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Lágrimas y aplausos en la despedida a Juan Escámez

Multitudinario funeral en la parroquia de Santa María, a la que llegó el féretro con los restos del alcalde portado por sendas escoltas de las policías Local y Nacional

Francisco Correal

05 de febrero 2010 - 05:01

Juan Escámez tenía edad de ser hijo de la señora que se asomaba a la puerta de su enjalbegada casa, en la calle Zambullón del barrio del mismo nombre, y decía para ella sola en una calle desierta: "Una verdadera lástima". En Sanlúcar la Mayor se han quedado sin el mayor, anglicismo de este político tranquilo, como lo definió uno de los asistentes al funeral celebrado en una abarrotada parroquia de Santa María.

La iglesia llena y el pueblo desierto. Policías locales y nacionales, algunos entre lágrimas, portaron el féretro desde la Casa Consistorial hasta la iglesia, atestada de gente. La plaza se convirtió en una prolongación de la parroquia. Los vecinos se tenían que apartar para que pasara por la calle Juan Carlos I un camión lleno de coronas fúnebres.

Su hijo Juan, fotocopia de su padre, regalo de la genética para mantener vivo el recuerdo, encabezaba el cortejo. Ofició la misa de difuntos el párroco Francisco Guerrero. El alcalde deja viuda y dos hijos: Verónica es técnico de sonido y cámara de televisión. Juan aprobó oposiciones para bombero en Sevilla, pero al no haber plazas se presentó a las de Huelva. Es novio de Esther, jefa de enfermería de la clínica Santa Isabel, hija de uno de los muchos Samaniego que en 1964 se vinieron a Sevilla desde El Guijo de Ávila, provincia de Salamanca.

El alcalde Escámez hacía muy buenas migas con su futuro consuegro. "A su hijo le hacía mucha ilusión que lo casara su padre". Dicen que era una de sus especialidades porque ponía a prueba su don de gentes y bonhomía.

Ayer no había signos políticos en Sanlúcar la Mayor. El alcalde de Tomares, José Luis Sanz (PP), se queda sin un colaborador privilegiado en la comarca. Manuel Chaves estuvo la víspera. Ayer tenía una apretada agenda de trabajo en la Comunidad de Madrid. Sí estuvieron Antonia Iborra, su esposa, y algunos de sus más directos colaboradores, que extrapolaron la amistad de Juan Escámez cuando éste se incorporó a la seguridad del presidente de la Junta de Andalucía.

Había sido geo y estudió en la Academia de la Policía de Guadalajara. Sano y saludable, la muerte no le hace mucho caso a los diagnósticos. "Hay que confiar en el tiempo", decía un vecino con años suficientes como para recordar el viejo gentilicio de los de esta villa: alpechineros. "Tenemos que aprender de la madre naturaleza. Sesenta días después de la vendimia, el mosto ya se convierte en vino". El dolor tardará mucho tiempo en transformarse en olvido.

Rosamar Prieto y Nieves Hernández, delegadas municipales de Fiestas Mayores y Hacienda, respectivamente, acudieron en representación del Ayuntamiento de Sevilla. La familia se quedó junto al altar para recibir el pésame. No fue nada protocolario. Nadie fue ayer a la iglesia para cubrir el expediente.

Bernardo Bueno tuvo un trato preferente con el alcalde de Sanlúcar la Mayor. "Antes de que acabara su primer mandato, consiguió la declaración del casco antiguo como conjunto histórico-artístico", dice Bueno, que cuenta cómo mostraba el proceso de este municipio a otros alcaldes como modelo de buen hacer y de eficiencia política.

Amigos conocidos y anónimos. Cargos públicos y dolores privados. Una de las presencias más emotivas fue producto del azar. Un simbólico hermanamiento entre dos de las tres poblaciones andaluzas cubiertas por el topónimo Sanlúcar. "Esta mañana me levanté muy temprano y me enteré de la noticia por la radio", decía Juan Rodríguez Romero, que cogió el coche y se trasladó desde Sanlúcar de Barrameda a Sanlúcar la Mayor, del Guadalquivir al Guadiamar. "Pospuse un día la presentación del trigésimo festival de música y mañana me voy para Salzburgo". Recuerda a Escámez como un amante de la música. "Tenía el proyecto de un palacio de la música".

El director del Mozarteum interpretó ayer para sí un réquiem entre sanlúcares. En su ciudad natal ya conoció el repentino fallecimiento del alcalde de Sanlúcar de Barrameda, que también se llamaba Juan Rodríguez Romero (PP), a la edad de 37 años.

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