Javier González-Cotta

La selección: no, gracias

La tribuna

La selección: no, gracias
La selección: no, gracias / Rosell

20 de noviembre 2020 - 02:30

Bien conocida es la frase de Albert Camus en la que reconocía que todo lo que sabía sobre la moral de los hombres se lo debía al fútbol. En las polvorientas campas argelinas había disputado varios partidos como portero. De aquella porfía entre la vida de los hombres y el deporte rey había deducido un reglamento moral para la humanidad.

Menos conocida es esta otra frase suya: "La patria es la selección de fútbol". Admiramos a Camus porque reconocemos la bonhomía de los seres íntegros. Pero no podemos estar más en desacuerdo con él. Si la patria llegara a ser la selección de fútbol, entonces más de uno querría declararse apátrida o hijo de la estirpe de Ashverus, el judío errante. No somos ridículos abolicionistas de patrias y banderas. Pero desde hace años, conforme el cuajo del tiempo, la selección española ha dejado de ser un referente patriótico (acaso nunca lo fue). Diremos más bien que nos provoca una callada manía.

España se dio el martes un festín de fútbol-tenis en el estadio de La Cartuja de Sevilla frente Alemania (6-0). De este modo disputará la Final Four de la dichosa Liga de las Naciones, pero será cuando llegue la otoñada de 2021. Para entonces nos habrán salido más escamas y le habremos cogido mayor aversión silenciosa a la selección. Bien poco nos ha importado el 6-0, puesto que bien poco nos importa este nuevo torneo del todo artificioso. Ha sido creado con el único fin de amargar el fin de semana a quien sólo le interesa su equipo de fútbol y su avatar en la Liga.

Somos aldeanos y probablemente estúpidos, al modo borgiano. Jorge Luis Borges, inmenso literato y precoz habitante de la noche, decía que el fútbol es popular porque la estupidez es popular. En una de sus últimas entrevistas confesó que no sabía quién era Maradona. Murió un 14 de junio de 1986, en Ginebra, pocos días antes de que Diego Armando marcara el gol de todos los tiempos en el Estadio Azteca de México D.F. frente a Inglaterra. Fue la venganza de Argentina por la derrota de las Malvinas, y fue también la incruenta venganza del pibe de oro ante Borges, ciego por partida doble.

Hemos leído la cita de Camus sobre la patria y la selección en un libro reciente. Lo escribe Cristóbal Villalobos Salas y se titula Fútbol y fascismo (Altamarea Ediciones). Se repasa aquí cómo los regímenes totalitarios (fascismo, nazismo, franquismo y dictaduras latinoamericanas) convirtieron el fútbol en propaganda para alentar el vigor de la raza. Mientras España goleaba a los alemanes, leíamos las anécdotas referidas a Mussolini y a Franco, o las del gran Sócrates, icono de la lucha contra la dictadura brasileña. Ha cambiado hoy el arte sibilino de la manipulación de masas, pero no la ponzoña en sí.

El fútbol generaba euforias que los regímenes de hierro aprovecharon para diseñar toda una jubilosa estética de la lealtad. A Franco le entretenía el fútbol y le gustaba rellenar la quiniela. Una vez, de viaje a Galicia, el quinielista de El Pardo hizo parar la comitiva en el puerto de Piedrafita. Quería oír mejor la locución de Matías Prats por la radio. España iba ganando en un partido internacional, pero el locutor, en un lapsus, dijo que estaba perdiendo. Franco torció el bigotillo: "¡Matías, como vuelvas a equivocarte te meto un paquete!"

La propaganda de la actual TVE alentó el hashtagLa selección de nuestra vida para avivar la adormecida pasión por España. Nada más impostado. Sobre todo cuando de fondo, de entre la propia selección, lo que se dirimía en los petulantes medios de siempre es si Sergio Ramos iba a renovar o no por el Real Madrid. Por eso también -y con democrático ánimo de molestar- a la selección nacional muchos la llamamos la selección mafional. Con el 6-0 se ha sacado del museo de cera la etiqueta de Sevilla como ciudad talismán para la selección. El periodismo deportivo proclama que España vuelve a enganchar. No lo hará con los desenganchados que desde hace años hicimos apostasía, pero ajenos, por supuesto, al modismo de los españoles tibios.

Antes y después del partido, el propagandismo de TVE resultó irritante. Hubiéramos preferido la salida patriotera -y hoy hasta divertida- de los años del invierno de Franco, como la que propició la victoria de España en la final de la Eurocopa de 1964 ante la URSS. Escribió Manuel Vázquez Montalbán que aquello había traído "la victoria sobre el enemigo de fondo, la exportadora de la revolución mundial, de la monstruosa hidra cuya cabeza hemos cercenado desde 1939". En el ABC pudo leerse: "Al cabo de 25 años de paz, detrás de cada aplauso sonaba un auténtico y elocuente respaldo al 18 de julio".

Quizá la propaganda actual de TVE por la selección sea distinta a la del mundo de ayer, pero no deja de ser mohosa. Por favor, que vuelva la Liga.

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