La tribuna
Una cooperación de familia
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Una entiende que el anhelo que lleva a hombres y mujeres inocentes a escapar de un país de origen debe de ser una de las mayores vergüenzas para su Gobierno. Cabría esperar la inquietud y el nerviosismo de los dirigentes ante la consciente incapacidad para salvaguardar la dignidad de sus nacionales. Sin embargo, lo sucedido en la frontera de Marruecos y España, en Ceuta, expresa no solo una ausencia total de turbación por parte de las autoridades marroquíes, sino también una mezquindad alarmante al usar a miles de seres humanos como armas políticas arrojadizas.
La crisis migratoria de la playa de El Tarajal, ocurrida en mayo de este año, lleva a pensar en dónde han quedado los derechos humanos y de qué manera nos salvan. De esta cuestión escribió la filósofa Hannah Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975) en su ensayo Las confusiones de los derechos del hombre, en el que reflexiona sobre las diferentes manifestaciones que atestiguan el despojo de dichos derechos principales, entre otras ponderaciones. "La privación fundamental de los Derechos Humanos se manifiesta primero y sobre todo en la privación de un lugar en el mundo que haga significativas las opiniones y efectivas las acciones", dijo al respecto la pensadora alemana. Arendt, tardíamente unida al judaísmo -"En mi casa no me dijeron que era judía"- fue detenida en Berlín en 1933 acusada por los nazis de "propaganda difamatoria", luego encarcelada y posteriormente huyó a Francia. Retirada su nacionalidad alemana, residió en Nueva York hasta que consiguió la estadounidense en 1951.
Para Arendt la nacionalidad era un concepto altamente importante. Dejó escrito que la pertenencia a un Estado respalda el "derecho a tener derechos". Dicho de otra forma, el abandono irregular de un país de origen emplaza a los actores en una situación de desamparo, porque pasan de ser ciudadanos a convertirse en parias.
Que Mohamed VI haya relajado los controles de fronteras de su reino supone, al mismo tiempo que una intolerable amenaza, un tremendo desprecio a sus propios ciudadanos al invitarles a salir de la que se supone que es su casa (ahí tenéis la puerta). Esta moderna expulsión de la humanidad podría compararse con la antigua costumbre medieval de la proscripción, gesto que deja a las personas "a merced de cualquier suceso". Este análisis queda recogido en las notas del antológico ensayo arendtiano titulado La pluralidad del mundo y vendría a denominarse como la "muerte civil", que no es otra cosa que la carencia de obligación de recibir amparo. "La prolongación de su vida -dice Arendt refiriéndose a los inmigrantes, refugiados y apátridas- se debe a la caridad y no al derecho, ya que no hay ley alguna que pueda obligar a las naciones a alimentarlos". En el caso de los más de mil menores no reclamados que entraron en Ceuta, tendrían que haber sido ubicados en las distintas autonomías, pero dos meses después de la crisis permanecen en un limbo legal por resolver.
Atónitos ante las imágenes recogidas al otro lado del Estrecho, cabe preguntarse si no estamos siendo testigos de una preocupante regresión de la civilización, que comentaba la filósofa, y si en lo social y político no hemos llegado a sus cotas más altas, esto es, que por mucho que avancemos en la historia estamos dirigidos hasta toparnos con una constante barbarie. Los gestos empáticos y solidarios protagonizados por el ejército y las unidades de salvamento en la orilla ceutí me impidieron afiliarme, en fin, a la desesperanza.
El reino de Marruecos y su talento en las relaciones internacionales queda en entredicho al haber desatado una feroz y salvaje táctica en contra de España, sin importar que quienes padecen en un primerísimo primer plano sean los de su propio pueblo africano. Y es así como resalta en los poderosos la creencia palpitante de sentirse invencibles. Además de la reciente respuesta de Marruecos, su firme opresión a los saharauis que viven bajo su dominio o, por poner otro ejemplo cercano en el tiempo, la despiadada ofensiva de Israel en Gaza, son acciones desvinculadas de cualquier tipo de calor humano, libertades proclamadas desde una abusiva e interesada posición en el mundo.
Y aquí desembarcamos en lo que Arendt llama "banalidad del mal", que deriva directamente de la inacción a la hora de pensar sobre el mal, también explicado como la falta de interés que recae sobre la producción de dolor o pena cuando existe un fin considerado superior y primario. Si bien este concepto es estudiado dentro de los límites del totalitarismo hitleriano, perfectamente podría reintrerpretarse en el marco de las políticas que se han llevado a cabo en la frontera marroquí-ceutí. Sin querer pensar en un plan orquestado y nefasto contra las vidas de los marroquíes, las consecuencias podrían haber sido mucho más graves en cuanto víctimas mortales, entre ellas las de numerosos niños.
Arribados a este punto, no deberíamos desatender las actuaciones deplorables que nos llegan de cerca o de lejos. ¿Pero qué podemos hacer desde nuestro forzoso asiento de espectador? En relación a ello Hannah Arendt hace hincapié en la importancia de ejercer el pensamiento como vasto generador de continuo diálogo. Así que, al menos, podríamos proceder partiendo de una profunda conversación interior. Y pensar y pensar, con todas nuestras fuerzas, sobre la inadmisible banalidad del mal.
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