VANDALISMO
Destrozan las históricas calesitas de Triana

Écija, lecciones de Historia para la crisis sanitaria

Crónicas de la segunda ola de la pandemia

Los archivos locales son prolijos en referencias a otras epidemias, en las que ya hubo confinamientos y cierres de la ciudad

Los contagios por Covid-19 se han disparado en las últimas dos semanas por encima de los 500 por cada 100.000 habitantes

Casi 700 personas se han hecho los test de antígenos y se han detectado 12 positivos asintomáticos

Antonio y Vicente, sentados en los extremos de un banco en la Plaza de España, conocida como el 'Salón' de Écija. / Juan Carlos Vázquez
Trinidad Perdiguero

10 de octubre 2020 - 20:47

En la divulgación histórica, la épica de las batallas o los días de esplendor suelen tener más eco que las narraciones sobre calamidades, como pestes y fiebres varias. Aunque éstas también marcaron a generaciones que nos precedieron, el urbanismo, las devociones y el arte. Y la monumental Écija, con casi 40.000 habitantes, capital de la Campiña y memoria de tantas cosas, es un ejemplo.

Desde hace dos semanas, es uno de los focos que preocupan en Sevilla por la incidencia del Covid: el viernes superaba los 835 casos por 100.000 habitantes, con 191 positivos en una semana.

Pero es llamativo también que –como refleja el libro Écija Artística: Colección Documental, siglos XVI y XVII, de Gerardo García y Marina Martín– la primera ordenanza sobre epidemias que aplicó el municipio, según consta en los archivos locales, sea de 1481, con multas de 2.000 “maravedís” (sic) por acoger y hospedar a personas de zonas contagiadas. Lo que hoy sería saltarse el confinamiento.

La antigua muralla hacía de “barrera de protección contra el contagio”, recoge el volumen. Con cada epidemia –las más graves fueron de peste bubónica, fiebre amarilla o cólera morbo y en los siglos XVI, XVII y XIX, apunta Gerardo–, se tapiaban las puertas secundarias y se dejaban “unas pocas”, “férreamente controladas por las autoridades en cuanto al tráfico de personas, animales, carros...”. Un cierre perimetral como el que este puente del Pilar de 2020 impide a los madrileños enfilar por su A-4. Dos evidencias de que la historia son ciclos.

Gerardo García señala además que fueron epidemias las que sacaron los enterramientos de las iglesias, a plazas que quedaron marcadas con cruces que aún se conservan en algunos casos.

Un grupo de estudiantes, con sus mascarillas, en la plaza del Salón. / Juan Carlos Vázquez

"Sólo venís cuando hay malas noticias o, como las televisiones, en verano para ver si se fríe un huevo en la acera”, se queja en la plaza del Salón el alcalde, David García Ostos, cuando se le aborda para preguntarle sobre las incertidumbres ante los contagios de Covid-19, esta primera epidemia de la era digital que podría abocar a Écija a medidas más férreas de control y confinamiento.

El jueves y el viernes, Salud hizo un cribado con test de antígenos, para conocer la propagación real. De un millar de convocados en el pabellón de la Alcarrachela, acudieron 679 y hubo 12 positivos. Ahora deben valorar los expertos de la Junta. En el peor de los escenarios, está el precedente de Casariche o Linares (éste con una tasa de contagios que no era mucho mayor a la de Écija) donde se ordenaron medidas de control de la movilidad, el cierre de bares a las 22:00 horas y más limitación de aforos en negocios, velatorios y bodas.

“No puedes salir del pueblo a ver a la familia, pero sí bajarte al bar y quitarte la mascarilla”, pone en cuestión Vicente –80 años– el sentido de ese hipotético confinamiento leve (nada que ver con marzo). Está sentado en un banco en el Salón, una Plaza de España mermada de transeúntes tras unos días en los que los mensajes de que las cosas van mal y el miedo han logrado lo que ninguna campaña de concienciación previa.

Una joven, en el momento de tomarle una muestra en los cribados que se han hecho en el Pabellón de Deportes de la Alcarrachela, el jueves y viernes pasado. / Juan Carlos Vázquez

Mantiene la distancia con Antonio y Salvador, compañeros de tertulia, y señalan la paradoja de que en la mesa alta de un bar cercano tres jóvenes casi se rozan con los tapabocas en la barbilla. Vicente se emociona: “Mi sobrina, que ha cogido el virus, nos ha dicho que nos vayamos al campo, que allí es donde estamos mejor. Pero mi mujer no quiere, quiere el pueblo, aquello está muy solo, no tenemos hijos...”.

La voz entrecortada de este viejo mecánico refleja un daño colateral más de esta segunda ola, con la que de verdad el Covid-19 ha penetrado en Écija, como en otros pueblos sevillanos en los que sólo había sido una vaga amenaza hasta junio. “Es ahora cuando ha llegado aquí”, asevera el alcalde.

Preguntando a los vecinos a pie de calle el porqué, las respuestas no difieren de las de otros pueblos: se apunta a los jóvenes (o no tanto) y sus reuniones y fiestas –La Policía llegó a desalojar en julio una con más de 200 personas, sin distancias ni mascarillas, en una nave del polígono El Barrero–; a las escapadas a las playas; a la no-feria, un concepto ya en sí mismo, que tuvo lugar entre el 15 y el 20 de septiembre –por cierto, que las rogativas a la patrona la Virgen del Valle por epidemias también fueron una constante desde el XVI–; a las celebraciones de comuniones...

Un policía local, también en las pruebas de cribado. Entre la plantilla ha habido cinco positivos desde finales de septiembre. / Juan Carlos Vázquez

Los testimonios no son distintos tampoco sobre las dificultades de personas con contacto estrecho con un contagiado o con síntomas para hacerse las PCR. Algunas, acudieron al pabellón de la Alcarrachela sin estar citadas en busca de respuestas.

Como José (26 años, estudiante) y su primo Raúl (de 23, dependiente) a los que se las hicieron. Llevan 10 días aislados, desde que les llamó un rastreador de Osuna. “Vivimos cuatro, incluida mi madre, que es persona de riesgo, en un piso de 55 metros cuadrados”, dice José.

No tuvo suerte Ángeles y no la dejaron entrar cuando lo pidió: una compañera de flamenco –bailan con mascarilla– tiene el virus. “Que quede patente que en Écija hay personas solidarias, preocupadas, que queremos hacernos los test”.

Sí fueron convocados varios policías locales, a pesar de que están pendientes de pruebas que han reclamado al Consistorio, después de tener 5 positivos en la plantilla.

Los primos José y Raúl, que lograron hacerse el test en el dispositivo habilitado en la Alcarrachela, a pesar de que no tenían cita. Llevan 10 días aislados. / Juan Carlos Vázquez

A la vuelta del polideportivo, los mayores de la residencia de Vitalia, que no puede recibir visitas por prevención, toman el sol a media mañana en un patio trasero con vistas a una explanada en la que maniobran dos camiones de autoescuela.

“Si tenemos que parar, mejor ahora cuando el negocio está bajo”, opina Bonifacio, propietario desde hace una década de la Cervecería El Salón, que asegura que es peor no hacer nada y arriesgarse a que todo empeore.

El alcalde recuerda que, dentro de sus competencias, cerró el 30 de septiembre los parques, el mercadillo, fuentes y aseos públicos, suspendió o aplazó actividades en los pabellones, las escuelas deportivas y talleres de ocio y cultura. Fue antes de que la delegada de Salud de la Junta le llamara para advertir que habían superado los 500 casos por cada 100.000 habitantes.

Según García Ostos, le trasladan que los rastreos que se han podido hacer se han saldado con un 20% de positivos. El 80% de los brotes son por reuniones familiares y de amistades. “No tengo asesores de Sanidad. Tomamos decisiones por el sentido común y siguiendo lo que nos indican”, dice, a la espera de noticias de la Junta después dos semanas de malos datos, once ingresados y una cuarta fallecida, el miércoles, desde el inicio de la epidemia. Otra para la historia de Écija.

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