Las víctimas de Osuna llevaban más de una semana muertas
Son un hombre español y una mujer ucraniana que llevaban unos dos años viviendo en la casa en la que fueron hallados
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No fue el olor, aunque el ambiente dentro de la casa era irrespirable, lo que alertó a los vecinos de la calle Mancilla, en pleno centro de Osuna, de que algo anómalo ocurría en el número 58. El aparato de aire acondicionado de la primera planta desaguaba en un cubo colocado en uno de los balcones. Éste se había llenado ya por completo y el agua estaba cayendo a la calle. Los vecinos habían tocado en la puerta para avisar al matrimonio que vivía en la casa pero no obtuvieron respuesta alguna. Tampoco los coches se habían movido como mínimo durante una semana. Frente a la vivienda estaba la furgoneta Citröen del hombre y el pequeño Nissan con matrícula del Reino Unido, y con el volante a la derecha, de ella.
Un vecino llamó al teléfono de emergencias 112 para comunicar lo que ocurría. Eran las dos de la tarde. Una patrulla de la Policía acudió a la casa y tampoco obtuvo respuesta. Finalmente avisaron a los Bomberos, que forzaron la puerta. Lo primero que recibió a los bomberos, policías y guardias civiles que se encontraban allí fue el hedor de la putrefacción. En el interior de la vivienda había dos cadáveres, completamente hinchados y en avanzado estado de descomposición. Estaban prácticamente imposibles de identificar, pero todo apunta a que corresponde al matrimonio que residía en la casa. Él es un hombre de unos 55 años, de nombre Carlos y natural de Barcelona según los vecinos. Ella es una mujer de nacionalidad ucraniana, de unos 45. Llevaban unos dos años y medio residiendo en esta misma casa de Osuna.
Los especialistas del departamento de Criminalística de la Guardia Civil acotaron la escena y realizaron una inspección ocular. También la comisión judicial se desplazó al lugar de los hechos. Los trabajos en la casa duraron más de cinco horas, pues no fue hasta las siete y media de la tarde cuando se decretó el levantamiento de ambos. Los dos cuerpos presentaban signos de violencia, sin que se haya podido saber aún cuáles fueron las causas de ambas muertes. Los cadáveres presentaban numerosas lesiones, pero muchas de éstas podrían ser post mortem, producto de la propia descomposición.
Llevaban al menos una semana muertos. No se podrá acreditar con certeza cómo murieron hasta que no se les practiquen las autopsias, que se harán en las próximas horas en el Instituto de Medicina Legal de Sevilla, adonde fueron trasladados ambos cuerpos por una furgoneta del tanatorio de Nervión a última hora de la tarde de ayer. Poco después, la calle se llenó de periodistas.
El hombre y la mujer se encontraban en estancias distintas de la vivienda. La Guardia Civil mantiene abiertas todas las líneas en esta investigación, en la que se está revisando todo lo relacionado con la pareja. No se descarta ninguna hipótesis. Se está comprobando todo el entorno de las víctimas y posibles antecedentes para tratar de arrojar algo de luz sobre este suceso, al igual que se revisa si falta algo en la casa. Una de las cosas que se encontraron los investigadores en la casa fue una moto de gran cilindrada y nueva.
La vivienda era la única de la calle Mancilla que tenía contratada una alarma con una empresa de seguridad privada. La persiana de uno de los balcones estaba rota y la cuerda con la que se accionaba colgaba hasta la calle. Había varias plantas en ellos. Dicen los vecinos que ella era muy aficionada a las flores y que siempre estaban sus balcones preciosamente adornados. "Y en Navidad lo ponía todo lleno de luces", añaden.
Cuentan que no era una pareja que se relacionara mucho con los vecinos, que sí eran muy educados y siempre saludaban, pero poco más. De ella aseguran que trabajaba como diseñadora de trajes de novia. De él no lo saben, pero sí afirman que se había comprado recientemente la furgoneta Citröen de color blanco que permanecía aparcada en la puerta. También aseguran que tenía hijos de un matrimonio anterior, pero que no vivían con él.
Tras el vehículo, una pareja de la Guardia Civil permanecía apostada tratando de que los reporteros y fotógrafos no los sacaran en ninguno de sus planos ni fotografías. El patrullero estaba colocado enfrente, subido en la acera a unos metros de la vivienda de las víctimas. Un coche que pasaba estuvo a punto de salirse de la calzada, probablemente por el efecto mirón. En la puerta de la casa puede leerse un cartel que avisa de que ésta está precintada y no debe tocarse. Una cinta de la Guardia Civil permanece también amarrada entre la puerta y uno de los ventanales de la planta baja.
En la acera había restos de una sustancia aceitosa que bien pudieran ser los fluidos corporales, pisoteados por los investigadores y los miembros de la comisión judicial que acudieron a inspeccionar la escena. Las pisadas llevaban hasta la acera contraria, probablemente donde los agentes de Criminalística aparcaron su coche. En el balcón de la primera planta, el aire acondicionado que delató la existencia de los dos cadáveres seguía encendido y goteando de nuevo hacia el cubo. Nadie cayó en apagarlo.
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