La tribuna
Muface no tiene quien le escriba
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El maldito virus no sólo provoca sufrimiento e incertidumbres, sino también cambios significativos en no pocos ámbitos de la vida social, adaptaciones necesarias a los desconocidos escenarios en los que de la noche a la mañana nos sitúa la lucha contra la pandemia. Por razones evidentes, la educación ha sido uno de los primeros sectores afectados, y lo ha sido de forma radical, con el cierre de los centros escolares y el confinamiento del alumnado en sus respectivas viviendas durante un período prolongado de tiempo. No cabe duda de que esta indiscutible y necesaria medida tiene consecuencias apreciables en la vida cotidiana de las familias, y en la enseñanza y formación de niños y jóvenes.
La primera y quizás más evidente es la necesidad de llenar apresuradamente el vacío que deja la escuela como lugar de custodia. Porque aunque se han cerrado los centros escolares, los niños no han desaparecido, están ahí, y además confinados, sin poder salir a la calle a desahogar su natural fogosidad, como parece que sí pueden hacer las mascotas y animales de compañía. No es fácil hacerse cargo de esta situación en unas circunstancias ya de por sí complicadas; en muchos casos resulta casi imposible. Es cierto que la escuela no siempre abarca la totalidad del tiempo que tienen ocupados los adultos, pero resuelve una parte importante de los días, las semanas y los meses, de manera que permite a padres y madres no sólo acudir a sus lugares de trabajos o resolver asuntos domésticos y personales, sino, también, descargar la tensión que supone convivir a tiempo completo con los hijos durante un largo período.
Pero la otra y también fundamental tarea de la escuela que se ve comprometida con su cierre es la de la enseñanza y la formación de niños y jóvenes. Para esto los sistemas educativos utilizan desde hace tiempo fórmulas de teleenseñanza, enseñanza virtual o enseñanza a distancia; fórmulas que están pensadas para otras circunstancias o como recurso complementario para la enseñanza presencial, pero que ahora pueden resultar útiles. Las administraciones educativas han estado ágiles poniendo en marcha recursos alternativos que suplan la presencia de alumnos y profesores en las aulas, promocionando, por ejemplo, el uso de potentes plataformas de enseñanza virtual como es la Moodle, o reformulando el trabajo de los docentes para que se adapte a tan inédita situación. No menos ágil y eficiente ha sido la respuesta de los docentes, que en muy poco tiempo han sabido reconvertir las rutinas escolares en planes de trabajo que permitan a los alumnos mantener algún tipo de relación con las actividades que se venían realizando en el contexto escolar, así como dedicar sus medios personales a tal desempeño.
Este inesperado contexto para la enseñanza de todos los alumnos deja al descubierto algunas debilidades que no empañan la bondad de las actuaciones, pero de las que conviene tomar nota para el futuro. Así, algunas carencias formativas del profesorado que urgentemente ha habido que afrontar; carencias que revelan que estos instrumentos de enseñanza virtual se emplean todavía poco, no en la enseñanza semipresencial reglada, sino como complemento de la enseñanza presencial. No es sólo un problema de conocimientos, sino de recursos en los centros escolares, donde el número y calidad de ordenadores es insuficiente y donde el acceso a internet es bastante mejorable, lo que enfría la motivación del profesorado. Por otra parte, advertir que, hoy por hoy, la enseñanza virtual puede contribuir a cierta discriminación social por la vía de la brecha digital. No son pocas las familias que no disponen en casa de los útiles necesarios para su aprovechamiento o del tiempo y los conocimientos necesarios para satisfacer la demanda de ayuda que indefectiblemente requieren especialmente los más pequeños. A este respecto, y en esta excepcional situación, el recurso a la televisión puede contribuir al menos en parte a aliviar esos inconvenientes.
En cualquier caso confiamos en que todo esto pase cuanto antes, pues en nuestro modo de vida la escuela es hoy por hoy insustituible. Por supuesto, como lugar de acogimiento de la infancia, pero sobre todo como ámbito de interacción entre iguales, interacciones imprescindibles para su socialización y disfrute de la vida. Como imprescindible también para su formación y acceso al conocimiento es la interacción con el profesorado, pues, salvo excepciones, para aprender no hay alternativa a la relación cara a cara entre alumnos y docentes.
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