Fernando Castillo

El verano del Sten

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El verano del Sten
Fernando Castillo

07 de julio 2024 - 03:11

Hace ochenta años, en el tremendo verano de 1944, uno más de los estíos sangrientos que habían agitado el continente desde 1936, el objeto de moda en la Francia ocupada, al igual que en gran parte de la Europa en la que se resistía a la ocupación nazi, era el subfusil Sten, una de las muchas armas que ensangrentaron el continente en estos años de fuego. Era un producto británico, de muy bajo coste y cierta eficacia, que se fabricó y distribuyó por millares entre los movimientos de la Resistencia, lanzándolos en paracaídas desde 1942 en la Europa ocupada por Alemania. Frente a la reconocida calidad del acabado y de los materiales del armamento alemán, este producto británico –compuesto de un par de tubos, un muelle y poco más de una veintena de piezas– era un eficaz producto de circunstancias; una solución barata y sencilla para cubrir las crecientes necesidades de armamento de quienes, cada vez en mayor numero, se sumaban a las filas de a Resistencia europea. Su precio era quince veces menor que una Thompson americana y sobre todo era ligera y pequeña, algo que la hacía esencial para la guerra clandestina entre los grupos del Maquis en el campo o de la Resistencia en las ciudades, que formaban las Fuerzas Francesas del Interior, los FFI, entre los cuales abundaban los republicanos españoles. Su nombre era fruto de la misma sencillez que su mecanismo: la S era de Shepherd, apellido de uno de sus dos creadores, la T de Turpin, el otro de los ingenieros, y las otras dos letras por Enfield, la ciudad al norte de Londres donde se fabricaba y que había dado nombre al característico fusil británico que popularizaron películas de infancia como La India el llamas.

Estas características de sencillez, dureza y eficacia convirtieron a la Sten en un símbolo entre los resistentes, como revela Jorge Semprún al recordar sus días de 1943, en los que usó un Sten que consideraba “realmente buena”, como recoge en su biografía Franziska Augstein. Un subfusil que el futuro Federico Sánchez señalaba que “no tenía demasiada precisión de tiro pero que era increíblemente práctico por su ligereza y porque podía desmontarlo y esconderlo en la chaqueta”. Más o menos lo que hicieron los resistentes checos enviados a Praga para atentar contra Reinhard Heydrich, aunque esta operación no sea el mejor ejemplo para confirmar su eficacia, pues el Sten que llevaba uno de ellos se encasquilló en el momento en que iba a disparar sobre el ideólogo de la siniestra “solución final”. Todo ello lo ha contado magníficamente Laurent Binet en su muy recomendable libro HHhH.

La proximidad del desembarco y la necesidad de incrementar las actividades de los FFI en Francia, impulsaron en 1944 la fabricación de cientos de miles de unidades del Sten para abastecer a los grupos resistentes. Su distribución mediante el lanzamiento de paracaídas fue masiva, de manera que muchos de los subfusiles cayeron en manos de los alemanes que los emplearon para armar a la siniestra Milice al servicio de Vichy. No es extraño que su imagen estuviera presente en todas las fotografías de la época, lo que revela que el Sten fue empleado en todas las operaciones que tuvieron lugar en ese largo verano del plomo de 1944. Una de las más conocidas y más cinematográficas fue la toma del puente Pegasus sobre el río Orne en la noche del Día D, protagonizada por los paracaidistas británicos del mayor John Howard, quienes iban armados con el Sten reglamentario. Pero quizás la incorporación del Sten a la imaginería de la época se produce gracias a la galería de retratos que realizó en Limoges el fotógrafo lituano Izis Bidermanas, entonces convertido en resistente, en los que recoge a los FFI que posan con sus armas, muchos de ellos con el subfusil británico. En estas fotografías de agosto de 1944, las armas, un objeto cotidiano en esos días, se integran en el retrato como un elemento más al fundirse con los rostros, que a veces se apoyan en ellas en unos primeros planos muy expresivos. En una de las fotografías aparece un joven con boina y camisa militar remangada, mostrando una media sonrisa de alegría serena abrazado a una ametralladora Sten, cuyo cañón y cargador forman un ángulo recto que le sirve de apoyo. Es la misma arma con la que no hacía mucho había disparado a los alemanes que se retiraban de Limoges. La difusión de estos retratos por medio de exposiciones y fotografías en la prensa, contribuyeron a vincular el subfusil con esos resistentes, que hasta hacía poco eran un ejército de las sombras.

No acabó la carrera del Sten con el fin de la guerra mundial, como tampoco acabaron con ella los conflictos. Apareció en manos de los guerrilleros españoles en la invasión del Valle de Aran, entre los maquis de Asturias y León, en la guerra civil griega, en los grupos militares israelíes y luego, ya como saldos de la guerra, entre grupos terroristas de siniestro recuerdo como ETA. Hoy, al contrario que las guerras, es una pieza de museo.

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