El dolor sobrio de un pueblo
Arahal
Cientos de vecinos despiden en la iglesia de la Victoria a las víctimas del doble parricidio de la calle Pedrera.
Arahal/Nueve y media de la mañana en la calle de la Victoria de Arahal. Falta media hora para el inicio del funeral de las víctimas del doble parricidio y ya hay una multitud de personas en la puerta de la iglesia, que lleva el nombre de la calle. El templo está todavía cerrado. Hace frío, como mínimo cinco grados menos que en la capital. Dicen que aquí el clima es más extremo. En invierno hace más frío y en verano más calor que en Sevilla. Explican que debe ser por la altura, porque la plaza de la Corredera, donde se levanta el Ayuntamiento, está a la misma altura que la Giralda.
Alguien abre el templo y la mayoría de la gente entra. Otros se quedan fuera, formando un par de filas a lo largo de las paredes de la iglesia. Se preparan para recibir a los familiares de las víctimas, Rosario Brenes Rodríguez, de 57 años, y su hija, Rosa María Portillo Brenes, de 35. Ambas fueron asesinadas el lunes por Juan Antonio Portillo Brenes, hijo y hermano de ellas respectivamente. El presunto parricida permanece en el hospital Virgen del Rocío, ya que se autolesionó clavándose un cuchillo. Está bajo custodia policial pero técnicamente aún no ha sido detenido porque tiene alterada la capacidad cognitiva y no se le ha podido informar de sus derechos.
A las diez de la mañana llegaron los féretros, en sendos coches cubiertos con coronas de flores. Doblaron las campanas de la Victoria y, unos segundos después, tres cazabombarderos cruzaron el cielo de Arahal -la base de Morón pertenece en su mayoría al término municipal de Arahal-. El silencio magnificó el estruendo. El funeral fue sobrio y elegante. Los familiares recibieron a cientos de vecinos que les dieron el pésame. Lo hicieron en la puerta de la iglesia y también dentro. Algunos de los vecinos, los que tenían que trabajar, expresaban sus condolencias y salían por una puerta lateral.
La misa comenzó casi una hora tarde. El cura intentó encontrar unas palabras de consuelo para explicar este "misterioso designio de Dios". Dijo que las dos mujeres siguen vivas en otra dimensión, "para nosotros ahora incomprensible". Todavía hablaba cuando fuera empezó a llover.
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