La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Isabel Goncé es una vecina de toda la vida de la Pañoleta, el barrio de Camas que creció desde los años 30 con los aluviones de población que se asentaban allí donde había suelo barato. La primera expansión metropolitana, cercada hoy por el ruido atronador de las autovías. "Este pueblo ha estado abandonado, lo poco que tiene se ha olvidado", dice al bajar de su azotea y relatar cómo un 30 de septiembre de 1958, con poco más de 20 años, fue testigo del hallazgo del Tesoro del Carambolo. En la terraza, ha mostrado el cerro que le da nombre, coronado de eucaliptos y con las casas en cascada del barrio del Chato -su tío, que vendía el suelo en el que pastaban sus cabras a los recién llegados apuntándolos en un papel de fumar- todavía pendientes de derribo.
Pero sólo unos pocos vinculan estas joyas, símbolo de Sevilla y de un legado que ha alimentado durante décadas el mito de Tartessos -la supuesta población oriunda del Bajo Guadalquivir-, con el municipio camero. Por eso se lamenta Isabel. Por eso, el Ayuntamiento está empeñado en que 2008, cuando se cumplen 50 años del casual descubrimiento durante unas obras en la Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla que se asentaba en la loma, sirva para poner en el mapa a Camas por su pasado y por lo que ha aportado a la historia de Sevilla.
Según explica Juan Pazos, el alcalde, el objetivo es que la baja consideración que muchos vecinos tienen de su pueblo revire hacia la autoestima, sacar a relucir su personalidad frente a la ciudad dormitorio. También se pretende que los niños conozcan el valor del tesoro, en el sentido amplio de la palabra y que Camas deje de ser noticia por los avatares políticos y judiciales, aunque esta semana haya saltado de nuevo a la palestra por la ruptura de un pacto de gobierno.
Ya se ya ha patrocinado el libro Tartessos Desvelado, con los resultados de los estudios de Álvaro Fernández y Araceli Flores, que, frente a la idealizada Tartessos, apuntan al origen fenicio de los restos y la población del Carambolo. Las joyas son parte del ajuar para los rituales del santuario, entonces ubicado junto a la desembocadura del Guadalquivir, de distinta procedencia. El Consistorio tiene en marcha la publicación de otro volumen infantil, Jugando a ser exploradores: descubriendo Tartessos, y está diseñando una gymcana. Hay actividades específicas en la biblioteca y en los colegios y, en septiembre, habrá conciertos de música celta y se inaugurará una gran exposición con fotografías, testimonios y teorías sobre el yacimiento.
Para entonces, se pretende contar con una réplica del conocido como collar de los siete sellos, cuya autorización está pendiente de que el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Sevilla -su propietario, porque se hizo cargo en su día de la compensación económica a quien halló el tesoro- dé su autorización.
En la organización de esta agenda surgió el nombre de Isabel Goncé, la única testigo de entonces que sigue viviendo en Camas. No había desempolvado en todo este tiempo sus recuerdos. Ahora lo hace, ante las fotos en blanco y negro tomadas durante los 16 años que acudió, campo a través, al Carambolo, para trabajar en la Sociedad de Tiro de Pichón que fundaran los Ybarra y donde acudía lo más granado de la sociedad sevillana del momento. Entró con nueve años como niñera del nieto del guarda y fue haciendo de todo: limpiaba, ayudaba en la cocina, ponía inyecciones y hasta asistió el parto de la mujer del nuevo guarda, Federico, cuando todos se fueron a buscar a Doña Blanca, la matrona de Coca de la Piñera, resume.
El día de marras le habían encomendado que guisara para los 25 hombres que Diego Benjumea -entonces secretario de la sociedad- había traído desde Medina Sidonia para construir otra pista de tiro para el Campeonato del Mundo que el club acogió en 1959. Su hermana, Carmen, a la que llamaban como refuerzo, limpiaba cristales. "Me acuerdo de que era media mañana, porque en el fregadero donde lavamos las joyas estaban todavía las cosas del desayuno", explica Goncé, ajena a los guantes de látex y la temperatura y humedad constantes con las que se manipula ahora el tesoro.
Hubo un revuelo, gritos de los albañiles e Isabel describe la insólita imagen de su hermana entrando con los brazaletes puestos e intentando que no se les escurrieran. "Mira cómo vengo", le espetó, antes de que todo se echara al fregadero. Isabel no sabe qué albañil lo encontró, sí que las piezas aparecieron en una vasija a no mucha profundidad, por donde habían pasado "mil veces" y que quedaron "muy bonitas" cuando una leve capa de barro se fue con el agua del grifo. En pocos minutos, la habitación se llenó: el guarda, su señora, su nuera, el hijo, las limpiadoras, incluso "subió mucha gente de Camas", aunque los responsables del club pusieron las piezas a recaudo. Isabel es discreta y no hizo preguntas cuando casi se dejó de hablar del tema después. Los arqueólogos cercaron la zona y sobre la vasija se plantó un rosal. "No tuvieron ni un detalle con los trabajadores". La obra de la pista siguió por otro lado y el campeonato mundial se celebró sin novedad en 1959.
Meses después de que apareciera el tesoro -que Isabel no ha vuelto a ver, ni siquiera cuando su hija la animó a ver la exposición de la réplica-, Franco, con un Juan Carlos todavía Príncipe, visitó Camas para conocer las piezas. Al cocinero de la Sociedad de Tiro al Pichón le pusieron varios policías para controlar lo que echaba al guiso y Goncé llevaba un justificante para pasar de una habitación a otra.
Su relato, inédito hasta ahora, formará parte de una revista cultural especial que sacará el Ayuntamiento, una aportación menos grandilocuente, aunque más irrepetible y gráfica, que la ceremonia que con dos bueyes y con personas ataviadas con ropajes recreados y con una réplica del tesoro se quiere hacer el próximo 30 de septiembre. Desde el Carambolo, al centro de Camas.
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