SORTEO
Lotería de Navidad 2024 en directo

Omertá en el Bajo Guadalquivir

Miedo al narco en las aldeas de Los Palacios

El tiroteo en el que murió Dani el Turco ha roto la paz de la tranquila aldea del Trobal, el más grande de los poblados de colonización del Bajo Guadalquivir

El incremento del narcotráfico en toda la comarca es un hecho patente, achacable a la cercanía del río Guadalquivir y a la propia configuración del terreno

Un vecino de otra de las pedanías, Los Chapatales, denunció en una carta anónima la ostentación de los jóvenes que trafican con droga

El viaje de la marihuana: de las marismas del Bajo Guadalquivir a Italia por mensajería

La entrada a la aldea del Trobal, donde ocurrió el tiroteo en el que murió un narcotraficante el pasado 15 de mayo. / Juan Carlos Muñoz

A las cinco de la mañana del 15 de mayo, una ráfaga de disparos resonó en las afueras del Trobal, el poblado de colonización más antiguo y más grande del Bajo Guadalquivir. Los tiros provenían de una finca situada a la espalda de la gasolinera y de un pequeño parque de esta localidad de apenas un millar de habitantes ubicada al sur de Los Palaciosy Villafranca, municipio del que depende orgánicamente. Algunos vecinos llamaron a la Guardia Civil, alertados por el ruido de unos disparos en un lugar tan tranquilo, un sitio en el que nunca pasa nada, en el que la vida es plácida, los vecinos se dedican al trabajo en el campo y preparaban ya la romería en homenaje a San Isidro Labrador, que se celebra este domingo 25 de mayo y que está anunciada en numerosos carteles colgados en las calles principales de la localidad.

Un hombre pasa en bicicleta ante la iglesia del Trobal. / Juan Carlos Muñoz

La Guardia Civil envió una patrulla al lugar de los hechos, que se cruzó con un coche que salía a toda velocidad del camino de acceso a las naves agrícolas, en las que los agentes se encontraron después restos de disparos. Media hora más tarde, dos desconocidos vestidos con prendas de la Guardia Civil arrojaron el cuerpo de un hombre de 40 años en la puerta de Urgencias de la clínica Viamed Santa Ángelade la Cruz, en Bellavista. No había nada que hacer por el tiroteado. Presentaba al menos seis impactos de unas balas del calibre 7,62, una munición de guerra que había causado la muerte del hombre antes de que fuera depositado allí, en la puerta del hospital. El arma empleada había sido posiblemente un fusil de asalto AK-47, más conocido con el apellido de su creador, Kalashnikov. La víctima era Daniel R. H., de 40 años y más conocido como Dani el Turco, un vecino de las Tres Mil Viviendas con numerosos antecedentes por delitos relacionados con el narcotráfico.

La teoría principal que manejan los investigadores es que el homicidio pudo ocurrir en un robo frustrado de droga, posiblemente marihuana, que se almacenaba en una finca del Trobal. No se descarta tampoco la hipótesis de un ajuste de cuentas, dado el amplio historial delictivo de la víctima, a quien pudieron hacerle una encerrona para llevarlo engañado hasta allí con la excusa de que iban a robar estupefacientes. En cualquier caso, el tiroteo ha roto la paz no sólo en el Trobal sino en el resto de poblados de colonización del Bajo Guadalquivir y ha sacado a la luz una realidad de esta zona que permanecía oculta: el avance del tráfico de drogas, que ha ido ganando terreno en los últimos años entre los habitantes de estas pedanías que se levantaron a principios de los años sesenta y se poblaron con colonos de distintos pueblos de la provincia.

El lugar donde se produjo el tiroteo, al fondo. / Juan Carlos Muñoz

En el Trobal es difícil encontrar a alguien que hable abiertamente del asunto. "No sé, qué le puedo decir", "no tengo ni idea de lo que me está hablando", "tiene que entenderme, aquí hay mucho temor", "de agricultura me puede preguntar lo que quiera, de esto prefiero no hablar, vivo aquí y mi vecino se dedica a ese asunto", "tenemos miedo"... Son frases de algunos de los habitantes de la zona si se les pregunta por la cuestión del narcotráfico. Nadie da la cara y todos responden con evasivas, en una variante local de la omertá, aquella ley del silencio que imperaba en Sicilia con respecto a las actividades de la mafia.

Labores agrícolas en el Bajo Guadalquivir. / Juan Carlos Muñoz

El alcalde de pedanía es Valeriano Guarnido, que sí habla abiertamente de la cuestión. "Esto es algo que nunca había pasado antes", dice este hombre, que admite que el tiroteo del Turco ha quebrado en parte la paz en la que siempre se ha vivido en el pueblo. Guarnido asegura que desde hace tiempo se ven "coches raros" circulando por las calles del Trobal y que se sabe que en algunas casas se cultiva marihuana. Achaca el incremento del narcotráfico a la posición estratégica que tanto ésta como otras aldeas de la zona ocupan. Están muy cerca del río Guadalquivir, una de las principales puertas de entrada del hachís procedente del norte de África en Europa. Las marismas son una zona muy extensa y difícil de vigilar, pues es un inmenso terreno llano desde donde es fácil divisar la presencia de algún vehículo desde bastantes kilómetros. Las carreteras que la atraviesan son estrechas e ideales para moverse por ellas sin levantar demasiadas sospechas.

Un coche de la Guardia Civil, apostado en un recodo de la carretera que lleva al Trobal. / Juan Carlos Muñoz

"Aquí la población se dedica sobre todo al trabajo en el campo, principalmente el algodón. Nunca había pasado nada y la vida es muy tranquila, los niños están integrados en el colegio y todos nos conocemos", explica el alcalde de pedanía. Un trabajador de la zona confirma que todos se conocen, y por eso se sabe a qué actividad se dedica cada uno. "Pero hay temor, nadie va a hablar", dice este hombre. "Aquí hay mucha gente que se dedica a eso, pero yo diría que más aún hay en Los Chapatales y en Pinzón, que están más cerca del río". La primera pertenece a Los Palacios, la segunda a Utrera.

La pedanía de Maribáñez, vista desde la carretera de acceso. / Juan Carlos Muñoz

Las tres pedanías de Los Palacios (Trobal, Chapatales y Maribáñez) son muy parecidas, con una arquitectura muy similar. Casas con el tejado a una sola agua que convergen en una gran plaza central presidida por una iglesia y con un edificio que concentra los servicios básicos municipales, abiertos apenas un par de horas y no todos los días de la semana, un consultorio y cerca del mismo un colegio. Hay un pequeño surtidor de gasolina, un par de bares y una tienda de alimentación y desavío.

Mapa de localización de las pedanías de Los Palacios y Villafranca. Fuente: elaboración propia. / Dpto. de Infografía

El pasado mes de febrero, este periódico recibió una carta firmada por la asociación de vecinos de los Chapatales, de la que nadie en el pueblo tiene constancia. Quien la firmaba escribió en el sobre que era una "carta confidencial para el responsable del Diario de Sevilla". Dentro, la misiva denunciaba la situación en la que se encuentra la aldea desde hace unos años. "Esta carta la hago para explicar mi enfado y mi impotencia de ver cómo nuestro pueblo se está dedicando a la droga sin que las autoridades y los guardias civiles hagan nada", comenzaba la nota.

La plaza principal de Los Chapatales. / Juan Carlos Muñoz

"Nuestro pueblo es pequeño y todos nos conocemos, y sabemos quién trabaja y quién se dedica a la droga. Sólo acercarte a la puerta del bar y se puede ver cochazos de muchos miles de euros en manos de chavales que no tienen trabajo. Lo peor de todo es que a nuestros hijos jóvenes, con edades difíciles, es difícil explicarles que esos camellos pagarán tarde o temprano lo que hacen. Puede que en la cárcel, pero lo que ellos están viendo es que la ropa que se ponen es cara y que los coches son de lujo y no les pasa nada", continuaba el relato de la persona que escribía la carta.

"Quiero informar que no entendemos cómo es algo que sabemos todos, y sin embargo, la Guardia Civil no hace nada. Estamos seguros que saben lo que ocurre en nuestros pueblos, ya que incluso han cogido ya algunos en sus casas con siembra, pero aún así continúan. Nuestro miedo es que nuestros hijos terminen en ese mundo fácil porque además no se esconden. Dicen que ganan con la droga y, sobre todo, con lo que llaman el blanqueo de dinero", insistía el autor de la nota.

Cartel de bienvenida en la entrada a Los Chapatales. / Juan Carlos Muñoz

La misiva continuaba relatando que "cualquier hijo que se dedique al campo pasa frío y calor, tiene con mucho sacrificio para poder comprar un coche usado o pequeño". "Ellos chulean de cochazos y de ropa, lo que nos hace a las madres tener miedo de que nuestros hijos puedan meterse también en ese mundo". Lo peor, decía el firmante, es que buscan entre los jóvenes locales vigilantes, llamados aguaores en argot, para que avisen si llega gente de fuera, "por si son policías".

Monumento a los colonos en la aldea de Pinzón, perteneciente a Utrera. / Juan Carlos Muñoz

"Sabemos todos que hay quien cultiva droga y otros que la transportan y otros que la guardan en sus casas a cambio de dinero. Si lo sabemos todos los vecinos, ¿por qué no lo sabe la Guardia Civil?", se planteaba el autor de la carta, que anunciaba que mandará más escritos a las autoridades y medios de comunicación. Alertaba también de que el tráfico de drogas iba en aumento en Pinzón y el Trobal, donde "ya hay tanta gente metida que rara es la familia que no está cogida por estos sinvergüenzas, que según parece nada tienen que perder". "Si ahora se hace algo, nuestros hijos puede que no se metan en este mundo, pero si se tarda, será tarde", concluía el escrito.

This browser does not support the video element.

Operación contra el cultivo de marihuana en Sevilla / DGGC

Para encontrar una operación de la Guardia Civil contra el tráfico de drogas en estas aldeas hay que remontarse a mayo de 2021, cuando se desmanteló un clan familiar dedicado al cultivo y tráfico de marihuana, en una operación que finalizó con 13 detenidos. La organización se dedicaba a cultivar cannabis en las marismas del Bajo Guadalquivir y luego lo enviaban a distintos países europeos. Uno de esos envíos fue detectado por el instituto armado con destino Italia, a través de una empresa de mensajería. La banda desmantelada en esta operación, denominada Gles20, operaba en Los Palacios y Villafranca, en las pedanías de El Trobal y Los Chapatales y la aldea utrerana de Pinzón. Doce de los detenidos eran españoles y uno de nacionalidad rumana. Pero de aquello hace ya tres años y el miedo al narco no ha hecho más que crecer.

1 Comentario

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último