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Cuando se acerca el proceso de escolarización para un nuevo curso, los medios de comunicación suelen hacerse eco de informes acerca de cuáles son los mejores centros escolares, rankings que aparentemente se elaboran y publican con la intención de facilitar a las familias la decisión sobre la elección del Colegio o Instituto en el que inscribir a sus hijos e hijas. En realidad estos informes interesan a un público muy reducido, pues la inmensa mayoría suele escolarizarlos en los centros más próximos al domicilio familiar. Sin embargo, tienen un efecto colateral (si no pretendido) ya que califican a los centros escolares en muy buenos, buenos o malos, los que no aparecen en el listado. Aunque hay algunos públicos, en esa jerarquía, casualmente, casi todos los que aparecen en las primeras categorías suelen ser concertados o privados, lo que supone todo un mensaje bastante explícito acerca de la supuesta calidad de la enseñanza que se imparte en los centros escolares de las tres redes de nuestro sistema educativo.
La verdad es que resulta todo un atrevimiento determinar cuál es un centro escolar bueno y cuál malo y, además, hacerlo público de esta manera, más aún cuando los criterios que se utilizan para elaborar esa clasificación son escasamente consistentes. Por ejemplo, uno de estos rankings -construido por un conocido portal de información educativa-, establece como criterio principal el número de entradas a su propia web para buscar información sobre centros escolares, algo que realmente hacen muy pocas familias y las que lo hacen suelen solicitarla de los que ya han sido calificados como muy buenos. El pez se muerde la cola.
La complejidad del hecho educativo, en el que inciden multitud de factores, no siempre atribuibles al buen hacer de un Colegio o Instituto, obliga a ser cuidadosos con este tipo de clasificaciones. La investigación educativa reiteradamente pone de manifiesto que los recursos familiares y el contexto socio-cultural en el que se desenvuelven los jóvenes, generan una situación más o menos favorable para los aprendizajes escolares. Si, además, la estratificación social en los distintos barrios de las grandes ciudades los distribuye en torno a unos u otros centros y sólo las familias con información y recursos pueden acudir a los que están lejos de su lugar de residencia, resulta que los buenos alumnos van a los buenos colegios. Así que no llegamos a saber si en realidad los centros que están en los primeros puestos de la jerarquía son tan buenos como se dice, o, más bien, es que generalmente lo tienen mucho más fácil: su alumnado ya viene preparado de casa.
Naturalmente esto no quita que haya centros mejores y peores, es decir, hay algunos que en las mismas condiciones que otros tienen mejor o peor desempeño, pero este asunto no se aborda a la hora de establecer los citados rankings ya que, como se ha dicho, en su confección se manejan criterios poco solventes. De manera que no está claro cuál es la utilidad social de este tipo de informaciones, aunque puede pensarse con fundamento que se trata meramente de estrategias publicitarias (el citado portal cobra por ofrecer herramientas de búsqueda de colegio y asesoramiento) a las que seguramente no son ajenos algunos de los mejores centros. En cualquier caso, de manera gratuita, estas clasificaciones producen una conciencia equivocada acerca del valor de lo público y lo privado, algo que, como estamos viendo, sucede también en otros ámbitos distintos al de la educación.
No es fácil discernir cuando un colegio es bueno o malo, ni en qué medida se le puede atribuir ese calificativo, si en su totalidad o en algunos aspectos; pero si miramos más allá de la publicidad podemos tener algunas pistas, fijándonos en el trabajo de su personal y el contexto en el que se desarrolla. Así, de la misma forma que la mejor práctica de la medicina no es la que cura a los pacientes más sanos, sino a los más graves, los mejores colegios no son los que enseñan al alumnado con mejor predisposición, sino aquellos que consiguen progresos significativos en el aprendizaje de los alumnos con más dificultades. Aunque no figuren en listas de éxitos, estos son los mejores colegios. Otra cosa es que, por legítimas razones de otro tipo, las familias que puedan quieran elegir uno u otro centro escolar. Pero, por favor, no es necesario que algunos quieran atraer esa demanda argumentando la supuesta bondad de unos frente a la supuesta mediocridad de otros.
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