La tribuna
Muface no tiene quien le escriba
La tribuna
Navazos de la Colonia de Monte Algaida; los de los Llanos de Bonanza; del Pino, Quinta de la Paz y San Jerónimo; navazos de Bajo de Guía y callejón de Guía; del Cabo Noval, Cerro Falón, Calzada y Banda Playa; y navazos de Las Piletas.
Me imagino a los sanluqueños que conocieron tiempos mejores asintiendo mientras leen esto (ojalá alguno lo haga) y recordando a esos gloriosos navaceros y mayetos que son los agricultores singulares que da esa costa atlántica del Bajo Guadalquivir que es Sanlúcar de Barrameda. Hombres que hacen tierra.
Los mayetos o mayetas, como los llaman los antiguos, son viticultores de pequeñas producciones que trabajan buscando la excelencia de su uva para trasladársela al vino.
Me decía mi amigo Gabriel que quedan todavía bastantes mayetos (Manuel Rodríguez, que tiene la viña en el pago de Miraflores; Antonio Bernal, en Mahina…). Y mi padre me contaba que antes había en el pueblo miles de mayetos (Manolo Carbajo, los Garciítas, el Cojo Frascuelo, los hermanos Esbarataos, los de los Aparceros, los Orellana, los Millanes...), porque con dos aranzás de viña vivía una familia. En Sanlúcar la tierra se divide en pagos y el pago se mide en aranzadas, que son 4.752 m². Ahora con dos aranzás de viña no tienes ni para tabaco.
Los navaceros son los pequeños agricultores del navazo. No queda casi ninguno.
En las antiguas ediciones del Diccionario de la Real Academia Española figuraba esta acepción de navazo: “En Sanlúcar de Barrameda se llaman así los huertos formados sobre los arenales inmediatos a las playas”. Es decir, hortalizas cultivadas en arena de playa y regadas con agua salobre del tollo, que no es más que un agujero en la tierra. Casi nada.
Los navazos estaban por todo el pueblo. Ibas por una calle y veías al navacero regando su cultivo con una jarra de lata con agua del tollo. Uno de los últimos fue Sebastián, tío abuelo de mi amigo Antonio Torres, que era policía local y tenía el navazo en el Cabo Noval. Su hijo, Rafa Monge, ha convertido la herencia en un auténtico referente de la excelencia en el producto practicando esa agricultura imposible que es actualmente el navazo. Este hombre pertenece a una especie que debería estar protegida, como el lince.
De los mayetos la uva y de los navaceros la papa de Sanlúcar, que es una de las maravillas que mi pueblo ha dado al mundo.
Tengo ahora mismo metida en la cabeza la copla de la chirigota antigua Los Curas del Pueblo, que genialmente explicaban que le debemos el descubrimiento de América a la hartura que tenía Isabel la Católica de comer huevos sin papas. Cuando Colón llegó le dijo: “Majestad, aquí le traigo las tres carabelas. La Niña de papas viejas, La Pinta de papas nuevas y nos quisieron colar la otra de caña de azúcar. Yo dije que ni mijita, que la Santa María de papas de Sanlúcar”.
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