Juan Carlos Rodríguez

¿Se suicidó el vendedor del arma asesina?

La tribuna

Nos hemos quedado con las ganas de preguntar al dueño de la armería por las razones que le llevaron a poner en manos de un asesino un arma a cambio de un puñado de dólares

¿Se suicidó el vendedor del arma asesina?
¿Se suicidó el vendedor del arma asesina? / Rosell

18 de junio 2022 - 01:48

El 4 de julio de 1776 se fundó EEUU. Tienen, pues, 246 años de existencia. Comparado con España, Francia, Inglaterra están todavía en la adolescencia. Eso y la forma de construir el país puede explicar -que no justificar- los tiroteos que con tanta frecuencia se producen en un país que no ha dejado de portar armas personales desde los viejos tiempos del Oeste americano. Las películas de los primeros colonos nos hicieron creer que eran los indios los que cortaban la cabellera al intruso inglés. En realidad, la cosa fue al contrario. Los colonos pagaban a quienes demostraran que había matado a un indio. La mejor forma de demostrarlo y cobrar era enseñar la cabellera del indio muerto. Si los indios desaparecían, los colonos podrían disponer de un vasto territorio que hasta la llegada de los primeros colonizadores correspondía a las diferentes tribus indias. El derecho a llevar armas está declarado en la Constitución federal y en algún tiempo, se prohibió llevar armas a los católicos condenados por no acudir a misa.

Este derecho, incomprensible en Europa, hace que sea raro el mes, cuando no la semana, que no se produce algún tiroteo en EEUU. Uno de los últimos -ya ha habido más- ocurrió en una escuela de Primaria con el resultado catastrófico de una veintena de muertos (19 de ellos alumnos cuya edad no alcanzaba los 10 años, y dos profesores).

Ya se juzgará la actuación de la Policía y la espera de 70 minutos hasta que decidieron entrar y matar al tirador de 18 años.

Me interesa más que saber las razones de la demora policial, las razones por las que la sociedad norteamericana (y consecuentemente el resto de mundo) asiste impasible a la censura que impide ver el resultado de la catástrofe. Ya sé que no resulta un plato de gusto ver por televisión los cuerpos de veinte niños tiroteados y muertos en el aula a la que asistían para aprender y no para morir. Pero quizás resultara toda una lección que esas imágenes pudieran ser vistas para que alguien en Norteamérica decidiera poner los medios para que sucesos así fueran una excepción y no la regla general.

Hemos visto el dolor de las familias que se quedaron sin hijos por la locura de un joven al que alguien, pensando más en el negocio que en la vida, vendió un fusil con el que masacró y cortó la vida de unos alumnos que murieron y de otros que se salvaron pero que quedarán traumatizados de por vida. Algunos periodistas españoles, caso de Javier Ansorena, intentaron indagar en la tienda que vendió el arma al asesino. "Salga de aquí de inmediato", fue la respuesta del dependiente después de la identificación como miembro de la prensa. "Si está grabando o tomando imágenes llamaré a la Policía", prosiguió. "Salga ahora. Esto es una propiedad privada y podemos decidir quién entra. Salga de los límites del establecimiento".

Nos hemos quedado con las ganas de preguntar al dueño de la armería por las razones que le llevaron a poner en manos de un asesino un arma de ese calibre a cambio de un puñado de dólares. ¿Creen que el tipo que le vendió el arma tendrá problemas de conciencia o estará contento con las ventas de ese día?

Amigos y vecinos de los familiares de los niños asesinados han convertido los funerales en espectáculos inocentes con féretros pintados de colores y mucho peluche de por medio. Muchos norteamericanos se emocionarán con esos funerales. Hubiera sido más útil para el futuro que se horrorizaran con la visión dura de los niños atravesados por las balas del pistolero ocasional.

Por muy poderosa que sea la Asociación Nacional del Rifle. Por mucho dinero que destine a comprar voluntades políticas, debe haber algo más en una sociedad que mantiene la venta de armas para que los vecinos se defiendan de sus vecinos. ¿Qué clase de patriotismo se esconde detrás de cada ciudadano que necesita llevar un arma para poder defenderse de otros patriotas?

Hace unos días, una guía turística me contaba lo felices que se sentían algunos turistas norteamericanos cuando entraban en un bar en Cádiz a tomar una cerveza. "Qué alegría da estar aquí, en el bar, sabiendo que nadie lleva una pistola en el bolsillo", decía un grupo de turistas de Texas. Un país cuyos ciudadanos temen entrar en un bar por miedo a otros conciudadanos, no es un país civilizado por muy alto que sea su PIB, su renta y su nivel de vida.

El día que salga por televisión el rostro del vendedor de un arma con la que se mató a 19 niños y dos profesores, seguro que nos darán la noticia del suicidio del vendedor y a la reconversión de una sociedad armada a una sociedad confiada.

stats