La tribuna
No es arte, es violación
La prehistoria.- La frase era pronunciada, allá por los primeros años ochenta, por aquel adelantado a fútbol que fue el yugoslavo Boskov, entrenador del Real Madrid. Fútbol es fútbol, repetía una y otra vez ante cualquier pregunta un tanto embrollada que se le hiciera. Un genio muy alejado de la verborrea guardiolesca tan de moda. Hoy, la respuesta del serbio, sin duda, sería otra: el fútbol, en la actualidad, es casi todo menos fútbol. Al menos lo que para los que somos ya talludos conocíamos como fútbol. Proliferan cada vez más los intereses económicos, las agendas comerciales, la publicidad, el dinero… Como decimos, casi todo prima por encima del deporte, de la competición sana entre equipos entregados a unos colores, a unas señas de identidad, sea de clubes, sea de selecciones nacionales.
Pero los Poderes Establecidos juegan –nunca mejor dicho– sabiendo que la memoria humana es frágil, y el sentimiento evanescente. Así, los logos comerciales en las camisetas de las diferentes selecciones estaban vetados hasta hace no tanto. No se permitía mancillar, por así decirlo, el sacrosanto escudo nacional con los iconos publicitarios de Puma o Adidas (entonces las marcas dominadoras en exclusiva) o Nike. La camiseta era una superficie inmaculada, sin mas seña de identidad que el escudo patrio. Hoy –signo de nuestra época de culto al dinero–, los símbolos comerciales igualan o superan en tamaño, de manera chabacana, al emblema nacional.
Viva el capital.- También en el fútbol hace tiempo que se acabó el romanticismo (salvo en los sacrificados hinchas). Triunfa de una manera casi indecente el capitalismo más salvaje. Hace años que podemos jugar a adivinos y pronosticar en cada campeonato nacional de liga quiénes serán los primeros. No hay margen a la sorpresa o a la emoción. Esto queda relegado para saber los que bajarán de categoría o jugarán la UEFA. El resto, insisto, se puede profetizar al estilo Nostradamus, sin miedo a equivocarse. La Liga se la disputarán Real o Barcelona en España; City en Inglaterra; y Paris Saint Germain en Francia. Con sus correspondientes patrocinadores cargados de petrodólares del Golfo Pérsico. Como dice un amigo a menudo: Why not.
En España, por otro lado, veamos la procedencia de los equipos que forman la auto proclamada Liga de las Estrellas. Cuatro provienen de Madrid: Real Madrid, Atlético, Rayo y el recién ascendido Leganés; otros cuatro de País Vasco y Navarra: la Real, el Athletic (no digan el Bilbao, es anatema para los vizcaínos), Alavés y Osasuna; la costa del Levante cuenta con el Barcelona, el Español, el Gerona, el Valencia, Villarreal y el Mallorca; Sevilla, con los dos equipos capitalinos; el insular Las Palmas; y los muy aislados Celta, perdido en las brumas de Galicia, y el Valladolid, un islote en el páramo interior. Olvidémonos de mi querido Logroñés, del Salamanca, del Burgos, del Zaragoza. ¿Casualidad que la España interior sea un verdadero desierto pelotero? Para muchos en absoluto. Reflejo de la despoblación y de la cada vez mayor pujanza económica de zonas muy determinadas. La España vacía tampoco existe para el deporte rey.
The times They Are a-Changin’. Que cantaba Dylan. Para los que ya frisamos la edad de jubilación, los recuerdos se amontonan. En nuestra mente, como muestra del sublimado entonces poderío físico teutón, aquella final de la Copa de Europa de un Bayern totalmente bávaro y un Atlético hispano argentino. El resultado fue tan cruel como previsible. Hoy día, tanto en las selecciones de Europa Occidental como en los clubes que mandan, se impone el Melting Pot. Con la excepción romántica del Athletic (que sólo permite alinear jugadores que se hayan formado en su cantera), los equipos ya no se nutren, como antiguamente, de jóvenes de la región, con alguna incorporación foránea. Las selecciones que han llegado a la fase final del campeonato europeo son reflejo de sociedades multiculturales, donde el fútbol no es sino un trampolín socio económico para aquellos con más fuerza y ambición.
En La Roja (ese eufemismo inclusivo para no molestar al nacionalismo), sobresalen por su calidad Nico Williams y Lamine, españoles de origen africano. Ademas de los franceses de nacimiento Laporte y Le Normand. Bienvenidos sean todos ellos. Más de la mitad de las selecciones francesa, inglesa y holandesa –las otras tres semi finalistas– procede de territorios de ultramar: el fútbol como trasunto de progreso de los más ambiciosos, de los más dotados y perseverantes.
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