Caldos nuevos con identidad propia
Vendimia
Productores de la provincia intentan impulsar la denominación de origen para los vinos de Sevilla.
Cuenta Rafael Salado, la quinta generación de viticultores al frente de la bodega del mismo apellido, que a duras penas un militar le consintió a su padre, Curro, mantener la figura de la Virgen del Rocío que, motu proprio, colocó encima del punto geodésico que pusieron en la finca de Los Clérigos, una de las tres que la familia conserva entre Huévar y Carrión -la de Umbrete, donde está el lagar y la bodega de 200 siglos, se la llevaron los "chaleres", bromea Rafael-. "Yo se la quito cuando a usted le haga falta", le vino a decir Curro al militar. Y ahí sigue la imagen, "guardiana" de las cepas de Pedro Ximénez y de Garría Fina, la uva autóctona del Aljarafe, que han hecho de esta empresa una de las pocas garantes de la tradición vinícola de la comarca.
Rafael cuenta la anécdota durante la visita, ya casi una tradición para la prensa, en los últimos días de vendimia, cuyos trabajos, que emplean a 35 personas, no pasarán ya si no llueve del próximo fin de semana. Este año ha sido seco y la recolección se empezó pronto, el 19 de agosto. La calidad es muy buena. Se recogerán unos 300.000 kilos -un 80% de Pedro Ximénez, un 15% de Garría, el resto de otras variedades-, una cantidad similar a la del año pasado y con la que Bodegas Salado volverá a cumplir con los suyos. El 80% de su producción es mosto que se vende a los bares en barrica de madera, más de cien establecimientos en la provincia en los que el vino -ese ser vivo- va cogiendo los matices de cada casa. También volverá con sus vinos embotellados, Abuelo Rafael, Tío Pedro, Mostum y, entre otros, el Lagar Blanco, que se hace exclusivamente con la garría del Aljarafe y del que se deriva el Umbretum, el espumoso con el que la bodega sorprendió hace unos años y del que en esta campaña se sacarán 7.500 botellas de brut nature (2.000 más que el año pasado) y 25.000 (10.000 más) del semiseco.
Pero la cantidad no es lo novedoso que esta bodega -que sigue despachando vinos en Umbrete, de lunes a domingo, como antaño- presentará este año. En enero o febrero verá la luz Turdetano, el nombre con el que Salado ha registrado el que será el primer tinto crianza -empezó con el tinto joven en 2010- elaborado en el Aljarafe, que se estrenará con 5.000 botellas. También tiene un blanco crianza en cartera cuyo nombre no se ha desvelado, un coupage a base de sauvignon blanc, garnacha blanca, verdejo y chardonnay. Y estrenará un vermú, Invito, de imagen rompedora; y un vino de naranja.
"¿Que cómo influye la crisis? Pues en que te tienes que adaptar a los tiempos; en los buenos, el vino se vende en la puerta de tu casa, ahora tienes que salir y trabajar", explica Rafael, que recuerda la labor que se está haciendo desde la Asociación de Productores de Vinos y Licores de Sevilla. El lunes próximo, en Cazalla -la Sierra Norte es otro enclave vinícola de la provincia, en el que se está innovando y apostando por la calidad- se firma con la Junta un convenio para poner en marcha una primera ruta enoturística de Sevilla y, según avanza Rafael Salado, se está trabajando en firme para promover una denominación de origen de los vinos de Sevilla, que en calidad y tradición -otra cosas es en imagen- tiene poco que envidiar a otras zonas productores.
El gran reto, entre otros, sigue siendo que los propios hosteleros sevillanos -parece que los hoteleros van por delante- apuesten por los vinos de la tierra y ese sector que está tirando de todo lo demás en estos tiempos difíciles haga del producto un valor añadido, que multiplique el empleo y la riqueza.
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