servicio.
Es uno de los tres jefes de operaciones de las Brica (Brigadas de Refuerzo Contra Incendios) con sede en Sevilla que recibe a este diario –como ha hecho con delegaciones de otros países que han querido conocer cómo funciona el Infoca– en el cortijo de El Madroñalejo, en Aznalcóllar. Esta base es una de las tres que funcionan en Andalucía. Las otras están en Granada y Málaga.
En este paisaje idílico, de portal de turismo rural, comparten sede con uno de los dos Centros de Defensa Forestal (Cedefo) del Infoca en Sevilla –el otro está en El Pedroso, en el Parque de la Sierra Norte–, donde están los grupos que asesoran, dirigen y forman en esos trabajos de prevención y parte de los recursos para la extinción.
La zona está rodeada de 40.000 hectáreas de monte público de encinas, pinos y monte bajo, junto a la Sierra de Huelva.
Las Brica son el equivalente en extinción a un grupo de operaciones especiales y ejemplo de la especialización que se ha logrado en el Infoca. Actúan en la primera línea del fuego, a la que llegan en helicópteros, para combatirlos no con agua, sino con herramientas y fuego controlado, con estrategia para evitar que se propague cuando las condiciones climatológicas y la orografía son difíciles o estallan esas “bombas vegetales”, ya frecuentes.
“El sonido del fuego es impresionante, como una banda sonora, y la jara, por su aceite, suena al arder como cuando se fríe un huevo”, señala gráficamente el jefe de operaciones. En El Madroñalejo hay cuatro brigadas, con once bomberos forestales cada una (44 hombres en total), uno de ellos jefe de grupo. Junto a ellos se despliega siempre el jefe de operaciones.
Dos días por semana, realizan un adiestramiento, que se recoge en las fotografías y el montaje audiovisual que acompañan a este texto, y que, como casi todo lo que se desarrolla fuera del ámbito urbano, es poco conocido pero una de las claves de la efectividad. Es una rutina militar que permite hacerse una idea que lo que es vivirlo con el monte ardiendo y esperándoles.
Se visten y equipan y los 14 hombres, contando a dos pilotos, montan en el helicóptero. No pueden tardar más de 10 o 15 minutos. La rapidez es importante. Llegar al fuego no más de media hora desde que se detecta es esencial. Han dado formación a efectivos de la UME (Unidad Militar de Emergencias).
Muchos de estos brigadistas fueron compañeros de los cuatro que murieron en el incendio de Alájar (Huelva), un 30 de junio de 1999. En El Madroñalejo aún se contiene la emoción. Hizo 20 años la vísperas del reportaje.
Después de cada fuego (esta base se centra habitualmente en Huelva, Córdoba, Cádiz y Sevilla) al día siguiente hay un defriefing, una reunión en la que se ponen en común aspectos positivos y negativos y se saca un aprendizaje. De la teoría a la práctica. Y varias décadas dan para mucho, señala el jefe de operaciones defendiendo el bagaje del equipo.
Dos grupos están de guardia en el centro (donde hay siempre dos pilotos y un mecánico de helicópteros) y otro localizable. Al llegar al fuego, tras el análisis en vuelo –el jefe de operaciones, el capataz y el piloto se sientan en la misma línea para tener la misma visión–, deciden el punto de aterrizaje, siempre son terrenos escarpados o a los que no llegan medios terrestres.
El helicóptero que les transporta –Bell-412– lleva un bambi (bolsa para el agua) para 1.200 litros, que descarga para que descienda la temperatura en la zona a la que bajarán los brigadistas y en las que pueden alcanzarse los 70 grados. Cada dos horas se les releva, descansan y vuelven. Pueden estar así durante 12 horas. La aeronave les da apoyo con las descargas, como un “binomio”. El momento en el que se retira es crítico.
En la base hay además uno de los cuatro helicópteros Kamov-32 del Infoca un bombardero ucraniano que puede descargar 5.000 litros. Este año estrena un bambi, único en España, de fabricación canadiense, que puede coger agua con succión, hasta en arroyos y descargar por ráfagas. Es una de las novedades.
También los koalas, dos helicópteros para desplazar a los técnicos de extinción y analistas, ingenieros forestales expertos que dirigen la intervención en los incendios y a los distintos dispositivos. Hasta ahora llegaban el coche el puesto de mando avanzado.
Como los incendios se suelen producir entre las 12:00 y las 18:00 horas, antes, los efectivos de las Brica se reparten entre el entrenamiento físico, con un preparador, y la formación, en aspectos como los primeros auxilios o las condiciones para estabilizar y evacuar a heridos. En El Madroñalejo tiene base el equipo médico del Infoca en Sevilla, que se desplaza a los puestos de mando avanzado.
A las 12:30 almuerzan, los golpes de calor y los cortes de digestión por la temperatura son un riesgo. Sobre el terreno, trabajan juntos, sin perder el contacto visual, garantizando las vías de escape...
Más allá de explicar y defender el trabajo de sus hombres, Juan David Martínez coincide en que el debate sobre el problema del abandono rural es mucho más que la respuesta nostálgica por un mundo y un conocimiento que se pierden. “Hace falta volver de alguna forma a los aprovechamientos ganaderos y forestales, al conocimiento real del campo”.
El 90% de los fuegos se deben a negligencias o son intencionados, añade, porque también es importante la educación y concienciación de las nuevas generaciones. Los planes de extinción y el heroísmo silencioso de estos y otros hombres sólo son el último recurso.
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