La tribuna
No es arte, es violación
Nuestro país goza de un modelo turístico exitoso, pero también presenta debilidades que comienzan a ser objeto de controversia. Hacer que el modelo sea sostenible en lo económico, medioambiental y social es uno de nuestros retos, de ahí el vigente Plan Andaluz de Turismo Sostenible.
Pero Andalucía y España no son ajenas a cierta corriente antiturismo que se expande con crecientes protestas por problemas de masificación, convivencia, gentrificación y tensión inflacionaria en el precio de la vivienda, de los que se culpa directamente al turismo.
Tales protestas son de momento anecdóticas, pero no se debe obviar que empieza a extenderse una cierta sensación de saturación turística. Real o no, lo importante es la percepción. Por ello resulta necesario que la sociedad afronte un debate abierto y sosegado sobre hacia dónde debe avanzar nuestro modelo turístico.
El turismo tiene un impacto económico de gran magnitud, con cifras que suponen entre el 13% y el 14% del PIB y un porcentaje similar en el empleo directo. A los detractores del turismo habría que preguntarles si estarían dispuestos a asumir un recorte en nuestra riqueza del 14%, lo que grosso modo podría suponer renunciar al 14% del empleo o reducir un 14% nuestras infraestructuras y servicios públicos.
Una de las críticas al actual modelo se refiere a la proliferación de apartamentos turísticos y la presión que ejercen en el precio de la vivienda. Es necesario por ello la intervención de la Administración para controlar este crecimiento desmesurado que puede conllevar una artificiosa gentrificación. Pero las ciudades han sido siempre “organismos vivos”. Zonas que antaño gustaban, dejan de gustar, se deterioran y abandonan. Hemos conocido centros históricos por los que daba miedo pasear. Hoy todo eso ha cambiado, en gran parte gracias al turismo, aunque habría que evitar que se produzca una excesiva “mercantilización”.
Otra queja es la masificación, aunque ciertamente sólo se da en puntos muy concretos de nuestra geografía. Por contra, quedan lugares a la espera de beneficiarse del turismo: una segunda generación de pueblos andaluces y ciudades medias con suficientes atractivos como para convertirse en protagonistas de un nuevo modelo más sostenible.
Medidas como el uso de la inteligencia artificial para realizar análisis predictivos y la digitalización de ciudades permiten ya conocer con antelación y controlar los flujos turísticos. También habría que plantear acciones para la diversificación de las vacaciones y de la oferta o medidas creativas como premiar a los turistas con entradas gratuitas a museos y monumentos cuando acrediten, con su comportamiento, que contribuyen a la sostenibilidad.
La promoción exterior también puede jugar un papel clave. Durante años se ha enfocado a atraer al mayor número de turistas posibles. Hoy se asume que el dinero público debe destinarse, principalmente, a buscar al turismo que más beneficios aporta: el de alto poder adquisitivo por ser el que tiene la mejor ratio coste/beneficio y el menor impacto social y medioambiental. Además, debería potenciarse la promoción de los destinos menos conocidos e incluso realizar una “promoción interior” dirigida a nuestros conciudadanos para informarles de las bondades del turismo y a su vez, hacerles partícipes del mismo.
¿Una de esas medidas puede ser la tan debatida tasa turística? En principio es algo que uno tiende a rechazar por suponer un incremento en el precio de algo que ya se ha pagado. Tal medida, de aprobarse, solo puede tener sentido si lo recaudado se destina a un fin que beneficie a la sociedad receptora: construcción de una biblioteca pública, de un albergue para los “sin techo” (lo que a su vez mejora la imagen turística de la ciudad), etcétera. Y en su caso, habría que determinar con transparencia y consenso cuál debe ser el destino de lo recaudado, y el modelo de gestión de la recaudación.
El último programa electoral del partido que sustenta al Gobierno andaluz incluía un curioso objetivo: “El turismo, un escaparate de nuestra excelencia hacia el mundo”, donde se apostaba por enfocar el turismo, no sólo como un sector productivo, sino como el mejor escaparate para mostrar al mundo todo lo que somos.
Que millones de turistas descubran por sí las bondades de esta tierra, sus capacidades y el talento andaluz es la mejor forma de conseguir que mejoren su percepción sobre lo andaluz y de descubrir que esta tierra no es sólo un maravilloso lugar para visitar, sino también para invertir. El turismo puede ser nuestra mejor arma de Diplomacia Pública y Marca Territorio.
En definitiva, el turismo no debe concebirse como un problema sino como una bendición, pero es necesario remar todos en la misma dirección. Cuidemos a la gallina que nos da los huevos de oro.
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