Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
La monarquía revisada
El primer ministro Tony Blair, descreído y escéptico sobre la vigencia de la monarquía británica, se vio envuelto em 1997 en el accidente de Lady Di y su catarata de reacciones impresionables, a poco de ser nombrado por la reina. Otra primera ministra que duda (al menos dudaba) del valor y valores que representa el inquilino de Buckingham, Liz Truss, redobla el envite y nada más llegar tras la patada a Boris Johnson se presenta ante Isabel II en su última aparición con vida.
Ya lo contará Peter Morgan en una séptima temporada de The Crown (este noviembre, o antes llegará, la sexta). Una séptima tanda que plasme esta recta final del reinado de la tímida y estoica hija del aún más tímido Jorge VI requiere su relato (la monarca apenas ha aguantado un año de viudedad) y una transición trazada de la que había que salvar muchos baches. Y lo que aún queda. Le llega tarde el relevo a Carlos de Inglaterra y a estas alturas tal vez tiene prisa por cumplir sus empeños.
Las cuitas de Buckingham se maquillaban en las revistas (como nuestro Hola convertido en Hello) y como Penélope y sus hilos la prensa amarilla británica igual agasajaba los gestos y silencios de Isabel II mientras señalaba a la opinión pública las debilidades del resto de la familia y sus continuos encontronazos y escándalos.
Morgan tiene tarea: debe contarnos de qué manera afectó a la salud de sus padres las acusaciones de abusos sexuales contra Andrés de Inglaterra, el último apartado de los posados (y con toda la razón).
Gracias a la labor didáctica de este productor ejecutivo ha venido a conocerse para un gran público global la resignación, responsabilidad y contradicciones de quien lleva la corona y de quienes revolotean a su alrededor.
La película de 2006 The Queen venía ya a aclarar qué se vive tras las cortinas de ropones. Al éxito de la oscarizada película contribuyó la caracterización de Helen Mirren. Veíamos ahí a la Queen. Pero el calado de la recreación iba mucho más de los parecidos de actores y personajes.
The Queen no va de la muerte de Lady Di, hubiera sido así un vulgar telefilme, sino de la supervivencia cuando la estabilidad de las instituciones está por encima de los intereses ventajistas, partidistas y oportunistas. De esta partida de ajedrez viscoso quien sale ganadora es Isabel II. Un visionado de The Queen nos permite comprender mejor su misión prolongada por décadas, generaciones, vaivenes locales y globales.
De ahí que fuera tan titánico y valioso contarlo paso a paso en una serie llamada The Crown, que no va sobre la reina en sí, sino sobre su responsabilidad y no caer en la locura o en la tontería. Isabel II ha debido de lidiar mucho contra el esnobismo.
En este caso no han sido necesarios parecidos razonables sino actrices (arropadas por grandes elencos) capaces de transmitir y relatar sin caer en la caricatura o en el exceso. Olivia Colman, en la madurez, supera a la juvenil Claire Foy. Imelda Staunton interpreta a la fallecida reina en el inicio de su vejez, justo cuando Diana de Gales hace saltar por los aires las intimidades. A las familias reales les siente mal exponerse demasiado en televisión ¿Recuperará la BBC el documental reality sobre la vida en palacio a finales de los 60 que está vetado?
Los Emmy que colecciona The Crown no son casuales. Aún restan al menos dos temporadas, que deberían ser tres, para completar y culminar un tratado que no es monárquico ni republicano: es un ejercicio histórico del pragmatismo humano frente a los obstáculos del propio tiempo, el pragmatismo que debería continuar Carlos de Inglaterra y su consorte Camilla.
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