Despedida a Daniel Romero en Lebrija: "No hay palabras de consuelo"

Incendio de Huelva

Cientos de lebrijanos acompañan a la familia del joven fallecido en el incendio de Huelva en un responso celebrado en la iglesia de Santa María de la Oliva

El chico era muy querido en el pueblo, sobre todo en la Unión Balompédica Lebrijana, donde jugó al fútbol durante toda su vida

Abrazos y emoción en el funeral de Daniel Romero en Lebrija y foto del joven. / José Ángel García

No han dado las cinco de la tarde y ya hay muchas personas arremolinadas en torno a la puerta de la iglesia de Santa María de la Oliva de Lebrija. Las campanas de la torre del templo, esa que se inspira en la Giralda y la que se conoce como la Giraldilla, doblan a muerto. Hay escenas de dolor. Llantos, suspiros, abrazos, pésames... Faltan 30 minutos para la llegada del féretro con los restos mortales de Daniel Romero Piñero, el joven lebrijano fallecido junto a dos de sus compañeras en el incendio del piso de estudiantes en Huelva.

Sigue llegando gente. Se forma un círculo en torno a la puerta del templo. Aparece el coche fúnebre. Las emociones se disparan en el momento en que los operarios sacan el ataúd y varias personas lo portan a hombros. A lo lejos suena una letanía. El empleado de las pompas fúnebres saca una corona de flores tras otra. Desde el lateral del vehículo se pueden leer los mensajes en dos de ellas. Una es de los amigos de Daniel. Otra de los abuelos. Hay más encima del coche y por el otro lado, donde dos mujeres se abrazan y lloran. No hablan, no se dicen nada, no hace falta.

La comitiva fúnebre entra en la parroquia. La masa de público que esperaba fuera para recibir al féretro le sigue. Cuesta trabajo moverse entre la multitud. Suena un móvil que es silenciado rápidamente por su propietario. Un joven sale precipitadamente de la iglesia, no puede aguantar la emoción. Le acompaña su novia. Respira, toma aire y vuelve dentro, como si no quisiera estar demasiado tiempo alejado de su amigo, en estos últimos momentos que compartirá con él.

El féretro con los restos mortales de Daniel Romero entra en la iglesia de Santa María de la Oliva. / José Ángel García

El responso dura apenas diez minutos. "No hay palabras de consuelo, lleváis el dolor del alma, el que más duele, sólo queda la esperanza de que ya está con Jesucristo en la vida eterna", dice el sacerdote, que dirige una serie de rezos y acompaña al féretro con ellos de vuelta hasta el coche. La plaza Rector Merina, donde está la iglesia, enmudece. Se oye la letanía del cura y las palabras desconsoladas de la madre.

"Ay, Daniel, no te vayas. Ay, mi niño, quédate", dice Antonia, desesperada, apoyada en una muleta como consecuencia de una caída que tuvo recientemente. La mujer, celadora del Hospital Virgen del Rocío, estaba de baja y pensaba incorporarse pronto a su trabajo. Un taxi la espera unos metros más adelante del coche en el que introducen a su hijo, camino ya del cementerio, acompañado por un pueblo roto de dolor.

Daniel Romero era un joven muy querido y conocido en Lebrija. Toda su familia es del pueblo. A su abuelo lo conocían por el apodo del Martinita. Era albañil, como también lo es su padre, Juan. Una familia querida, de buenas personas, como acredita cualquier vecino al que se le pregunte. Se repiten las mismas palabras que muchos de los estudiantes de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva pronunciaron el día anterior. "Un chico encantador, que siempre daba ánimos a sus compañeros".

Concentración de estudiantes en la Universidad de Huelva, este miércoles. / Alberto Domínguez

La víctima del incendio de Huelva quería ser bombero. Qué giro más macabro del destino. Había empezado Trabajo Social el pasado otoño y no residía en el piso que se quemó, estaba allí celebrando el fin de los exámenes con otros compañeros. Siete de ellos lograron salir de la vivienda a tiempo. Él y dos chicas más, Sara Montero y Andrea Mejías, de Badajoz y de Huelva, murieron tras ser evacuados aún con vida. El humo los asfixió.

Una de las personas que conoce a Daniel desde que era un niño es José Antonio Piñero Fuentes, presidente de la Unión Balompédica Lebrijana. El chico jugó en este equipo de fútbol desde que era un niño. Ingresó como alevín y se mantuvo en las distintas categorías hasta que tuvo que dejar de jugar porque se fue a estudiar a Huelva y ya no podía acudir a entrenar con regularidad. Hasta la temporada pasada militaba en el equipo Senior B de la Lebrijana, donde jugaba como extremo izquierdo. "Tenía buen regate, y era un chico con la cabeza centrada, apasionado del deporte. Un chaval muy sano".

Daniel Romero, abajo a la derecha con chándal, celebra una victoria reciente de su equipo. / Unión Balompédica Lebrijana

No se perdía los partidos de su equipo y festejaba los triunfos con sus compañeros. Una de las últimas fotos en las que sale es de hace diez días, cuando la Lebrijana le ganó por dos goles a uno al Atlético Antoniano, el otro equipo del pueblo. Daniel Romero aparece en la esquina inferior derecha de la escena, celebrando el triunfo en el derbi lebrijano con el resto del equipo. Así, con esa sonrisa en la cara, le quieren recordar sus amigos.

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